A la captura de lo salvaje: Lecturas de un libro-álbum

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Por Alicia Serrano. Una lectura detallada del libro Salvaje, de Roger Mello. Texto de la ponencia presentada por la autora en el II Simposio de Literatura Infantil y Juvenil en el Mercosur (Posadas, Provincia de Misiones, 4, 5 y 6 de octubre de 2012). Imágenes reproducidas con autorización de la editorial.

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Por Alicia Serrano

Texto de la ponencia presentada por la autora en el II Simposio de Literatura Infantil y Juvenil en el Mercosur (Posadas, Provincia de Misiones, 4, 5 y 6 de octubre de 2012).

Imaginaria agradece a Jorge Gurbanov y Gladys Martinez Arroyo, de Ediciones Continente (distribuidora en Argentina de Global Editora), la autorización para reproducir las ilustraciones del libro Salvaje de Roger Mello.

“¿Nunca os ha sucedido, leyendo un libro, que os habéis ido parando continuamente a lo largo de la lectura, y no por desinterés, sino al contrario, a causa de una gran afluencia de ideas, de excitaciones, de asociaciones? En una palabra, ¿no os ha pasado nunca eso de leer levantando la cabeza?
Es sobre esa lectura, irrespetuosa, porque interrumpe el texto, y a la vez prendada de él, al que retorna para nutrirse, sobre lo que intento escribir.”
Roland Barthes (1)

El trabajo que aquí presento, retoma esta idea. Escribir la lectura, generar un texto-lectura que de cuenta de algunos de esos momentos de levantar la cabeza. Y hoy los invito a acompañarme en esos recorridos de lectura que realicé por el libro Salvaje (2), del autor brasileño Roger Mello (3).

Primera lectura (segunda y tercera también)

Empecemos por el principio

Salvaje es un libro de imágenes sin palabras (escritas), según la definición que nos aporta Cecilia Bajour (4). Sí tiene una palabra fundamental: el título. Hay también otras palabras, pero en espacios subsidiarios respecto de las imágenes.

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El libro es apaisado, con una tapa naranja pleno en la que resaltan la ilustración y la tipografía en negro. Los colores de la tapa, naranja y negro, preanuncian los que van a predominar en todo el libro: blanco, negro y naranja, colores característicos del tigre. Tigre cuya sombra se asemeja a una garra, a una mano que agarra, atrapa, caza. Título e imagen son congruentes. Un animal salvaje tiene como sostén la palabra salvaje. La “sombra garra” también es salvaje.

Abro el libro. Me sorprende una guarda que se asemeja a un álbum de fotos.

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Figura 1.

Lo que da la idea de que es un álbum de fotos es el espacio vacío (la foto ausente), con dos esquineros típicos de los álbumes antiguos. El fondo tiene el color y la textura de los papeles amarronados y rústicos de esos álbumes. Sin embargo, las imágenes de los animales, tienen en su mayoría, más bien el formato de postales. Como fuere, da idea de una colección de imágenes de animales salvajes.

Cada postal tiene un tratamiento plástico diferente, una versatilidad de estilos propia de Roger Mello. Esto otorga cierta verosimilitud, puedo pensar en que estas “postales” fueron compradas en diferentes lugares. Incluso los nombres de los animales impresos en algunas de ellas refuerzan esta idea. Busqué por Internet para corroborar que los nombres e imágenes se correspondieran con animales existentes. Y así es. La mayoría son originarios de Asia, y en menor medida de África. Esto refuerza la verosimilitud.

Sin embargo, hay un elemento que genera una pequeña ruptura:

Figura 2
Figura 2.

En la imagen ubicada en el ángulo superior izquierdo de la guarda, la cabeza del ave lira está por fuera del marco de la “postal” que lo representa. Quizás un indicio. ¿Podría el pájaro salir de la imagen?

Luego de las guardas vienen tres páginas en negro pleno que funcionan como antesala de un página naranja (la portadilla) que reproduce la tapa, salvo que la ilustración que representaba al tigre y su sombra no aparecen.

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Figura 3.

Otra ausencia, ¿otro indicio? Con cierto temor, doy vuelta la página. La portada reproduce la portadilla, pero ahora los ausentes son el nombre del autor y el sello editorial. Lo habitual es que se produzca la situación inversa, en portadilla sólo el nombre de la obra y en portada los datos de autor y editorial. Este proceso en que las ausencias se acumulan empieza a inquietarme. Solo se sostiene la palabra “Salvaje”.

