116 | LECTURAS / FORO | 26 de noviembre de 2003

Foto de Carlos SilveyraConversación abierta con Carlos Silveyra
Invitado especial del foro de Imaginaria y EducaRed


¿Por dónde van los nuevos tiros de la literatura infantil?

Graciela Pérez Aguilar:

Carlos es una de las personas que conoce más acerca de la literatura infantil y le tengo muchísimo respeto por eso. También ha trabajado en la mayoría de las editoriales que todavía sobrevien e, incluso, creo que ha emprendido proyectos editoriales por su propia cuenta. Me gustaría preguntarle por dónde cree que van los nuevos tiros de la literatura infantil y, sobre todo, qué libros lee él mismo para su propio placer.


Carlos Silveyra:

Efectivamente, he trabajado para varias editoriales. Algunas extinguidas, como Libros del Quirquincho, un proyecto muy pero muy interesante. Y otras en vías de extinción.

Últimamente, en materia de LIJ, me he vuelto adicto a Pescetti y De Santis. Y cada día me conmueven más Juan Farias y Joan Manuel Gisbert, en particular Juan.

Por supuesto que estos amores nuevos, o casi nuevos, no me hacen olvidar ese tembloroso esperar el nuevo libro de Ema Wolf, de Graciela Montes, de...

El último libro que terminé (hace un par de días apenas) fue La emoción más antigua de Graciela Cabal. ¡¡¡UN LIBRO ESPECTACULAR!!!

En cuanto a lo que se viene tengo para leer La Ciudad de las bestias de Isabel Allende y releer las novelas de Scorza, unos de mis preferidos. Creo que me atrae más Redoble por Rancas de Scorza.

En cuanto a eso de "¿hacia dónde va la literatura infantil?" Creo que va hacia donde puede. Tratando de esquivar los tackles de la pedagogía, de las maquinarias comerciales, de la maquinaria social que pide una y otra vez que se hagan versiones más light de las versiones light, que se adapte lo ya adaptado para lograr la adaptación.

Por suerte, como una luz temblequeante al final del túnel, allí siguen estando Monigote en la arena, Historia de un amor exagerado, El monte era una fiesta, ¡Silencio niños! y otros cuentos, Las visitas, y todo Dahl, y todo Ende, y toda Mirjam Pressler, y toda Margaret Mahy, y toda Lygia Bojunga y todo...


María Elena L. de Almada:


C.S.:

Es cierto. Están apareciendo algunas escrituras interesantes. Y también otras menos interesantes. ¿Sabés? Lo que me cuesta es definir una tendencia, una línea. En los '80 yo era consciente de que había humor, situaciones o personajes hiperbólicos, cierto amor por el disparate, a veces tocando el surrealismo. Allí están ciertos textos de Graciela Montes, Mariño, los chinventos de Silvia Schujer, El monte era una fiesta de Gustavo Roldán, textos de Oche Califa... Había una tendencia, tal vez marcada por Rodari o por la necesidad que tuvimos durante la dictadura de hacernos los graciosos o... Ahora no veo con claridad una tendencia: veo muchas líneas a la vez. No sé si es mejor o peor. Tal vez sea mejor. Como decía aquel eslogan chino: "Que cien flores se abran, que florezcan cien culturas".


Virginia De Montanaro:

"¿Por dónde van los nuevos tiros de la literatura infantil?"

Agregaría:

"... en especial por aquellos pequeños lectores quienes dependen de la imaginación para interpretar las letras que no saben aun leer, ¿qué hay para ellos, los niños y niñas menores de tres años?"

¿Cómo 'anotar' victoriosamente portando bajo el brazo un cuentito, un personaje cuyo único mérito es haber sido 'adoptado' (más que adaptado para lograr la adaptación) ya por esos futuros lectores?


C.S.:

Creo que no puedo ayudarte. Sucede que los libros en circulación en la Argentina no son los mismos que circulan en México... Si vivieras acá (me adelanto a decirte que esta no es una razón suficiente para mudarte) te mencionaría algunos títulos de Colihue, de Norma, de Sudamericana, etc.

