Cuando el mundo era joven todavía

De Jürg Schubiger, con ilustraciones de Rotraut Susanne Berner, reseñado por Marcela Carranza. «El arte para niños y en particular la literatura infantil, ha dado numerosos ejemplos de renovaciones estéticas, muchas de ellas vinculadas a la actitud humorística, demostrando que el destinatario infantil no implica en absoluto una limitación sino por el contrario, la posibilidad de abrir inexplorados caminos para la creación. […] Cuando el mundo era joven todavía de Jürg Schubiger es un buen ejemplo de literatura que no sólo no se interesa por las restricciones impuestas a los libros para niños, sino que ‘peor’ aún, se construye a partir de su desafío.»

Jürg Schubiger
Ilustraciones de Rotraut Susanne Berner.
Traducción de Amaya Bárcena y Marisa Barreno.
Madrid, Editorial Anaya, 1997. Colección Leer y Pensar.

por Marcela Carranza

Kafka, los artistas del surrealismo y en general de las corrientes estéticas más sobresalientes del siglo XX recurrieron al humor en sus variantes más extremas: absurdo y humor negro, para sacudir dolorosa y gozosamente las conciencias de sus lectores/espectadores. Acompañado a menudo por la poesía, el humor absurdo implica una subversión de aquellas normas, incluidas las de la lógica y el lenguaje, que nos imponemos para organizar y pretender controlar el mundo.

Eduardo Stilman explica esta acción del humorismo como una «vacunación»: «…el absurdo humorístico lanza a la acción todas nuestras defensas mentales y conjura una lógica más aguda, una sensatez verdadera, capaces de percibir la coherencia sutil del disparate y la milagrosa poesía de lo insensato.» (1)

El arte para niños y en particular la literatura infantil, ha dado numerosos ejemplos de renovaciones estéticas, muchas de ellas vinculadas a la actitud humorística, demostrando que el destinatario infantil no implica en absoluto una limitación sino por el contrario, la posibilidad de abrir inexplorados caminos para la creación. Sin embargo, es cierto también que el arte y los libros infantiles han ostentado desde sus orígenes un sinfín de convenciones que definen aquello que se supone «adecuado para niños», y que tales reglas y restricciones aún predominan poderosamente en la producción, difusión, selección y lectura de los libros infantiles.

Cuando el mundo era joven todavía de Jürg Schubiger (2) es un buen ejemplo de literatura que no sólo no se interesa por las restricciones impuestas a los libros para niños, sino que «peor» aún, se construye a partir de su desafío.

El libro abre con un relato sobre el Génesis. A partir de ese tipo de «coherencia extrema» que lleva al absurdo, el relato del comienzo del mundo es una historia sin fin, hecha sólo de comienzos.

El mito de la creación del mundo aparece bajo la forma de un diálogo donde las contradicciones no se explican. Este uso del diálogo se repite en la mayoría de los textos; algunas veces y de manera más convencional se produce entre los personajes, y en otras oportunidades quienes dialogan son el narrador y un interlocutor (3). Esta segunda voz participa de la construcción del cuento modificando incluso el camino trazado por el narrador.

La mayoría de los textos de este libro eluden cualquier posibilidad de conclusión. Incluso aquellos que finalizan de una manera más o menos convencional encuentran a continuación una serie de posibilidades y variantes proponiendo nuevos relatos o nuevos desenlaces a menudo contradictorios entre sí.

Un bello ejemplo es el final de «Por qué el camello tiene la mirada cansada», donde la insistencia en el «¿por qué?» nos aproxima a un modo nuevo de enfrentarnos al mundo, aquel que suele estar reservado a los niños y los poetas:

«¿Por qué? ¿Por qué? Numerosas preguntas no han hallado respuesta en ningún cuento de porqués.

¿Por qué hay tantas golondrinas y tan pocos unicornios?

¿Por qué las sombras se esconden de la luz?

¿Por qué es invisible el aire?

¿Por qué las estrellas fugaces siempre caen detrás de las montañas?

¿Por qué guardan silencio las plantas?

¿Por qué no salen frutas escarchadas de las flores de hielo?

¿Por qué no hay animales de tres patas?

¿Por qué cuando despertamos no encontramos junto a la cama las cosas con las que soñamos?»

La indeterminación, la ambigüedad es materia prima en estos relatos donde el lector no acaba de saber qué ha pasado o qué va a pasar en relación con el conflicto que está leyendo. «El cuento del elefante» es quizás aquel que lleva más al extremo dicha indeterminación hasta llegar al punto de plantear la imposibilidad del narrador de contar una historia; la imposibilidad, por ende, de ser un narrador:

«Vino un elefante, no me acuerdo de dónde. También he olvidado adónde fue. Su nombre era tan extraño que no pude retenerlo. Pero está claro que vino y se fue. (…) Esto era más o menos el corazón del cuento del elefante. Y en medio del corazón, de esto sí que me acuerdo, había algo tan incomprensible, tan difícil y oscuro, que no podría contarlo aunque lo recordara.»

