David McKee por partida doble
Reseña de Ahora no, Bernardo / Not, Now, Bernard y Odio a mi osito de peluche / I Hate My Teddy Bear, de David McKee, por Marcela Carranza. «Si a menudo se escucha decir que las ilustraciones no deben repetir pasivamente lo dicho por el texto, este libro de McKee es un caso extremo de independencia y vuelo de la imagen frente a las palabras. Mientras el texto nos describe un sencillo episodio de juego y disputa entre dos niños en torno a sus ositos de peluche, la imagen nos ofrece un complejo mundo de personajes, objetos y acciones en algunos casos decididamente surrealistas.»por Marcela Carranza
Ahora no, Bernardo / Not, Now, Bernard
David McKee
Ilustraciones del autor.
Traducción de Gonzalo García.
Madrid, Grupo Anaya, 2005. Colección We read / Leemos.
Odio a mi osito de peluche / I Hate My Teddy Bear
David McKee
Ilustraciones del autor.
Traducción de Gonzalo García.
Madrid, Grupo Anaya, 2005. Colección We read / Leemos.
El Grupo Anaya reeditó dos clásicos de David McKee hasta ahora inconseguibles. Ambos títulos tuvieron ediciones en castellano: Ahora no, Bernardo con el título Ahora no, Fernando (1) integró la colección «Altea benjamín», de Ediciones Altea, y Odio a mi osito de peluche, titulado No quiero el osito (2), formó parte de la serie «Austral Infantil». Estas dos colecciones (hoy descatalogadas) durante los años ’80 difundieron en castellano excelentes títulos de autores de todo el mundo.
No es frecuente pero a veces sucede, como en este caso, que la literatura infantil recurra al humor negro. Cuando lo hace, uno de los temas preferidos parece ser el de las conflictivas relaciones entre los adultos y los niños, dejando bastante «mal parados» a los adultos, particularmente a los padres o tutores. Esto sucede por ejemplo en textos emblemáticos de Roald Dahl como Matilda y James y el melocotón gigante (3). Saki ya se había ocupado de este tema en sus cuentos con personajes infantiles (aunque su destinatario fuera adulto), como en «El cuentista» y «Sredni Vashtar». Tristán encoge de Florence Parry Heide con ilustraciones de Edward Gorey (4) (otro libro que merece ser reeditado), trata humorísticamente la terrible situación de un niño que parece destinado a desaparecer, cuyos indiferentes padres y maestros dejan librado a su suerte. A diferencia del libro de McKee, Tristán, el niño protagonista, tiene un final feliz. En Ahora no, Bernardo no sólo el monstruo engulle al pequeño prácticamente al comenzar el relato sino que además ocupa su lugar en el hogar, sin que ninguno de los padres perciba el cambio. Este es el cruel y a la vez risueño desenlace de la historia.
-Pero yo soy un monstruo -dice el monstruo.»
Los colores brillantes, el marco que delimita claramente cada imagen, las líneas curvas del contorno para los personajes, todo parece ajustarse a un estilo «infantil» cargado de apacible ingenuidad. Esta contradicción entre lo que sucede y el estilo de las ilustraciones es central en el libro. Resulta emblemática la escena en la que la madre anuncia a Bernardo, cuando este ya ha sido reemplazado por el monstruo, que la comida está lista. Sostiene en sus manos un plato bien surtido que en la página siguiente abandona en una pequeña mesa frente al televisor.
«-Tu comida está lista -dice la madre de Bernardo.»
Pone la comida delante del televisor.»
El punto de vista en picado de esta imagen nos sitúa frente al plato de comida y frente al televisor, en el lugar del supuesto Bernardo, mientras el pie de la madre saliendo del cuadro anuncia que se dispone a abandonar la habitación, dejándonos solos.