Doy vuelta otra página y otra más. Todas las ilustraciones son a doble página, llegan hasta el corte de la hoja, están realizadas en blanco y negro, a excepción del naranja de la foto del tigre. Me pregunto por el recurso utilizado, ese llamado de atención sobre la foto.

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Figura 4.

Después me detengo en la lectura de la tapa del libro que aparece sobre la mesa, al lado de un portarretrato aún vacío (se acumulan las ausencias). Se trata de El libro de la selva, de Rudyard Kipling. Está claro que la idea de selva es congruente con el sombrero de cazador, con el tigre, con el mono que aparece sosteniendo la lámpara. Claro, se trata de la selva india, de ahí la guarda con animales asiáticos… El primero de los cuentos del libro es sobre un tigre que ataca… esto conecta con la foto. Las intertextualidades se me revelan.

En busca de la historia

Un living, un hombre mirando un álbum, una foto de un tigre, un portarretratos vacío. A partir de aquí las imágenes fijas producen la sensación de movimiento: se mantiene el escenario (como si fuera una cámara de cine fija) y se van moviendo algunos personajes y objetos.

En la siguiente doble página, el hombre coloca la foto del tigre en el portarretrato.

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Figura 5.

En la siguiente, se coloca su sombrero de cazador y se mira al espejo. Detrás están unas valijas preparadas. La imagen que le devuelve el espejo es la de un otro sin rostro. ¿Otra ausencia? ¿Un indicio? ¿El espejo devuelve siempre la imagen de lo que somos? Hay otro en el espejo, una cara sin identidad, justo en el momento que el sombrero anticipa otra acción de “cacería”. El libro sigue abriendo interrogantes.

Continúo pasando las páginas. Cuando el cazador se marcha con sus valijas, el tigre que estaba como recostado en la foto, se para. Irrumpe lo imposible. La foto del portarretrato —que convencionalmente es una imagen fija— ahora se mueve.

Una página más y el tigre se pone de espaldas (en el portarretratos queda una imagen idéntica a la de la tapa); y en la próxima doble página se vuelve pequeño, como escapando de la foto.

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Figura 6.

Doy vuelta otra página más, y me espera otra sorpresa. La nueva doble página nos propone un cambio de punto de vista, un giro de 180º de la cámara fija con respecto a la doble página anterior. Ahora no puedo saber qué pasa en el portarretratos. Sólo veo la parte de atrás. En una pared aparecen varias cabezas de animales.

En la doble página siguiente se mantiene la imagen de la parte de atrás del portarretratos pero a lo lejos, en un pasillo, aparece medio cuerpo de tigre. Sigue siendo naranja, sólo que ahora se mueve fuera de la foto, en el espacio de la casa. Es inquietante esta posibilidad del tigre, salir de la foto por un lado, aparecer en la casa por otro.

Otra vuelta de página y una cercanía me impacta. Los movimientos del tigre siguen siendo imprevisibles. De golpe se coloca de espaldas delante mío; me fundo en el tigre y mi cuerpo queda emparentado, por un momento, con su cuerpo. Algo de la tigredad se apodera de mí.

Figura 7-AFigura 7-B
Figura 7.

Avanzo en la lectura y el tigre sigue dando vueltas alrededor de la mesa ratona (yo no puedo, sigo fija en el mismo punto de vista). Ahora queda enfrentado a mí y está mirando el portarretratos. El tigre sabe más que yo. No sé qué mira, me oculta esa información.

Figura 8-AFigura 8-B
Figura 8.

Otra vuelta de página y otra vez un giro de 180º de la cámara. El misterio se revela: en el portarretratos está la fotografía del cazador, arrodillado, con una mano protegiendo su cara, el miedo aparece. Es, sin duda, un cazador cazado. Mientras, más atrás en la habitación, el tigre ruge frente al espejo, duplicando la ferocidad.

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Figura 9.

En la próxima doble página el tigre se mete dentro del espejo, y el cazador comienza a moverse dentro de la fotografía. ¿Ese es el final?

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Figura 10.

Dos páginas negras con los créditos parecieran indicarlo. Pero falta la guarda de la retiración de contratapa. Allí vemos los mismos animales que en la guarda de retiración de tapa. Pero el espacio vacío, ahora está ocupado por la fotografía del cazador de espaldas, mirando en la misma dirección en la que se había ido el tigre, ¿buscando una salida?

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Figura 11.

En esta primera lectura, surge clara la idea del cazador cazado. Pero se hace necesario volver al título: Salvaje y hacernos algunas preguntas más. ¿Quién es el salvaje?

