Lágrimas de cocodrilo
De André François. Reseña por Marcela Carranza. Se trata de un “libro-objeto” donde el juego y la lectura comienzan antes de abrirlo, en la caja donde “viaja” el libro: una caja de cartón troquelada que simula ser una encomienda postal. El troquelado deja asomar la cabeza del cocodrilo. Extraer el libro de su caja significa extraer al cocodrilo, tan inmensamente largo que sólo podemos apreciarlo por fragmentos: el cuerpo en la tapa, la cabeza en la contratapa y la cola —con el infaltable pajarito limpiadientes— en la guarda. Lágrimas de cocodrilo
André François
Ilustraciones del autor.
Traducción de Xosé Manuel González.
Vigo, Factoría K de Libros, 2007.
Colección Cajón infantil.
por Marcela Carranza
Lágrimas de cocodrilo es un libro que increíblemente ha cumplido más de medio siglo, su edición original data de 1956 (1). Podemos hablar de “libro-objeto” o de las posibilidades significativas de todos los componentes del libro-álbum, a las que con frecuencia aludimos para describir propuestas estéticas que hoy consideramos innovadoras en los libros para niños; pero resulta una obviedad que tales juegos experimentales no eran frecuentes en los libros infantiles hace cincuenta años atrás. Lo que sucede es que estamos hablando del libro para niños más conocido de André François. Ilustradores como Ralph Steadman, Quentin Blake y David McKee (2) se refieren a este artista como uno de los grandes maestros de la ilustración del siglo XX (3). El juego, la lectura, comienzan antes de abrir el libro, están allí en el formato largo y angosto, en la caja donde “viaja” el libro: una caja de cartón troquelada que simula ser una encomienda postal. El troquelado deja asomar la cabeza del cocodrilo, del otro lado con letras negras se nos advierte acerca del contenido: “1 cocodrilo” junto a un cartel que señala: “ATENCIÓN FRÁGIL”. Extraer el libro de su caja significa extraer al cocodrilo, tan inmensamente largo que sólo podemos apreciarlo por fragmentos: el cuerpo en la tapa, la cabeza en la contratapa y la cola —con el infaltable pajarito limpiadientes— en la guarda.
Frente y dorso de la caja que contiene al libro Lágrimas de cocodrilo.
El texto comienza con un diálogo, la ilustración nos sugiere que éste se produce entre el niño y sus padres. “¿Qué son LÁGRIMAS DE COCODRILO?”, la pregunta da lugar a un instructivo supuestamente destinado a darnos la respuesta. Para saber qué son lágrimas de cocodrilo primero hay que apropiarse de uno. “Es fácil atrapar un cocodrilo; sólo necesitas una LARGA CAJA DE MADERA y te embarcas para Egipto”, explica didácticamente el padre a su hijo. Los lectores argentinos al menos, es probable que asociemos este texto a los delirantes instructivos de Julio Cortázar en Historias de Cronopios y de Famas. Pero, no está de más decirlo, el libro de Cortázar se publicó en 1962.
El uso de la segunda persona en el texto apela a un mismo tiempo al niño/personaje y al niño/lector. Las imágenes ilustran “muy didáctica” y humorísticamente los pasos a seguir para adquirir el preciado cocodrilo. También el uso del color en las ilustraciones resulta original en este libro. Se trata de trazos en tinta negra coloreados aquí y allá (como al descuido) con tan sólo dos colores: el verde (siempre a cargo del cocodrilo) y el naranja. En algunos momentos es la imagen la que nos permite dilucidar lo dicho por el texto. “No deberías lavarte los dientes en el comedor. Es de mala educación”. Y al leer la ilustración descubrimos que la segunda persona esta vez no está destinada al niño/personaje, ni al lector. Es el cocodrilo con la boca abierta y su pajarito limpiándole la dentadura el destinatario de la reprimenda de la madre.
Los cocodrilos pueden resultar muy útiles y divertidos en la casa de uno, siempre y cuando no se les pise la cola. Llegar a conocer el significado de la frase que da título al libro es el resultado de esta circunstancia. Lágrimas de cocodrilo es un libro notable en su concepción, en cada uno de sus elementos. Un claro ejemplo de aquellos libros que piensan en el destinatario infantil no en términos de límites, sino todo lo contrario, como un poderoso impulso para la creación y la exploración estética.
Notas
(1) La primera edición en castellano de Lágrimas de cocodrilo fue realizada por la editorial Lumen (Barcelona, 1961).
(2) Nota de Imaginaria: David McKee comenta: “Convertirme en ilustrador no sucedió de la noche a la mañana; fue, más bien, el resultado de la combinación de muchos factores. (…) Encontré un libro llamado Crocodile Tears (Lágrimas de cocodrilo) de André François, y como solía contar historias a mis amigos en la universidad, pensé: ‘quizás, yo pueda hacer eso también’. Así que comencé a producir libros para niños.” Extraído del artículo “El libro-álbum como medio”, de David McKee, incluido en la antología El libro-álbum: invención y evolución de un género para niños (Caracas, Banco del Libro, 1999; Colección Parapara-Clave; pág. 157).
(3) André François (1915-2005) nació en Timisoara, una ciudad húngara que luego pasó a pertenecer a Rumania. Su nombre original era André Farkas. Estudio en la Academia de Bellas Artes en Budapest, en 1934 se mudó a París para formarse con Adolphe Cassandre. En 1939 adquirió la nacionalidad francesa y el apellido François. Su trabajo tuvo gran difusión en el Reino Unido, donde dibujaba para numerosas revistas, entre ellas Punch, y para la colección de bolsillo de la editorial Penguin. En Estados Unidos colaboró con el semanario The New Yorker durante 30 años. En Francia, fueron sus trabajos para carteles y publicidad y sus dibujos para la prensa —como el semanario Le Nouvel Observateur y el diario Le Monde—, los que lo hicieron muy conocido. Ilustró además textos de Jacques Prévert y Pierre Etaix, al tiempo que escribió e ilustró cuentos para niños, como Lágrimas de cocodrilo, traducido a catorce idiomas.
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22/10/11 a las 8:39
Es mas que interesante este tipo de libros, para niños que están acostumbrados a leer y para los que no, despertar su creatividad es una tarea excelente. Gracias.
17/4/13 a las 18:23
y el cuento donde se puede leer online