De todos modos recuerdo una colección del Fondo de Cultura Económica del genial David Mac Kee y "Lobo" de Olivier Douzou también editado por el FCE.

¡Ah! También debieras ver "Naranja dulce, limón partido. Antología de la lírica infantil mexicana" de Mercedes Díaz Roig y María Teresa Miaja. Lo editó El Colegio de México. También sería aconsejable que consultaras las obras de Vicente Mendoza.


Roberto Sotelo:

Decías, Carlos: "Por suerte, como una luz temblequeante al final del túnel, allí siguen estando Monigote en la arena, Historia de un amor exagerado, El monte era una fiesta, ¡Silencio niños!y otros cuentos, Las visitas, y todo Dahl, y todo Ende, y toda Mirjam Pressler, y toda Margaret Mahy, y toda Lygia Bojunga y todo..."

Lamento que por esas "maquinarias comerciales" el "todo" de Dahl y Ende (y Rodari) se haya transformado en "poco" e incluso en "nada".

A lo largo de estos años fui observando (y lamentando) la desaparición de los catálogos y de las listas de distribución de autores como Tomi Ungerer, Helme Heine, Arnold Lobel, y acercándonos a América y a la Argentina, de Nicolás Guillén (Sapito y Sapón, ¿están por allí?) y Javier Villafañe (¿a dónde fueron a parar Los sueños del sapo?).

Los extraño en los estantes de las librerías y de las bibliotecas como imprescindibles vitaminas para las nuevas generaciones de lectores, y tal vez a fuerza de invocarlos se produzca el milagro y reaparezcan.


C.S.:

Efectivamente, Roberto. Pertenecemos a generaciones que aprendimos que lo bueno perduraba. Y lo malo se discontinuaba. En estos tiempos no parece ser así. Además tengo la sensación, que no puedo confirmar, de que los contratos de derechos de autor se han vuelto un poco locos: es posiblke que alguna editorial tenga los derechos de X libro de Gianni Rodari para México y no para Guatemala. Si esto sigue así será lógico que un autor edite en un sello para la provincia de Santa Fe y en otro para Córdoba. O aún más: editar en un sello editorial para Río Cuarto y en otra editorial para San Francisco.

Es cierto que estos saldos, estas limpiezas de catálogos se llevan textos que jamás debieron editarse. Libros que no justificaban haber derribado ni una hoja de un árbol. Pero hay otros, ¡ay!

Y hablamos de autores que fueron más o menos importantes y más o menos prolíficos. Pero también murieron raras y pequeñas joyas como El gran libro verde de Robert Graves, Historia de un perro de Monique Martin, Si yo fuera mayor de Eva Janikovszky, Mermelada de Ciruelas de Margaret Mahy, Negros y blancos y Ahora no Fernando de David Mac Kee... ¿sigo?


R.S.:

Para no dispersar el debate, sería bueno unificar este tema con el de al lado: "Y... compre lo que hay..."

El mensaje inicial de Marcela Carranza es una joyita y sintetiza muy bien la situación actual.


Carlos Marianidis:

Con permiso de todos, copio aquí una reflexión de Luis Pescetti (ver foro anterior) que encaja perfectamente con este tema:

"El punto es que hay un ausente: el estado editor. Ahí sí las cosas tienen que ser lo más cercanas posible a lo que 'debería' ser. Como en México está el Fondo de Cultura Económica, o los libros de la SEP, o 'Libros del Rincón', entre otras publicaciones del estado, son varias más. Pero si no interviene un ente sin fines de lucro, y alguien que regule la cosa, las leyes del mercado no siempre dejan márgenes muy amplios. Dicho de otro modo: un mercado sin reglas siempre tenderá a ser lo más caníbal posible, en todos los sentidos, incluido 'comerse' los valores o fundamentos en los que se hace un libro, o un plan editorial. Si interviene el estado con colecciones pensadas desde otro lugar (no el mero rédito económico), la cosa cambia".