Leo el diccionario de la Real Academia Española para “iluminarme”: “Salvaje: adj. Se dice del animal que no es doméstico, y generalmente de los animales feroces; adj. Se decía de los pueblos primitivos y de los individuos pertenecientes a ellos.” Al parecer, la RAE tiene ciertas certezas, que este libro pone en cuestión y subvierte.

Entonces, ¿quién es realmente el salvaje? ¿El tigre o el cazador? La inclusión de la foto del cazador junto con los otros animales del álbum parece dar una primera respuesta.

También el final nos obliga a volver sobre las ausencias. Las imágenes pueden fugarse de donde están, por eso el tigre de espaldas en la tapa, como yéndose, se fuga de la portadilla. Como fugan autor y sello editorial de la portada. Lo salvaje permanece a través del tiempo, y eso inquieta. ¿Podrá fugarse el cazador?

Otras lecturas se suman

En las primeras lecturas, lo icónico que parece —en principio— dar cuenta de la historia, se funde con lo plástico. Dice Martine Joly: “La interacción entre los elementos plásticos y los elementos icónicos de la imagen es determinante en la producción de la significación global del mensaje visual” (5). Doy un ejemplo de esta relación. Así como vemos la representación de un tigre (el signo icónico), también, desde lo plástico, la elección de la paleta de colores (naranja, blanco y negro) construye algo así como “la tigredad”. En estas otras lecturas que realizo de Salvaje voy a reflexionar sobre la función de los elementos icónicos y plásticos en la construcción de sentido.

Construyendo verdad

Todas las imágenes del libro terminan donde termina el borde de las hojas del libro (en la jerga de los diseñadores: «son llevadas al corte»). El marco se oculta y produce la sensación de que lo que no se ve es por el límite de la hoja, y que más allá de la hoja la imagen se continua. Tal como sostiene Joly, “la página misma se convierte en una ‘ventana’ que delimita el campo de nuestra visión. Este procedimiento muy conocido juega con el efecto no menos conocido del fuera de campo. Es decir que es el límite del soporte mismo quien nos lleva a completar imaginariamente el campo representado por un espacio más amplio y no percibido. (…) En efecto, al ocultar el carácter de representación (es decir de construcción) de la imagen, se la presenta ya no como un enunciado visual, una interpretación, sino una vez más como el mundo mismo.” (6)

Ahora bien, las imágenes tal como las podemos ver se presentan mayoritariamente en un plano medio general, que permite ver a los protagonistas con parte de su entorno. Entorno limitado por el ancho y largo de la hoja. Estoy a la altura de la mesa ratona y del portarretratos. Mirar más arriba o más abajo resulta imposible. Eso me hace pensar en una cámara fija, que se emparenta con mi ojo.

En un único momento, el plano medio cambia: es en la doble página que muestra un primer plano de la mano del cazador con la fotografía acercándose al portarretratos (Ver Figura 5).

Ese poner en foco sumado al color vibrante de la fotografía señala la importancia que va a tener en la historia esa imagen. Mi punto de vista no se modifica. La cámara me sigue dejando inmóvil (soy una simple espectadora de la escena, y me fundo con el punto de vista que eligió el artista plástico) y eso mismo refuerza la idea de movimiento del cazador. Es él quien se acerca a mi mirada y por eso veo todo en primer plano.

En un momento fundamental de la historia, la cámara fija y nuestro ojo dan un giro de 180º. Ese giro no está realizado sobre un punto fijo. Ahora me quedo del otro lado de la mesa ratona. Veo otro fragmento de la casa y de la caza del cazador. Pero el campo de visión no se modifica, estoy sujeta al mismo recorte, solo que posicionada en el otro lado. De nuevo se da el efecto de movimiento de los personajes, a partir de quedarme fija en el nuevo punto de vista. Es el tigre que se acerca, da vueltas alrededor de la mesa (Ver: Figura 7 y Figura 8). Finalmente otro giro de la cámara a la posición inicial me ubica donde empezó todo (Ver Figura 9).

El otro recurso que da idea de “realidad” está relacionado con la utilización de la metaimagen. Entendemos por metaimagen, un mensaje (imagen) que remite a otro mensaje, dentro de un mensaje (imagen) mayor que lo contiene.

