57 | BOLETÍN DE A.L.I.J.A. (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina) | 8 de agosto de 2001

"Donde el diablo perdió el poncho"
Crónicas del Taller del Discutidor en la Feria del Libro

Dibujo de Douglas Wright
"Germán Cáceres toma el timón de la nave infernal y se sumerge en el quinto círculo del averno a donde el diablo perdió el poncho."
(Ilustración de Douglas Wright)

Quinta entrega

Auspiciado por ALIJA, durante la 27° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires se presentó la quinta edición de "El Taller del Discutidor". Este año, el espacio, coordinado por el licenciado Eduardo González –y ya convertido en un "clásico" de la Feria–, se subtituló "Donde el diablo perdió el poncho" y la temática para los encuentros giró en torno a los orígenes y saberes de lo popular en el teatro, la historieta y la literatura. El Taller contó con la presencia de destacados invitados como Graciela Cabal, Mercedes Mainero y Joel Franz Rosell entre otros.

Continuamos con la quinta de las crónicas sobre lo sucedido en el Taller, narrada por el mismísimo Discutidor:

Círculo Quinto
A donde viven los aventureros, los amantes de las emociones fuertes, los hombres de "Fierro".

Germán Cáceres toma el timón de la nave infernal y se sumerge en el quinto círculo del averno a donde el diablo perdió el poncho. Es un acorazado de fierro con bulones de acero, vidrios blindados y un dragón salvaje como mascarón de proa. Nos espera la aventura, una aventura gráfica. La historieta narra con imágenes y dibuja con palabras. De eso se trata el desafío de Germán, de llegar a los orígenes, al nacimiento de la historieta argentina.

Cuenta Germán que ya antes de 1810 se encuentran atisbos historietísticos en los panfletos políticos, en los que se ridiculizaba a las autoridades españolas con dibujos caricaturescos. Durante las guerras de nuestra independencia ambos bandos también apelaron al grafismo para satirizarse.

La aparición del diario El Mosquito en 1863 fue esencial para el nacimiento de la caricatura política. Su jefe de redacción era el escritor Eduardo Wilde y se destacó el caricaturista francés Enrique Stein.

En el año 1898 ocurrió un acontecimiento fundamental: debutó en la Argentina la mítica revista Caras y Caretas, que ya se editaba en Montevideo. Sus fundadores fueron los españoles Eustaquio Pellicer y Manuel Mayol, que contaron con la colaboración de Bartolomé Mitre y Vedia, su primer director, reemplazado posteriormente por Fray Mocho.

Hay coincidencia en considerar a Yellow Kid (El pibe amarillo), de Richard Outcault, como la primera historieta del mundo. Comenzó a publicarse en 1893, narraba mediante secuencias de cuadritos y encerraba los diálogos en globos. Sin embargo, en 1900 Fred Opper sistematizó la utilización de globos para los parlamentos en su tira Happy Hooligan.

La historieta surge para aumentar las ventas de los diarios sensacionalistas pertenecientes a los magnates norteamericanos Joseph Pulitzer y William Randolph Herst, que competían ferozmente entre sí. Y el hecho de que Yellow Kid llevase un camisón amarillo -donde al comienzo Outcault colocaba los diálogos-, motivó que a este periodismo se lo llamara prensa amarilla. Yellow Kid era una tira humorística, de allí que también le dio nombre al género: comic.

Si bien en los Estados Unidos la historieta se desarrolló a partir de los diarios, en cambio en la Argentina lo hizo a través de las revistas. Es en la pionera Caras y Caretas donde en 1912 aparece Las aventuras de Viruta y Chicharrón. Rodea a esta historieta un aura misteriosa, pues se decía que procedía de los Estados Unidos, pero no se indicaba a su autor. Como aventura Jorge B. Rivera, por su trazo puede asimilarse al mencionado Fred Opper de Happy Hooligan y Alphonse and Gaston (1902) o al George McManus de la celebérrima Bringing Up Father (1913), entre nosotros Pequeñas delicias de la vida conyugal o sencillamente Trifón y Sisebuta. Esta historieta humorística contaba con dos personajes fijos, que vivían situaciones que invariablemente los llevaban al desastre. En la viñeta final Chicharrón exclamaba para salir del paso: "¡Llama a un automóvil!". Cuando no se recibieron más colaboraciones del desconocido dibujante norteamericano, el enigma subsistió porque no se sabe quién la continuó en la Argentina, si Manuel Redondo o Juan B. Sanuy, o ambos. La historieta se publicó durante más de quince años en la citada revista.