C.S.:

Yo no tengo muy claro si el Estado, en estos tiempos de este mundo, debe editar. Me inclino a pensar en un Estado editor de aquellas obras que nadie editará y que hacen a la cultura nacional. Por ejemplo: Carrizo dejó inédito su último trabajo, Rimas y juegos infantiles. La Universidad de Tucumán, ¡40 años después de su muerte!, logra publicar el primer tomo (eran 2 volúmenes). El segundo, ya se sabe, nunca se editará.
Eso debiera editar el Estado. Como inversión cultural; no para vender, sino para poner un ejemplar en cada biblioteca de nuestreo país.

Creo que el Estado puede intervenir según cómo compre: si los entes oficiales (todos) compraran según la necesidad social y no según las muestras que le llegan, otro gallo cantaría. Si el Estado dice "Quiero 10.000 ejemplares del Coplero popular de Jorge Ábalos" alguien se moverá para que esa obra agotada hace tanto se reedite. Estoy seguro.


María Dolores Duarte:

Dado el tema propuesto y los comentarios que he podido leer se me ocurre preguntar por qué todos somos "tan positivos" en nuestros comentarios. Coincido con la apreciación que se hace de la mayor parte de los textos mencionados y que poco a poco vamos canonizando, pero me preocupa la falta de crítica para señalar errores, desaciertos, desajustes ( que los hay) y, por otro lado, la inexistencia de planteos que permitan a nuestros escritores volver a pensar en ese lector tan cambiante como la historia que es el receptor infantil. ¿Estamos seguros de que los textos que elogiamos forman parte de las preferencias literarias de los chicos? ¿Qué demanda un lector de ocho, de diez o de quince años cuando tiene oportunidad de elegir?

Tiro la piedra al estanque, Carlos, no es preciso que vos la recojas.


V. De M.:

Bien por el tiro de piedra. Pero, ¿por qué parecen olvidar lo que buscan los primeros lectores, o quienes conocen apenas las primeras letras? Quienes, dicho sea de paso, gozan de una imaginación e inteligencia más que envidiables.

Me atrevo a decir que los niños buscan literatura que retrate su realidad pero con toques de su propia perspectiva. Algo así como realismo mágico. Habria que invitarles al foro.


C.S.:

Nunca sabemos con seguridad qué demanda un lector de 8 y otro de 10. Creo que porque el lector de 8 no existe sino que hay muchos chicos de 8 con gustos, intereses, personalidad ¡bah!, diferentes. Es lo mismo que preguntarse qué película prefieren las personas de 35 años.

Quiero plantear esto con claridad para que tengamos una plataforma común.

Yo no encontré (hasta ahora) otro modo de evaluar esto que someter los textos a los chicos. Leérselo a chicos de diversas edades, condición social, maestros, papás si fuera posible. Y les creo más a las risas, a los silencios, a las lágrimas que a lo que dicen. Muchos suele caer en lo mismo: responden con lo políticamente correcto, con lo que creen que uno (escritor / especialista / persona con cierto papel destacado en el imaginario) espera escuchar. Y frecuentemente no te creen cuando les decís que lo que esperás no es otra cosa que sus auténticas opiniones.
Otra cuestión, también muy interesante, que proponen es eso del "tono positivo" para hacer crítica. Este es un pago chico. La cofradía, la capilla de la LIJ, se encuentra con frecuencia en Congresos, Jornadas, presentaciones de libros... Por otra parte, en nuestro querido país por lo menos, es imposible vivir del oficio de crítico. Entonces los críticos somos docentes, escritores, especialistas, dirigimos colecciones de divulgación, escribimos ensayos, somos narradores, tituriteros, malabaristas... y además, críticos. Es obvio que así es difícil.

Alguna vez me imaginé que un argentino podía ser crítico en el Uruguay y que un uruguayo haga las críticas de nuestras publicaciones.


M.E. L. de A.:

Sin duda la crítica es un deber que siempre sigue pendiente en este campo, capilla, como decís vos de la LIJ.

