Conversación
abierta con Ema Wolf
Invitada especial del foro
de Imaginaria y EducaRed
Entre el 7 y el 16 de diciembre de 2005, Ema Wolf fue nuestra invitada especial.
Aquí presentamos la mayor parte de la conversación que mantuvo con los participantes durante esos diez días. La versión completa se encuentra en la sección correspondiente del Foro, que lo invitamos a visitar. Hemos corregido errores de tipeo y aclarado algunas frases, respetando siempre el sentido de los mensajes originales. También hemos mantenido el orden aproximado en que fueron apareciendo los diferentes temas.
Presentación
Ema Wolf nació en Carapachay, provincia de Buenos Aires (Argentina), el 4 de mayo de 1948. Es licenciada en Lenguas y Literaturas Modernas por la Universidad Nacional de Buenos Aires. En 1974 realizó una investigación sobre el kitsch en los medios masivos de comunicación para el Instituto de Literatura Argentina de la Facultad de Filosofía y Letras, trabajo que se completó con un curso dictado en la Universidad de Bahía Blanca y un fascículo sobre la novela de folletín para el Centro Editor de América Latina.
En 1977 realizó investigaciones para el libro Ortiz, la Argentina opulenta, de Félix Luna.
Desde 1975 trabajó en forma continuada para distintos medios periodísticos y revistas infantiles. En la década del '80, a partir de su vinculación con la revista infantil Humi, comenzaron a publicarse sus primeros títulos en el campo de la literatura para chicos. En 1996 inició sus colaboraciones en la revista del diario La Nación.
Fue cofundadora de la revista La Mancha, papeles de literatura infantil y juvenil y, entre 1996 y 1998, formó parte de su Comité de Redacción.
Por su libro Historias a Fernández, en el año 2000 ganó el Primer Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil , otorgado por la Secretaría de Cultura de la Nación. En 2004 la Fundación Konex distinguió su trayectoria profesional con el Diploma al Mérito en la categoría "Literatura Juvenil", galardón que se otorgó a los escritores más destacados en los últimos diez años. En 2005, por la obra El turno del escriba —escrita en coautoría con Graciela Montes—, ganó el VIII Premio Alfaguara de Novela.
Por su destacada producción bibliográfica, la Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina (ALIJA) la nominó candidata por la Argentina al Premio Hans Christian Andersen en 2002, 2004 y 2006.
Gracie:
Hola Ema, ¡bienvenida a este foro!
¿Qué lecturas -de infancia, de adolescencia o de adultez- pensás que tienen más influencia en lo que escribís?
Ema Wolf:
Sin duda, la literatura de itinerarios y de espacios abiertos.
Mal la va conmigo el objetivismo francés. Un libro me hacía
recorrer el mundo en sus coordenadas de espacio y tiempo, o no
era nada para mí. "Pollos de campo", "Perafán de
Palos", "La sonada aventura de Ben Malasangüe", mis cuentos
de náufragos y "El turno del escriba" son muestras de esas
preferencias. Preferencias que atravesaron toda mi adolescencia
y siguen presentes hoy. Como hoy además puedo apreciar
una buena escritura, siempre tengo a mano a Melville, Conrad,
Quiroga, Guimaraes Rosa, Stevenson...
Andrés 1530:
Buenas noches señora Wolf, y hablando de su infancia:
¿A qué edad se dio cuenta que su apellido tenía tanta mala prensa en todos los cuentos infantiles? (Digo por lo de Wolf-Lobo.)
¿Hinchaba siempre por el lobo?
Ema Wolf:
Uno de los tormentos de mi vida escolar era que nadie sabía
pronunciar mi apellido, ni yo, por eso lo odiaba. En la escuela,
yo era golf o ¡gooool!
Cuando entendí qué significaba, me reconcilié
con él. Lástima: ya había dejado atrás
Caperucita.
Andrés 1530:
El dato sobre cuanta superficie alar se necesita para volar (“El libro de los prodigios”) es muy verosímil, pero... ¿es real? ¿Lee/leyó ciencia ficción?
Señora Wolf, siguiendo por "sus comienzos" ¿recuerda cuándo se animó a soñar que se iba a dedicar por entero a la escritura?
Ema Wolf:
Sí, es un dato que encontré en un libro. Es difícil inventar datos así. Quiero creer que el autor no se equivocó.
Nunca soñé eso. Las cosas se fueron dando solas y de a poco. Un día me encontré con que escribir era mi profesión. Y me gusta mucho. Pero como soy levemente claustrofóbica, prefiero pensar que todavía estoy a tiempo de cambiarla.
Creo que ahora me acuerdo: fue en el libro "Ángeles" de Malcom Godwin, Ed. Robin Book. Lo vi ayer en un estante. Y no: no leo ciencia ficción, no me gusta, leo la ciencia como ficción.
Escribir para chicos
Aliciader:
Hola Ema, es una alegría poder saludarte y expresar toda mi admiración hacia tu obra. Disfruto cada uno de tus textos, tanto en la facultad, donde sos "el" referente entre quienes nos interesamos por la producción para niños, como en casa, mientras les leo tus cuentos a mis hijos. Un verdadero placer.
Además, como todas las buenas ficciones, cada texto tuyo enseña mucho acerca del proceso mismo de escribir. Y eso es maravilloso para quienes estamos dando los primeros pasos en esto de escribir para los chicos. A propósito de esto último, quisiera conocer tu opinión acerca de los talleres de escritura. Yo participo de un taller para escritores coordinado por una poeta donde soy la única que produce literatura para chicos, y a veces, ante un texto mío, mis compañeros que escriben para adultos se quedan dudando en cuestiones como "habría que ver para qué edad eso puede ser ", o "ese final es muy angustiante para un niño", o "los chicos necesitan que los misterios sean explicados...", y hasta han llegado a sugerirme que consulte con alguna psicopedagoga como para saber en qué etapa evolutiva los chicos pueden recibir tal o cual cosa.
¿Te parece conveniente que aquel escritor que quiera escribir para chicos sea supervisado en un taller "para chicos"?. Defiendo la idea de que primero está el texto, la palabra, más allá del destinatario. Sin embargo, por estas cuestiones de conocimiento de "psicología infantil", pienso que hay que tener en cuenta esa dimensión, y supongo que en un taller de literatura infantil eso está en juego todo el tiempo, ¿es así? Finalmente, ¿cómo hacen los que escriben para chicos para "ubicarse" en lo que puede digerirse en cierta edad y no en otra?
