“Siempre luché contra los encasillamientos”. Entrevista con María Teresa Andruetto

Por Cristina Macjus. «Hasta hace pocos años, cuando tenía que llenar un papel con mi profesión, ponía ‘docente’. Escribir era mi recreo y mi fiesta. Y aunque ahora todo lo que hago tiene que ver con la escritura y pongo ‘escritora’, porque me invitan como escritora y ya no estoy dando clases, escribir sigue teniendo eso de fiesta, de cosa libre.» El sábado 25 de agosto de 2012, la escritora argentina María Teresa Andruetto recibió el Premio Hans Christian Andersen dentro del marco del 33º Congreso Internacional de IBBY realizado en Londres. Esta entrevista fue publicada en el suplemento ADN Cultura del diario La Nación. (Reproducida con autorización.)

Por Cristina Macjus

El sábado 25 de agosto de 2012, la escritora argentina María Teresa Andruetto recibió el Premio Hans Christian Andersen dentro del marco del 33º Congreso Internacional de IBBY realizado en Londres.

“Escribo para comprender, o tal vez buscando ser comprendida. Camino de conocimiento para mí y también tal vez para quien me lee, palabras que pueden despertarnos como a la durmiente princesa de uno de mis cuentos. Lo que escribo es fruto de mi tiempo, de mi sociedad, de mi experiencia, no tanto por las peripecias que narro, sino sobre todo por el uso del lenguaje, porque en el lenguaje de todo escritor se reflejan sus convicciones y contradicciones, su conocimiento y su confusión. Es en las palabras donde se libra el combate, y es de palabras la grieta por donde acceder a una lengua privada en el inmenso mar de la lengua social. Una grieta que haga balbucear a la lengua oficial, una suerte de contrapoder frente a lo uniforme y lo hegemónico.”

Estas palabras son un fragmento del discurso que pronunció la escritora al recibir la distinción (1). Y para conocer un poco más sobre sus reflexiones sobre el acto de escribir, reproducimos la entrevista que realizó la periodista y también escritora Cristina Macjus para el suplemento ADN Cultura del diario La Nación (Buenos Aires, viernes 24 de agosto de 2012). Imaginaria agradece a entrevistadora y entrevistada la autorización y facilidades proporcionadas para publicar este texto.


María Teresa Andruetto vive en un pueblo de Córdoba, (Argentina), junto a un bosquecito de algarrobos y espinillos. Tiene una huerta y algunos animales domésticos. Cuando se le pregunta si este entorno es importante para su escritura, responde que no, que es importante para su vida. En marzo de este año el jurado del premio Hans Christian Andersen destacó su capacidad para crear libros sensibles, profundos y poéticos, fuertemente centrados en la estética, y le otorgó uno de los reconocimientos más importantes que puede recibir un autor cuya obra haya enriquecido la literatura infantil y juvenil. La escritora recibirá el premio en Londres, mañana (sábado 25 de agosto de 2012).

«Siempre luché contra los encasillamientos», dice esta narradora que se ha dedicado a escribir sin fijarse en la edad de sus lectores; que publicó en colecciones para adultos, jóvenes y niños; que no cree en la literatura compartimentada y considera que muchos de sus libros pueden ser leídos indistintamente por jóvenes y adultos. «He tenido una ambición de escritura total, en el sentido de explorar en distintos géneros, en distintas zonas de lectores. Mi búsqueda ha roto mis propios encasillamientos», afirma. Su obra habla de la construcción de la identidad individual y social, de las secuelas de la dictadura, del universo femenino, de los migrantes y del desarraigo, entre otros temas. Algunos de sus títulos para niños y jóvenes más destacados son El incendio (distinguido por la Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de Argentina), Veladuras (recomendado por el Banco del Libro de Venezuela) y Stefano (Mención Especial White Ravens). Entre su obra para adultos figura Lengua madre (finalista del Premio Rómulo Gallegos), La mujer en cuestión (Premio Fondo Nacional de las Artes) y Tama (Premio Municipal Luis de Tejeda). Ha publicado en las editoriales más importantes y también en pequeños sellos independientes.