Es cierto también que no todo lo que se publica en Argentina es de 10 puntos sobre 10, pero sí hay una producción interesante y entonces cuando nuestras otras tareas, de las que vivimos, nos lo permiten y hacemos crítica, preferimos aquellos textos que nos deslumbran y no aquellos que mejor olvidarlos. Particularmente salvo que se trate de un texto como Ami, el niño de las estrellas, que merece ser tratado porque "pone en el plato, liebre por gato" cómo diría  la Walsh, otros libros que solamente son mediocre literatura, prefiero no tratarlos.


C.S.:

Efectivamente, María Elena. El espacio es tan chico, es decir son tan poquitos los lugares donde publicar crítica, que cada vez que me lo propusieron me pensé tal vez más como difusor que como crítico.

Esto es muy grave. Alguna vez publiqué una crítica en Clarín donde di algunas opiniones bastante duras sobre un texto (el autor ya falleció, por esto lo cuento aunque prefiero no dar su nombre. Era un tipo al que yo apreciaba especialmente como persona). A la semana me lo encontré en una reunión de Alija: estaba furioso conmigo aunque intentara disimularlo. Me recibió con un "Llegó nuestro crítico". Y agregó "¿O nuestro censor?". Después de conversar un rato, se aflojó y me dijo: "¿Por qué tomaste mi libro? Si no te gustó -tenés derecho- mejor hubiera sido dejarlo de lado y tomar otro. Yo ya sé que cuando no hablan de mis libros es porque no les gustan..."

El problema se agrava cuando se trata de un autor nacional con mucho prestigio. ¿Quién se anima a decir que un libro de tu tocaya, la Walsh, o de Graciela Montes o de Laura Devetach es flojo? Es mucho más fácil decir que la Rowling es una inútil (me apuro a decir que no lo creo) antes que decir que Graciela Montes puso mal una coma (que tampoco creo). No sé si soy claro...


Malí Guzmán:

Hola, Carlos, no creo que pueda agregar mucho más a lo que ya dijiste. Fuiste muy claro en tu diagnóstico (sobre la crítica) y lo comparto plenamente. El medio es chico, en Uruguay ínfimo, en mi caso esa doble condición (escritora y "comentarista", considero que me falta formación para autodenominarme "crítica") hace que los asuntos éticos impidan un desarrollo realmente independiente de la crítica. También me he sentido y siento con una gran necesidad de difundir más que de opinar. El espacio en la prensa siempre es tan pequeño comparado con lo mucho -y bueno- que se necesita divulgar, que es casi una injusticia dedicarle lugar a lo que se considera malo, mediocre u olvidable. También es cierto que, como por otras vías, lo "malo, mediocre u olvidable" va ganando terreno (porque la prensa "seria" olvidará la LIJ, pero otros mecanismos comerciales, empresariales, etc., no la olvidan y van imponiendo títulos a rolete) entonces, de cualquier manera surge la necesidad de llamarle "al pan, pan y al vino, vino". Pero creo que eso sólo es viable si existe un medio (revista o lo que sea) especializado en el tema que vaya sembrando inquietudes, mostrando y justificando (literariamente hablando) juicios, valoraciones, demostrando que a esta altura del desarrollo de la LIJ hay suficientes ejemplos de excelencia o al menos de corrección que pueden tomarse como "pisos" mínimos de calidad. Actualmente la impunidad es muy grande. Por supuesto que pretendo espacios, muchos más espacios dedicados a la crítica, pero también pretendo que quienes nos critican no nos traten con la condescendencia actual. Parece que los escritores para niños despertamos tal simpatía ("pero qué buena esta gente... mire como se ocupa de los niños") que nuestra supuesta "buena intención" justifica cualquier horror literario que podamos cometer.

En algún momento conversamos con Sandra Comino, de Argentina, sobre la posibilidad de organizar aquí (Uruguay) un encuentro sobre periodismo y crítica de literatura para niños. La idea aún me ronda en la cabeza, así que si lo concretamos (con el plural me refiero a IBBY Uruguay) espero poder contar contigo.



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Autores: Carlos Silveyra

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