Este cuerpo es humano

De Grassa Toro (textos) y José Luis Cano (ilustraciones). Reseña por Cecilia Bajour. Los atlas anatómicos suelen llamarse El cuerpo humano. En cambio esta anatomía se titula Este cuerpo es humano. Desde el título la premisa entonces parece ser que el distanciamiento es el de la mirada poética y no el de la asepsia de una mesa de disección. Una distancia que acerca.

Este cuerpo es humano
Anatomía escrita y dibujada
Grassa Toro
(texto) y José Luis Cano (ilustraciones)
Barcelona, Thule Ediciones, 2009. Colección Trampantojo.

 
Los atlas anatómicos suelen llamarse El cuerpo humano. En cambio la Anatomía escrita y dibujada por el escritor Grassa Toro y el ilustrador José Luis Cano se titula Este cuerpo es humano.

Desde el título la premisa entonces parece ser que el distanciamiento es el de la mirada poética y no el de la asepsia de una mesa de disección. Una distancia que acerca.

¿Mirada poética en un libro que nos habla de las partes y el engranaje de este, nuestro cuerpo?

La experiencia singular y humana que se abre junto con este libro supone un cruce inédito entre divulgación científica, extrañamiento poético y humor filosófico.

En el “Prólogo” los autores nos anticipan que el libro irá por partes como suelen ir todas las anatomías, pero nos recuerdan que somos una unidad. También nos avisan que la totalidad no existe ni en el decir ni en el pensar y por eso queda mucho espacio para abrir la boca con asombro y para acicatear las ganas de seguir explorando nuestro cuerpo.

Con ese espíritu empezamos “por el principio”, tal como indica con agudeza el subtítulo del primer apartado, el de los “Órganos genitales”. El saludable desenfado al hablar de los órganos masculinos y femeninos con el gesto humorístico de nombrar repitiendo gozosamente lo que a veces ciertos pudores callan o dicen por lo bajo sacude tabúes y conservadurismos varios porque, fundamentalmente, la presentación científica del tema convive con la sensualidad. De ahí que se proponga que “puestos a buscar razones o etimologías (los órganos genitales) también podrían llamarse órganos principales, pasionales, fundamentales, sensacionales, trascendentales, joviales” y, acto seguido, se explique sucintamente su funcionamiento a partir de estas refrescantes adjetivaciones.

Tal como sucede en este primer capítulo, la entrada a cada apartado supone una manera y un tono absolutamente originales para la descripción de nuestros órganos, sistemas y aparatos. Uno de los hallazgos de esta Anatomía es la naturalidad con que la rigurosidad de la terminología científica se enlaza lúdica y amablemente con los insospechados caminos narrativos, retóricos y descriptivos desplegados en cada tema.

Que hablar sobre el sistema nervioso esté tapizado de preguntas en las que el “por qué” domina por sobre el “porque” nos cosquillea la médula del saber y, por lo tanto, del placer: “tenemos sistema nervioso (…) para estar vivos, que es lo único que tenemos que hacer cuando estamos vivos”.

La insólita clasificación de esqueletos (“Hay dos tipos de esqueletos: el esqueleto vivo y el esqueleto muerto.”) es el pie argumental para luego radiografiar con palabras el rompecabezas de huesos que nos sostienen y sin embargo no vemos. Las funciones del esqueleto pasarán a llamarse “obligaciones” y su descripción es un claro ejemplo del diálogo entre humor y ciencia: tras enumerar deberes tales como mantenernos en equilibrio, garantizarnos el movimiento, proteger nuestros órganos internos y colaborar con la fabricación de la sangre concluye que “no es de extrañar que después de haber asumido tantas responsabilidades en vida, al esqueleto muerto le dé por reírse y bailar”.

En todos los capítulos la mirada extrañada sobre las partes de nuestro cuerpo se corre con audacia del tratamiento retórico y visual al que nos tienen acostumbrados las anatomías divulgativas más vistas en librerías y bibliotecas. Ver las semejanzas y diferencias entre el cerebro y la nuez, o entre el aparato respiratorio y algunos árboles (mirados al revés) no sólo es una manera humorística, poética y filosófica de pensar nuestro cuerpo sino que supone ir más allá de las asépticas descripciones y clasificaciones al llenar de vida y de preguntas justamente aquello que lo debería tener porque lo tiene.

