De silenciosos y silenciados
por Mercedes Mainero
Texto de la ponencia presentada por la autora en el Tercer Encuentro de Literatura Infantil "En el Sur también contamos", (Montevideo, Uruguay, mayo de 2001).
"Cuando alguien, con la autoridad de un maestro,
describe el mundo y tú no estás en él,
hay un momento de desequilibrio psíquico,
como si te miraras en el espejo y no vieras nada."
Adrienne Rich (poeta)
Quisiera hablar con la fuerza del silencio y de la palabra, de silenciosos y silenciados. Y de las circunstancias en que los libros abren nuevos espacios para sus voces.
He recurrido, como lo hago cada vez más al referirme a temas que atañen a la educación o a la antropología, a la palabra de los escritores. Con el paso del tiempo se ha ido definiendo mi convicción de que escritores, poetas —artistas en general—, nos ayudan a ensanchar nuestra mirada sobre cualquier tema.
Hay un relato de Edgar Allan Poe que me estremece particularmente cada vez que lo leo. Poe lo presenta como una fábula y en él dice:
"Entonces me enfurecí y maldije, con la maldición del silencio, el río, los nenúfares, el viento, el bosque, el cielo y los suspiros de los nenúfares. Y se maldijeron y se callaron."
Allí, el silencio se une con la más espantosa desolación. El silencio es "la maldición del silencio". (1)
También evoqué otro silencio, el que se menciona al comienzo del Popol Vuh: el silencio que precede a la Creación. (2)
Finalmente, recordé un proverbio árabe: "No abras los labios si no estás seguro de que lo que vas a decir es más hermoso que el silencio."
¿Hay entonces silencios deseables, benéficos, inteligentes y otros que no se soportan? ¿Silencios malditos?
En mi tránsito por las escuelas públicas de la ciudad de Buenos Aires, en estos últimos años, me he encontrado con una población de alumnos, cada vez más numerosa, que parece sobrellevar el doble estigma de ser silenciosos y silenciados. De ellos hablaré al referirme a algunas experiencias a partir de ciertos libros.
Antes, quiero enfatizar dos conceptos referidos al alcance de silencios y silenciamientos, con el propósito de que enmarquen lo vivencial. Uno, proviene de la Lingüística. Otro, de la corriente antropológica que enfoca la cultura como sistema de comunicación. A mi juicio, se complementan.
Si bien lo que he de relatar más adelante pondrá en evidencia a la lengua como instrumento de comunicación, quiero destacar el concepto de lengua como soporte de la cultura, la lengua como expresión de una visión del mundo. Ya Martinet nos señaló que "corresponde a cada lengua una organización de los datos de la experiencia". (3) ¿Qué pasa entonces cuando se silencia una lengua?
El otro concepto se refiere a que no sólo la lengua es portadora de significado cultural. En la relación intercultural cuentan gestos, manejos de distancias y del espacio, cuenta el silencio. ¿Qué pasa entonces cuando no se alcanzan a interpretar los silencios del Otro cultural?
El poeta va aún más allá. Dice Pablo Neruda refiriéndose a la palabra:
"…hereditaria copa que recibe
las comunicaciones de la sangre:
he aquí que el silencio fue integrado
por el total de la palabra humana
y no hablar es morir entre los seres:
se hace lenguaje hasta la cabellera,
habla la boca sin mover los labios
los ojos de repente son palabras." (4)
Pasemos ahora al plano de la experiencia.
En un artículo aparecido en el diario Clarín en mayo de 1998 (5), bajo una elocuente foto de una niña boliviana, con el título "Los segregados del aula y el recreo" y el subtítulo "El racismo en la escuela", la periodista da cuenta de la exclusión y el maltrato que reciben algunos chicos extranjeros por parte de sus compañeros y de algunos docentes. Y refiere ejemplos que son perfectos, valga la paradoja, para ilustrar cómo el racismo —tal como afirmara Van Dijk (6)— se reproduce a través del discurso. En este caso las conversaciones entre docentes, los comentarios prejuiciosos que emiten algunos de ellos: "… los bolivianos son lentos a la hora de aprender…"; "No hablan porque en las casas no les hablan"; "Los nuestros hablan mal pero por los menos hablan".
