El Mercado de las Pulgas
De Juan Lima. Reseña por Cecilia Bajour. «¿Objeto poético visual o libro? Disyuntiva que, como un sortilegio, se desvanece ante la cautivante experiencia de lectura a la que invitan la tapa y contratapa de El Mercado de las Pulgas. Auspiciosa ambigüedad la de tener ante la vista y entre manos un objeto de arte-libro escrito, ilustrado y diseñado por Juan Lima.»
Juan Lima
Texto, ilustración y diseño del autor.
Buenos Aires, Editorial Atlántida, 2008.
por Cecilia Bajour
¿Objeto poético visual o libro? Disyuntiva que, como un sortilegio, se desvanece ante la cautivante experiencia de lectura a la que invitan la tapa y contratapa de El Mercado de las Pulgas. Auspiciosa ambigüedad la de tener ante la vista y entre manos un objeto de arte-libro escrito, ilustrado y diseñado por Juan Lima: desde el comienzo suscita el encuentro del espectador-lector con una estética afín al espíritu de reciclado propio de un «mercado de pulgas» (1). Una caja poética con aire de antigüedad más allá del tiempo es la obertura de un original modo de leer que será a la vez visita guiada al Mercado, salto y poética detención (2).
Las oníricas guardas anticipan una de las propuestas gráficas del libro: la de las pequeñas figuras en blanco y negro, sutiles, de catálogo antiguo. Luego en las páginas de crédito, en la portada y particularmente en los puestos del Mercado, estas imágenes, algunas con toques de color, serán objeto de ingeniosas y surrealistas combinaciones. Arte de ensamble y asociación visual trabajado por Lima con tal ajuste que genera la ilusión de que esas curiosas invenciones no tienen origen: siempre estuvieron ahí.
Una evidencia de que la belleza reside en lo inesperado es la aparición de un quirquincho sobre un sillón rojo en el centro de la hoja blanca que precede a la entrada al Mercado.
El texto escrito de la página que le sigue, como si se tratara de un cartel trashumante (la tipografía usada aquí y a lo largo del libro lo sugiere), da la bienvenida rodeado de raros objetos que unen lo posible con lo imposible. Anuncia un paseo por el Mercado que será conducido por quien allí se presenta, un tal Juan autodefinido como «poeta, mandamás y portero» en letras rojas. Los textos en rojo distribuidos sobriamente en la escritura de El Mercado de las Pulgas de aquí en más aparecerán siempre condensando hallazgos poéticos, gráficos e insólitos.
La voz del Guía pone en juego sus artes de seducción enunciadas ante un lector-paseador plural con «pasen y vean», fórmula abierta al deseo de lo imprevisto, contraseña del asombro ante lo mágico y lo humorístico.
En su peculiar conjugación de funciones este personaje arma un recorrido por los diversos puestos. Pero las leyes de este mercado escapan a lo predecible. El «mandamás» no abruma con la totalidad ni con la lógica secuencial numérica que ordenaría al modo clásico correlativo los puestos del mercado, siempre sorprendentes. No. Selecciona, hace poesía con el uso «saltarín» de la serie numérica. En El Mercado de las Pulgas el Guía-poeta da paso a la posible irreverencia del respingo lector. Y desde el comienzo irrumpe con un salto: el primero es el «Puesto N° 4» y luego habrá otros brincos, además de los que quiera hacer quien lea.
En ese primer puesto la vejez de los muebles en venta es receptáculo de lo insólito y eso es revelado por sutilezas del diseño, una de las claves de este objeto de arte-libro. Como el caso de fantasmas que empañan viejos espejos, acción literalizada y señalada gráficamente por la ubicación de las palabras (en rojo) enmarcadas por el espejo empañado.