—Alguna vez dijiste que escribir es un modo de mirar muy intenso. ¿Cuáles son los temas que miraste?

—Son muchos. Casi siempre tienen que ver con las mujeres, con un deseo de comprender la subjetividad femenina, la mía y la de otras, sobre todo la diversidad que puede tener.

—En tus novelas suelen aparecer los viajes, las familias separadas por la distancia y la construcción de la identidad.

—Sí. Creo que todo converge. Yo he entendido la escritura como un camino de conocimiento. Cada libro por el que he transitado ha sido un camino de conocimiento de un modo de ser y estar en el mundo de un personaje, de un narrador y demás. Me ha aparecido mucho la relación entre madre e hija. Son cosas que yo veo hoy, a la distancia, que se han repetido.

—En Veladuras (2) construís una voz del norte, de una joven que habla de su pasado familiar.

—Es una metaforización de un lenguaje del noroeste, que no es exactamente el lenguaje de La Rioja o de Jujuy. A mí me apareció una voz, escuché una frase.

—¿Cuál fue esa frase?

—La primera del libro. Escuché en mí una voz que decía esas primeras dos líneas del libro. Eso me ha pasado mucho con los poemas. Imágenes que me interrogan, me aparecen todo el tiempo. Algunas se van perdiendo, otras se quedan. Antes yo las perseguía un poco. Tengo cuadernos donde las anotaba para no perderlas. Lo que pasó fue que, como son muchas, he terminado escribiendo sobre las que se quedan. Pienso que por algo se me quedan, porque después descubro que eso que escribo tiene algo que ver con mi historia. Y en el caso de Veladuras, el origen, muy alejado del proceso de escritura, fue una persona que necesitaba hacerme algunas preguntas sobre Stefano (3) por un trabajo para la universidad. Nos citamos en un bar en Córdoba. Nos vimos esa sola vez. Hablamos un poco de mi libro y después ella me contó de su papá. Sentía por su padre una fascinación adolescente, y a su madre le reprochaba que él no había podido realizarse porque ella no lo había comprendido. Había una idea de un triángulo amoroso también, o algo así, o es lo que me quedó. No sé exactamente porque después yo fui fabulando en torno a eso a lo largo del tiempo. Yo tenía a mis hijas adolescentes, algo de eso evidentemente resonó ahí, en ese momento de la adolescencia en que la hija ama y defiende al padre contra la madre para poder construirse. Algo de eso resonó por mucho tiempo. Lo que no tenía era cómo contarlo. Yo no empiezo a escribir si no tengo el narrador. La escritura es el lento proceso de escucha de lo que ese narrador puede decir.

—¿Dónde escribís?

—Yo me aquerencio con un lugar, donde visualizo la escritura es ahí. Lo que más me gusta es escribir en casa, en mi escritorio, en una computadora fija. Hay una rutina que me parece que es buena para mi escritura. Ahora ya es poco el tiempo, tengo una novela suspendida, pero la tengo en mi cabeza, ya sé que la estoy haciendo aunque no escriba una línea desde marzo, cuando anunciaron los resultados del premio, y quizá no escriba más hasta noviembre. Ya de por sí escribo más en el verano. Entonces es cuando hago los borradores. Después pulo en el invierno. No es que esté escribiendo todo el tiempo. Contesto notas, hago una columna, un prólogo para alguien, soy muy activa, pero lo último que escribí de literatura fue en el verano. No me angustia pasar un año sin avanzar con la novela. Ese no ir, el tiempo en que no estoy en eso y después vuelvo, forma parte de mi proceso de escritura. Escribo mucho por capas. Hasta un punto y después a lo mejor lo suspendo.

—¿Cómo es escribir por capas? ¿Corregís mucho?

—Sí, mucho, corregir por supuesto que es algo que se hace por capas. Es el proceso más lindo para mí, me gusta mucho esa cosa más fina, cuando ya lo voy teniendo. Pero las capas son también para la escritura misma. Yo conozco algunos puntos flacos míos. Uno de ellos es mi excesiva demanda de corrección. Corregir antes de tiempo puede abortar un proyecto. Tengo algunas estrategias para que no se me agoten los proyectos por hipercorrección. Porque la corrección es fundamental, pero si viene después.