En 1913, el nombrado dibujante español Manuel Redondo gesta un personaje arquetípico, Sarrasqueta, que durante diez años, hasta la muerte de su creador, se publicará también en Caras y Caretas. Debe señalarse que ambas historietas apuntan a lo que será un rasgo peculiar del humor gráfico argentino: un análisis agudo y desencantado de las costumbres con fuerte acento sociológico.

En otra revista, El Hogar, nace en 1916 un singular personaje que retrata al porteño de ese entonces: El Negro Raúl, de Arturo Lanteri, que tampoco utiliza globos, sino textos al pie. Otros éxitos de Lanteri fueron Tijerita (1918) y, sobre todo, Las aventuras de don Pancho Talero (1922), que salieron en Mundo Argentino y El Hogar, respectivamente. Pancho Talero es un hombre sometido por su mujer, y durante sus andanzas la historieta capta un amplio espectro de la vida cotidiana pletórico en apuntes costumbristas.

Una contribución primordial la aporta Arístides Rechain en 1925 con La familia de don Sofanor, que se publica en La novela semanal, en donde el protagonista, como afir-ma David Lipszyc , además de ser una víctima de los delirios de ascenso social de su mujer, también participa de las mismas veleidades.

Otras notables historietas son Anacleto (1924), de Lanteri (Mundo Argentino); Jimmy y su pupilo (1924), de Néstor René González Fossatt, la primera historieta deportiva que tuvo la Argentina, que apareció en Páginas de Columba y se inspiró en la pelea Firpo-Dempsey; Andanzas de Pantaleón Carmona (1927), de A. Messa (salió en Femenil); La barra de Candelario (1929), de Pedro Gutiérrez (La Novela Semanal); Aventuras de Nenucho (El Hogar) y Pepinito y su novia (La Novela Semanal), ambas de González Fossatt y de 1929; Las desventuras de Maneco (1930), de Linage (Caras y Caretas), famosa entre los lectores por su frase final: "¡Sonaste, Maneco!", ya que todo le salía mal al frustrado pícaro. Jimmy y su pupilo inauguró en la Argentina el legendario "Continuará", porque la historia seguía de un número a otro. Algo que tiene mucho que ver con las películas en episodios.

Don Germán nos habló de Dante Quinterno, de Guillermo Divito, José Luis Salinas, Rodolfo Claro, Raúl Roux , Eduardo Ferro y Poch; de Rico Tipo y El Tony.

Para terminar, dijo, nada más acertado que citar el concepto que enuncia Pablo De Santis en el prólogo del libro de Judith Gociol y Diego Rosemberg sobre la historieta argentina: "escribe en secreto la otra historia: la de nosotros, sus lectores".

Don Germán deja su firma impresa en una pared del Averno, trepa a su nave acorazada y abandona el quinto círculo.

Eduardo González


Eduardo González (aned@arnet.com.ar) es maestro y licenciado en Psicología. Realizó estudios de Composición y trabajó como músico en grupos de teatro para niños. Fue columnista en Radio El Mundo y FM News. Actualmente es psicoanalista de niños y adolescentes; asesora en escuelas y dicta seminarios articulando la literatura infantil y juvenil con el género policial. Como escritor ha publicado cuentos policiales en la revista A-Z diez y es autor de Cementerio Clandestino (Ediciones Colihue) y El fantasma de Gardel ataca el Abasto (Grupo Editorial Norma).


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