Dice Jorge Alessandría: “La relación entre una metaimagen y el resto de la imagen que la contiene plantea la cuestión de la relación entre imagen y realidad. Cuando una imagen contiene una metaimagen, todo lo que queda fuera de la metaimagen aparece significado como ‘real’”. (7)

En las guardas, las metaimágenes son las postales de los animales, eso hace que pensemos en que lo que está fuera de esas imágenes es real. En este caso, el álbum es “real”. El cazador que —en la primera doble página de la historia— tiene un álbum en la mano, tiene ese álbum “real” (Ver Figura 4).

Lo mismo sucede con la fotografía del tigre. El marco de la fotografía (primero dado por el borde blanco y luego por el portarretrato), hace pensar que lo que está fuera de ese marco tiene existencia real (Ver Figura 5); luego, el cazador efectivamente toma el sombrero y se va. Para no redundar, podríamos decir que el mismo efecto genera el reflejo en el espejo del cazador, primero, y del tigre, después. La imagen en el espejo genera el verosímil de que cazador y tigre son “reales” (Ver Figura 9).

También produce verosimilitud el uso de la perspectiva y el manejo de la luz, que dan la sensación de tridimensionalidad y volúmenes en los objetos.

Pero quiero llamar la atención específicamente sobre la importancia que cobra en este libro las imágenes de fotografías (metaimágenes). Susan Sontag compara la fotografía con la caza y la cámara con el arma:

“Las fotografías son en efecto experiencia capturada y la cámara es el arma ideal de la conciencia en su talante codicioso. Fotografiar es apropiarse de lo fotografiado. Significa establecer con el mundo una relación determinada que parece conocimiento, y por lo tanto poder.” (8)

(…) “El fotógrafo ataca ahora a bestias reales, asediadas y demasiado escasas para matarlas. Las armas se han transformado en cámaras en esta comedia formal, el safari ecológico, porque la naturaleza ya no es lo que siempre había sido: algo de lo cual la gente necesitaba protegerse. Ahora la naturaleza -domesticada, amenazada, frágil- necesita ser protegida de la gente. Cuando sentimos miedo, disparamos. Pero cuando sentimos nostalgia, hacemos fotos.” (9)

Entonces surge la pregunta: ¿este cazador cómo caza? Lleva consigo un arma, y quizás por eso vemos ese extraño mono sosteniendo la lámpara o las cabezas de animales como trofeos sobre una pared. Pero parece que lleva también la cámara o compra fotografías (mercancía en abundancia en el mercado) que también capturan a las bestias “salvajes”. El hecho de que el cazador sea atrapado en una fotografía nos deja en una zona de ambigüedad: ¿se captura a la presa y luego se la fotografía? ¿O sólo se captura su imagen?

Disrupciones

En el apartado anterior, decía que la perspectiva, el manejo de la luz, el ocultamiento del marco, y las metaimágenes contribuían a producir la sensación de que las imágenes son “reales”.

Pero hay disrupciones, tanto a nivel plástico como icónico, que producen el efecto contrario.

En principio, y aludiendo a lo plástico, la elección del naranja para la metaimagen y la imagen del tigre, y la metaimagen del cazador, contrasta con el blanco y negro de las imágenes del cazador y del living. El blanco y negro responde a un artificio: es propio de la fotografía, del cine y de la vieja televisión. De algún modo, el uso del blanco y negro nos advierte acerca del artificio. Si está en blanco y negro, ¡atención!, que no se trata del mundo real.

Artificio que también se relaciona con la imagen no realista de la sombra del tigre en la tapa. El naranja también advierte sobre el artificio, ya que cuando el tigre y el cazador aparecen como metaimágenes, se recortan del fondo sólo por las líneas negras del dibujo, parecen transparentes en relación con ese fondo (Ver: Figura 5 y Figura 9).

Entonces, ¿se puede creer en esta historia? Sí, claro, la historia es verdadera en tanto historia.

El tratamiento del color acompaña otra disrupción a nivel de lo icónico. Los personajes (tigre y cazador) que están dentro de las fotografías, que se suponen imágenes fijas, pueden moverse dentro de ellas y también salirse del marco y atravesar hacia el lado de lo “real”.

Esta disrupción en la imagen es la irrupción de lo fantástico en el relato. En un ambiente cotidiano, conocido, irrumpe lo extraño, lo imposible. Lo conocido es amenazado, y el relato entra en una zona de ambigüedad. La ambigüedad se sostiene hasta el final. El relato no resuelve. Se trunca cuando ambos, tigre y cazador, son sólo metaimagen (Ver Figura 10). Metaimagen que trueca los destinos: el cazador cazado en el portarretratos y en el álbum; y el tigre dentro del espejo. El final queda abierto, porque el cazador en la guarda está mirando hacia la misma dirección por la que se escapó el tigre (Ver Figura 11).