Ema Wolf:
Descuento que ya habrás considerado cosas como: la oportunidad
de asistir a un taller de poesía si querés hacer
narrativa -¿o escribís poesía?-; la idoneidad
de la tallerista, es decir que escriba bien y/o sea una buena
crítica -son los dos lugares, creo, desde donde se puede
ayudar a otro a escribir: desde lo que enseña el oficio
cotidiano o desde el poder hacer lecturas agudas, con método,
sobre aspectos constitutivos de un texto-; la autoridad de tus
compañeros de taller para evaluar lo que escribís
en función de lo que ellos suponen que desean o necesitan
los niños en cada edad. Como supongo que todo esto está
en orden, sigo:
No veo diferencias entre escribir para chicos y para grandes.
El que dibuja tiene que saber técnica de dibujo, no importa
para qué la use después.
Si para escribir para el prójimo -no importa cuándo
tiempo hace que nació ese prójimo- es necesario
consultar un gabinete psicopedagógico, estamos en problemas.
Ni el chiflado de Andersen ni el depresivo de Salgari deberían
haber osado. Ni Baudelaire, ni Dostoyevski... No se escribe, creo,
desde la premisa de hacer lo adecuado.
Me parece un exceso de psicologismo el que un texto escrito para
una persona joven deba ser supervisado por un taller ad hoc. Te
diría más: me aterra. Si no alcanza el criterio
del propio autor -que bien puede ser un perfecto degenerado-,
siempre estará el criterio del editor responsable.
La edad del lector no importa en el momento de producir el texto.
Eso tiene que ver con algo posterior: la difusión de ese
texto. Y esto siempre ofrece fronteras difusas. Dame un texto
armonioso en sus recursos y estará todo bien...
(El tema da para un espacio mayor, me temo.)
Lucila Parietti:
Hola ¿cuántos años tenés?
Ema Wolf:
57.
Gusto por la lectura
Mariel Mannino:
¡Hola Ema!
Por este medio quiero hacerle llegar mi admiración por su trabajo que disfruto como docente de nivel primario así como también siendo madre que lee a sus niños, de 6 y 2 años.
Me interesaría conocer sus ideas acerca de los materiales de lectura que se incluyen en los libros y manuales escolares. Personalmente, me parece que hay muy pocos que provoquen el gusto por la literatura: hay adaptaciones, versiones "light" que, por mi experiencia, aburren a los chicos.
También me gustaría conocer su opinión acerca de la abundancia de obras de terror.
Ema Wolf:
Mariel, yo nunca cursé una materia pedagógica en
mi vida -en la facultad hice la licenciatura, no el profesorado-
así que mal puedo hablar de los manuales. Mi único
vínculo con ellos es autorizar a los antólogos -y
no siempre- a reproducir allí cuentos míos, con
el compromiso de no tocar una coma. Misterio del arcano: yo tengo
unos ciento cuarenta cuentos circulando, y ellos piden siempre
los mismos seis. ¿Pereza? ¿Esos seis son los que
mejor sirven a sus "módulos"?
Así que no creo que los manuales sean muy estimulantes.
Proporcionan lecturas, y eso está bien, pero de ahí
a instalar el gusto por leer hay un largo trecho. "Afuera" hay
libros menos cautelosos y más entretenidos. No olvides,
además, que los editores de textos aspiran a un mercado
muuuuuy amplio, y que, para conquistarlo, sus manuales deben pasar
por la aprobación de muchos adultos, algunos muy conservadores;
y ellos no quieren correr riesgos.
No hay muchas obras de terror. Pasá revista a lo que de
veras aterroriza y vas a ver que en realidad estamos hablando
de las salamandras. Una cosa es incluir monstruos, que son lindos
para trabajar y a los chicos les encantan -están en mis
cuentos de humor, como los gatos y las viejas-, o también
escribir relatos con algunos "lugares" (topoi) característicos
del género. Otra muy distinta es hacer terror de verdad.
A mí me gusta mucho el terror de verdad. Siempre me pareció
muy difícil de hacer. Y pretender, además, hacer
algo original...
Andrés 1530:
Veo que para usted lectura y conocimiento van de la mano; me gustaría saber si lee divulgación científica periódicamente, y si es así cuáles son sus temas preferidos.
Ema Wolf:
Sí, a menudo me encuentro leyendo revistas del tipo “Conocer” y “Muy Interesante” -ya están viejas, creo-, el “National Geographic” o el suplemento “Futuro” donde escriben Capanna y Moledo. No tengo un tema preferido. Me gusta la información porque me sorprende. Es fácil de entender: si vos te pasás todo el tiempo pensando -buscando, es lo mismo- en términos de ficción, la información es buena, porque la alimenta. A veces son libros: cuando andaba buscando prodigios, leí sobre bufones, Mozart, Blas de Lezo, piedras, animales fantásticos americanos, la santa barbuda, ángeles, recogí supersticiones sobre barcos gigantes, leyendas.... Me gusta. Y es papa para la cabeza. A veces creo que no busco información para escribir, sino al revés.
Andrés 1530:
...el sentimiento de maravilla ante el mundo, que nos emparienta con los chicos.
Ema Wolf:
¿Sabés que lo pienso al revés? Que todas las personas, a toda edad, tienen esa atracción por lo maravilloso. Y que los chicos YA la tienen, como futuros adultos que son.
Andrés 1530:
Es una visión muuy optimista de los adultos...claro que es más lindo pensarlo así; aunque yo creo que uno de los trabajos de un adulto es no dejarse vencer por esa entropía de "tener todo respondido", Rutina también se llama a las operaciones que hace una computadora programada, si no está definido en el programa simplemente es "no computable" y a otra cosa mariposa.
Quizá una definición para un escritor es que para ella/él "todo es computable"...
Paula Irupé:
Estoy haciendo un trabajo sobre "Educación en valores" (ése es el título "pedorro", perdón pero no se me ocurre sinónimo más decente pero igual de claro, que engloba todos los trabajos). Mi "valor" elegido es la curiosidad, valor desprestigiado y escondido por adultos que prefieren la solidaridad, el respeto y la tolerancia. (No es que yo no valore estos valores pero están desvalorizados porque se deslizan hacia la lástima, la obediencia y el "te aguanto hasta que toque el timbre".)
Para mi "Elogio de la curiosidad" estoy recopilando citas como las que acabáis de aportarme (con vuestra licencia).
El terror en la literatura infantil y juvenil
Marco Antonio:
Ema, hace poco tiempo descubrí el mundo de la literatura
infantil y juvenil en mi profesión y gratamente entré
en contacto con tu obra. Puedo decirte que una de las imágenes
más vividas relacionadas con mi niñez las recordé
con el puchero de "Pollos de Campo" al iniciarse la tormenta.
Cuántas imágenes me trajo a la memoria... Por otra
parte, soy vecino tuyo, de Carapachay (o Munro, porque vivía
en el limite) pero fui a la 18 y hacia compras en el Norte y conocía
la tintorería de Beto...
