Dragón
De Gustavo Roldán. Reseña por Mariano Medina. «El libro de Roldán es bondadoso, inaugura otra génesis: brinda al hombre (ese ser engreído de sabiduría equivocada) una nueva oportunidad. La oportunidad de elegir y crecer en paz, sin violentar el tiempo ni la vida. La oportunidad de dejar de matar para adueñarse de cosas para las cuales, además, parece no estar preparado.»
Dragón
Gustavo Roldán
Ilustraciones de Luis Scafati.
Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1997.
La mirada en el secreto
Por Mariano Medina
Los dragones son esos seres compuestos a los que reptiles, aves, mamíferos, insectos y peces dan algo de sí para que cobren forma. Los hay machos y hembras, alados y escamados, encapuchados y tuertos, pequeños como orugas y grandes como para cubrir un cielo. También hay invisibles. O albinos, como Fújur, el de La historia interminable. Tienen tanto de tierra como de lluvia, de luna como de sol. Porque son seres del límite, puentes entre lo sagrado y lo material, lo natural y lo cultural.
Puede haber dragones en las manchas de tinta garabateadas en una hoja de papel. Y en aquellas manchas del alma que, percibidas por primera vez, nos parecen viejas heridas y terminan salvando nuestro espíritu de las inclemencias de la historia. Hoy Gustavo Roldán nos revela que también hay dragones en las manchas de nuestro monte sobreviviente. La noticia es un verdadero hallazgo zoológico-literario. Porque estos habitantes de mitos europeso y asiáticos han ido poblando también nuestros cuentos, pero casi siempre como bichos “de afuera”, extranjeros en un viaje poco feliz.
Los dragones asiáticos, mucho más parranderos y populares que los europeos por su relación cotidiana con los mortales, son símbolo de vida y poder, mensajeros de las necesidades de los hombres frente a los dioses y regeneradores de energía. Custodian algo importante que tiene que ver con las virtudes, la inmortalidad y la felicidad. Andan por los confines del mundo, digamos, donde el reducido mundo que habitamos, se toca con el misterio: los polos, las nubes , las oscuras cavernas, las aguas profundas , los sueños. Su nombre mismo es revelador: viene de la palabra griega drakon, que a su vez deriva de derkomai, que significa nada menos que mirar, observar con la mirada. Un dragón es, entonces, y fundamentalmente, un ojo que puede ver secretos.
En los cuentos occidentales, el dragón sufre una ligera simplificación. También aparece como un celoso guardián de tesoros, y algunos sostienen que es símbolo del corazón oculto de la tierra, de las fuerzas telúricas y psíquicas que es preciso conocer y vencer. Con esto todavía andaría bien, si la tradición judeo-cristiana no lo hubiera puesto luego como representación de las fuezas negativas y por ende lo asociara al mal, a la encarnación de Satán. Experta en manipular cosas, hombres y mensajes a su conveniencia, la cristiandad terminó por poner al dragón de carcelero de doncellas tontas. Los caballeros tenían el deber moral de acabar con él. Y en esos caballerros de estirpe militar, de corazón puro, campeones de la fe, se depositaron el valor y la sabiduraía. Nosotros podemos asegurar, desde nuestra experiencia, que ests conjunción, si bien no es imposible, es muy poco común.
En México está Coatl, la serpiente de plumas verdes y garras, especie de dragón al que que los astrólogos aztecas atribuían la motiricidad y la sensibilidad. Coatl restituye la vida y la fuerza a todo el que se siente moribundo y débil.
Ilustración de Luis Scafati para el libro Dragón de Gustavo Roldán
¿Cómo son los dragones que descubre Roldán para la zoología fantástica autóctona? Tienen un poco de todos los que ya mencioné, pero más… Son alebrijes del monte. Sacha-dragones, digamos. Indudablemente argentinos, sin perder nada de su universalidad. En los cuentos de herencia occidental, vemos que siempre hay una mujer, a veces la misma princesa prisionera que termina dando una ayuda fundamental al héroe. Roldán invierte los tantos y da al dragón la hembra que resuleve el feedback del afecto. Con ella jugará y hará nacer el mundo. En los cuentos de herencia oriental, los dragones preservan lo que hay de esencial en los seres y las cosas, expresando la naturaleza profunda de la vida. En este libro, son los mismos dragones quienes poseen, natural y humildemente, algo esencial. Y tiernamente nos invitan a preservarlos.
El libro de Roldán es bondadoso, inaugura otra génesis: brinda al hombre (ese ser engreído de sabiduría equivocada) una nueva oportunidad. La oportunidad de elegir y crecer en paz, sin violentar el tiempo ni la vida. La oportunidad de dejar de matar para adueñarse de cosas para las cuales, además, parece no estar preparado. En definitiva, la oportunidad que le da (que nos da) es la de redescubrir el mundo mirando sus secretos a través de un ojo de dragón. Entonces sí puede ser posible el tesoro de la felicidad y la virtud, que vaya uno a saber bien qué son: seguro que cosas no, más bien deben ser lugares… Y este libro puede ser una huella para llegar a ellos. Atahualpa Yupanqui decía que hay caminos que hay que transitarlos a pie o a caballo, nomás, porque es la única manera de ganar tiempo “de adentro”. Tal vez, por qué no, también se puedan hacer sobre el lomo de un dragón.
Texto publicado en la revista Pretextos, Año 1 Nº 2 (Córdoba, Argentina, diciembre de 1998) y reproducido en Imaginaria por gentileza y autorización de su autor.
Ilustración de Luis Scafati para el libro Dragón de Gustavo Roldán
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La elocuencia y cordura de Mariano Medina invitan a NO querer perderse La mirada en el secreto.
19/4/12 a las 14:26
FE DE ERRATAS.
Donde dice: La mirada del secreto
Debe decír: Dragón
25/4/12 a las 18:55
Gustavo te veré en otro tiempo… quién sabe cuándo, quién sabe dónde??? Lamento haber estado tan embotellada en mí y tener que sorprenderme angustiosamente así, leyendo Imaginaria. Deseo que te encuentres donde vos quisiste estar, quizás rodeado varios personajes de tus cuentos, pero seguro custodiado por TUS DRAGONES!!! Gracias por todo lo que nos regalaste!!!!