¿Quién es el dueño de la verdad?
Los problemas de la ficción en ¡La verdadera historia de los tres
cerditos! de Jon Scieszka y Lane Smith
por Cecilia Bajour
"La paradoja propia de la ficción reside en que, si
recurre a lo falso, lo hace para aumentar su credibilidad."
"La ficción no solicita ser creída en tanto que verdad, sino en
tanto que ficción."
Juan José Saer*
Esta imagen y las otras que aparecen en esta página
pertenecen al libro
¡La verdadera historia de los tres cerditos! de Jon Scieszka y Lane
Smith
¿Verdadero o falso?
El conflicto entre verdad y falsedad es la materia inagotable de la que está hecha la ficción. La literatura no se cansa de afrontarlo de distintos modos.
El problema de la verdad no es sólo una preocupación de los adultos. Al contrario, inquieta en gran medida a los niños, que aunque pacten con la ficción, siempre están cuestionando su relación con la realidad. Pareciera que ellos más que nadie reconocieran lo que Saer señala como "el carácter doble de la ficción, que mezcla, de un modo inevitable, lo empírico y lo imaginario" (1). Algunos autores que suelen compartir encuentros con sus lectores infantiles se admiran por cómo aparece en esas charlas la obstinación de la pregunta sobre lo real y lo ficcional y ven allí una preocupación genuina acerca de la médula de la materia artística (2).
Otros autores intentan reproducir en la ficción esta inquietud a través de la exploración de los límites entre realidad y ficción. Los textos metaficcionales a través de la explicitación de algunos principios narrativos a veces buscan el juego con esos bordes. Si esta búsqueda además se hace a través de la tarea conjunta de texto escrito e imagen, como sucede en los libros-álbum, la revelación de las costuras de la ficción se convierte en una aventura que desafía todos los sentidos e invita a participar activamente en la creación de significados (3).
La
cuestión de la verdad podría ser un tema filosófico complicado
para los niños si se lo abordara en forma descarnada, abstracta, despegada
de la experiencia (real o ficcional). Pero si un personaje de los cuentos tradicionales
los interpela abiertamente acerca de la veracidad de una historia, la frontera
entre lo real y lo imaginario se transforma en un tema del que los lectores infantiles
se pueden apropiar lúdicamente. Más si se trata de un lobo que hace
gala de una retórica seductora para apelar a sus interlocutores. Este es
el caso de ¡La verdadera historia de los tres cerditos! de Jon Scieszka
y Lane Smith (4).
El cuento folklórico de Los tres cerditos es revisitado paródicamente
desde la perspectiva del lobo quien, lejos de la identidad genérica a la
que fue "condenado" por el relato tradicional, aquí se presenta con nombre
y apellido: Silvestre B. Lobo. Con un registro que busca permanentemente la complicidad,
como luego veremos, intenta convencer a los lectores de que "este asunto del
lobo feroz" es "todo un invento". Para ello cuenta la "verdadera
historia" en la que se muestra como un pacífico lobo resfriado que
quería preparar una torta para su abuelita (las resonancias de Caperucita
Roja aparecen en un nuevo guiño paródico). Como no
tiene azúcar para la preparación decide pedirle a su vecino, un
cerdito "poco listo" que había construido su casa de paja. Mientras espera
en vano que lo atienda, un estornudo "feroz" destruye la precaria vivienda y,
ante esta oportunidad del azar, el lobo devora al chanchito, no sin antes justificar
ante el lector su voracidad. Lo mismo ocurre con el siguiente vecino, hermano
del anterior, y su casa de palos de madera. Cuando llega a la casa del tercer
hermano (que según el lobo era "el genio de la familia" pues había
hecho su casa de ladrillos), encuentra un vecino resistente que desde su protección
lo provoca y despierta en él sus genuinos ímpetus feroces. Aquí
la escena se parece más a la historia original ya que el lobo intenta tumbar
la puerta no sólo con estornudos, sino también con soplidos y golpes.
En medio de su escándalo llega la policía y los periodistas (en
su mayoría pertenecientes al gremio porcino a juzgar por la ilustración
de Smith). Aquí
termina el relato del lobo que, como veremos en la última imagen, es encarcelado
y desde su celda custodiada por un policía cerdo protesta por la tergiversación
de la historia por parte de los periodistas, que al no encontrar jugosa para las
primeras planas su historia de azúcar y estornudos (verdadero móvil
de los sucesos, según el lobo), deciden publicar un titular más
sensacionalista, que lo etiqueta como "lobo feroz". Esta imagen del reo en el
calabozo sugiere que han pasado muchos años desde que sucedieron los hechos
narrados si consideramos su barba entrecana, pero el lobo sigue apelando directamente
a los lectores e insistiendo en conseguir su taza de azúcar: ¿cocinará
la torta tras las rejas?
