La trágica comedia o cómica tragedia de Mr. Punch

libros-mrpunchDe Neil Gaiman (guión) y Dave McKean (ilustraciones y diseño). Reseña por Marcela Carranza. «El libro de Gaiman y McKean se asemeja a un rompecabezas que en pequeñas dosis, en escenas de gran impacto, va ensamblándose para construir una historia tan elíptica y provista de silencios y ambigüedades que, a la manera de un cedazo, nos permite asomarnos a una segunda historia, mucho más oscura, oculta, silenciada.»


libros-mrpunchNeil Gaiman (guión) y Dave McKean (ilustraciones y diseño)
Traducción de Ernest Riera.
Rotulación de Martín Garcés.
Barcelona, Norma Editorial, 2001.

por Marcela Carranza

«Lo más importante nunca se cuenta».
Ricardo Piglia

En su «Tesis sobre el cuento» Ricardo Piglia señala que un cuento siempre cuenta dos historias. «El arte del cuentista consiste en saber cifrar la historia 2 en los intersticios de la historia 1. Un relato visible esconde un relato secreto, narrado de un modo elíptico y fragmentario». (1)

La afirmación de Piglia le va como anillo al dedo a este libro de Gaiman y McKean con la salvedad de que no estamos hablando de un cuento, sino de una historieta o lo que algunos críticos prefieren llamar novela gráfica (2). Para complicar aún más las cosas, porque estamos hablando de un libro complejo, los lenguajes que participan de la construcción de significaciones son varios: el texto, que a menudo apela a la narración ulterior del protagonista y aparece en off, o que en los globos da voz a los personajes; las imágenes, producidas con una abrumadora variedad de técnicas combinadas: fotografía, collage, dibujo… y  un diseño que mantiene en vilo al lector desde las páginas de cortesía.

El libro de Gaiman y McKean se asemeja a un rompecabezas que en pequeñas dosis, en escenas de gran impacto, va ensamblándose para construir una historia tan elíptica y provista de silencios y ambigüedades que, a la manera de un cedazo, nos permite asomarnos a una segunda historia, mucho más oscura, oculta, silenciada. Como señala Piglia, «La historia secreta se construye con lo no dicho, con el sobreentendido y la alusión». (3)

La historia que se cuenta en la superficie, la del niño que pasa unos días en casa de sus abuelos, tampoco avanza completa y en forma lineal. Idas y venidas al pasado de la infancia en tres oportunidades distintas; y un regreso a un pasado próximo y al presente de la enunciación; retazos de información recogidos de la memoria, de la experiencia y la palabra ajena se suceden y se entrecruzan para construir esa primera historia que de a poco consigue armarse en la mente del lector.

A menudo el relato se interrumpe y el narrador reflexiona sobre las posibilidades de recuperar el pasado, buscar las propias raíces, recordar a los muertos:

«El camino del recuerdo no es ni derecho ni seguro, y lo seguimos por nuestra cuenta y riesgo. Es más fácil hacer cortos viajes al pasado, recordar en miniatura, crear pequeñas obras para títeres dentro de nuestras cabezas. Así es como se hace (4)

Hablar del recuerdo entonces sólo es posible de este modo. Breves fogonazos de un pasado que intenta reconstruirse. Fotografías, pequeñas obras de títeres, relatos cortos fragmentados en viñetas.

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El libro adquiere la forma permitida por ese recuerdo que su escritura intenta capturar.

Sin embargo, reconstruir el pasado, saber cuál es su verdad resulta un imposible para el narrador; esa verdad oculta, ocultada apenas se vislumbra, y quizás el esfuerzo de este libro consista en ese gesto que se conoce inútil desde el principio:

«No sé cuál es la verdad. Ni siquiera estoy seguro de que me importe. Están todos muertos, excepto quizá el titiritero, y debería dejarles descansar.»

Dentro de esta historia aparece de manera explosiva la tradicional obra de títeres inglesa: Punch y Judy. Si el recuerdo autobiográfico del narrador se construye a la manera de breves fragmentos, éstos se ensamblan con la obra de títeres que también dividida en escenas se entrecruza constantemente con los personajes familiares, con las atmósferas decadentes, con la violencia y crueldad de un mundo adulto ante el cual el niño actúa como desconcertado espectador.

El modo en el que un niño percibe a los adultos e intenta comprenderlos; de eso trata en parte este libro.