En fin, vuelvo a mi pregunta, ¿por qué creés
que no aparece el género de "terror" en la literatura infantil?
¿Será que es por causa de un prejuicio "pedagógico"
para que los chicos no tengan emociones fuertes o que los traumaticen
o por causa de no existir una tradición en nuestro país?
Ema Wolf:
Mi primo iba a la 18 y mi mamá hacía compras en el Norte. ¡Grande Carapa!
Supongo que hay más de un motivo. El prejuicio psicológico
es uno, sí. Sólo que mientras por televisión
los chicos acceden al terror sin problemas, la literatura, quizás
al autoconsiderarse más duradera y jerarquizada, también
se considera más "responsable" en ese aspecto, y se reprime,
por las dudas, o hace un terror liviano, terror "como si". A los
chicos les encanta el terror -no sé si a todos, tal como
sucede con los adultos- y se lo van a procurar dónde sea.
Entiendo que ellos mismos pueden graduar, prácticamente,
su vínculo con esa forma de ficción sin dejar que
los perturbe.
Y es cierto que no tenemos tradición de literatura de terror,
como sí la hay en la lengua inglesa, por ejemplo, y como
sí la tenemos en la narrativa oral. Pero esto, a lo sumo,
lo que produce es sólo falta de originalidad. Respeto mucho
el género, he leído y he visto bastante cine. Nunca
escribí terror, sólo puse monstruos en algunos de
mis cuentos de humor. Si asustarse tiene una función catártica
y positiva en los niños -revisar Bettelheim- está
muy bien. Y si sólo les da placeres escalofriantes, para
mí está bien igual.
Paula Irupé:
Yo leí, a los doce años ( bah, me habrá llevado como dos años completarlo) “El resplandor” de Stephen King. Me asustó de verdad, lo soltaba cada tanto como si fuera un bicho y me juraba no volver a tocarlo, pero a la semana caía en la tentación y recomenzaba. Hasta bien entrada mi "adultez" necesité descorrer la cortina de la ducha para entrar al baño. Creo que lo que me "enseñó" ese libro, que recuerdo como un hito en mi carrera de lectora, fue el poder de la ficción, el poder que yo le daba a la ficción, la fuerza que tenían para mí las cosas hechas con palabras.
Ema Wolf:
Stephen King es muy buen cuentista. Se lo mira poco como tal.
Y "El pasillo de la muerte" (título bobo de "La milla verde")
es un folletín -¿quién tenía interés
en los folletines por acá?- magnífico
Gracie:
Me interesa abundar en este tema del terror en la literatura, no porque me guste sino porque me asusto fácilmente. "La milla verde" me pareció un folletín más místico que de terror, y lo disfruté en todas sus entregas. Otras cosas diferentes me ocurrieron con cuentos de Poe, que presentaban verdaderas situaciones de encierro y muerte sin ninguna solución políticamente correcta. Es cierto, también, que no hay una tradición literaria prestigiosa en Argentina sobre la literatura de terror, excepto los cuentos de aparecidos que ya nadie toma en serio.
Ema, ¿qué cuentos de terror te resultaron realmente terroríficos? ¿Y qué películas?
Ema Wolf:
Por suerte la corrección política no se había
inventado en la época de Poe.
Sin duda "La pata de mono", de Jakob encabeza el ranking. Como
ocurre con "La milla verde", y con "El pozo y el péndulo"
y el otro, el del gato emparedado, de Poe, más que terror,
es cierto, provocan una angustia inenarrable. ¿Es porque
alguien sufre "realmente"?
El terror gótico a lo Sheridan Le Fanu, M. R. James, Mary
Shelley y los cuentos que escribían las señoras
inglesas a fines del XIX me parecen más bien divertidos.
Lovecraft no me da miedo, pero el maldito tiene los mejores títulos
de terror y no puedo resistirme.
En cine mi terror es estéticamente primitivo. Me aterroriza
una pésima película de Dario Argento. Un Papá
Noel asesino, por ejemplo. En cambio, maravillas como el Nosferatu
de Murnau, el de Herzg y el de Coppola sólo me hacen disfrutar.
No me gusta el splatter...
En fin, habría una lista larga de consideraciones. Mi casa
está llena de material de terror, literario y gráfico.
Mi capacidad de asustarme baja, porque me encuentro con todo eso
mientras estoy barriendo.
-Me da miedo pensar en escribir un cuento de miedo. ¿Qué
haría?
Amara:
A mí mucho no me atraen los cuentos de terror (como no me gustan las montañas rusas), pero me acuerdo de haber leído de chica algunos de Poe y tratando de recordar la sensación es más parecida a eso que nombrás, Ema, como angustia.
Lovecraft, lo mismo, más la presencia de una personalidad muy oscura y retorcida.
Y hablando de pelis; ¿no te asustó un poquito "El silencio de los inocentes" (o “El silencio de los corderos”, como se llama de una manera más poética en inglés).
Ah, yo estaba interesada en el tema de los folletines; no existe más como género, ¿no? Leí por ahí que Dickens publicó “David Copperfield” en revistas; supongo que sería un equivalente de las novelas de tele...
Ema Wolf:
"El silencio de los inocentes", que es muy buena, me mantuvo
sentada en el borde de la butaca sin separar los ojos de la pantalla
y sin parpadear.
Como género no. Es más una forma de publicación:
en serie y con soporte de un medio periodístico. Si pensás
que "Amalia" de Mármol, "Pinocho", muchos textos de Dickens
como bien decís –“Oliver Twist” seguro-
"Juan Moreira", "Humillados y ofendidos" de Dostoievsky, “Sherlock
Holmes” y Salgari se publicaron por entregas, coincidirás
en que la palabra "género " es resbalosa: hay cosas de
muy dispar línea narrativa y valor literario. No sé
si no existe más –“La milla verde”, de
la que hablábamos, se publicó por entregas en libros
sueltos-; sí que era una forma muy característica
del siglo XIX, cuando se desarrolla el poder de los periódicos.
(Ufa, suena medio profesoril, no?)
Paula Irupé:
Mi hija de diez años leyó este año “Socorro”, “Quién le teme a Demetrio Latov” y “Escuela de vampiritos”. No parece haberse asustado mucho.
Tiene algunos títulos de esa colección Escalofríos, pero lo único que llama la atención son las tapas y asusta cómo están traducidos.
¿Será que el cine ha tomado el lugar de "asustante"? ¿Vieron que el nuevo Harry es para mayores de 13? Mi hijo menor con la tres pegó un par de saltos en la butaca y se metió detrás de mi hombro un par de veces.
¿Se acuerdan de los fragmentos de “El Señor de los Anillos” en que aparecen los perseguidores de Frodo?