—¿Cómo es tu día?

—Me levanto, desayunamos y les damos de comer a los animales. Tenemos una huerta, unas ovejas, dos caballos y gallinas. Muchas veces camino una hora, después vengo y abro la máquina, porque ya estoy sola en la casa. Entro a leer los mails, respondo. Lo que hacemos todos. Ahora contesto notas o le mando alguna cosa a alguien que me pide, preparo mi columna, dirijo una colección de narradoras… Una vez por mes hago una entrada para un blog de narradoras (4), y los deberes que tengo que me ordenan. El tiempo que me queda libre es el de escritura. Yo lo busco y a la vez lo obstaculizo, porque me pongo otras tareas. Todos hacemos lo mismo, ¿no?

—¿A la literatura llegás por la tarde?

—No, si estoy muy entusiasmada, arranco por ahí, porque también eso es algo que aprendí conmigo: que si abro los mails ya soné. Pero en el verano, por ejemplo, hago muchos borradores, avanzo mucho porque baja todo lo otro, porque yo me considero de vacaciones.

—¿Te considerás de vacaciones y por eso escribís más?

—Hasta hace pocos años, cuando tenía que llenar un papel con mi profesión, ponía «docente». Escribir era mi recreo y mi fiesta. Y aunque ahora todo lo que hago tiene que ver con la escritura y pongo «escritora», porque me invitan como escritora y ya no estoy dando clases, escribir sigue teniendo eso de fiesta, de cosa libre. Por eso nunca vendo trabajos por anticipado, me han ofrecido contratos para terminar cosas en cierta cantidad de tiempo. Pero no, no quiero, no me funciona, me quita el gusto.

—¿Te quita el gusto que te corten tu ritmo?

—No, lo que ocurre es tengo que ver la obra terminada y que me guste para entregársela a alguien. Cuando algo está encargado, no tiene esa emoción, está la cabeza, lo racional; entonces se aleja de lo que yo busco para la escritura. No es que me ponga en moralista, es mi forma, siempre he cuidado mi deseo porque escribir es una de las cosas que más me gusta hacer.

—En El taller de literatura creativa en la escuela, la biblioteca, el club (5) , considerás, junto con Lilia Lardone, que el taller es un espacio en el que los niños pueden encontrar el sitio que les corresponde en el mundo.

—Me parece interesante producir en la escuela un espacio de autoconocimiento y de encuentro con una palabra propia. No se debe confundir con formación de escritores o con un taller privado de adultos adonde va una persona que está escribiendo para revisar sus textos. A veces hay gente que dice: «Mi hijo escribe, ¿cómo hago para que alguien lo publique?». A lo mejor hasta va a una imprenta y lo imprime. Yo pienso en un espacio liberado de todo eso. Un lugar de encuentro con la palabra que un coordinador puede favorecer con ciertas provocaciones y lecturas, de modo que cada uno busque en sí mismo una palabra que no es la que debiera ser, el uso correcto del lenguaje, sino ese sentido más desacatado de las palabras que lo habitan a uno cuando se busca en el interior. Porque un escritor recorre un camino diferente de un profesor de lengua o un investigador de la lengua, incluso de un crítico. Un escritor recorre un espacio más salvaje del lenguaje en la búsqueda de una palabra propia en la que a veces cierta leve incorrección, un desacato de la norma, genera un sentido inesperado y da luz a algo. Es interesante que suceda en la escuela porque esta institución es, todavía y más que nunca, un espacio de democratización del conocimiento, el más democrático que tenemos porque a la escuela vamos todos. Es un lugar que puede achicar la brecha entre los que provienen de hogares no lectores y los que vienen de hogares con libros.

—También decís que el taller rompe el espacio homogeneizador de la clase de lengua.