Hablemos en silencio

Este libro escatima las palabras. Sin embargo dice mucho, aunque también calla mucho. El silencio aparece con la misma fuerza que aparecen las imágenes. Y exige un lector activo en busca de indicios, grandes trazos, pequeños detalles.

Un primer silencio se da en la imagen de la palabra “Salvaje”:

SalvajeTitulo

Un espacio en blanco aparece en la tipografía utilizada, un espacio que rompe las letras y abre caminos por donde entrar a la selva. La tapa también hace silencio para que los ojos se concentren en el tigre y la sombra-garra, y en el título.

Otro silencio, el espacio vacío en el álbum de fotografías que ilustra la guarda (Ver Figura 1). Espacio de silencio que funciona como indicio, pero que también permite, luego, darle un giro a la historia.

Pero hay más. En la música, los silencios son tan necesarios como los sonidos, de hecho tienen su representación en la partitura. En la narración oral, Juana La Rosa sostiene que “En el momento del relato debe haber un silencio interno tanto para el emisor como para el receptor, que da lugar al espacio del cuento” (10). Las páginas en negro, luego de la guarda inicial del libro, funcionan como ese silencio necesario para dar espacio a la historia.

A esta altura puedo decir que este relato se construye tanto por lo que dice como por lo que no dice, por lo que deja suelto, por lo que no explica, por lo que sugiere, por lo que oculta. Ya señalé en el apartado anterior sobre la restricción que tengo para poder mirar más allá. El corte de la hoja deja muchas cosas fuera de escena. También hay silencio cuando la cámara gira en 180º y no nos permite ver el contenido del portarretratos. Ese gesto, ese modo de ocultar información me depara dos sorpresas. La primera es el tigre que escapa de la foto. La segunda es el cazador metido dentro de la foto (Ver Figura 9). Los giros de 180º grados se constituyen en metáfora del giro de los destinos de tigre y cazador, el cambio de la historia se construye a partir de otorgarme otro punto de vista para ver todas las otras “cacerías” (la del tigre y el mono primero, la de los otros animales en las paredes después, la del cazador cazado al final).

Pero hay más. Hay situaciones que no se explican, que quedan abiertas. Por ejemplo: el sobre que aparece en primer plano, debajo del sombrero del cazador, en la primera doble página luego de la portada (Ver Figura 4). Ese sobre ¿era el portador de la fotografía o postal del tigre? Más adelante cae al piso ¿por descuido del cazador? ¿se voló cuando el cazador tomó su sombrero? ¿Por qué el sobre va corriéndose de lugar hasta desaparecer en la medida que el tigre va caminando en la fotografía en la misma dirección? ¿Cuál es la conexión entre sobre y fotografía del tigre?

Por último, las metaimágenes del final, tigre dentro del espejo y cazador dentro de la fotografía (Ver Figura 10), también configuran un silencio, una ausencia, ya que las fotografías sustituyen la presencia real. Y es allí donde parece terminar la historia. En tanto metaimágenes, no hay cacería posible. ¿O sí?

La guarda final vuelve a inquietar (Ver Figura 11). La foto del cazador dentro del álbum, pareciera indicar que todo puede volver a empezar. Yo vacilo. Vacilo doblemente, por un lado, por la falta de asertividad de las imágenes y por el otro, por el carácter fantástico del relato.

Pero hasta donde cerramos el libro, las metaimágenes de los personajes sustituyen a las imágenes. Dice Susan Sontag: “Una fotografía es a la vez una pseudopresencia y un signo de ausencia. Como el fuego del hogar, las fotografías —sobre todo las de personas, de paisajes distantes y ciudades remotas, de un pasado desaparecido— incitan a la ensoñación. La percepción de lo inalcanzable que pueden evocar las fotografías se suministra directamente a los sentimientos eróticos de quienes ven en la distancia un acicate del deseo.” (11)

Palabras finales, o a la captura de lo salvaje

Vuelvo al diccionario de la Real Academia Española. También dícese de “salvaje”: “Actitud o situación que no está controlada o dominada”.

Control o dominio. Lo salvaje se presenta, para mí, como lo inasible, aquello que no se puede capturar del todo. En cuanto se realiza la captura, en cuanto se caza lo salvaje, lo salvaje deja de estar allí. En cambio tenemos un cuerpo encerrado, un cuerpo muerto, o una fotografía, que es la imagen fija de un cuerpo. Lo salvaje ya no está, desaparece en el momento de la cacería.

