Milagros y epifanías
Por Ricardo Mariño. «En esta época de avance del discurso técnico, de indigencia verbal y de construcción de un medio ambiente que uniforma, la lectura, especialmente la lectura de literatura, parece ser imprescindible para restituir la salud de lo central que nos constituye como sujetos: el lenguaje.» Texto pronunciado por el autor el 24 de agosto pasado —“Día del Lector”—, durante la presentación de los resultados de la Encuesta Nacional de Hábitos de Lectura 2011 en el Ministerio de Educación de la Nación, Buenos Aires.
Por Ricardo Mariño
Texto pronunciado por el autor el 24 de agosto de 2012 —“Día del Lector”, en conmemoración y homenaje al natalicio de Jorge Luis Borges—, durante la presentación de los resultados de la Encuesta Nacional de Hábitos de Lectura 2011 en el salón Leopoldo Marechal del Palacio Sarmiento (Ministerio de Educación de la Nación, Buenos Aires). Agradecemos a Ricardo Mariño su autorización para difundirlo en Imaginaria.
Como promotor de la lectura, soy un evangelizador vergonzante. Un predicador que se avergüenza de su traje negro y los zapatos lustrados, que no puede ensayar la sonrisa comprensiva hacia los descarriados, y que hasta está dispuesto a aceptar que se puede vivir sin ese dios en nombre del cual uno ha tocado el timbre a las ocho de la mañana del domingo.
Inicio del sermón: Siempre se asoció la lectura con cierta expansión del individuo y se subrayó su valor como recurso para entender el mundo y ser más libre. En esta época de avance del discurso técnico, de indigencia verbal y de construcción de un medio ambiente que uniforma, la lectura, especialmente la lectura de literatura, parece ser imprescindible para restituir la salud de lo central que nos constituye como sujetos: el lenguaje. A diferencia de los sistemas de señales o de códigos de las máquinas y de algunos animales, nuestro lenguaje incluye la diferencia, la ironía, la cita, el error, la vacilación, el lapsus, la conciencia de expresarse, y todo eso que lleva a decir lo propio, lo singular de uno en cada momento. Una imagen no vale mil palabras salvo en el caso de que se tenga posesión previa de esas mil palabras. El mecánico ve mil cosas cuando abre el capot del auto, yo no. Respecto a los problemas que puede provocar un coche, él goza de más libertad que yo. A más palabras, más libertad. En esta época en que el género charla está en vías de extinción y la gente parece dialogar mediante lugares comunes de la televisión, en esta época en que la gente habla como navega por internet, sin anclar en nada concreto, sin hacer “trabajar” a las ideas, la lectura de literatura que exige despojamiento y paciencia, es la vía más apropiada para encontrar lo singular, lo que nos expresa. La literatura ensancha los límites del lenguaje, pone a la vista sus estrategias y la lectura, como los viajes, da perspectivas, aporta nuevos ángulos de visión, hace a la gente menos esclava de las convenciones, pone distancia respecto al discurso ajeno. Todo lo que puedo decir en mi sermón es que la lectura es savia, savia con “v”, y que es protección contra cualquier intemperie. Fin del sermón.
Pensándolo mejor, es la predicación lo que no me cierra, la lata de vendedor, lo publicitario, la carga de moralismo que hay en las bajadas de línea que piden más y más lectura. Si no me va la predicación, en cambio no tengo más que buenas expectativas hacia los milagros. Produzcan un milagro delante de mi casa y tendrán en mi un creyente. Hagan que la lágrima resbale por la cara del santo el día que yo visite la iglesia, y me tendrán con ustedes. Separen las aguas para que yo pase, y contarán con mi fidelidad. Milagros, epifanías, apariciones, sí, predicación no. La directora pintarrajeada diciendo por el micrófono que hay leer, no. Milagros llamados Borges, Kafka, Arlt, Bolaño, Flaubert, Saer, Carson Mc Cullers, Philip Dick, Pizarnik, sí. Acerquemos los milagros a las casas, llevemos los milagros a las escuelas, que no quede un argentino sin su milagro.
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10/10/12 a las 11:51
Me gusta mantenerme actualizada.
un abrazo.
Teresa
10/10/12 a las 17:38
Genial como siempre. Un refrescante sacudón sus palabras.
10/10/12 a las 21:21
Querido Ricardo Mariño… qué puedo decirte, soy maestro, Teresita, mi esposa, también y hace 20 años más o menos, que te leemos, recuerdo un genial caracol que avanzaba un metro por día y se decía a sí mismo: «no seas loco, no vayas tan deprisa»… y los alumnos reían… Muy bueno lo de no predicar, casualmente tengo que presentar un informe diciendo las novelas que leímos a los alumnos en el marco del programa… Buenísimo lo de la savia, sí, es así, es savia que va por el cuerpo y el alma, que trasciende y entonces son arco iris a mundos imaginarios pero reales… en fin… un gusto, una inmensa alegría… Un abrazo
11/10/12 a las 14:10
Ricardo, como siempre disfruto de tus palabras por su precisión y su adecuación. Son «savias» como la literatura porque dan vida verde (como la esperanza), al alma.
12/10/12 a las 18:55
Qué excelente discurso!!! sin palabras…qué más se puede agregar?? Ricardo M., un gran escritor, que da gusto leer y recomendar. Comparto totalmente que la lectura es «savia»…gracias por tus palabras. Saludos desde Hernando-CBA.-
13/10/12 a las 19:49
Hay que difundir este discurso tan certero. Los misterios, las epifanías siempre son bienvenidos y si no aparecen hay que crearlos. Los evangelizadores sólo dejan sospechas o sensación de que se nos subestima. Muy bueno .
Cristina
18/10/12 a las 8:34
Interesante la postura de Mariño sobre el predicar. Se predica demasiado, se dice y se hacen encuentros de predicación sobre la lectura. ¡Hay que leer! Mandato. Creo que hay mas charlas sobre lectura que conciencia sobre ella.