Un acontecimiento editorial que completa la obra de María Elena Walsh: dos volúmenes recogen su teatro
Por Nora Lía Sormani. «Casi medio siglo después de su estreno, dos volúmenes de lujo de Alfaguara Infantil y Juvenil recogen las hasta ahora inéditas obras de teatro de María Elena Walsh: Canciones para Mirar (1962) y Doña Disparate y Bambuco (1963). (…) ¿Qué mayor acontecimiento, para fanáticos y seguidores, que el acceso literario a su teatro? Toda publicación de Walsh, hasta el más mínimo texto, constituye siempre un hecho relevante, porque contribuye al mejor conocimiento y a la fijación filológica de una obra monumental.»
por Nora Lía Sormani
Canciones para Mirar. TeatroMaría Elena Walsh
Ilustraciones de Lancman Ink.
Edición del texto, biografía y notas: Leopoldo Brizuela.
Realización gráfica: Silvana Caro.
Proyecto gráfico y fotografías: Sara Facio.
Con textos de Susana Itzcovich, China Zorrilla, Victoria Ocampo y Pablo De Santis.
Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 2008. Colección AlfaWalsh.
Doña Disparate y Bambuco. Teatro
María Elena Walsh
Ilustraciones de Lancman Ink.
Edición del texto, biografía y notas: Leopoldo Brizuela.
Realización gráfica: Silvana Caro.
Proyecto gráfico y fotografías: Sara Facio.
Con textos de Elisa Boland, Lydia Lamaison y Fito Páez.
Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 2008. Colección AlfaWalsh.
Un acontecimiento editorial que completa la obra de María Elena Walsh: dos volúmenes recogen su teatro
Casi medio siglo después de su estreno, dos volúmenes de lujo de Alfaguara Infantil y Juvenil recogen las hasta ahora inéditas obras de teatro de María Elena Walsh: Canciones para Mirar (1962) y Doña Disparate y Bambuco (1963). En una presentación organizada por la editorial a fines de 2008, María Elena expresó su emoción y sorpresa al ver transformados en libro los guiones que, en su momento, fueron pensados exclusivamente para la escena.
¿Qué mayor acontecimiento, para fanáticos y seguidores, que el acceso literario a su teatro? Toda publicación de Walsh, hasta el más mínimo texto, constituye siempre un hecho relevante, porque contribuye al mejor conocimiento y a la fijación filológica de una obra monumental. ¿Hace falta volver a decir que Walsh es una de las glorias vivas de la literatura infantil de la Argentina y el mundo hispánico? Su amplia obra se ha convertido en materia de nuestro imaginario popular a través de libros, espectáculos, grabaciones en discos de vinilo, cassettes y CDs, programas de televisión, publicaciones en diarios y revistas. Muestra de su vigencia son además las dos obras teatrales inspiradas en sus textos y personalidad: María Elena (Teatro San Martín, dirección de Héctor Presa) y Varieté para María Elena (Tabarís, dirección de Aníbal Pachano). Destaquemos que la edición de su teatro era una asignatura pendiente y que estos dos nuevos libros publicados por Alfaguara -junto a la nueva novela Fantasmas en el parque (Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 2008)- vuelven disponible a los lectores, ahora sí, las «obras completas» de Walsh.
La edición, en formato grande, tapa dura y papel ilustración a todo color, estuvo al cuidado del escritor Leopoldo Brizuela (el autor de Inglaterra una fábula y El placer de la cautiva). Las ilustraciones, magníficas, pertenecen al trío de artistas que firma Lancman Ink. Cada libro incluye además la sección «Bambalinas», con testimonios, biografía de la autora, artículos de opinión y un collage de documentos relativos a las distintas puestas en escena (programas de mano, fichas técnicas, fragmentos de críticas y fotografías).
Canciones para Mirar fue estrenada en 1962 en la Sala Casacuberta del Teatro Municipal General San Martín, con dirección de la misma María Elena. En escena, Alberto Fernández de Rosa y Laura Saniez compusieron los personajes de Agapito y Señora de Morón Danga, junto a las «cantantes» María Elena y Leda Valladares. El título inscribe poéticamente la idea de teatralidad: el théatron griego, del que proviene nuestra palabra teatro, significa justamente «mirador». Canciones para Mirar es una sinestesia, una imagen que combina dos campos sensoriales, y que a su manera apunta a la integración de las artes -literatura, música, danza, plástica- que es el teatro total.