Las consecuencias de este reportaje no se hicieron esperar. Rápidamente se intentó prohibir la entrada a las escuelas visitadas al equipo de antropólogos que registrara estos y otros datos. Muchos maestros se sintieron injustamente expuestos.
Felizmente, como advierte Foucault, "no hay relaciones de poder sin resistencia, y éstas son tanto más reales y eficaces en cuanto se forman en el lugar exacto en que se ejercen las relaciones de poder". (7)
Paulatinamente, ante éstas y otras denuncias de tratos discriminatorios en la escuela, se erigieron las voces de maestros, directores y algún supervisor que recogieron el guante y alentaron acciones para revisar el trato que recibían los chicos provenientes de familias que tenían una característica en común: el contacto con lenguas indígenas.
En forma coincidente, había yo editado un libro bilingüe en castellano y quichua-santiagueño: Cortando vientos (Huayras pitispa), en coautoría con una docente santiagueña, Mercedes Palacio (8), residente en Buenos Aires desde hace años.
Nacido de mi asombro al visitar, en el año 1997, una zona quichua parlante de la provincia de Santiago del Estero, este libro —que fue rechazado por alguna editorial por "no ser comercial", por ser "sólo de interés regional"; que tuvo la fortuna de recibir un premio por parte de la Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de Argentina en 1999, y que en apariencia es sólo una recopilación de adivinanzas provenientes de la tradición oral de la zona— da cuenta de cómo parte de una comunidad ama esta vertiente de su palabra heredada, la cuida, la cultiva, intenta difundirla, a pesar de los prejuicios y de las prohibiciones que en su momento recibiera, entre otros agentes, de la escuela.
Cortando vientos (Huayras pitispa) y dos libros posteriores de Mercedes Palacio, Adivinanzas del Monte y Más adivinanzas del Monte (9) al recorrer escuelas en manos de maestros y bibliotecarios, han contribuido a propiciar la voz de chicos provenientes de familias en contacto con el quechua o el aymara que ya van "aprendiendo" a autosilenciarse. (Las lenguas mencionadas, junto con el guaraní, predominan entre los migrantes internos o de países limítrofes que en los últimos años vienen engrosando aceleradamente el conurbano bonaerense).
Por diferentes físicamente —por sus rasgos, por el color de su piel—, por sus costumbres diferentes, por su extracción social —tengamos en cuenta que los prejuicios referidos a la inferiorización biológica y social a menudo se combinan— y por su modo de ser que incluye otro ritmo y el silencio como forma de comunicarse, estos niños tienen escaso protagonismo y hasta generan molestia. (¿Por qué, tantas veces, los callados, los silenciosos, más allá de su procedencia, generan molestia?).
No obstante, pueden darse circunstancias propicias a una relación menos injusta. A veces, comienzo una visita a un grado leyendo de entrada alguna adivinanza en quichua. Entonces observo iluminarse las caras de estos chicos, caras a menudo inexpresivas desde nuestra perspectiva cultural, y les veo levantar la mano: "Sí, inti… el sol, ¡es el sol!". A menudo, los nombro nuestros traductores y pasan al frente para hablar, leer, para enseñarnos la pronunciación. Otras veces, sale el tema de la vergüenza por hablar diferente y queda flotando una pregunta: "¿Por qué la vergüenza?". Y contestan:
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"Porque piensan que si van a un país, por ejemplo: Argentina, si no saben hablar bien porteño los discriminan por el mal lenguaje. También creo que tienen miedo de no tener trabajo por no ser aceptados. Para mí tiene que ver la discriminación y ellos no quieren ser despreciados. Por no ser argentinos se sienten que no son nadie." Micaela, 13 años.
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"Capaz que a ellos no les gusta hablar el idioma de sus antepasados porque no quieren que los demás se rían." María, 13 años.
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"Porque nadie los entendería y los mirarían como echándolos y no los dejarían participar en nada." Alfredo, 12 años.
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"Piensan que porque no nacieron en la llamada ‘tecnología avanzada’ tienen que sí o sí hablar lo mismo que los ‘avanzados’, por eso no hablan la misma lengua de sus ancestros." Emiliano, 12 años.
