Las aventuras de Pinocho. Capítulos VII y VIII


Seguimos publicando Las aventuras de Pinocho, de Carlo Collodi, con traducción y notas de Guillermo Piro. En esta edición, acompañando los capítulos VII y VIIII, incluimos más imágenes de varios ilustradores de época (la de arriba es de Corrado Sarri, y fue publicada en 1929).

Carlo Collodi

Traducción y notas de Guillermo Piro

(Para bajar el texto en un archivo PDF, mejor para imprimir, click aquí.)

VII
Gepetto vuelve a casa
y le da al muñeco la comida
que el pobre hombre había traído para sí.

El pobre Pinocho, que aún tenía los ojos soñolientos, todavía no se había visto los pies, que los tenía quemados. De modo que apenas oyó la voz de su padre saltó de la silla para correr a quitar la traba; pero en cambio, después de dos o tres tumbos, cayó cuan largo era en el piso.

Y al caer hizo el mismo ruido que hubiera hecho un montón de cacerolas cayendo desde un quinto piso.

-¡Ábreme! -gritaba mientras tanto Geppetto desde la calle.

-Padre mío, no puedo -respondía el muñeco llorando y revolcándose por el suelo.

-¿Por qué no puedes?

-Porque me han comido los pies.

-¿Y quién te los ha comido?

-El gato -dijo Pinocho, viendo al gato que se divertía haciendo bailar entre sus zarpas delanteras unos trozos de viruta.

-¡Ábreme te digo! -repitió Geppetto-. ¡Si no, cuando entre en casa, el gato te lo daré yo!

-No puedo tenerme en pie, debes creerme. ¡Oh, pobre de mí! ¡Pobre de mí! ¡Tendré que andar toda la vida de rodillas!…

Geppetto, creyendo que todos esos lloriqueos eran otra travesura del muñeco, pensó en acabar todo en ese momento, y trepándose a la pared entró en la casa por la ventana.

Al principio quería hablar y actuar, pero cuando vio a Pinocho tirado en el suelo y verdaderamente sin pies, se enterneció. Y tomándolo en sus brazos se dedicó a besarlo y a prodigarle mil caricias y mil mimos, y con unos grandes lagrimones que le caían por las mejillas, sollozando, le dijo:

-¿Pinochito mío! ¿Cómo te has quemado los pies?

-No lo sé, padre, pero créame que he pasado una noche infernal y que la recordaré hasta que me muera. Tronaba, relampagueaba y yo tenía mucha hambre y entonces el Grillo parlante me dijo: «Te lo mereces; has sido malo y te lo mereces» y yo le dije: «¡Cuidado, Grillo!…» y él me dijo: «Eres un muñeco y tienes la cabeza de madera» y yo le tiré el mango del martillo y él murió, pero fue su culpa, porque yo no quería matarlo, y prueba de ello es que puse una cacerola sobre las brasas encendidas del brasero, pero el pollito se escapó y dijo: «Hasta la próxima, saludos a todos en casa», el hambre aumentaba cada vez más, motivo por el cual el viejito con el gorro de dormir, asomándose a la ventana, me dijo: «Ponte debajo y prepara el sombrero», y yo con aquella palangana de agua en la cabeza, porque pedir un poco de pan no es vergüenza, ¿no es verdad?, me volví a casa, y como tenía mucha hambre puse los pies en el brasero para calentarme, y tú volviste, y me los encontré quemados, y entretanto tengo mucha hambre ¡y los pies ya no los tengo más! ¡Ay!… ¡ay!… ¡ay!… ¡ay!…

Y el pobre Pincho comenzó a llorar y berrear tan fuerte que lo oían a cinco kilómetros de distancia.

Geppetto, que de todo aquel discurso enredado habían entendido una sola cosa, que el muñeco sentía que se estaba muriendo del hambre, sacó del bolsillo tres peras, y ofreciéndoselas dijo:

-Estas tres peras eran para mi almuerzo, pero yo te las doy de muy buena gana. Cómelas, y que te aprovechen.