Esta historia, en apariencia simple, sin embargo esconde una compleja urdimbre de versiones que termina poniendo en tela de juicio la "verdad" del lobo e invitando al lector a que problematice la suya.
Ya desde la tapa asistimos al cuestionamiento sobre la autoría de la
historia pues la imagen reproduce la tapa de un artículo de El Diario
Lobo firmado por S. Lobo cuyo título coincide con el del libro que
estamos analizando. Este a su vez se presenta como la fuente recogida por los
autores reales ya que al pie de la tapa se lee el texto "según se la contaron
a Jon Scieszka, ilustrada por Lane Smith". Esta
estrategia se reproduce en forma de espejo invertido después de la escena
en la casa del tercer chanchito: el destino del lobo es anunciado por El Diario
Porcino con una mirada que privilegia la fama malvada que los cuentos tradicionales
invitaron a construir.
El adjetivo "verdadera" que se antepone a la palabra "historia" en la tapa del libro sugiere un doble cruce genérico ya que está expresando la utilización del discurso periodístico como materia ficcional por parte de los autores. Aquí es interesante ver cómo se relacionan cada uno de los discursos con el referente. El periodístico se caracteriza por pretender una relación supuestamente más objetiva que la que entabla la ficción aunque, como sabemos, ambos discursos plantean una construcción de la verdad y no son la verdad misma. El cruce entre varias versiones posibles: la del lobo (recogida por los autores que indudablemente acompañan "la verdad" del lobo), la de los periodistas porcinos y las de los lectores, confirman que no existe una única forma de contar los hechos.
Por otra parte, el acto de la lectura aparece escenificado en esta tapa tan significativa: el artículo firmado por S. Lobo está siendo leído simultáneamente por el lector real y por un lector ficcional, probablemente el chanchito de la casa de ladrillos que quedó vivo, representado metonímicamente por sus pezuñas al intentar dar vuelta las hojas en el extremo inferior derecho. Un procedimiento similar aparece cerca del final en la tapa del diario porcino pues esta vez quien sostiene el ejemplar es el lobo del cual se deja ver sólo su pulgar.
Al ingresar al relato hay una alusión por parte del narrador en primera persona, Silvestre Lobo, a la posibilidad de que los lectores, a quienes interpela en su carácter de conocedores de historias clásicas, conozcan el cuento de Los tres cerditos. Entabla una relación cómplice ("les voy a contar un secreto") pero compite con los lectores en la veracidad de las versiones y, por supuesto, destaca la suya como la "verdadera" .
Las armas de un viejo lobo
Para fortalecer esta complicidad el lobo recurre a diferentes argucias narrativas y discursivas tanto a nivel del texto escrito como de la imagen. Una de ellas es la apelación constante al lector que se manifiesta, entre otros ejemplos posibles, en el reto inicial a dudar de la versión de Los tres chanchitos que todos conocen, en la invitación a llamarlo familiarmente con el apócope "Sil", en la inclusión de preguntas que intentan asegurar el seguimiento de la historia ("¿Y saben lo que pasó?" ), y en el final antes comentado donde el lobo envejecido saca su balde tanto de la reja del calabozo como del límite del marco para pedirle al lector que le preste una taza de azúcar. En esta actitud apelativa se observa una constante tematización de la comunicación entre narrador-narratario como recurso metaficcional que propone un lector que no deja que la "historia haga todo el trabajo" (5).
La seducción que el lobo intenta ejercer sobre los lectores de su historia
no se restringe a las palabras sino que encuentra una firme aliada en la ilustración.
El estilo de Smith, con su paleta sombría en la que predominan los negros,
ocres y marrones, despliega múltiples modos de diálogo del lobo
con los lectores. Cuando se presenta diciendo "Yo soy el lobo.", la imagen
que acompaña a este texto muestra al lobo de frente mientras intenta mirar
mejor a los lectores detrás de sus lentes (6).
Como
plantea Doonan, la forma de establecer un contacto más cercano entre el
observador y la escena observada ocurre cuando "un participante representado
contempla directamente los ojos del lector, en cuyo caso uno debe entrar en una
relación imaginaria con el personaje" (7).