La extensión de los textos se limita a una frase, por lo general en boca de un personaje, lo que otorga contundencia al relato apoyado a su vez en la imagen. «El monstruo se zampa a Bernardo», es todo lo que el texto tiene que decir de la escena de deglución del niño protagonista. En el centro de la hoja, la imagen del monstruo relamiéndose en lo alto de unas rocas, con la zapatilla de Bernardo como trofeo en su mano es por demás elocuente y horripilantemente divertida. La repetición de la frase del título a modo de estribillo a lo largo del libro es la que le dará cierre, con un final sin escapatoria, no sólo para el pequeño sino también para el monstruo y su conflicto de identidad.
Entre ambas ediciones hay algunas diferencias que pueden resaltarse, sobresaliendo el bilingüismo de la de Anaya. En la edición de Altea los verbos están en pasado, lo cual implica cambios importantes para la lectura. Ver las elocuentes imágenes y leer los textos como acciones contemporáneas al momento de leer supone un mayor impacto que recibir las acciones de los personajes como ya sucedidas y acabadas, lo que de algún modo produce un efecto de distancia tranquilizadora para el lector. A Bernardo las cosas le están sucediendo mientras las leemos en el texto y vemos en las imágenes; el monstruo está en el jardín ahora, y es ahora cuando se come a Bernardo. El nombre del protagonista había sido modificado en la edición anterior, lo cual habla de lo arbitrarias que pueden ser algunas decisiones de traducción. Otra diferencia que favorece con creces al libro actual es su formato y calidad de edición. La pequeña edición más económica de los ’80 restaba brillo a un libro donde la ilustración, con el colorido estilo de McKee, ocupa un primer plano. La edición de Anaya recurre a un formato mayor, más habitual en los libros-álbum, con tapas duras plastificadas y amplios márgenes para las páginas.
Iguales ventajas de edición son las que Odio a mi osito de peluche, en la misma colección, tiene respecto a su anterior publicación en castellano, dentro de la colección Austral Infantil de Espasa-Calpe.
Si a menudo se escucha decir que las ilustraciones no deben repetir pasivamente lo dicho por el texto, este libro de McKee es un caso extremo de independencia y vuelo de la imagen frente a las palabras. Mientras el texto nos describe un sencillo episodio de juego y disputa entre dos niños en torno a sus ositos de peluche, la imagen nos ofrece un complejo mundo de personajes, objetos y acciones en algunos casos decididamente surrealistas. A su vez, las ilustraciones agregan información elidida por el texto; como la escena de las madres leyendo una carta, situación que quizás explica la invitación a los niños a jugar fuera con sus ositos de peluche.
Grandes esculturas de manos y pies acarreadas por hombres en distintos ángulos de cada imagen se convierten en un divertido enigma para el lector, enigma que se «resuelve» a medias en la última ilustración del libro.
-Odio a mi oso de peluche -dice Juan.»
Las acciones de los niños, correspondientes a lo narrado por el texto, apenas ocupan un pequeño sector de cada cuadro, al tiempo que a su alrededor transcurren infinidad de sucesos y personajes, que en algunos casos se continúan de una página a otra; como aquella dama de capelina rosa que espía y sigue al hombre de la armónica. Extrañas perspectivas en el interior del edificio de departamentos obligan a girar el libro para no perderse los detalles ¿son dos pretendientes aquellos que esperan junto a una puerta, mientras las vecinas chismosas los observan?
«Me gusta el humor encubierto y surreal. En los libros que ahora estoy haciendo me gusta dejar cada vez más cosas sin decir, pues así hay más de una manera de interpretarlas» señala el autor en la edición anterior del libro.
Las preguntas se suceden sin una única respuesta: ¿qué hace aquel señor de traje sumergido en una pileta rescatando un barco de juguete? ¿Y esa fila de mujeres idénticamente vestidas? ¿por qué todos miran sorprendidos (incluso el exhibicionista) hacia un mismo lugar? ¿Son los hombres con bombín una alusión a Magritte?… En Odio a mi osito de peluche el lector es invitado a dejarse llevar, a bucear dentro del juego propuesto por las ilustraciones en su irresoluble ambigüedad, en su apertura a infinitas interpretaciones.