Ema Wolf:
No es de extrañar. Lo visión de lo monstruoso asusta más que el relato de lo monstruoso. Por otro lado, insisto, la literatura es mucho más cautelosa cuando se dirige a un lector chico, y no sólo con respecto al terror. Para poder disfrutar de auténtico terror el chico, creo, tiene que desplazarse al campo del relato para adultos (en cine, en libros, en TV...) Donde probablemente encontrará mejores libros y mejor traducidos
Aceptación de la literatura infantil
Pancho Rojas:
Ema, es un gusto verte en el foro. A muchos nos hubiera gustado que como ganadora del Premio Alfaguara hubieras visitado la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en México.
En la Feria sucedió algo para dar gusto a quienes trabajamos en esto. En una conferencia, donde el tema era la lectura, Fernando Savater dedicó buena parte a la importancia de la literatura infantil y juvenil. ¿Esto se puede leer traducir como un creciente interés por parte de los círculos intelectuales hacia lo que se escribe para niños y jóvenes?
Ema Wolf:
Hola, Pancho. Sí, creo que hay un interés mayor por parte de los intelectuales hacia la literatura para niños, aunque no sé si todas las razones son para alegrarse: está pesando mucho el aspecto comercial, tanto en editores como en autores, y lo está haciendo de un modo cuya explicación requiere de más espacio que éste. Mientras tanto, podemos preguntarnos cosas: ¿habrán descubierto que algunos textos muy sencillos son muy buenos? ¿Empezarán a dudar de que la literatura para adultos es siempre buena, o de que es la única buena? ¿Tendrán sospechas de que no necesariamente son mejores lectores que una persona que nació hace poco tiempo? ¿Habrán notado que los que escriben para chicos también pueden escribir libros para adultos? De cualquier modo "círculos intelectuales" es una categoría demasiado amplia, deberíamos abrir el paquete e indagar las motivaciones de este interés en cada caso. Me parece que hay algo claro: la única manera de remontar los prejuicios es con resultados cada vez más respetables
Gracie:
Ema. Coincido con vos en que es bueno plantearse estas preguntas. Es cierto que el negocio de la literatura infantil ha devenido en más rentable que el de la literatura para adultos, cosa que no garantiza la calidad en ninguno de los dos campos. Pero me parece claro que deberíamos abrir el paquete para despejar, especialmente, las limitaciones. El mejor camino que se me ocurre es remontar las aguas de la literatura, al mejor estilo del salmón, y recorrer los textos inclasificables que nos han construido como lectoras. Sin rótulos ni represas. ¿Cuáles fueron esos textos para vos? (Espero, francamente, que menciones “Los tigres de la Malasia”.)
Ema Wolf:
Me parece buena la imagen de remontar la literatura como el salmón.
¿Es qué otra cosa queda después de que se
apagó la luz de la milésima mesa redonda? Quedan
los libros. Nada más. Mondos y lirondos. Que serán
para quienes los entiendan y punto. El autor nunca podrá
controlar quién lo leerá y al lector le importa
un pito para quién se escribió eso.
A veces pienso que estamos dando vueltas burocráticamente
sobre los mismos tópicos desde hace veinticinco años.
Siempre tratando de digitar la lectura, evaluarla, dosificarla...
Y a mí, que en ese sentido me crié como un yuyo,
se me paran los pelos.
-Por supuesto que menciono a "Los Tigres de la Malasia" en primer
lugar. (Cuando le recité el primer párrafo de memoria
a quien después fue mi marido, lo maté.) Y eran
historias que se publicaban en un periódico. Las leía
todo el mundo, en mi familia también, a toda edad, muchas
veces, tres generaciones. La saga completa de Sandokán
eran catorce libros en mi edición de Peuser. "Los Tigres
de la Malasia" tenía un status tan alto y genuino como
jamás lo tuvo otro libro.
Paula Irupé:
Ema, justo leyendo otros mensajes tuyos estaba por preguntarte qué cosas te "sacan de quicio", te rebelan, y acá veo algo que "te para los pelos".
¿No hay hoy o yo no veo una publicación o colección que tenga este nivel de popularidad de la que hablás? ¿Cuál es el equivalente de la colección Robin Hood para los chicos que hoy tienen alrededor de 15 años?
Ema Wolf:
No creo que pueda haber una colección equivalente. Hago
hipótesis. Una: el mercado ofrece mayor diversidad: hoy
hay más editoriales, más colecciones en cada editorial,
y muchos más títulos en cada colección, de
modo que los lectores, entonces, estaban más concentrados,
o menos repartidos, como quieras. (Comparación chota: es
como si nos preguntáramos por qué la gente veía
mucho más el Canal 7 en el año ‘58), Otra:
el tiempo que los chicos pasaban leyendo libros se redujo, tienen
más ofertas de esparcimiento, que son igualmente importantes
en sus vidas. Otra: el adulto, mediador, piensa que una colección
que era buena para él ya no puede serlo para su hijo (¡tanto
han cambiado los niños!); este es un problema muy grave:
de educación, de valores, quiebre cultural con el pasado,
etc.- La última que se me ocurre: era una colección
mejor que las que tenemos a la vista, con mejores historias, más
apasionantes muchas de los cuales, para mejor, ni siquiera eran
para niños. (Es un tema largo.)
No sé qué equivalente hay para los de quince años
-tal vez ya las colecciones que no son para niños-, pero
te recuerdo que nosotros leíamos la Robin Hood a los nueve.
El turno del escriba
Andrés 1530:
Señora Wolf, me gustaría que nos contara cómo surgió el personaje de Tribulí, lo "necesitaron para algo" técnicamente hablando, ¿ surgió como una manera de meter acción?; cuéntenos por favor.
Ema Wolf:
Todo personaje es técnicamente, de algún modo,
funcional al relato. Hubiera sido riesgoso quedarse sólo
con Polo y Rusti en un marco de acción, tiempo y espacio
tan estrechos.
En términos argumentales, Carabó fue más
funcional que Tribulí. Pero Tribulí, sin meter acción,
tenía valores interesantes porque sugería: era una
muestra patética de la burocracia genovesa; una hoja en
el viento, como también lo era Rusti; un exponente -¿quizás?-
de las tierras ignotas que Polo había recorrido; el testigo
impenetrable de una ceremonia secreta; alguien que no podía
comunicarse en un sitio donde se hablaban todas las lenguas; alguien
que había quedado varado nada menos que en ese puerto de
tránsito feroz.
Te aviso que todavía está ahí.
Andrés 1530:
Claro, un idiota (el que tiene un idioma que el solo entiende).
Ok, pero usted, ¿de dónde cree usted puede venir Tribulí?
Ema Wolf:
Tengo tres hipótesis:
-Del Limbo, que estaba recién inaugurado.