«Los adultos son criaturas amenazadoras. ¿Te tiro al agua? Te meteré en el cubo de basura. Te voy a comer. Te devolveré y te cambiaré por otro niño. Eso es lo que dicen. Y por mucho que te repitas que es mentira, o que es broma, siempre hay una posibilidad. Quizá estén diciendo la verdad.»

La mentira, la amenaza, el soborno, la demencia, la violencia, la venganza, el asesinato, la decadencia vital, la muerte, son los ingredientes de ese mundo adulto que entran en contacto con la tradicional obra de títeres. Frente a ambos, adultos y títeres, el niño se muestra confundido, aterrado y, a un mismo tiempo, fascinado espectador.

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Podríamos definir la primera aparición de Mr. Punch como fantasmal. Y este libro abreva en el terror, en lo siniestro oculto detrás de la cotidianeidad. De eso dan cuenta los espacios, las atmósferas creadas por el texto y muy especialmente por las imágenes. Así en una mañana helada de fines del verano, en medio de una playa desierta, el niño se aproxima a la única mancha de color: un clásico teatro de títeres con franjas rojas y blancas. La casilla está vacía, no hay titiritero alguno, y sin embargo los títeres cobran vida y representan para el niño un primer acto: el asesinato del bebé.

Para la representación del niño McKean recurre al dibujo, mientras los títeres aparecen fotografiados. De este modo en la imagen, los muñecos tienen mayor espesor de realidad que el protagonista. La caída del bebé del escenario es narrada por una sucesión de imágenes borrosas en diferentes planos, a la manera de una cámara lenta. Si el hecho de que los actores sean muñecos diluye en parte el horror del crimen, las imágenes de McKean logran restituirlo.

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«…y ahí quedó, silencioso y sangrando.»

Mr. Punch se entrecruza con la historia familiar del protagonista desde distintos ángulos, pero particularmente a través de dos personajes. Sin duda el tío abuelo Morton es quien más se le asemeja físicamente. «Pelo oscuro como el mío, una frente quebrada y una sonrisa torcida, y entre ambas una orgullosa nariz judía, saliente y picuda. Sobre la nariz dos ojos grises brillantes. Morton era un jorobado: menudo y listo. Cuando cumplí ocho años, era tan alto como él, y me encantaba.» Además hay versiones familiares que adjudican su joroba al hecho de haber sido tirado por las escaleras cuando era un bebé. Significativamente otra versión familiar habla de un hermano gemelo del tío Morton o del abuelo, que habría muerto al ser arrojado por la ventana, pero no hay definiciones al respecto. Distintas versiones, conversaciones familiares que reconstruyen un pasado a medias. Sombras que apenas se dibujan detrás de cortinados en la imagen.

Pero el tío abuelo Morton no es el único que guarda similitudes con Mr. Punch. Uno de los personajes más oscuros de esta primera historia es el abuelo paterno del narrador. «Tenía un Daimler negro enorme, que al final se estrelló contra un muro. Salió físicamente ileso, pero nunca volvió a ser el mismo. Todos sus asuntos, de negocios y de otra índole, habían terminado, y estaba todo el día en casa gritando a mi abuela, escupiendo saliva con la furia de sus palabras. Cuando ella no pudo resistir más, se lo llevaron, para evitar lo peor.

Punch, claro, mató a Judy».

Las imágenes que acompañan a esta presentación del abuelo paterno son aterradoras. Como en el caso del bebé asesinado, nuevamente McKean recurre a una secuencia fotográfica. Se trata de la misma imagen repetida seis veces mediante el efecto de zoom. El rostro demencial del anciano es una enorme máscara cuyo ojo vacío se aproxima al observador situándolo en el lugar de la víctima.

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Si la primera historia alude a tres momentos puntuales de la infancia del narrador -pero particularmente el breve período de tiempo que el niño pasa en casa de sus abuelos paternos debido al nacimiento de su hermana-, no menos significativo resulta el espacio en el que las acciones se desencadenan: un salón recreativo, propiedad del abuelo, situado «lo suficientemente lejos del mar como para ser un absoluto fracaso comercial».

«Era un laberinto medio vacío de viejas máquinas tragaperras, de tiendas y cabinas. Había un laberinto de espejos, una anciana con un pañuelo atado a la cabeza, sentada bajo un rótulo con la palma de una mano dibujada y que bebía té de un termo; un pequeño zoo lleno de enormes loros de aspecto malvado, de rojos furiosos y azules vívidos, que graznaban con voces agudas e ininteligibles; y en la parte de arriba del edificio, sobre una roca, en el centro de un lago artificial muy pequeño, había una sirena.»