La muerte aparece con frecuencia en estos relatos, pero despojada de su halo de trágica seriedad. Como personaje en «La niña y la muerte» es víctima del engaño de una pequeña. La estrategia empleada por la niña da lugar a la repetición hasta el infinito. Se introduce entonces una voz con la pregunta «¿Y entonces?», lo que da lugar a una serie de salidas para el juego sin fin establecido por el personaje.

En este libro para niños no faltan los hechizos, los animales, los objetos mágicos y animados, las exageraciones. Pero todos estos elementos propios de una tradición, sufren un desplazamiento de su habitual caracterización. «El tocón», por ejemplo, recurre al clásico motivo de la metamorfosis y a los personajes propios de los cuentos de hadas, sólo que aquí tales transformaciones resultan ridículas, excesivas e inapropiadas:

«-Hace muchos años teníamos muchos más problemas de este tipo -me dijo cuando yo acabé-. Apenas había un tocón de verdad. Ningún pueblo podría haber alimentado a todas las princesas y a todos los príncipes encantados que había por el bosque. En aquel entonces en un santiamén un príncipe se convertía en una seta o en un rayo, una princesa en un ciprés, un caballo en un repollo y así sucesivamente. También sucedía que un abeto se transformaba simplemente en haya, o un campesino en campesina, e incluso una nuez se transformaba en otra nuez.»

En «El mago y la cocinera» un hechicero sólo sabe encantar personas y objetos trocándolos en vajilla, y en «Mi hermano y yo y la gata en el bosque» un grupo de niños se relaciona mediante constantes metamorfosis de su cuerpo a voluntad hasta llegada la hora de ir a cenar. Un traje que alberga a una familia completa de lapones; un pan gigantesco recién horneado para alimentar a toda una ciudad y dentro del cual es muy agradable hacer el amor; un libro que contenía todo lo importante y permitía saberlo todo; una ciudad que decide irse de excursión; un loro que hablaba en una lengua que nadie comprendía; y una persona tan lenta que si fuera al quiosco a comprar el diario regresaría a los setenta y cinco años, justo a tiempo para morir. Todo es posible en este libro cuyos textos desopilantes cohabitan con las ilustraciones de Rotraut Susanne Berner.

El estilo entre caricaturesco e infantil de esta reconocida ilustradora alemana (4) acentúa los efectos producidos por el texto: esa convivencia de la ternura y la picardía mordaz que podemos reconocer en uno de los personajes del libro: Luci, el pequeño diablo de «Mil tonterías». La ingenuidad llevada a sus extremos se convierte tanto en los textos como en las imágenes, en un modo de desarmar la realidad, de invitarnos a mirar el mundo desde un ángulo inesperado y de este modo teñir de poesía y belleza lo conocido. Queda por último destacar la excelente edición de Anaya, que vuelve atractivo el libro aún antes de leer la primera página.


Notas

(1) Stilman, Eduardo. «El humor absurdo». En: El humor absurdo. Antología ilustrada. Selección y notas de Eduardo Stilman. Buenos Aires, Editorial Brújula, 1967. Colección Breviarios de Información Literaria. Pág. 9.

(2) Este libro ha obtenido el Premio al mejor libro juvenil de Suiza y el Premio de literatura infantil y juvenil alemana en 1996. Jürg Schubiger recibió el Premio Hans Christian Andersen en 2008 por la totalidad de su obra.

(3) Podría definirse a esta segunda voz que entra en diálogo con el narrador -provocando inclusive cambios en el devenir de la historia- como una ficcionalización del lector o espectador. Esta participación de una segunda voz en diálogo con el narrador pone de manifiesto la situación comunicativa implícita en toda obra literaria.

(4) Rotraut Susanne Berner recibió en 2006, por su obra completa, el Premio Especial del Premio Alemán de Literatura Juvenil. Además, fue nominada en tres ocasiones por la sección alemana de IBBY, como candidata al premio Hans Christian Andersen.

Autorretrato de Rotraut Susanne Berner


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Un comentario sobre “Cuando el mundo era joven todavía”

  1. Alberto dice:

    Genial el libro.
    Muy buen comentario, me interpreta totalmente.
    Encontré el libro en estantería de libros para niños. ¿Podrán los niños darse cuenta de su significado? Muestra el mundode los adultos. Interpela a los adultos. Voy a difundairlo.
    Lástima no haber conocido a Jurg Schubiger antes de su muerte más bien reciente.