Agapito espera a la Señora de Morón Danga y mientras tanto inicia el collar de canciones con «Canción para vestirse»: «-A levantarse / -dijo la rana,…». «¿Quién roncó? ¿Quién dijo guau? ¿Quién fue? ¿Quién se está durmiendo? Si duermen cuando llegue la señora de Morón Danga, estamos fritos», dice Agapito al comienzo utilizando la expresión que será el latiguillo de la novela Dailan Kifki, escrita cuatro años después. La estructura miscelánea de este varieté se afianza cuando Agapito y la Señora de Morón Danga, a manera de presentadores, van dando el pie a las cantantes en una estructura sencilla que enhebra las canciones. Cada canción se transforma en escena en un mini-cuento, a la vez narrado musicalmente por las cantantes y escenificado fragmentariamente por los actores, en una sabia combinación que alterna o combina la escena y el relato. Las historias que se cantan, cuentan y actúan son las protagonizadas por las populares criaturas del universo Walsh: animales que se levantan a la madrugada y se visten para iniciar el día; la hormiga Titina enfrentada a la araña; el jardinero que disfruta de su oficio; las vidas de la familia Polillal y de la Mona Jacinta; la historia de la vaca estudiosa; el baño de la luna; la vida del pescador, de la pájara Pinta y del hornero; Mambrú que se fue a la guerra y el brujito de Gulubú, que no quiere vacunarse. Cada canción-cuento es poéticamente sobresaliente: los estudios de María Adelia Díaz Röner, Alicia Origgi y Sergio Pujol ponen el acento en que la poética de Walsh se configura en la conjunción del juego sonoro y semántico de las palabras, en la tradición del nonsense al estilo Lewis Carroll, la poesía inglesa y los versos populares del folclore argentino. María Elena abreva en el mundo de los objetos cotidianos de la vida del niño y en los animales de su imaginario más inmediato para otorgarles los dones del animismo (vida, voluntad e intenciones). Así narra sus «locas» e insólitas historias y estimula en el niño una de las emociones más valiosas de la infancia: el asombro por el mundo que lo rodea y por las posibilidades de los mundos imaginarios. El apéndice «Bambalinas» contiene la sección titulada «Opinión», a cargo de la especialista Susana Itzcovich quien recuerda haber presenciado las primeras puestas de Canciones para Mirar y su preestreno en el Festival de Necochea (provincia de Buenos Aires). Itzcovich rememora la fascinación que producían en el público las voces de ambas juglaresas y afirma: «Quienes tuvimos la suerte de participar desde la platea en esta y otras puestas en escena de María Elena Walsh no podremos evitar el encanto que nos proporcionó, la memoria nostálgica y placentera, la permanencia de la letra, el recuerdo de su voz y la irreverencia de su actitud frente a los niños. Es por esto que María Elena pasó a la oralidad». Los «Testimonios» corresponden a China Zorrilla y a Pablo De Santis. La actriz rememora el estreno de la pieza en 1965 en Nueva York, que protagonizó y cantó junto a Carlos Perciavalle. Sobresale la anécdota en la que China narra que fueron reporteados para la revista Life, en el mismo número que los Beatles. Por su parte, Pablo De Santis recuerda como un tesoro los libros de su infancia, ilustrados por Vilar, y destaca «Los castillos» y «El vendedor de sueños» entre los mejores poemas de la literatura argentina. El volumen se completa con la carta que Victoria Ocampo le escribió a Walsh luego de haber presenciado Canciones para mirar. Conmovida, Victoria le escribió: «Hipnotizas a los niños que escuchan, fascinados, lo que no pueden entender del todo, apreciar del todo, lo que a veces no les divierte del todo. Es una hazaña. No la realiza, con esos medios, sino un poeta que lo es de veras. Es decir, alguien capaz de transformar un zapallo en carroza «y nada más»». El valioso material iconográfico incluye una foto de Canciones para Mirar realizada para la televisión por Luis Brandoni, Pinky y Osvaldo Pacheco. Doña Disparate y Bambuco se estrenó en 1963, también en la Sala Casacuberta del Teatro Municipal San Martín, bajo la dirección de María Herminia Avellaneda. A diferencia de la estructura de cuadros de Canciones para Mirar, Walsh propone ahora una historia con un único desarrollo dramático completo, principio-medio-fin, que supera la función de hilván de canciones. Se trata de una comedia musical en la que Doña Disparate y Bambuco emprenden un viaje para visitar a la Naranja. Su trayecto va de la nostálgica Buenos Aires de los últimos tranvías, al frío invierno de París. La pareja, como en los cuentos tradicionales, se cruza con otros personajes que matizan el viaje: la reina Gulumía, un bombero, Manuelita la Tortuga. Es Manuelita quien los estimula, con su clásica canción, a visitar París. En la capital francesa visitan la Calle del Gato que pesca sombreros, el río Sena y el Museo del Louvre. Allí los personajes entablan un divertido diálogo con la Mona Lisa (el cuadro de Leonardo Da Vinci), a quien conocían en la Argentina por su imagen dibujada en las latas de dulce de batata. A la manera de los cuadros vivientes, Mona Lisa sale de su marco y los invita a pasear por su castillo. La famosa Gioconda les cuenta casualmente que su marido, el Mono Liso, es el domador de la Naranja. Así logran su objetivo: conocer a la Naranja que se pasea solita de la sala al comedor. Una obra ágil, disparatada, intensa, que plantea un constante intercambio con el público al que se lo invita, por ejemplo, a compartir un té imaginario. Las canciones se suman a la trama, funcionan como cierres de los cuadros o enlaces en el desarrollo dramático específico. Doña Disparate y Bambuco marca una evolución de Walsh en materia de dramaticidad; sin embargo, cuando todo podía hacer esperar que seguiría escribiendo para el teatro e investigando en las posibilidades de las estructuras dramáticas, muy tempranamente abandonó el género.
