53 | BOLETÍN DE A.L.I.J.A (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina) | 13 de junio de 2001

"Donde el diablo perdió el poncho"
Crónicas del Taller del Discutidor en la Feria del Libro

Dibujo de Douglas Wright
"Tuvo que dormir en el museo, al lado de un pajarraco gigante embalsamado y un órgano." (Ilustraciones de Douglas Wright)

Auspiciado por ALIJA, durante la 27° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires se presentó la quinta edición de "El Taller del Discutidor". Este año, el espacio, coordinado por el licenciado Eduardo González —y ya convertido en un "clásico" de la Feria—, se subtituló "Donde el diablo perdió el poncho" y la temática para los encuentros giró en torno a los orígenes y saberes de lo popular en el teatro, la historieta y la literatura. El Taller contó con la presencia de destacados invitados como Graciela Cabal, Mercedes Mainero y Joel Franz Rosell entre otros.

A continuación la primera de las crónicas sobre lo sucedido en el Taller, narrada por el mismísimo Discutidor:

Aquí la tierra es dura y estéril; el cielo está más cerca que en ninguna otra parte y es azul y vacío. No llueve, pero cuando el cielo ruge su voz es aterradora, implacable, colérica. Sobre esta tierra, en donde es penoso respirar, la gente depende de muchos dioses.

Héctor Tizón

La taba cayó culera y Don Mario se agarra la cabeza; El Cuchi sonríe y cuenta billetes. La chicha corre y el sol aprieta. El cielo es azul y es cielo y es azul y es verdad tanta belleza; porque es cielo de una tierra joven.

En el rancho abandonado hay movimiento. ¿El Diablo? La Casa Encantada es cosa de hombres. Hay estruendo de pólvora. Alguien dice por ahí que ya es tiempo, que hay que desenterrarlo. El perfume masticado de la coca, el sudor y el olor de la tierra que se levanta con el viento nos abrazan. Gritos. Música. Los parches casi estallan y el bombo grande golpea haciendo temblar la tierra. Murmullo de quenas y sikus y zampoñas, de tanto en tanto el grito del erke como un gallo al amanecer. Los charangos, agazapados, esperan el momento preciso para dar el salto. "¡Hay que sacarlo! ¡Ya! ¡Es tiempo!" Corre la voz. ¿La voz del Diablo? ¡Carnaval! Nace el carnaval y es un grito de dolor el monte. Se desata la música como una tormenta. Nos abrazamos. La casa encantada es cosa de hombres. La voz dice que nos tenemos que ir con el sol a cuestas. Marchamos hacia el pueblo, como hace siglos y siglos marchamos y seguimos marchando a pesar de todo, en el infierno al que nos condenan los codiciosos.

Al frente va la orquesta y van los tiradores de cuetes. Nuestros pasos se posan sobre los durmientes de la vía que entra al pueblo. Ya falta poco. El milagro del encuentro está por suceder. No importa el calor, ni la noche en vela, ni siquiera importa ya si la taba vino culera. Al final del camino, cerca de la plaza, nos esperan ellas. ¿Qué importa, entonces, todo lo demás? El entusiasmo acelera los latidos y los bombos. Ahí están. Nos abraza el perfume de sus trenzas y las flores que se enredan a nuestros cuellos. Bailamos y cantamos.

A pesar del silencio, de los libros quemados, del miedo y la sangre de nuestros hermanos, seguimos bailando y cantando. Y así vamos... A donde el diablo perdió el poncho.

Círculo Primero
A donde viven los que viajan, los que leen, los buenos de espíritu y humor

Dicen que el primer día es un día de iniciación y también dicen que todo viaje es una iniciación. De viajes y libros a donde el diablo perdió el poncho. Si las casualidades existen esto no es obra del azar. ¿El Diablo metió la cola? No es azar arrancar el viaje con Graciela Beatriz Cabal; es Beatriz quien acompaña al Dante en el Averno.

En la infancia empieza el viaje de Graciela. Desde siempre ella quiso viajar y quiso ser escritora. Alguien dijo alguna vez que realizar un deseo infantil tiene una fuerza particular. Esa fuerza la lleva a encarar proyectos de riesgo: ser mujer, fundar bibliotecas contra viento y marea, viajar, escribir. Y nos cuenta que una vez, llevando libros para una de las cuarenta bibliotecas que fundó, se encontró sola en medio del campo a la madrugada; al volver la vista atrás se dio cuenta de que un grupo de vacas insomnes la seguía. Al rato apareció un camión como brotado de la nada, un camión fantasma. Dudó; pero al final se animó y le hizo dedo. "¿Se anima a subir atrás?" Ella pensó que llevaba chanchos. Tripa corazón. Subió y encontró huevos de pascua y se le metió en el cuerpo la idea de un cuento; el cuento del hombre rico que no quería compartir los huevos de pascua con los chicos pobres del pueblo y que se empachó y el doctor le prohibió seguir comiendo y regaló el huevo más grande a los chicos.

Dibujo de Douglas Wright
"... Se dio cuenta de que un grupo de vacas insomnes la seguía."

Nos contó también del viaje a un lugar a donde iba a dar un curso de guión y tuvo que dormir en el museo, al lado de un pajarraco gigante embalsamado y un órgano. Y que cuando quiso tocar el órgano se quedó sonando toda la noche.

Otros viajes de Graciela fueron los viajes a las ciudades donde vivieron escritores. Y nos cuenta que Dublín es Joyce y Cuba Martí y Hemingway también es Cuba y España y Cuba y África. París es Sartre y Simone de Beauvoir (una que la avivó de muchas cosas).

Nos deja pensando cuando habla de los cementerios. Ella dice que cuando llega a un lugar, lo primero que va a ver son los mercados y los cementerios. Me quedo pensando en el lugar que ocupa la muerte en la vida. En los pueblos a donde el diablo perdió el poncho los muertos viven con los vivos, están cerquita de las casas y las cruces se adornan con flores. Y hablando de flores, Graciela cuenta que cuando estuvo en París compró crisantemos para las tumbas de Sartre y Beauvoir. Le dio pena que la tumba de Cortázar estuviera tan sola y, como ya no tenía plata, desenterró alguna de las flores de la tumba de un señor que parecía haber sido muy rico y se las llevó a Don Julio.

Terminamos el viaje con un cuento. La historia del fantasma que tomaba el té con Manucho. Una historia de verdad. Se la contó Mujica Láinez cuando ella le fue a hacer un reportaje. Y esa historia se hizo cuento y el cuento nos lleva hasta el borde del segundo círculo.

Nos vamos.

Me quedo pensando en tantas cosas y otras tantas que se me escapan de las palabras pero que quedan dando vueltas. Tal vez viajar sea una forma de quebrar fronteras; entre la vida y la muerte, entre la realidad y la ficción, entre el dolor y la alegría, entre los libros y los viajes.

Eduardo González


Eduardo González es maestro y licenciado en Psicología. Realizó estudios de Composición y trabajó como músico en grupos de teatro para niños. Fue columnista en Radio El Mundo y FM News. Actualmente es psicoanalista de niños y adolescentes; asesora en escuelas y dicta seminarios articulando la literatura infantil y juvenil con el género policial. Como escritor ha publicado cuentos policiales en la revista A-Z diez y es autor de Cementerio Clandestino (Ediciones Colihue) y El fantasma de Gardel ataca el Abasto (Grupo Editorial Norma).


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