-Niños, ¡la hora de merendar! -dice la madre de Juan..»
Notas
(1) McKee, David. Ahora no, Fernando. Ilustraciones del autor. Traducción de Juan R. Azaola. Madrid, Ediciones Altea, 1984.Colección Altea benjamín.
(2) McKee, David. No quiero el osito. Ilustraciones del autor. Traducción de Gabriel Barea. Madrid, Editorial Espasa-Calpe, 1986. Colección Austral Infantil.
(3) Dahl, Roald. Matilda. Ilustraciones de Quentin Blake. Traducción de Pedro Barbadillo. Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 2004.
Dahl, Roald. James y el melocotón gigante. Ilustraciones de Quentin Blake. Traducción de Leopoldo Rodríguez. Madrid, Editorial Alfaguara, 1996.
(4) Parry Heide, Florence. Tristán encoge. Ilustraciones de Edward Gorey. Madrid, Editorial Alfaguara, 1986. Colección Álbumes de Bolsillo. Este libro recibió el Premio Gráfico Per l’ Infanzia Fiera Di Bologna 1977. En la sección «Reseñas de libros» hemos publicado un comentario sobre el mismo.
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8/6/08 a las 22:59
Hola Marcela: ya veo porqué no encontré estos libros. Fui a Buenos Aires (soy de Río Negro) y me recorrí cuanta librería pude y cada vez que preguntaba por algún libro-album me miraban como si les hablara en chino,(o peor porque ahora hay tantos que tal vez ya entienden su idioma), sin embargo acá encontré algunos, no precisamente estos dos. Me gustaría tener para la biblioteca de mi escuela algunos más para poder trabajarlos con los chicos, ya que el mes pasado les ofrecí a mis colegas un pequeño taller sobre ellos para que sepan de su existencia, quedaron fascinados pero no tenemos más que 4 ó 5, si saben de alguna editorial/librería que los tenga, les ruego que me avisen. Recibo siempre el boletín y me encantan sus comentarios. Soy docente a cargo de la biblioteca de una escuelita rural. Un cariño grande y hasta la próxima
9/6/08 a las 10:40
HOla Silvia, mandame un mail a mi dirección, está entre mis datos.
Marcela
12/6/08 a las 16:37
La editorial Alfaguara (Colombia), en una colección relativamente nueva ha publicado Ahora no, Bernardo. La colección se llama Nidos para la lectura.
Del otro no sé. Pero Editorial Norma ha publicado en su colección Buenas noches varios títulos de McKee muy interesantes. Valen la pena porque son ediciones económicas y de buena calidad.
16/6/08 a las 16:27
Hola, me encantan todos los libros de McKee, sobre todo Elmer que trata de un elefantito diferente a todos porque es de colores.
Ahora no Bernardo le encanta a los niños, no saben todo lo que conversan cuando lo leo, pero definitivamente no le gusta a los padres.
18/6/08 a las 16:17
Hola Marcela:Leí a mis alumnos de 5 años «Ahora no, Fernando»; algunos de sus comentarios fueron:»Fernando es un hincha pelotas»; «me divierte cuando el monstruo le muerde el pie al papá», «no me gusta cuando rompe los juguetes». Ellos ven la situación como normal
23/10/08 a las 12:18
La crítica literaria puede ser muy hermosa. Yo traduje esos libros y sin embargo hay detalles y posibilidades que me habían pasado por alto. Un abrazo
12/10/09 a las 3:56
Hola a todos: tengo un nene de 3 años y medio que ya me habla de los «mostros» y me encantaría encontrar más bibliografía para compartir con él. Me pueden recomendar algunos libros?
Muchas gracias!
Paola