El salón recreativo actúa como un lugar fronterizo entre la ficción y la realidad. Un espacio decadente, público y a la vez semi-abandonado. El espacio ideal para un personaje como Mr. Punch, en el que el juego y la risa infantil se cruzan con el terror y lo macabro. (5) En este espacio -el del abuelo, el tío Morton y la sirena- aparece Swatchell, el profesor del espectáculo de Mr. Punch. Es el titiritero quien presenta al niño los diferentes actores del espectáculo y las funciones del «botellero». Su nombre, como descubrirá el narrador al final del libro, obedece a la lengüeta utilizada para hacer hablar al títere con una voz de otro mundo. Y su perro, llamado Toby, ataca al tío Morton del mismo modo que el perro Toby del espectáculo de títeres ataca a Mr. Punch.

Si en su primera aparición Mr. Punch actuó sólo, sin titiritero, también Swatchell pondrá en discusión los límites de la ficción y la realidad en el espectáculo. Él mismo se define como uno de los personajes: el cocodrilo o dragón, que acompaña a Mr. Punch desde épocas remotas. El niño prueba el cocodrilo en su mano y descubre que una vez puesto el títere cobra vida. Pero al querer manipular a Mr. Punch, Swatchell le responde: «Cuando se da vida al Señor Punch, ya no puedes liberarte de él».

Los orígenes de Mr. Punch se pierden en el «alba de los días» y nunca muere porque puede vencerlos a todos, incluso al diablo. Como Punch, el profesor también parece poseer una vida eterna; cuando el protagonista, adulto, cree vislumbrarlo en una multitud:

«Luego pensé que el hombre que había visto no podía ser Swatchell. Nadie vive para siempre, después de todo; ni siquiera el Diablo. Todo el mundo muere excepto el Señor Punch, y él sólo posee la vida que roba a los demás.»

Como un vampiro Punch se sitúa en el límite entre la vida y la muerte. Es inmortal e invencible, aunque vive a costa de la vida de los otros. Como todo títere depende del profesor que lo manipula, pero hace de él su esclavo. ¿Qué es un títere sino la sombra del hombre que lo dirige, su doble? (6)

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El recuerdo, como la creación de pequeñas obras de títeres en nuestras cabezas. Diferentes versiones para una verdad que no se deja apresar. Las imágenes del pasado semejantes a una pesadilla infantil: confusas, borrosas, fragmentadas. Detrás de todo esto la segunda historia. ¿Quiénes eran en realidad aquellas personas, aquellos muertos del pasado? «La gente es así: Misterios con patas, todos.», afirma el profesor refiriéndose a su antiguo botellero.

El narrador pretende revelarse y revelarnos parte de ese misterio, y es Mr. Punch quien nos dará algunas pistas para ello, pero nada parece quedar demasiado claro.

Hacia el final de su recuerdo, el protagonista es testigo de una escena entre adultos que se le revela tan confusa como violenta. El narrador nos dice: «A plena luz, había tres hombres que reconocí y una mujer que no.» Sin embargo el lector sabe cuáles pueden ser estos tres hombres y esta mujer situados en el salón recreativo. Como frente a los títeres, el niño se siente turbado, alterado, pero no puede abandonar su sitio de espectador.

«La mujer señaló a uno de los hombres y empezó a reír. Era un sonido feo, de menosprecio, en cierta manera más turbador incluso que los gritos. El hombre cogió un pedazo de madera y empezó a golpear a la mujer con él. Un golpe en el estómago. Un golpe en la cara. Otro hombre le apartó de ella. Ella se levantó, y dejó escapar un gemido grave y tenebroso. Entonces echó a correr y ninguno de los hombres intento detenerla.»

Hasta este momento las imágenes, al igual que el texto no muestran al lector la identidad de los personajes. Éstos son sólo sombras en una arpillera detrás de la cual se oculta el niño. La ilustración descubre la identidad de la mujer al lector en el mismo instante en que el niño logra reconocerla. El texto no nos dice más, pero junto al pequeño hay un muñeco (¿el bebé de Mr. Punch?). El niño lo arroja al vacío. Es en la información brindada por estas imágenes donde situaciones y diálogos anteriores se encastran dando lugar a la segunda historia; poco clara, semioculta, incompleta y oscura, pero que obtiene de la demencial obra de títeres buena parte de su sentido.