Ilustración de Corrado Sarri (1929)

-Si quiere que las coma, hágame el favor de pelarlas.

-¿Pelarlas? -replicó Geppetto, maravillado-. Hijo mío, nunca hubiese creído que tuvieras un paladar tan refinado y melindroso. ¡Eso está malo! En este mundo, desde niños conviene acostumbrarse a comer de todo, porque nunca se sabe lo que puede ocurrir. ¡Pasan tantas cosas!…

-Tendrá razón -agregó Pinocho-, pero yo nunca comeré una fruta que no esté pelada. No puedo soportar las cáscaras.

Y el buen Geppetto, sacando del bolsillo un cortaplumas y armándose de santa paciencia, peló las tres peras y puso las cáscaras en una esquina de la mesa.

Cuando Pinocho, de dos bocados, se comió la primera pera, hizo ademán de tirar el corazón; pero Geppetto le sujetó el brazo, diciéndole:

-No lo tires. En este mundo todo se puede aprovechar.

-¡Pero yo el corazón no lo como! -gritó el muñeco, revolviéndose como una víbora.

-¡Quién sabe! ¡Pasan tantas cosas!… -repitió Geppetto sin acalorarse.

Y los tres corazones, en vez de ser tirados afuera por la ventana, fueron depositados en la esquina de la mesa junto con las cáscaras.

Comidas o, mejor dicho, devoradas las tres peras, Pinocho abrió la boca en un larguísimo bostezo y, lloriqueando, dijo:

-¡Sigo teniendo hambre!

-Pero yo, hijo mío, no tengo nada más para darte.

-¿Nada, nada?

-Tengo solamente estas cáscaras y estos corazones de peras.


Ilustración de Corrado Sarri (1929)

-¡Paciencia! -exclamó Pinocho-, si no hay otra cosa, me comeré una cáscara.

Y comenzó a masticar. Al principio torció un poco la boca, pero después, una tras otra, se despachó todas las cáscaras en un momento; y después de las cáscaras, también los corazones, y cuando terminó de comerse todo, se golpeó muy contento el cuerpo con las manos y dijo, alborozado:

-¡Ahora sí que estoy bien!

-Ya ves -observó Geppetto- que tenía razón cuando te decía que no hay que ser demasiado escrupuloso ni delicado de paladar. Querido mío, nunca se sabe lo que puede pasar en ese mundo. ¡Pasan tantas cosas!…

VIII
Gepetto rehace los pies a Pinocho
y vende su propia casaca
para comprarle un Abecedario.

El muñeco, apenas se quitó el hambre, comenzó a refunfuñar y a llorar, porque quería un par de pies nuevos.

Pero Geppetto, para castigarlo por la travesura que había hecho, lo dejó llorar y desesperarse durante medio día; después le dijo:

-¿Y por qué debería rehacerte los pies? ¿Tal vez para ver de nuevo como te escapas de tu casa?

-Le prometo -dijo el muñeco sollozando- que de hoy en adelante seré bueno…

-Todos los niños -replicó Geppetto-, cuando quieren obtener algo, dicen lo mismo.

-Le prometo que iré a la escuela, estudiaré y me luciré…

-Todos los niños, cuando quieren obtener algo, repiten la misma historia.

-¡Pero yo no soy como los otros niños! Yo soy el más bueno de todos y siempre digo la verdad. Le prometo, padre, que aprenderé un oficio y seré el consuelo y el báculo de su vejez.

Geppetto, que por más que pusiese cara de tirano tenía los ojos llenos de lágrimas y el corazón partido por el dolor de ver a su pobre Pinocho en aquel estado, no contestó nada, pero tomó en sus manos las herramientas y dos pedacitos de madera seca y se puso a trabajar con gran empeño.

Y en menos de una hora los pies estaban hechos; dos piececitos ligeros, secos y nerviosos, como si hubieran sido modelados por un artista genial.

Entonces Geppetto le dijo al muñeco:

-¡Cierra los ojos y duerme!