La oscuridad del retrato y su fondo negro impiden que el traje del lobo, del cual sólo se ven las mangas, llame la atención. En una relectura, sobre todo después de conocer el destino final del lobo, podrá advertirse que esas mangas a rayas corresponden al estereotipo del uniforme de un presidiario. Este indicio se acentúa dos imágenes después del retrato del lobo cuando en una suerte de parodia de la explicación escolar, el personaje resume su historia en la suma de dos elementos, estornudo más azúcar. Esta fórmula es mostrada en un pizarrón a través de un puntero empuñado por un brazo lobuno que asoma del extremo inferior (coincidente con el lugar del lector, ahora "alumno") con su atuendo a rayas negras y blancas. Desde el punto de vista temporal estas señales, además de participar de juegos paródicos, contribuyen a anticipar la situación final en la que se confirma que quien cuenta la historia es un preso y lo hace desde la cárcel.
Otra
de las formas de seducir y al mismo tiempo alivianar la fama voraz de los lobos
de los cuentos es la de comparar su conducta golosa con la de los lectores, quienes
según el lobo sucumbirían frente a una hiperbólica hamburguesa
como la que muestra la imagen, que extrañamente combina ingredientes propios
de las ingestas humanas con las de un lobo ya que en el relleno asoman unas orejas
de conejo y una cola de ratón. Este recurso es usado por el personaje para
justificar que luego se comerá a los dos primeros chanchitos.
Mientras que muchos de los textos que parodian relatos clásicos se basan en la inversión de roles, en este caso ¡La verdadera historia...! propone como procedimiento paródico a la deformación de las conductas del lobo con respecto al original (8). El privilegio de este tratamiento paródico, que no se limita a plantear un mundo al revés sino que intenta torcer los rumbos de una historia más que conocida a través de transformaciones en su trama, podría pensarse como una manera más crítica de releer el relato clásico, sobre todo si se tiene en cuenta que se lo va a cuestionar en su carácter de "verdad".
Un cambio fuerte es el de la muerte de los dos primeros chanchitos que es representada
humorísticamente y con sugerente tendencia a la abstracción por
Smith al mostrar a los chanchitos hundidos en la tierra y con sólo sus
cómicos rabitos asomando. Otro cambio es el de los motivos del lobo para
ponerse en contacto con los cerditos. Aquí, como una parodia subsidiaria
de la principal, aparece la alusión a Caperucita Roja que también
deforma la historia original ya que quien quiere llevar una torta a su abuelita
(una loba que aparece representada durmiendo plácidamente en un cuadro
sobre la pared que dice "Abuelita" ) es el propio lobo. La
figura del lobo aparece suavizada porque su pretensión originaria es pacífica:
complacer a su abuela y tratar cordialmente a los cerdos como vecinos a quienes
solicita la taza de azúcar que le falta para la preparación de la
torta. Pero la "suavidad" del lobo indudablemente no va con la estética
de estos autores: es sólo una excusa para reconfirmar su verdadera fama
que el azar (el estornudo) termina activando.
Artes y artimañas
El acuerdo estético entre ambos autores del libro-álbum se evidencia en múltiples aspectos, no sólo por las formas en que la ilustración expande los significados del texto escrito a través de recursos retóricos y narrativos propios de la imagen, sino también a través de detalles de edición que no cumplen un rol decorativo sino que potencian lo lúdico y lo crítico en la lectura. Es el caso de las formas en que se usa la doble hoja para mostrar una visión panorámica de escenas como la del estornudo que hace volar la casa de paja como si fuera un cataclismo. O el uso de una tipografía icónica que encierra detalles materiales de la historia que se va a contar (ladrillos, paja, chorizos, etc) tanto para las capitulares como para la página que marca el comienzo de la versión dentro de la versión. O las sugerentes maneras en que ciertos objetos se escapan de los marcos como las patas de cerdo que parecen salir volando por el borde superior de la hoja en la explosión de la casa de madera.
Los recursos anteriores son puestos al servicio de una narrativa que confirma
el gusto de los autores por el tratamiento humorístico de los temas oscuros
(muerte, cárcel, destrucción, etc.) y la poca complacencia con los
relatos edulcorados. La
decisión de contar una historia "incorrecta" que toma como "verdadera"
la versión del lobo supone un desafío a las convenciones que si
bien en lo temático se resuelve por medio de la justicia porcina (que actúa
inducida por los periodistas "sensacionalistas"), en el plano de la discusión
entre lo real y imaginario deja plantada la duda o en todo caso la simpatía
por las desgracias del narrador. Al fin de cuentas, quién no le daría
una taza de azúcar a un viejo lobo desprestigiado que cuenta su historia
tras las rejas.