Quizás esta reseña apenas logre dar cuenta de cómo, a la manera de una máquina barroca y pesadillesca (¿la que sostiene a Mr. Punch en la portada?), el libro logra ensamblar todos sus elementos, incluso detalles como la secuencia fotográfica de las páginas de cortesía, o una dedicatoria de hilarante humor negro. (7) Y de cómo su construcción parece ser la única posible para aquello que el libro quiere decir al lector y para aquello que premeditadamente calla. Y es en ese silencio donde hay mucho más por descubrir, donde el lector, investido de la libertad de Mr. Punch, podrá hacer lo que le plazca.

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Notas

(1) Piglia, Ricardo. «Tesis sobre el cuento» en Crítica y ficción. Buenos Aires, Ediciones Librerías Fausto, 1993; pág. 75.

(2) Respecto a la denominación de «novela gráfica» resulta interesante leer la opinión de Art Spiegelman, autor de la exitosa historieta Maus: «Odio la expresión novela gráfica. Tiende a provocar confusión. Suelen llamarme el padre de la novela gráfica moderna. Si eso es verdad, quiero que me hagan un análisis de sangre: novela gráfica suena más respetable, pero prefiero comics, porque le da crédito al medio. Comics es una palabra tonta, pero eso es lo que son.» En «Vale decir: Spiegelman por Spiegelman» (Página/12, suplemento Radar; Buenos Aires, 28 de diciembre de 2008). Otro artículo donde Spiegelman hace referencia es «Retrato de un detective privado de ojos cristalinos; Historieta: Paul Auster hecho cuadritos» (Página/12, suplemento Radar; Buenos Aires, 12 de febrero de 2006).

(3) Piglia, Ricardo. «Tesis sobre el cuento» ; ob. cit., pág. 77.

(4) La negrita es nuestra. La frase «Así es como se hace.» pertenece al personaje de Mr. Punch. Con estas palabras el títere suele coronar su victoria frente a sus enemigos.

(5) El decadente salón recreativo del abuelo puede recordarnos a otro siniestro parque de diversiones, al escenario de uno de los villanos en la historieta Batman: el Joker. Significativamente, dos bufones secuaces del Joker llevan los nombres Punch y Judy.

(6) «Y el títere -es mejor divagar sobre su origen- nació cuando el hombre, el primer hombre, bajó la cabeza por primera vez, en el deslumbramiento del primer amanecer, y vio a su sombra proyectarse en el suelo, cuando los ríos y las tierras no tenían nombres todavía. Y el día que modeló el primer muñeco tuvo que pensar en su sombra. Lo hizo a su semejanza, y nació el títere, sin vida propia como la sombra del hombre, que necesita de él para moverse y vivir.» Villafañe, Javier. «El mundo de los títeres». En: Javier Villafañe. Antología. Obra y recopilación. Biografía y selección literaria de Pablo Medina. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1990. Pág. 241. Este artículo también fue publicado en Imaginaria, aquí.

(7) La dedicatoria es la siguiente: «Para Holly Gaiman, que ahora es demasiado mayor para que la tiren por la ventana, y para Yolanda McKean que tiene la edad justa.»


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Reseñas de libros: Coraline, de Neil Gaiman con ilustraciones de Dave McKean.

Reseñas de libros: Los lobos de la pared, de Neil Gaiman (texto) y Dave McKean (ilustraciones)

Lecturas: Mr Punch: «¡Así es como se hace!», por Marcela Carranza

5 comentarios sobre “La trágica comedia o cómica tragedia de Mr. Punch”

  1. Maia dice:

    buenas no lo consigooo en la ciudad de rosario donde lo puedo comprar


  2. Marcela dice:

    Hola Maia:
    Lamentablemente es un libro difícil de conseguir en Argentina. En Buenos Aires en algunas casas de cómic. Yo compré el único ejemplar disponible en una librería especializada en LIJ de Bs. As. No tengo idea en Rosario. Supongo que allá es tan o más difícil que aquí. Las opciones son: por internet o algún amigo/pariente en España.
    Suerte. Es muy bueno. Ojalá lo puedas conseguir.


  3. keki dice:

    Que linda esta nota!!!
    Los felicito.


  4. Mariano Peralta dice:

    Hola, estoy desesperado buscando éste libro, soy de Capital Federal, por favor si alguien sabe alguna librería o comiquería acá en Bs As en donde pueda conseguirlo, que postee la direccion, por favor, Gracias.


  5. Grisel dice:

    Fijáte en el Club del Comic o en Entelequia; hasta hace unos meses lo tenían.
    Suerte

    Grisel