Le sigue el Puesto de las nubes. Aquí (3) el Guía trama un texto que cruza el discurso de venta con la delicadeza: argucia exacta para ofertar nubes pasajeras. Encerrado en un atinado paréntesis se lee el verso «Las nubes pasan, el cielo queda» y en diálogo con el texto volátil unas nubes aparecen bellamente enmarcadas a la espera de ser «envueltas para regalo en papel barrilete».
Un salto audaz de texturas sobreviene en todos los sentidos: se trata del Puesto hiperbólicamente espinoso de los cactus. Este chispeante puesto inaugura la codicia lectora de la otra propuesta plástica que caracteriza al arte de Lima en este libro: el de las cajas poéticas.
Se trata de objetos de poesía visual que manifiestan la potencialidad expresiva de los materiales usados en una estética inusual en libros para niños (esto es valorizado aun más por la impecable calidad de la fotografía) (4). En la mayoría de los puestos que los incluyen se produce un diálogo poético de lenguajes diversos con el texto precedente. Como ocurre con la caja que atesora manos mágicas tras el Puesto de trucos en que el Guía se precia de que «Somos representantes exclusivos de la palabra Abracadabra». Aquí, al hechizo temático se le suma el encantamiento gráfico con que Lima juega en la totalidad de este libro con los tamaños de las palabras y su ubicación reveladora en el espacio: cada alteración tipográfica o espacial es un signo abierto a la lectura de múltiples sentidos. Así es el juego visual de cascada con el que concluye el texto poético de este puesto (con una imagen sutilísima de «paloma-conejo»):
«Y de un mar de lágrimas
podemos hacer
cataratas
de espuma.»
El Puesto del eclipse de Sol entabla un diálogo con un objeto poético en el que la estética propia de las figuras de catálogo antiguo contrasta con el uso sorprendente de los materiales que representan la magnificencia del fenómeno solar. Tal contraste protagonizado por la figura de un observador que mira con su catalejo más allá del espacio de la caja opera de perfecto prólogo al Puesto de sombras que sigue.
Con un inquietante fondo gris sincopado con figuras negras de sombras chinescas y murciélagos el Guía desafía a los lectores a animarse con «sombras de una variedad asombrosa», algunas «para usar de día, otras sólo de noche».
El salto de esa extraña atmósfera a la siguiente plantea una ruptura en cuanto a la ubicación de los poemas visuales que hasta el momento hacían su aparición luego del texto escrito. En el Puesto de las piedras, la precedencia de la caja poética con respecto al texto destaca la belleza visual del objeto a la vez que desacomoda saludablemente al lector-paseador, a esta altura sabio en saltos.
El saltarín que se detenga en el «Puesto N° 21» se encontrará con un homenaje a Alicia en el País de las Maravillas. El arte de lanzar preguntas sin respuesta hace un guiño a personajes y figuras propias del mundo de Carroll que se sentiría a sus anchas paseando por este Mercado.
El último puesto apaga las voces a la vez que poéticamente mantiene encendido el asombro: aquí es presentada la «Máquina Para Hacer Silencio». Invento donde las «partículas ruidosas», desorientadas, quedan listas para hacer «s i l e n c i o» (graficado también en el estiramiento de la palabra). Los últimos versos de este poema auguran que «desde ahora, el ruido puede ser amigo», palabra final que sugestivamente queda enlazada con la curiosa máquina silenciosa.
El cierre de este paseo por El Mercado de las Pulgas tiene un tono festivo y audaz: se despide dando la bienvenida. Un texto enmarcado por desgastadas columnas incluye la figura de un viejo instrumento que determinaba las coordenadas celestes de los astros; invita a comparar el renovado paseo por «El Mercado de las Pulgas» con el viaje extrañado de los antiguos viajeros por las quimeras de este mundo y por la sorpresa siempre abierta de quien curiosea una estrella.