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"Yo soy nieta de bolivianos y mi abuela sabe hablar quichua, desde mi punto de vista de las cosas, me encantaría hablar el idioma de mis ancestros, no me avergonzaría, más bien al revés, estaría muy orgullosa de hacer revivir ese idioma que ya casi nadie lo habla y además que lo hablaban mis bisabuelos. Creo que el que se avergüenza de sus orígenes es porque realmente quiso saber de sus antecesores y cuando descubrió por ejemplo, que su tatarabuelo era un cartonero, pensó que se iban a reír de él. Ese hijo o nieto se está perdiendo lo más lindo que es saber cosas de su propia familia." Cynthia, 13 años.
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"Porque a los chicos de hoy les parece antiguo, ahora todos quieren imitar a Estados Unidos y ser como ellos, hoy los medios de comunicación se apoderan de sus gustos, ahora no les enseñan más que violencia y a buscar lo más moderno. Y como su país no es el más popular a los chicos les da vergüenza hablar el idioma de sus antepasados." Emanuel, 12 años. (10)
Hay circunstancias en que, luego de jugar con estas adivinanzas bilingües en castellano y quichua, y de haber vivido momentos de intriga, risa, emoción poética —así lo hemos experimentado año tras año en las Ferias del Libro en Santiago del Estero y en Capital— los chicos crean sus propias adivinanzas. Daré un ejemplo como muestra de su inventiva poética y los desafío a descubrir el referente: "Voló la harina y tuve miedo". (11)
Cuando sucede todo esto pienso en los momentos, en las atmósferas que un maestro —el "maestro socrático" del que nos hablara Graciela Montes (12)— puede generar, en este caso a partir de los libros, para escuchar y hacer escuchar la voz de los silenciosos y de los silenciados. Para percibir y hacer percibir su presencia y su poder. Para dar cabida a la reflexión sincera sobre el "otro", el "diferente", el que no necesita tener la procedencia de los alumnos mencionados para resultar excluido dentro de una sociedad prejuiciosa, con frecuencia mucho más racista de lo que creemos.
Al término de su poema "La Palabra" dice Neruda: "…y dan vida a la vida las palabras." Si, bajo la influencia de los prejuicios discriminatorios o de los tratos autoritarios, silenciamos la palabra —la propia, la ajena, la palabra hablada y, también, la de la cabellera, la de la boca que no mueve los labios, la de los ojos-palabras—, ¿qué pasa? ¿Qué nos pasa si no somos capaces de escucharla o darle aliento?
Notas
(1) Poe, Edgar Allan. El escarabajo de oro y otros cuentos. Buenos Aires, Errepar, 1999.
(2) Popol Vuh. Las antiguas historias del Quiché, traducción, introducción y notas de Adrián Recinos, México, Fondo de Cultura Económica, 1952.
(3) Martinet, André. "La lingüística, el lenguaje y la lengua". En Elementos de Lingüística General. Madrid, Gredos, 1974.
(4) Neruda, Pablo. Plenos Poderes. Buenos Aires, Losada, 1962.
(5) Beltrán, Mónica. "Los segregados del aula y el recreo". Clarín, suplemento Zona; Buenos Aires, 24 de mayo de 1998.
(6) Van Dijk, Teun. "EL discurso y la reproducción del racismo". En Revista Lenguaje en contexto; Vol. 1, N° 1/2, pp. 131-174; Buenos Aires, Sociedad de Lingüística Argentina, 1988.
(7) Foucault, Michel. "Poderes y Estrategias". En Un diálogo sobre el poder (Gilles Deleuze / Michel Foucault) y otras conversaciones; traducción de Miguel Morey. Madrid, Alianza, 1981.
(8) Mercedes Palacio es docente, tallerista en temas vinculados con el bilingüismo castellano-quichua, colaboradora de la comisión organizadora de las Ferias del Libro de Santiago del Estero (1996-1999) y profesora de quichua en cursos auspiciados por el Instituto de Lingüística de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Es autora de Adivinanzas del Monte y Más adivinanzas del Monte, dos obras bilingües, en castellano y quichua-santiagueño, publicadas por Ediciones de la Ventana (Buenos Aires, 1998).