-De un país donde sólo se veían canales de
aire
-No vino. Ya estaba
Paula Irupé:
¡Me encantó! (Tu respuesta anterior, Tribulí y “El turno del escriba”).
la fabi:
Hola Ema...hola amigos del foro.
Aunque estoy un poco retrasada (recién recuperé mi conexión (y no hablo sólo de internet)), estoy chocha de poder charlar con ustedes.
Empiezo por “El turno...” porque me muero de ganas de leer el diario de viaje de Ema y Graciela. ¿Lo habrán escrito? ¿Tendrás Ema ganas de contar algunas cosas de las tantas que les sucedieron mientras viajaban por el mundo hispanoparlante? ¿Cuántos Km. volaron? ¿Cuántas veces contestaron la bendita pregunta de la escritura a dos manos? ¿Hay gatos en los quirófanos de La Paz? ¿Qué tal la comida? ¿Escritores desconocidos que te deslumbraron? ¿No escritores? ¿Te recuperaste?
Ema Wolf:
El relato del viaje quedará para charlas privadas, cerveza
mediante.
Lo que tal vez sea interesante -menos gracioso, y no más
que para contarlo en vivo- es lo que provocaba el hecho de que
el libro hubiera sido escrito por mujeres, dos, desconocidas en
la galaxia, que extrañaban sus casas pero se apasionaban
por la Génova portuaria y comercial, que no pensaban reeditar
la fórmula del éxito, que no se habían agarrado
de las mechas, y que escribían libros para niños
y nunca habían pensado dejar de hacerlo. Nos pasamos el
tiempo dando explicaciones. Es increíble cuánto
juicio previo hay sobre el lugar de la emisión y cómo
descoloca cualquier hecho inesperado en esa zona.
No sé cuántos kilómetros volamos. Muchos.
La pregunta la contestamos 16.338 veces.
No sé si hay gatos en los quirófanos de La Paz porque
no estuvimos en ninguno.
La comida, de diez.
Nos regalaron muchos libros de autores locales, pero todavía
no me pude sentar a leerlos.
Veo un avión y lloro.
Paula Irupé:
¡¿Viste, viste que sí había discriminación por ser mujeres?! Se toma por hecho que dos mujeres juntas deben agarrarse de los pelos.
La verdad, yo me imagino como el sueño de toda una vida todo ese viaje. ¿Por qué transformar el éxito en un fracaso por culpa de los aviones y la repetición de las preguntas? Igual debe haber sido, seguir siendo maravilloso.
Ema Wolf:
Nadie habló de fracaso, Paula. Estamos muy contentas con
el premio, y eso está por encima de cualquier otra consideración.
Sólo me permitía hacerles ver el costado fatigoso
-como opuesto a glamoroso- que también tienen estas giras,
sobre todo para gente que se siente más cómoda trabajando
en silencio que delante de una cámara de televisión.
Otra cuestión, ya más general -hablamos bastante
de eso con Graciela-, es hasta dónde, en el futuro, se
le pedirá a los autores que pongan el cuerpo en la promoción
de sus libros.
Andrés 1530:
¡Miren si no a Saramago! Da miedo que muera en un avión.
Pregunto y siguiendo con Saramago ¿no lee la letra chica de los contratos? ¿Querrá moverse? ¿La esposa hace shopping internacional? ¿Cuándo escribe?
Ema Wolf:
Saramago no hace sus valijas ni cose sus botones.
El Saramago internacional no es el mismo de "El año de
la muerte de Ricardo Reis", me temo.
Paula Irupé:
Hablando de nuevo de Tribulí: me pareció casi encontrarlo en el Quequeg de “Moby Dick” pero puedo equivocarme porque recién estoy empezando mi primera lectura de esta novela.
Ema Wolf:
No sé lo de Quequeg-Tribulí. Los veo lejos, pero...
Los personajes se reciclan.
Ojalá "M.D." te guste tanto como a mí. Ojalá
la estés leyendo en la traducción de Enrique Pezzoni.
Esa gente se tomaba su tiempo para escribir. Me gusta que Ahab
aparezca en el capítulo XXVIII. En la descripción
del Pequod está contenido todo el libro, creo.
la fabi:
Ema, cuando recibimos la maravillosa noticia, pude pescar a Graciela antes del primer avión para contarle cómo se festejaba por estos pagos.
La Patagonia se humedeció de emoción. (Algunas nos meamos de contento, otros lagrimearon, otros quedaron mudos y babeantes.) Se escuchaban los gritos de alegría: por el premio, por imaginar las caras y los comentarios televisivos de algunos escritores y algunos académicos (pequeñas venganzas); por verlas en la tele tan felices; por imaginarlas ante el mundo.
Alguna gente, que no se animaba o no podía hacer públicas sus felicitaciones, llamaba a casa o escribían correos a la universidad. Era como un cumpleaños. Se lo conté a Graciela, ahora aprovecho para que lo sepas vos. Que cada vez que lo recuerdes se repita la fiesta.
Ema Wolf:
Fabi, me encanta tu respuesta. Me encanta haber humedecido la Patagonia. Te soy franca: el premio no me emocionó, me impactó sí, mucho, pero ni siquiera me dieron tiempo para emocionarme. Lo emocionante fue la respuesta de la gente que nos conoce, respuestas como la tuya, o las llamadas de amigos cercanos, que se pusieron contentos de veras y nos decían que el premio era un poco "de todos nosotros". Siempre tuvimos esa sensación.
fionori:
Bueno, sumándome a los recuerdos, nosotros en la escuela
primaria donde trabajo como bibliotecaria hicimos una cartelera
de festejo celebrando el premio a dos de nuestras escritoras más
queridas: recortamos de una revista la foto de las dos juntas,
escribieron los chicos la alegría que les daba que tuvieran
un nuevo premio y alrededor figuraban los títulos de los
cuentos que leímos de las dos.
Nosotros también celebramos en San Cristóbal.
¡Y fue una fiesta!
Ema Wolf:
Gracias, fionori. San Cristóbal era el barrio de una muy querida amiga y colega: Graciela Cabal. Siempre hablaba de él. Ya era un poco mítico.
Poesía
Paula Irupé:
Ema, ¿sos lectora de poesía? ¿Preferencias?
Ema Wolf:
No soy una lectora consuetudinaria, tampoco actualizada, de poesía.
Más bien vuelvo a ella -siempre digo lo mismo- como quien
vuelve a sus viejos discos. Los poemas de gatos de Eliot -Old
Possum's Book...-, Whitman, Vallejo, Pessoa -más bien su
heterónimo Ricardo Reis, que habla de la simplicidad de
las cosas-, poetas populares como Lorca o el Martí de los
“Versos Sencillos” -el Martí modernista no
me gusta nada-. Es muy bello "La educación por la Piedra"
de Joao Cabral de Melo y algunos poetas minimalistas norteamericanos
-este libro me lo regaló GraMontes hace un tiempo- donde
los hay muy buenos, aun mejores que Carver. (La hago corta.)