Las ilustraciones de José Luis Cano son una de las claves de esta vitalidad: su cinético y vanguardista modo de mostrar “lo que tenemos adentro” retoma y potencia en la narración visual los hallazgos narrativos y descriptivos propuestos por Grassa Toro. Sus figuras humanas, lejos de convertirse en mero sostén desangelado para que se disparen múltiples flechas con términos complicados, son lúdicos y movedizos protagonistas del arte de mostrar cómo estamos hechos. Si bien hay indicaciones terminológicas que se derivan de las ilustraciones, lo que predomina es la síntesis lingüística y visual evitando así el estéril atiborramiento de datos que caracteriza a algunas propuestas de divulgación. El original tratamiento del color que desborda los contornos y al mismo tiempo se vuelve marco dinámico de las figuras representadas invita a pensar y percibir nuestra “maquinaria” como una posible usina estética.

Tras el último capítulo sobre las manos (su subtítulo dice “Donde el final y el principio se juntan”) que significativamente propone traer a la memoria nuestro origen histórico, el libro se cierra (¿o se vuelve a abrir?) con un apartado llamado “Higiene y curiosidades” que a modo de miscelánea aporta algunas sugerentes ocurrencias que se derivan de los capítulos leídos. Allí es posible leer en relación con el aparato circulatorio que a este “le sientan mal que pase mucho tiempo y que haya poco espacio”, o que “al aparato urinario le sienta mal tener que pedir permiso”, o con respecto al corazón que “podemos vivir con la sangre de otra persona, con el corazón de otra persona, pero no podemos vivir con la memoria de otra persona. El corazón no se acuerda de nada”.

Los inclasificables modos de leer este libro inclasificable por ahora no están disponibles para muchos lectores de América Latina si no se garantiza su distribución en librerías de nuestro continente. Si esto sucede el cuerpo, este nuestro y humano, estaría agradecido.

10 comentarios sobre “Este cuerpo es humano”

  1. maria silvia dice:

    me gustaría conseguirlo¿dónde lo puedo encontrar?


  2. patricia dice:

    exelente lo voy a tratar de conseguir porq tengo un nene de 5 años que esta viendo el cuerpo humano en el jardin, mostrandose interesado con el tema y con esto lo voy a incentivar aun mas


  3. Laura L. dice:

    ME ENCANTO QUIERO ESE LIBRO


  4. Juana dice:

    Buenisimo. ¿cómo puedo comprarlo


  5. Marta dice:

    Hola Cecilia, parece muy tentadora esta obra, lo que quisiera saber es si el lenguaje es muy localista o la lectura es accesible para lectores no españoles. Gracias!


  6. Cecilia dice:

    Según nuestra opinión no es un obstáculo sino un estímulo acceder a diversas variedades, usos y giros del español. En otras palabras, es un camino posible para ensanchar el mundo de nuestra lengua y de nuestras lecturas. De todas maneras, en este caso no estamos ante un libro que se caracterice por el localismo en el aspecto que mencionás.


  7. Ramona dice:

    Hola:me parece muy bueno utilizar temas como estos que les sirva al niño para aprender temas que a veces de otra forma no los asimilan.


  8. Daniela dice:

    Lamentablemente no se puede conseguir en Argentina, yo tuve la suerte que se lo encargué a una amiga que vive en España, está espectacular!Como todo lo que edita la editorial Thule.


  9. Libros con cuerpo | letraypalabra dice:

    […] reciente me recordó a aquel libro de anatomía que tanto me sedujo de pequeña. Se llama  Este cuerpo es humano, de Grassa Toro. Y me parece que condensa, de algún modo, lo que esos dos libros -ahora perdidos- […]


  10. yesica dice:

    Donde puedo conseguir los libros de la editorial thule en mexico df