En «Bambalinas» hay que destacar la opinión de Elisa Boland, quien en un valioso análisis de la pieza afirma: «… tanto Doña Disparate y Bambuco, como los personajes que los acompañan, nos hablan desde el texto, se levantan de las páginas y piden escenario. Son creíbles, como seres de la fantasía, hasta el punto en que parecen dar vueltas a nuestro alrededor. (…) …la obra de Walsh es más que un recreo para los chicos, arte para disfrutar pero, justamente, como todo lo artístico, apuesta a correrse del lugar común, hace que por un instante el mundo parezca otro… (…) Lenguaje, trama y personajes construyen este mundo con humor, disparate y poesía. Imagino y celebro ahora la sorpresa de entonces.» Los testimonios corresponden a Lydia Lamaison y Fito Páez. La gran actriz recuerda, a los 92 años, su trabajo para componer la primera Doña Disparate, acompañada por Osvaldo Pacheco como Bambuco: «Como en Shakespeare, no había escenografía… todo se creaba con palabras y con gestos…». Páez valora a Walsh como una compositora única, elogia su capacidad para componer música de tradiciones diferentes y asegura: «Los chicos sólo aman verdaderamente las melodías muy precisas. (…) …el genio de María Elena se ve, ante todo, en su precisión, absolutamente mozartiana. Yo creo que por eso los chicos las hicieron suyas enseguida…».
La estética de las ilustraciones del trío Lancman Ink recrea la esencia del teatro: la presencia del cuerpo, el movimiento, la espacialidad. Los colores transmiten la paleta de los escenarios reales, de los pisos de madera, los pesados cortinados, los cartones de las escenografías y los efectos lumínicos de la escena teatral. Las ilustradoras aportan detalles sutiles, imaginación y pensamiento que amplían la riqueza imaginaria del mundo poético de María Elena Walsh.
En suma, la edición de Canciones para Mirar y de Doña Disparate y Bambuco constituye un verdadero acontecimiento para el mundo de la literatura infantil que, sin duda, se proyecta hacia el futuro para el goce de los lectores, los estudios de los historiadores y próximas puestas en escena.
Ilustración de Lancman Ink para el libro Doña Disparate y Bambuco. Teatro.
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28/1/09 a las 13:52
Soy docente de la ep nº 1 General San Martín de la ciudad de Miramar y junto a mis alumnos de primer año leímos la bibliografía de María Elena Walsh. Por este medio quiero agredecer a la autora ya que a través de sus cuentos chicos y grandes disfrutamos del placer de leer y crecer junto a la magia de sus libros.
15/5/09 a las 0:25
hello
Maria Elena Walsh es mi esritora favorita me lei todo el libro hotel phios palace pobre tulio que se con comvierte en un sapo dalila pensaba besar a ese sapo yo dije bueno mañana veo que le pasa a dalila y quiero ir a la feria del libro para comprar nombres tradicionales para cebollitas o manuelita e canciones para mirar
bye bye
26/5/09 a las 1:03
Qué bonito sitio. En realidad es muy educativo. Les felicito y sigan adelante que tan maravilloso proyecto.
4/7/09 a las 21:07
este sitio me parece fascinante y me guataría compartirlo con mis alumnos . El material de esta escritora es excelente aunque no he podido tener acceso a todo. Me gustaría que me dijieran como puedo acceder al mismo. Vivo en una zona rural y el pueblo mas cercano no tiene un lugar para comprar ni siquiera una revista.
Si me pueden ayudar mi comunidad educativa estará muy agradecida.
1/10/09 a las 14:58
María Elena Walsh es una de las referentes más importantes que tiene la literatura infantil en Argentina. Para mi siempre fue un modelo a seguir, por su prosa, por su originalidad, y por los valores transmitidos. Como escritor me siento muy contento de poder acceder a estas obras. Los invito a conocer mi blog de literatura infantil. Cuando Contamos Cuentos. Saludos!!
http://www.dariolevin.blogspot.com
25/10/09 a las 8:31
la obra de maria elena walsh, es un regalo para el alma que además se puede proyectar a muchas otras almas de niños, adolescentes y adultos.
camu. cuentacuento.chile.
9/11/11 a las 12:45
pero doña disparate y bambuco??????