Como ves, no estoy "à la page" en poesía, y, no
sé por qué, siento que tengo que disculparme por
eso. Soy más bien una lectora de narrativa, está
claro. Y puedo leer a un narrador no muy bueno sin enojarme, pero
no puedo leer a un poeta malo sin enojarme -del mismo modo, al
teatro le perdono casi todo, al cine, nada-. Hay mucho vicepoeta
suelto, me temo.
Hace tiempo que quiero emprenderla con Dylan Thomas, del que leí
sólo ¡prosa! -sus Cartas, y "Cambio de piel", que
es un texto extraordinario. El año que viene, más
tranquilo que éste, tal vez...
Mucha muchacha
Paula Irupé:
Ema, ¿has vivido experiencias de discriminación por ser mujer y escritora? ¿Cuál es tu posición ante el sexismo lingüístico? (¿Se puede otra aquí mismo?) ¿Qué opinás de las clasificaciones en literatura femenina o de mujeres y literatura a secas?
Ema Wolf:
Nunca viví discriminación por ser mujer y escritora.
Y si hubo alguna, no me enteré. Y nunca me enrolé
en esa problemática. (No sé qué es "el sexismo
lingüístico". Si me lo aclarás, te contesto.)
Siempre me sentí con derecho a hacer cualquier cosa; y
si alguien objetara este derecho, sería él quien
debería argumentar y dar razones. (Lo mismo con la censura:
doy por descontada mi libertad, no tengo que dar explicaciones,
que se exponga dándolas quien detente argumentos en contrario.)
Lo de "literatura femenina" ni siquiera lo tomo en cuenta. A veces
me parece que algunas mujeres, desde una postura feminista, contribuyeron
a crear ese ghetto. ¿Qué es eso? ¿Por qué
no se habla de literatura masculina? ¿Si alguna porción
de la literatura que escribieron y escriben las mujeres muestra
algo relativo a su experiencia como tal, qué problema hay?
¿Y si no la muestra, qué problema hay? Con Graciela
Montes investigábamos, fascinadas, la actividad portuaria
de la Génova del 1300 mientras intercambiábamos
plantitas y recetas de cocina. ¡Ufff!
Paula Irupé:
Estoy de acuerdo con lo que decís pero sabés que existen posturas discriminatorias, hasta la cuestión de cupos o de mesas redondas en las que se "equilibran" por sexos "para no discriminar".
Con respecto al "sexismo lingüístico", es una realidad que nuestro idioma nombra en masculino, generalizamos "el hombre" por el ser humano, "los alumnos" por los chicos y chicas que estudian. En teoría yo estoy de acuerdo con la postura que dice que no nombrar es quitar existencia pero en el uso y la costumbre, la lengua te obliga a cosas que es necesario "violentar".
Vos misma, aquí arriba, al dar tu ejemplo de investigación más plantitas y recetas estás reconociendo roles fijados para los hombres y las mujeres y tu realidad que los reúne pero los roles han existido siempre y perduran muchas cosas. Admiro tus logros pero eso no quita que sea una batalla (ganada en tu caso pero batalla al fin).
Ema Wolf:
Coincido con vos en que la cuestión de los cupos es discriminatoria.
Lo del sexismo lingüístico siempre me pareció
un poco ingenuo.
Hay roles porque hay tareas, creo, y no necesariamente son ingratas.
Me inquieta que algunas mujeres censuren a otras por ocuparse
libremente de cosas domésticas. (De ningún modo
sugiero que sea tu caso.) Son como estalinistas de la liberación.
Bueno, el tema es demasiado amplio para este foro.
Paula Irupé:
Mi conflicto precisamente está en sostener una ideología en la que creo sin caer en ridiculeces. No me molestan las generalizaciones cuando se trata de objetos y animales pero trato de nombrar a todas las personas a las que me dirijo o que quiero incluir en mi discurso.
Ema Wolf:
Como dije, de noche leo monólogos de Gila. Transcribo
fragmento del que leí anoche:
"Mis bisabuelos eran muy ignorantes y no sabían distinguir
entre un niño y una niña, lo único que sabían
distinguir eran los toros de las vacas, porque las vacas tienen
tetas y los toros no. Sólo cuando sus hijos eran mayores,
si tenían barba, se enteraban de que era un varón
y si tenían tetas, de que era una hembra. O sea que cuando
bautizaban a una criatura le ponían el nombre al bulto,
unas veces acertaban y otras no. Cuando nació mi abuela
creyeron que era un niño. Por eso, siendo mujer, se llama
Gregorio. No le pudieron cambiar el nombre, y aunque el párroco
del pueblo dijo que si lo solicitaban al Vaticano tal vez el Papa
les concedería el cambio, a mi bisabuelo le pareció
muy complicado y mi abuela se siguió llamando Gregorio
toda su vida. Lo único que pudieron hacer, dentro de su
condición de gente humilde, es que cuando se dirigían
a ella, la gente, en lugar de llamarla señor Gregorio,
la llamaban señora Gregorio, y así, con lo de señora,
ya se sabía que era una mujer y no un hombre. Aunque tampoco
importaba mucho porque casi toda a gente del pueblo era igual
de ignorante. El alcalde se llamaba María del Carmen y
su mujer se llamaba Demetrio. En el pueblo ya estaban acostumbrados
y no les importaba nada."
(Es una contribución al tema del sexismo lingüístico,
me parece...)
Reportajes, foros y etc.
Paula Irupé:
Ema, ¿cómo te llevás con la fama? ¿Te sentís bien en las entrevistas, las mesas, los foros como éste? ¿Es una obligación o un placer?
Ema Wolf:
Con la fama no me llevo.
Creo que hay un exceso de exposición pública en
general. Muy burocratizada, con gran gasto de tiempo. Se habla
demasiado de las cosas.
No soy nada mediática. Soy muy gregaria, por otro lado.
Pero en ámbitos más íntimos, o "de a uno".
Este foro me está bien porque le contesto a cada uno en
el momento que tengo ganas y con tiempo para pensar lo que digo.
Eso no lo tenés en un bloque de televisión de tres
minutos donde te preguntan cómo hay que hacer para que
los chicos lean.
(Te la hice corta, pero no lo es.)
la fabi:
Ema, casi me olvido, por ponerme a charlar, de decirte que, como todos en este foro, yo también he leído muchos de tus libros publicados (¿habrán sido todos?). Y no solamente porque debo hacerlo sino porque los elijo siempre que puedo. Y releo y busco más y me siguen gustando desde la primera vez (¿habrá sido “Barbinegra” la primera vez?). También conseguí por casualidad un fascículo del CEAL acerca del folletín..... ¿Qué me faltará? ....¿Has publicado otras cosas de divulgación o académicas o para la conservación de las caléndulas o libros de cocina o.....?