Notas
* Juan José Saer. El concepto de ficción. Buenos Aires, Editorial Ariel, 1997.
(1) Saer, Juan José. El concepto de ficción. Buenos Aires, Editorial Ariel, 1997; pag. 12.
(2) Michel Tournier en el artículo "¿Existe una literatura infantil?", publicado en El Correo de la Unesco (París, Unesco, junio de 1982), reflexiona así sobre esta cuestión: "Yo escucho las preguntas de los niños y me esfuerzo por responder a ellas. No son más 'pueriles' que las que habitualmente hacen los adultos y, en su conjunto, quizás lo son menos. De modo brutal van siempre directamente a lo esencial. ¿Cuánto tiempo tarda en escribir un libro? ¿Cuánto gana Usted? Si hay faltas de ortografía en su manuscrito, ¿qué dice su editor? ¿Qué hay de verdad en sus historias?" La última de las preguntas que he citado pone entre dicho toda la estética literaria. Nota de Imaginaria: El texto completo del artículo se encuentra también publicado en nuestra sección "Lecturas", aquí.
(3) Klinker, Joanna J. "La pedagogía del texto post-moderno: The Toll Bridge de Aidan Chambers" (The pedagogy of the post-modern text: Aidan Chamber's The Toll Bridge ). En: The Lion and the Unicorn Vol. 23, N° 2; Baltimore (EE.UU.), abril de 1999; pags. 257-270 (en inglés).
(4) Scieszka, Jon (texto) y Lane Smith (illustraciones). ¡La verdadera historia de los tres cerditos! Traducción de Viking Penguin. New York, Scholastic, 1993.
No
es el único caso de trabajo conjunto de ambos autores. Entre sus experiencias
a dúo se encuentra, en la línea de lo que se trabajará en
este artículo El Apestoso Hombre Queso y otros cuentos maravillosamente
estúpidos (Barcelona, Ediciones Thule, 2004; colección Trampantojo).
En este libro los autores llevaron la metaficción a un grado máximo
al vulnerar con gran audacia convenciones narrativas y genéricas y del
libro como objeto editorial y como producto del mercado.
Nota
de Imaginaria: También cabe mencionar una serie de novelas cortas
de Jon Scieszka que ilustró Lane Smith. En ellas, tres pequeños
protagonistas —Beto, Pacho y Sergio— viajan en el tiempo gracias a
un libro mágico y viven divertidas aventuras entre famosos personajes históricos
como el rey Arturo y sus caballeros o el pirata Barbanegra. Se trata de los libros
Los caballeros de la mesa de la cocina, Tu mamá era Neanderthal,
El pirata Barbanegra, 2095 y Tut Tut; todos publicados en
castellano por el Grupo Editorial Norma (Bogotá, entre 1996 y 2000) en
su colección Torre de Papel. La saga continúa con otras novelas
de Scieszka pero ilustradas por Adam McCauley.
(5) Klinker, Joanna J. Op. cit
(6)
Los lectores de Lane Smith nos podemos sentir tentados a vincular este momento
con el título de otro libro suyo, muy cercano en la estética: Lentes,
¿quién los necesita? (México, Fondo de Cultura Económica,
1994).
(7) Doonan, Jane. "Esbozando ideas: una segunda década en el trabajo de Anthony Browne" (Drawing out ideas: a second decade of the work of Anthony Browne. En: The Lion and the Unicorn Vol. 23, N° 1; Baltimore (EE.UU.), enero de 1999; pags. 30-56; (en inglés).
(8) En lo referido procedimientos paródicos sigo a Noé Jitrik en "Una aproximación teórica al concepto de parodia". En: Apuntes de clases de Cátedra de Literatura Latinoamericana II. Buenos Aires, Carrera de Letras de la UBA, 10, 17 y 19 de abril de 1990.
Cecilia Bajour (cecibajour@gmail.com) es Profesora en Letras. Es miembro del Equipo de Coordinación Académica del Postítulo de Literatura Infantil y Juvenil organizado por CePA (Escuela de Capacitación Docente, Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires), y coordinó la Cátedra Abierta "Nuevas miradas sobre la literatura infantil y juvenil contemporánea". Coordina el Programa de Capacitación para Maestros Bibliotecarios de la Ciudad de Buenos Aires (también dependiente de CePA). Dicta el Seminario de Literatura Infantil en la Licenciatura en Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad Nacional de San Martín. Participa como expositora en Jornadas y Congresos de la especialidad.
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