“Mi escritura nació a partir del intercambio con niños, de sus ideas, de sus conflictos, de las cosas que les veía hacer o les escuchaba decir.” Entrevista con la escritora Margarita Mainé
La escritora Margarita Mainé, en diálogo con la editora y especialista en literatura infantil Graciela Perriconi, reflexionó sobre su obra y su oficio de escritora.
La escritora Margarita Mainé —sobre quien ya publicamos un completo informe biográfico y bibliográfico—, en diálogo con la editora y especialista en literatura infantil Graciela Perriconi, reflexionó sobre su obra y su oficio de escritora.
Acompañando esta entrevista, en la sección Ficciones de este mismo número, publicamos el relato “Francisco y el dragón”, de Margarita Mainé, que pertenece a su libro Cuentos para salir al recreo (Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2006).
Margarita Mainé estuvo en mi imaginario vinculada siempre a la docencia. Desde Mi amor está verde, primer libro que publicó en Ediciones Colihue en 1991 —pasando por Un gran resfrío, Cuentos para salir al recreo—, libro con el que iniciamos nuestro diálogo editora-autora, hasta las colecciones para los más pequeños que publicó en diferentes editoriales, Margarita era un escritora y una docente. No una docente escritora, no, Margarita conoce muy bien el comportamiento infantil y crea historias instaladas en la ficción más creíble. Lo hace con una espontaneidad y una frescura que remite a imaginarse una niñez libre. ¿Quién no cree en las etapas por las que atraviesan Lucía y Nicolás, el elefante Pancho que pretende subir una montaña, las aventuras de su Mateo, la recreación del mito del Ratón Pérez en Los dientes de Yacaré, las fantasías que rondan alrededor de la llegada de un hermanito, entre muchos otros cuentos?
Margarita no aniña la niñez ni la hace solemne, no da recetas ni consejos, tampoco la empobrece con diminutivos inútiles ni la agranda como la “mejor etapa de la vida”.
No puede negar que fue y es docente y… mamá: se le nota “el paño” y es capaz de vestirse de escritora cada vez que se pone a escribir. Sabe muy bien “salir a jugar “. Esto lo intuí sin saber que era maestra jardinera, que se había recibido en el Profesorado “Sara C. de Eccleston” —al que estoy unida por amor de tantos años de militancia— y que coordinó durante diez años un jardín infantes.
En esta entrevista hablamos de esta asociación suya con los más pequeños y por supuesto de su obra destinada a ellos.
—¿Por qué esa inclinación a escribir para los más pequeños?
—Me recibí de maestra de Jardín de Infantes a los 20 años y en ese nivel educativo ha transcurrido mi vida profesional. Mis comienzos tuvieron que ver con la narración como recurso. Siempre cuento que como maestra sin experiencia me costaba muchísimo atraer la atención de mis primeros alumnos (una sala de tres años con 25 niños) y sentía que el único momento que realmente convocaba era el momento del cuento narrado. Me encantaba (y aun me encanta) narrar cuentos tradicionales. Después nos divertíamos cambiando partes, con lobos que no tenían hambre o cenicientas a las que no se les caía ningún zapato. A partir de esos juegos empecé a crear historias orales que deleitaban a mis alumnos y a mis hijos, y que me hicieron pensar que podía crear historias propias.
Mi tendencia a escribir para los más pequeños creo que tiene que ver con dedicarles mi vida profesional pero también con algo que me enseñaron mis padres: en su casa los privilegiados siempre fueron los niños. Un niño (especialmente un nieto) puede hacer allí casi cualquier cosa que se le ocurra, como pedir panqueques a las tres de la madrugada o jugar en el barro un día de lluvia. Esta “valorización” de la infancia sin duda inclinó la balanza y hoy en mi casa, con mi marido Héctor que también es docente, practicamos la misma ideología: disfrutamos muchísimo mirando jugar a Mateo y sus amigos y facilitándoles sus juegos, ayudando a que tengan el clima y los elementos para desarrollar un juego creativo. Es gracioso porque ellos juegan por toda la casa mientras yo escribo y, en paralelo a lo que estoy trabajando, abro un archivo especial donde voy “registrando” las palabras que usan, las propuestas de juego y las ideas que me surgen para nuevas historias.