—La escuela es un espacio muy importante de acceso al conocimiento, pero también es un espacio ordenador de nuestras vidas, de catalogación del saber, en algún punto conservador del lenguaje porque nos enseña a escribir de la forma correcta, a usar el lenguaje de todos, sin lo cual no nos podemos mover en la vida cotidiana. Pero un escritor es alguien que con el lenguaje de todos construye una lengua propia, única, privada. El taller debe estar dentro de la escuela para que todos tengan acceso, pero a la vez lo pienso diferenciado de la clase tradicional, en el sentido de un espacio de ruptura en el encuentro con la palabra. Permite un perfil más salvaje, menos obediente de la palabra, más desacatado del lenguaje, más lleno de grietas por donde entrar en lo propio, y lo permite a la vez en un espacio democrático por el que pasamos todos.

—Algo así contabas recién sobre tu propio proceso de escritura, que una corrección prematura puede abortar tu trabajo.

—Claro. Siempre la lucha entre la pasión y la norma, lo que debiera ser y lo que es, como una especie de relámpago. Porque, ¿qué quiere la escritura? Captar algo de lo fugaz de la vida.


Notas de Imaginaria

(1) El texto completo del discurso de María Teresa Andruetto al recibir el Premio Hans Christian Andersen se encuentra publicado en el blog Donde viven los libros.

(2) Andruetto, María Teresa. Veladuras. Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2005. Colección Zona Libre. En el N° 173 de imaginaria (Buenos Aires, 1 de febrero de 2006) publicamos una reseña sobre este libro.

(3) Andruetto, María Teresa. Stefano. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1997. Colección Sudamericana Joven. En el N° 161 de Imaginaria (Buenos Aires, 17 de agosto de 2005) publicamos un artículo sobre esta novela: Novelas que transforman: Stefano de Maria Teresa Andruetto, por Estrella Escriña Marti.

(4) Se refiere al blog Narradoras argentinas (www.narradorasargentinas.blogspot.com.ar)

(5) Andruetto, María Teresa y Lardone, Lilia. El taller de escritura creativa en la escuela, la biblioteca, el club. Córdoba, Editorial Comunicarte, 2011. Colección Pedagogía y Didáctica.


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6 comentarios sobre ““Siempre luché contra los encasillamientos”. Entrevista con María Teresa Andruetto”

  1. Irene Presta dice:

    La idea del taller de escritura en la escuela como una posibilidad de lo indómito, frente a lo canónico y almidonado, es realmente reveladora!!! Por ello trabajo, para acrecentar esa grieta, para convidar lo que descubrí y me hace tan feliz!


  2. cristina dice:

    Que maravilla Maria Teresa Andruetto, una genia, super humilde, que tuve el honor de conocer en la feria del libro de Buenos Aires.Bellisimos todos los textos que han publicado sobre esta grandiosa escritora cordobesa y argentina.Gracias por brindarnos tan buen material


  3. Mariano dice:

    Hermosa teresa como siempre… sus palabras cobran vuelo. «¿qué quiere la escritura? Captar algo de lo fugaz de la vida.» Genial!


  4. LARA VAUDANO dice:

    HOLA MARIA TERESA ADEMAS DE TUS LIBROS MI PADRE ES CARLOS VAUDANO HIJO DE AURELIO Y ME HA CONTADO TU HISTORIA Y CON MUCHOS DESEOS DE VERTE.ESPERO QUE ESTE MENSAJE TE LLEGUE AQUI NUESTRAS MAYORES FELICITASCIONES POR ESTE PREMIO TAN MERECIDO.


  5. Carina dice:

    María Teresa, le escribo porque sigo sus obras, cuando sale publicada en diarios. Perdone la consulta, yo tengo apellido Androetto, y nos queda la duda si tal vez sea un derivado de la misma familia, ya que también somos descendientes de italianos. Muchas gracias por su atención.
    Carina Androetto


  6. norma dice:

    HOLA MARIA TERESA, ME FACINA TU ESCRITURA, COMO ME GUSTARIA CONOCERTE, Y ME GUSTARIA CONTARTE MIS HISTORIA…