Ema Wolf:
Gracias por lo que decís. Sí, "Barbanegra..." fue
el primer cuento de mi primer libro. A mí todavía
me gusta.
No hice trabajos académicas; no me dediqué a la
investigación más que por un ratito al salir de
la facultad, y fue justamente sobre la novela popular y la estética
del kitsch.
Todo lo que hice está en el curri que figura en Imaginaria.
Es completísimo porque reproduce el dossier que se mandó
al IBBY este año.
la fabi:
OK, debería haber consultado la actualización de Imaginaria antes de preguntar. Ahora que mencionás el IBBY, me pregunto. ¿Por qué será que el Nobel y el Andersen nos están vedados? Ni Borges ni las Abuelas de Plaza de Mayo. Ni Graciela Montes ni vos. ¿QUÉ MÁS QUIEREN ESOS TIPOS? Estoy segura: no somos nosotros los equivocados.
Y casi estoy segura de que si les enviamos a unas señoras rubias y melosas que yo sé y que siempre se han cortado solas, o a unos señores que venden mucho y que están siempre en los manuales, capaz que les gustan, che.....
Pero NO se los mandamos, ni aunque los pidan. Aguante Alija.
Ema Wolf:
No me preocuparía mucho por esa cuestión.
Libro de los prodigios
Bruno:
Hola soy Bruno, estudio en "La escuelita". A mi maestro le gusta mucho la literatura y nos hizo leer a todo el grupo unos cuentos del “Libro de los prodigios”.Yo te quería hacer un par de preguntas.
Las preguntas son: en el cuento “El lago de kund”, ¿quién le está contando la historia al chico? Otra pregunta: En el cuento “Los tres marineros mentirosos y el viejo” ¿El viejo era mentiroso, los tres marineros también?, en el cuento” La Venus pensativa”, Claudio/ la estatua viviente ¿está enamorado de una estatua viviente o de una estatua normal?
Gracias por dejarme mandar este mensaje y por todo. Sos una muy buena escritora y te deseo mucha suerte, por ahí mande más mensajes.
Ema Wolf:
Hola, Bruno.
En "El lago de Kund", una vieja leyenda inglesa, o irlandesa,
que adapté, está sugerido -ojo: sugerido, no dicho
con todas las letras- que el hombre que le cuenta la historia
puede ser alguien que ya vivía entonces, cuando aquello
ocurrió, mil años atrás, quizás el
mismo hombre que abrió la carta. Pero no te preocupes por
eso, dejá la cuestión flotando. Si yo hubiera querido
que fuera claro, lo habría escrito con claridad. Si lo
dejé así, es porque la "verdad" de los cuentos no
me interesa y para que cada uno imagine lo que tenga ganas.
El título sugiere que los tres marineros eran mentirosos,
el viejo no. Aunque lo que cuenta el viejo parece lo menos creíble
de todo. Así que... Tal vez mientan todos, o ninguno. Elegí
vos. Una vez más: da lo mismo.
Para el de la estatua sí tengo la repuesta: la gracia del
cuento es, justamente, que Claudio se haya enamorado de una estatua
normal. Y que se haga los ratones como si ella fuera de carne
y hueso, como él.
Andrés 1539:
Señora Wolf, el “Libro de los prodigios” ¿eran inicialmente algunos pocos cuentos que luego vio como emparentados y entonces escribió otros con esa idea hasta hacer un libro, llamado así?
¿Surgió la idea primero?
¿Quedaron cuentos afuera?
¿Qué caminos recorre para saber qué opina un chico sobre su escritura? (Por ejemplo en este libro.)
Ema Wolf:
Fue exactamente así: eran tres o cuatro cuentos sueltos,
y yo sentía que pertenecían al mismo club. Secretamente
empecé a peguntarme qué tenían en común.
Sobre todo qué tenía en común “La piedra
fugitiva” -el primero que escribí- con “La
Santa” y “El gato de arena”. Todos se referían
a hechos prodigiosos o paradójicos. Empecé a pensar
en esa línea y a buscar otros prodigios. El título
se lo puse después.
Sí, quedó un par de cuentos prácticamente
terminados, sin pulir. Y la mitad de un cuaderno grande lleno
de ideas esbozadas, a medio escribir porque no encontré
un final para ellas.
Nunca les pregunto a los que podrían ser mis lectores -chicos
o grandes- qué piensan de un libro mío antes de
publicarlo. Ellos opinan después, como vos, cuando ya lo
han leído impreso. Me gusta correr el riesgo de que el
libro no guste o guste poco.
(Si atosigo avísenme.)
Amara:
No nos atosigás de ninguna manera, ya que contestás todo con claridad meridiana (me encanta decir eso).
Después de las preguntas tan concisas de Bruno no sé qué decir.
Ah, sí; quería preguntarte ya que mencionaste (en algún tema) que no te gustan ni las monsergas (¡qué buena palabra!) ni la cursilería, qué te parece que hace que un texto sea cursi. Leí que hiciste un estudio sobre el folletín, ¿es un género de por sí cursi?
Ema Wolf:
La cursilería es la apelación al sentimentalismo
en lugar de los sentimientos, a la emotividad en lugar de las
emociones. Es cuando el que autor adopta recursos calculados para
provocar la lágrima. Es el kitsch en sus variadas manifestaciones.
El concepto de folletín remite a un relato seriado, que
se ofrece por entregas en un medio. Los folletines no necesariamente
son cursis. Algunos buenos libros se publicaron en folletín.
La revista "La Mancha"
Gracie:
Por alguna razón que supongo tanto afectiva como teórica, quienes formamos el primer comité editorial de "La Mancha" lo ponemos siempre en el currículum (también lo hicieron Silvia Schujer y Graciela Montes en este foro). Ema, además de las facturas que traías y de los chipás que aportaba Gustavo Roldán, y de todo lo que comíamos mientras editábamos, ¿qué recuerdos, propósitos o artículos te resultan más queribles de aquel proyecto?
Ema Wolf:
Obviando el hecho de que dejamos de hacerla para no seguir engordando...
"La Mancha" tuvo sabor a estudiantina: esas cosas que se hacen
entre amigos, por alguna causa y sin ganar un peso. Ese fue para
mí su valor ideológico-emocional.
Lo que más recuerdo fueron las notas cuya redacción
compartí con GraPA y con GraMontes: la famosa "Hic sunt
leones" -indeleble frase-, nota que era algo así como una
invitación a exteriorizar el desconcierto; la nota sobre
Infancia -entre nos: "¿Qué c... es un niño?”
-; y la nota sobre industria editorial o "¡Adónde
iremos a parar, Dios mío!"