(9) Nota de Imaginaria: Se publicó en Imaginaria un comentario sobre los tres libros y una pequeña selección de adivinanzas bilingües (castellano y quichua-santiagueño). Léalo haciendo click aquí.
(10) Estas palabras fueron recogidas en la Escuela Nº 8 "Luis Federico Leloir", del D.E. 19 (Villa Soldati, en la ciudad de Buenos Aires), en el año 1999. La docente, Beatriz Gualtruzzi, se interesó por propiciar las respuestas.
(11) Cristian Chazarreta (9 años), autor de esta adivinanza, vive en Santiago del Estero y concurre a la Escuela Nº 29 "Laprida". La respuesta es "El fantasma".
(12) Montes, Graciela. "De la consigna al enigma (o cómo ganar espacio)". Conferencia pronunciada en el II Encuentro de Literatura Infantil "En el Sur también contamos" (Montevideo, Uruguay, noviembre de 1999). El texto completo de esta conferencia fue publicado por la revista Educación y Biblioteca (Año 12, Nº 112, Madrid, mayo de 2000).
Bibliografía
Bourdieu, Pierre. "El mercado lingüístico". En Sociología y Cultura (México, Grijalbo, 1991).
Censabella, Marisa. Las lenguas indígenas de la Argentina, hoy. Buenos Aires, Eudeba, 1999.
Mazatelle, Liliana y Horacio Sabarots. "Poder, racismo y exclusión". En: Lischetti, Mirtha (comp.), Antropología (Buenos Aires, Eudeba, 1994).
Neufeld, María Rosa y Jens Ariel Thisted (comp.). "De eso no se habla…" Los usos de la diversidad sociocultural en la escuela. Buenos Aires, Eudeba, 1999.
Romaine, Suzanne. "La lengua en la sociedad / La sociedad en la lengua". En El lenguaje en la sociedad (Barcelona, Ariel, 1996).
Winkin, Y. La nueva comunicación. Barcelona, Kairós, 1982.
Mercedes Mainero (mercedesmainero@hotmail.com) (Montevideo, 1941) es uruguayo-argentina. Con formación bilingüe castellano-francesa, ha transitado por diversas disciplinas en su ciudad natal: Arquitectura e Historia del Arte, Magisterio, Música, Literatura. Todo esto la conduce a la Educación por el Arte y, ya en Argentina, al estudio de las Ciencias Antropológicas —carrera que cursa actualmente en la Universidad Nacional de Buenos Aires—, con interés creciente por la comunicación intercultural. En Buenos Aires se desempeña como docente en cargos de conducción, asesoramiento y capacitación docente en instituciones privadas y oficiales. Integra el Plan Nacional de Lectura "Leer es crecer" como tallerista. Funda en 1982 el Taller de la Ventana, dedicado a la Educación por el Arte, proyecto que recibe el Premio Pregonero otorgado por la Fundación el Libro, por su tarea de difusión de la Literatura Infantil y Juvenil. Participa desde 1987 en la Feria Internacional del Libro "Del Autor al Lector" y en la Feria Infantil y Juvenil, en calidad de disertante y tallerista. Fue miembro de la Comisión Directiva de ALIJA entre 1991 y 2001. Se desempeña como Capacitadora de Bibliotecarios en Promoción de la Lectura en cursos organizados por la CONABIP. Es autora de diversos trabajos donde da cuenta de sus preocupaciones por la comunicación entre adultos y niños y, cada vez más, por la comunicación entre culturas. Entre sus publicaciones figuran Los Nuevos Caminos de la Expresión (en coautoría) y Vi un árbol (Colección Los Morochitos), ambos libros de Ediciones Colihue. En 1997 crea y dirige Ediciones de la Ventana, que edita Cortando vientos (Huayras pitispa), del cual es co-autora, Adivinanzas del Monte y Más adivinanzas del Monte, de Mercedes Palacio, todas publicaciones bilingües en castellano y quichua-santiagueño. En forma reciente se suma, también de Mercedes Palacio, Insecto. Juego con Adivinanzas.
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