—De esos archivos en los que vas registrando la infancia y su lenguaje, ¿qué aspectos te llaman la atención especialmente o cuáles te motivan a escribir un relato?
—Mi escritura nació a partir del intercambio con niños, de sus ideas, de sus conflictos, de las cosas que les veía hacer o les escuchaba decir. Recogía sus misterios y sus pasiones y las volcaba en las historias. Si pensamos directamente en algunos textos puedo recordar alumnos conversadores que se mordieron la lengua (Me duele la lengua), la pasión de los de 5 años porque se les caigan los dientes y venga el Ratón Pérez (Los dientes de Yacaré), el gusto por disfrazarse (Un gran resfrío), la dificultad para que el lápiz haga lo que la maestra pide (El lápiz mágico de Bruno), las travesuras en primer grado (Cuentos para salir al recreo), las dramatizaciones cuando son animales (Un día animal), las problemáticas de los mas pequeños del jardín (las historias de Lucia y Nicolás), las ganas de patear bien un penal (¡Gol!)… Y así podría seguir por todas mis historias.
Lo que me fascina especialmente de los niños es esa capacidad de transformar el mundo a través del juego. El dale que… “dale que éramos fantasmas, dragones…”. Me encanta que me dejen entrar en ese mundo y creo que lo he logrado en algunas de mis historias.
—Sin lugar a dudas existe un vínculo entre tu profesión docente y la escritura. ¿Cómo se fue organizando sin dejarte llevar por las exigencias de los distintos diseños curriculares y las rutinas escolares?
—Digamos en principio que una originó la otra. Si no hubiera sido docente seguramente no hubiera encontrado el “tono” que tiene mi escritura. Sin duda, el vínculo más fuerte pasa por los libros de texto que produje (Bambá, El jardín de Mora, Las lecturas de Manú), ya que los siento como una unión de mis dos trabajos. Incorporar la literatura en los textos para la escuela ha sido mi preocupación y mi desvelo. Desde el inicio me planteo escribir un texto literario, con toda la libertad con la que cuento siempre y después trabajo para “transformarlo” en un libro de texto. Incorporando contenidos y actividades sin cambiar su esencia literaria.
También en cierto sentido creo que mi escritura tiene las “limitaciones” que una maestra se impone. La maestra vive adentro mío (aunque ya no esté en ejercicio), me censura de algún modo y eso se nota en mis textos, que si bien se usan mucho en la escuela y son bien recibidos por mis colegas, no son tan jugados como los de otros autores.
—De los libros que has escrito, ¿hay alguno en particular que crees o sentís que es el mejor logrado, el que expresa mejor tu idea de la infancia?
—Es difícil hablar de preferidos. Creo que son los lectores los que lo marcan. Cartas a un gnomo es un libro que tiene quince años, se sigue reeditando y las nenas especialmente se enamoran de la historia. Cuentos para salir al recreo (Link a la sección Ficciones de este número) (del cual te debo la idea del título y las correcciones de la primer edición) (*) también logra encantar a los chicos y a los maestros con mucha facilidad.
Creo que cada libro y cada historia tiene “su lector”, por eso los escritores quedamos deshabilitados de algún modo para ser críticos de nuestra obra. Tenemos que escuchar lo que dicen los demás…
—¿Hubo una evolución en esa escritura para el Nivel Inicial o es pendular con otros textos destinados a los más grandes?
—En principio mi escritura acompañó un poco el crecimiento de mis hijos grandes. Cuando llegaron a la adolescencia también llegué yo allí como escritora. Ahora voy variando.
Soy muy dispersa escribiendo, llevo varios proyectos al mismo tiempo, se me ocurre una nueva idea y abandono la anterior. Ese defecto hace que las novelas para adolescentes me lleven años pero siento que es un tiempo necesario para aclarar lo que quiero decir. Me encantan las novelas, es sin duda mi género preferido como lectora y me encantaría escribir más. Siempre tengo un proyecto de novela al que vuelvo una y otra vez hasta que encuentro el camino.
—Hablemos de los ilustradores: ¿entablás un vínculo previo?, ¿te comprometés con la ilustración tanto como lo hacés con la escritura o dejás librado el trabajo en manos de alguien que te brinde mucha confianza, como es el caso de Nora Hilb, quien ha ilustrado maravillosamente varios libros tuyos y es también egresada del Profesorado Eccleston?