Notas
(1) No es ocioso detenerse en el significativo artículo «las» del título. A la vez que recuerda el lugar genérico (el «mercado de pulgas»), al incluir el artículo inventa algo nuevo al emparentar lúdicamente al lector en esta visita con algunas condiciones de la pulga: saltar, vagar, pasear, juguetear, picar. Y de ese modo habilita una posible polisemia en la acepción de «pulgas»: pulgas-bichos/pulgas-objetos varios e insólitos hallables en este mercado.
(2) Es destacable la decisión de editar con tal calidad y cuidado propuestas poéticas que como El Mercado de las Pulgas intentan nuevos y originales caminos en los modos de decir y mostrar. En el panorama de la poesía editada para niños, las que dialogan con los lenguajes de las vanguardias tanto en la palabra como en lo visual como es el caso de este libro, siguen siendo todavía escasas.
(3) Nota de Imaginaria: En la sección Ficciones de este número -por gentileza y con autorización del autor y los editores- publicamos una selección de páginas de El Mercado de las Pulgas.
(4) Nota de Imaginaria: En los «Agradecimientos» el autor menciona a Verónica Roca, «por sus impecables aportes gráficos»; y a Gabriel Reig, «por sus fotografías de las piezas».
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1/4/09 a las 13:49
Querido Juan:
Me ha tocado hablar, rasgar el termocontraible del tiempo y aparecer disfrazado de waltdisney (todos parecemos waltdisneys, artificiosos y macdonaldianos, hurgueteando en esta feria de las pulgas, buscando un cielo salvaje pero garantido, comprable y transitable sin riesgos, ni vacunas antirrábicas, ni dengues).
Juan nos numeraste los puestos, y esta muy bien de día transitarlos con unos pesos en el bolsillo, un par de bonus tracks asegurados, análisis clínicos decentes o un servicio de criomantenimiento pagado por cien años; ahora de noche, cuando llegue la noche, o nos quedemos sin plata, sin banca, demodés, fuera del tiempo, juancito cuento con vos abrime un puesto no permitas que me pierda para siempre.
Muchas gracias.
1/4/09 a las 18:19
Todo eso y mucho más. El libro-maravilla. Es que, Juanele, todo es un poquito raro.
2/4/09 a las 10:56
Juan, hermoso tu libro. Fuera de serie, como vos.
Me atrevería a decir que tu poesía (tanto literaria como visual) es mágica, misteriosa, metafísica. En ella lo simple y lo pequeño esconden universos lúdicos, nostálgicos, infinitos, y sólo pueden descubrirse y transitarse a través de la sensibilidad.
Por muchos libros más, chin chin!!!
2/4/09 a las 15:25
Juan, hermoso tu libro. Fuera de serie, como vos.
Me atrevería a decir que tu poesía es mágica, misteriosa, metafísica. En ella lo simple y lo pequeño esconden universos lúdicos, nostálgicos, infinitos… Sólo podrán cantar «piedra libre» los ojos y corazones sensibles.
Muy bueno el análisis de obra de Cecilia Bajour.
Por muchos libros más, chin chin!!!
2/4/09 a las 18:45
Disfrutándolo de nuevo desde la mirada de otro. Gracias por compartir tu mundo. Esperamos nuevos recorridos.
3/4/09 a las 19:31
Bueno…no he perdido el poder de asombrarme,vos siempre igual! Hace años que nos conocemos, pero después de la última picada especial y el vino tinto en alguna estación abandonada vuelvo a descubrirte… no sigo se ollen los pasos del funcionario…
5/4/09 a las 0:10
yo quiero este libro.
lamento estar tan lejos, porque con lo poco que he visto, me atrapó.
H.J.
5/4/09 a las 17:08
ah!!! parece que vuelvo a encontrar un libro tan bello, tan sugerente, tan para rescatar nostalgias, tan para que valga la pena alguna que otra melancolía, tan para ensimismarse y también para compartir y convidar… que debería tenerlo y sobre todo divulgarlo
12/4/10 a las 20:04
juan.
poco te conozco
y mucho megusta tu trabajo
buenísimo!!!!!