Y Pinocho cerró los ojos y fingió que dormía. Y mientras fingía que dormía, Geppetto, con un poco de cola disuelta en cáscara de huevo, pegó los pies en su sitio, y se los pegó tan bien que ni siquiera se notaba la señal de la juntura.


Ilustración de Attilio Mussino (1911)

Apenas el muñeco se dio cuenta de que tenía pies, saltó de la mesa en la que estaba tendido y empezó a dar mil brincos y mil cabriolas, como si hubiera enloquecido de felicidad.

-Para recompensarlo por cuanto ha hecho por mí -dijo Pinocho a su padre- quiero ir enseguida a la escuela.

-¡Buen muchacho!

-Pero para ir a la escuela necesito alguna ropa.

Geppetto, que era pobre y no tenía en el bolsillo ni siquiera un céntimo, le hizo un trajecito de papel floreado, un par de zapatos de corteza de árbol y un gorrito de miga de pan.


Ilustración de Carlo Chiostri (1901)

Enseguida Pinocho corrió a mirarse en una palangana llena de agua, y quedó tan satisfecho de sí mismo que, pavoneándose, dijo:

-¡Parezco un auténtico señor!

-Sin duda -replicó Geppeto-, pero no te olvides, no es el buen traje lo que hace al señor, sino el traje limpio.

-A propósito -agregó el muñeco-, para ir a la escuela todavía me falta algo; más aún, me falta lo principal.

-¿Qué sería?

-Me falta el Abecedario. (1)

-Tienes razón. ¿Pero cómo podemos conseguirlo?

-Es facilísimo: se va a una librería y se lo compra.

-¿Y el dinero?

-Yo no tengo.

-Yo tampoco -agregó el buen viejo, poniéndose triste.

Y Pinocho, aunque era un niño muy alegre, también se puso triste. Porque la miseria, cuando es miseria de verdad, la entienden todos, hasta los niños.


Ilustración de Attilio Mussino (1911)

-¡Paciencia! -gritó Geppetto de pronto, poniéndose de pie; y colocándose sobre los hombros la vieja casaca de fustán, toda remendada y zurcida, salió corriendo de la casa.

Poco después, volvió. Y cuando volvió llevaba en la mano un Abecedario para su hijo, pero le faltaba la casaca. El pobre hombre estaba en mangas de camisa, y afuera nevaba.


Ilustración de Attilio Mussino (1911)

-¿Y la casaca, padre?

-La vendí.

-¿Por qué la ha vendido?

-Porque me daba calor.

Pinocho comprendió al vuelo esta respuesta, y no pudiendo frenar el ímpetu de su corazón, se colgó del cuello de Geppetto y comenzó a besarlo en toda la cara.


Nota del traductor

(1) Abbecedario, «abecedario», el primer libro, que se usa para aprender a leer.


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Lecturas: «Qué cómico resultaba cuando era un muñeco», por Guillermo Piro

Lecturas: Tres clásicos entre la obediencia y la desobediencia (Primera parte), por Marcela Carranza (contiene el artículo «Las aventuras de Pinocho y la sátira»)

Ficciones: Tres clásicos entre la obediencia y la desobediencia (Segunda parte); se incluye el capítulo XVII de Las aventuras de Pinocho (1881), con comentarios de Marcela Carranza

Lecturas: Pinocho, el leño que habla, por Graciela Pacheco de Balbastro

7 comentarios sobre “Las aventuras de Pinocho. Capítulos VII y VIII”

  1. carmen dice:

    el cuento es relido y interesante y las imagenes muy lindas, tambien me gusto


  2. rosario dice:

    El cuento me parecio lindo.la imagenes tan re hermosas emmm esta re armado…. tambien es interesante y nos gusto a todoooos.=)


  3. dayana dice:

    Me gusto mucho la historia de pinocho porque es muy graciosa y diverida y muy triste a la ves


  4. jesica dice:

    Me gusto mucho la historia de pinoch porque es muy grasiosa, divertida y hermosa.


  5. Agus Lujan dice:

    me gusto mucho


  6. dalma dice:

    esta re buena el cuento…me gusto


  7. karol dice:

    este cuento es super me lo leen todos los dias en el colegio