—En la mayoría de los casos la ilustración tiene más que ver con la decisión del editor que con el autor. Intento ser muy respetuosa del trabajo de los otros. El editor y el ilustrador saben de su trabajo y suelo confiar mucho en sus decisiones. De todos modos a mí me encanta participar y me ocurre cada vez más que me encuentro escribiendo entre paréntesis ideas para el ilustrador en mis textos. Sé que el ilustrador necesita libertad y la mayoría de las veces me sorprenden bien. Por ejemplo, en ¿Un hermanito? Mabel Piérola hizo un trabajo excelente y me fascinó ver cómo el libro había crecido a partir de esas imágenes.
Con Nora Hilb es otra historia. Nos conocimos cuando Canela le encargó las ilustraciones de Cartas a un gnomo. ¡Y qué bien elegida que estuvo! Enseguida nos sentimos bien juntas, Nora fue la primera ilustradora que me hizo participar y opinar sobre su proceso de trabajo con una humildad y una apertura que me conmovieron. ¡Era mi segundo libro! Por supuesto que nos hicimos amigas y empezamos a generar proyectos juntas, en los que las dos somos un equipo: ella opina sobre los textos y yo sobre las ilustraciones. Y así todo crece y encuentra una armonía encantadora.
Con Nora tenemos Una montaña para Pancho, Bambá, los diez libros de la colección “Las historias de Lucía y Nicolás”, la colección “Pío crece”; y con tanto amor ha dibujado a mi hijo Mateo como protagonista de la colección “Mateo”. Todos estos libros han tenido excelente acogida de lectores; creo yo que es por esa armonía que se siente entre texto e ilustración. Otra cosa rara en estos tiempos es que nuestra amistad sigue intacta y seguimos proyectando libros juntas.
—Muchos libros para el Jardín, tanto el Maternal como el de Infantes, se plantean como proyectos compartidos entre un escritor y un ilustrador; algo así como una escritura “solidaria”. Pero hay libros en los que tiene un gran protagonismo el ilustrador más que el escritor. ¿Qué diferencias encontrás entre tus libros y ese tipo de libros, si realmente existe una diferencia?
—Tengo un libro en la editorial Comunicarte que se llama ¡Gol! y en el que la ilustradora Carolina Farías contó de alguna manera “otra historia”, con ese protagonismo del que vos hablas. A mí me fascinó su trabajo. Me sorprende que un texto que yo inventé de pronto tome un vuelo diferente por la “lectura e interpretación” que el ilustrador puede aportar. Y seguramente cuando a un niño le cuentan ese cuento “ve” e imagina cosas que ni a mí ni a Carolina se nos ocurrieron y la historia sigue creciendo… Los escritores para niños pequeños necesitamos del ilustrador, es bueno que se trabaje en equipo, sin competencias, con armonía, para que el libro y el lector sean lo más importante y no el lucimiento personal.
Margarita cierra este intercambio con un entusiasmo que se mantiene a lo largo de todo el encuentro. Los que la leemos, la editamos y la seguimos, sabemos que ella construye un texto para un chico independiente y actual. Sus personajes son protagónicos, definidos, crecen como los chicos, responden como ellos y necesitan ser reconocidos y queridos por los adultos como todo niño. Ella lo sabe y su ficción da cuenta de un gozoso vínculo con sus lectores.
(*) Nota de Imaginaria: La primera edición de este libro (1999) se publicó en la editorial El Ateneo, en la colección “Cuenta conmigo”, que dirigía Graciela Perriconi. La edición que circula actualmente es del Grupo Editorial Norma (2006), en la colección “Torre de Papel”. En la sección Ficciones de este número publicamos “Francisco y el dragón”, uno de los cuentos del libro, aquí.
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1/11/09 a las 22:14
Margarita, realmente es impresionante el trabajo que has heco por los niños, la forma de escribir y llenar esos espacios en la vida de ellos.Gracias por ilustrarnos y motivarnos a través de la lectura para poder llevar alegria a nuestras aulas de clase. Nuestros niños, hablo de mi país Honduras, leen poco, pero es precisamente porque los adultos en un alto porcentaje tampoco tenemos ese buen hábito.te cuento que actualmente estoy haciendo un esfuerzo por hacerlo realidad en mi vida.
Un abrazo