Así como el tigre, puede salir de la foto, cambiar de lugar sorpresivamente saliéndose de toda lógica; así como logra atravesar el espejo y nos deja del otro lado, sin posibilidad de disparar; así, este libro se me presenta salvaje. Y ese es su mayor hallazgo. Yo voy como cazadora, en busca de sentidos, y cuando creo atrapar algunos, se abren otros, me lleno de preguntas, y el libro se torna mágico (según uno de mis hijos), misterioso (según otro de mis hijos). Salvaje se me escurre de las manos.

Mis lecturas, las que presenté hoy, no lograron agotar el sentido. Quizás ni un millón de lecturas que hagamos juntos lograrán hacerlo. Como la selva, este libro puede ser revisitado muchas veces, como la selva, el misterio y el peligro permanecen allí. Celebro la permanencia de lo salvaje en este libro, celebro también nuestros intentos de captura frustrados.

SalvajeFinal


Notas

(1) Barthes, Roland. El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y de la escritura. Buenos Aires, Editorial Paidós, 2009.

(2) Mello, Roger. Salvaje. São Paulo, Global Editora, 2011.

Mello, Roger(3) Nota de Imaginaria: El artista brasileño Roger Mello (Brasilia, 1968; foto) ganó el Premio Hans Christian Andersen 2014 en la categoría Ilustración.

(4) Bajour, Cecilia. “El arte de la sorpresa: la metonimia de la imagen en los libros álbum”. En: Cruce de miradas: nuevas aproximaciones al libro-álbum. Antología editada por Teresa Colomer, Bettina Kümmerling-Meibauer y María Cecilia Silva-Díaz. Caracas, Banco del Libro de Venezuela-Gretel, 2010. Ver también: Bajour, Cecilia. “Presuntos cómplices: cuando se incita al lector a saber más que el personaje. Contrapunto de voces entre el texto escrito y la imagen en ciertos libros álbum”. Ponencia presentada en el I Simposio de Literatura Infantil y Juvenil en el Mercosur “Homenaje a María Adelia Díaz Rönner” (Salta, Argentina, 21 y 22 de septiembre de 2011).

(5) Joly, Martine. La imagen fija. Buenos Aires, La Marca Editora, 2003. Pág. 140.

(6) Joly, Martine. Op. cit.; pág. 129.

(7) Alessandria, Jorge. Imagen y metaimagen. Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, Instituto de Lingüística de la Facultad de Filosofía y Letras y Cátedra de Semiología del CBC,  1996.

(8) Sontag, Susan. Sobre la fotografía. México, Editorial Alfaguara, 2006. Pág. 16.

(9) Ibid., pág. 31.

(10) La Rosa, Juana. “Sobre el arte de narrar”. En: Revista Punto de partida. Buenos Aires, Editora del Sur, 2004. Pág. 10.

(11) Sontag, Susan. Op. cit.; pág. 33.


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4 comentarios sobre “A la captura de lo salvaje: Lecturas de un libro-álbum”

  1. Nacho Scerbo dice:

    Presencié esta ponencia. La buscaba y la buscaba, acá está. Admiro a Roger Mello. Este año en el Salao FNLIJ, el equipo de CEDILIJ y ALIJA le hicimos una entrevista, muy jugosa que ya saldrá publicada. Saludos desde Córdoba


  2. Alicia Serrano dice:

    Hola Nacho!
    Gracias por tu comentario. Avisanos cuándo aparezca la entrevista publicada. Me va a encantar leerla.
    Un abrazo


  3. Doña Eliza dice:

    Un artículo propio y digno de una docente «impropia», Alicia Serrano desbaratadora de certezas y estereotipos. Así la recuerdo de un curso donde se aparecía como una cazadora familiarizada con la selva, mochila enorme al hombro, nutrida de libros álbum y otras municiones. Su paso mueve estanterías y se atreve a terrenos escarpados: la muerte, la sexualidad en la infancia… y otros temas puestos en el borde.
    Movilizante leer esta ponencia y, me quedo con sed de más en medio de la selva, preguntándome por los «encuadres de lo salvaje».


  4. Alicia Serrano dice:

    Gracias Eliza por tu comentario. Yo también recuerdo a esa alumna colega que siempre estaba buscando más. Y que inventaba estrategias para sortear lo salvaje de las instituciones. Un abrazo!