Algo de esa experiencia de redacción -si bien no a cuatro
manos, pero sí conjunta- respaldó "El turno del
escriba". Por un rato: nada de moños, ayuda recíproca
ante los errores, el trabajo como cosa material, la búsqueda
del buen resultado común, la lectura crítica en
confianza... Nadie te pide que seas una artista, sino más
bien una profesional; y eso es muy bueno.
Andrés 1530:
Hablando a cuatro manos y “El turno del escriba”, me interesa especialmente el tramo en que Rustichello da a leer el manuscrito a Polo, me da la sensación que les suscitó a ambas una gran introspección, ese gran momento en que uno muestra un original por primera vez. ¿Cómo lo hicieron?; imagino que cada una escribió por su cuenta ese gran (e íntimo) momento y luego se sentaron a compatibilizar o.... cuéntenos por favor.
Ema Wolf:
La forma de trabajar fue hacerse cargo cada una de la redacción
de un capítulo, en forma alternada, aunque esto tuvo excepciones.
Luego de esa primera redacción, la otra lo retomaba y hacía
una lectura "crítica", sugiriendo aportes y rectificaciones.
(Cuando conseguimos afianzar la voz del narrador todo esto se
hizo mucho más fluido. Por supuesto, además, charlábamos
bastante antes de ponerse a escribir cada una.)
El capítulo del encuentro de los dos en la cámara
me tocó a mí en primera instancia. Era una escena
obligada, no sólo porque era verosímil que Rusti
quisiera mostrarle su obra a alguien -aunque el único al
que se la podía mostrar no fuera más que ese veneciano
que ya no le importaba para nada-, sino por razones históricas:
fue Marco quien debía quedarse con el original.
Imaginamos a un escriba orgulloso, satisfecho y esperanzado, dispuesto
a concederle al otro, un poco a regañadientes, una mínima
porción de su gloria. Rusti no era un escritor, que no
se olvide. Así que su relación con la obra primera
era un poco ingenua. Por supuesto que tratamos de meternos en
su pellejo, imaginar qué sentía en ese momento solemne.
Momento conclusivo, donde se juntan imágenes caras de su
vida, de triunfo, beatitud, libertad, cuando siente que posee
el mundo.
Paula Irupé:
¿Cómo es que alguien te pida que seas una artista o alguien te pida que seas una profesional?
Ema Wolf:
Quiero decir que la condición de artista no es útil. Si lo sos o no, esto lo deciden los demás, o lo hará la posteridad, o quien sea... No es algo que esté bajo tu control. Lo que el público tiene derecho a exigirte es que seas una profesional, lo más idónea posible, en aquello que elegiste hacer. Allí, en la condición profesional, está el trabajo, la posibilidad de acertar o equivocarte, de escribir bien o escribir mal, el trabajo en su materialidad y sus resultados, que es lo único que tiene la persona que crea y lo único que tiene para ofrecer. Como profesional yo puedo mejorar por puedo rectificarme. Como artista no, porque no sé qué significa eso en cuanto a mí. Además la condición del "artista" es histórica, está en continua revisión, y tendríamos que ponernos de acuerdo cada vez en qué queremos decir con eso, sobre todo cuando la industria cultural entronizó a tanto chanta. ¿Se entiende un poco?
Andrés 1530:
Muuuy interesante y cristalino.
Cómo comenzaste
Irais:
Apenas llevo un año escribiendo, estoy comenzando y esto es una de las cosas que más me hace feliz.
Sé que soy joven, pero tengo muchos sueños relacionados con escribir.
Me gustaría saber ¿qué fue lo que te motivó a escribir? ¿Cómo descubriste que eso era lo tuyo?
Ema Wolf:
Empecé a escribir como forma de ganarme la vida, no porque
tuviera el sueño de ser escritora. Y en realidad tampoco
hubo un "momento" en el que yo hubiera descubierto que eso era
Lo Mío. Fue la carrera de Letras y la afición a
los libros las que me señalaron el oficio.
La ventaja que tuve fue que siempre me gustó escribir.
Trabajaba como redactora en revistas -algunas fueron revistas
femeninas que ya no existen-, y aun cuando no me interesara el
tema de la nota que me habían encargado, el ejercicio de
juntar palabras de manera armoniosa, comunicar claro, y convencer
o agradar a Otro que estaba del otro lado del texto, me producía
un placer ¿deportivo? muy grande. No me interesaba ser
escritora: me gustaba escribir. ¿Se entiende? Eso, creo,
es lo permanente y lo que vale la pena conservar, sobre todo si
-como vos decís-, te hace feliz. Después, la carrera
literaria podrá ser exitosa o pavorosa. El éxito
no es garantía de calidad, y tampoco a la inversa, así
que...
Hacé una prueba: si sos capaz de pasarte más de
tres días pensando si existe un adjetivo mejor que otro
que ya habías puesto, sos una escritora o casi. Y además
estás loca, claro.
V V = Vieja Vizcacha
De felinos y navegantes
Gracie:
Uno de los pretextos más entrañables que he leído, para escribir un libro de cuentos, es el de "Historias a Fernández". Eso de inventar cuentos para mantener despierto a un gato que ha sufrido una caída severa, me parece una joyita de invención (a menos que la historia haya sido cierta). Pero me gustaría saber qué cualidades apreciás en los gatos y no tanto, quizás en los perros.
Otra cuestión: Desde "La sonada aventura de Ben Malasangüe (en que por poco los marineros hambrientos se comen al gato gritando: "¡Un vívere, un vívere!", hasta el "Perafán de Palos", también hay navegantes en tu literatura. El Ben Malasangüe parece una contrafigura de Sandokán y reúno estas ideas sueltas con lo que decís en la presentación de este foro acerca de que te interesa la literatura de espacios abiertos. ¿Para vos escribir, en algún sentido, se parece a navegar?
Ema Wolf:
Primera cuestión.
A mí no me gustan los gatos. Yo nunca compré un
gato. A los gatos les gusto yo, que es distinto. Si yo entro a
un lugar -un quirófano, por ejemplo-, el gato enseguida
se me sube.
Los gatos no se molestan en tener cualidades. Los perros sí,
y es por eso no los entiendo. ¿Por qué son obedientes?
¿Por qué buscan palitos? ¿Por qué
cuidan la casa? Los gatos jamás harían esas cosas.
Y no son espontáneos, como son los perros. Son herméticos.
Como cajas cerradas. Por eso, cuando escribís, a los gatos
les podés poner cualquier personalidad, todas les quedan
bien, incluso las peores. De un perro sólo podés
hacer un boy scout.
Segunda cuestión:
Ben Malasangüe es una parodia amorosa de Sandokán,
me parece.
Aunque como imagen está un tanto recorrida: sí,
para mí escribir es como viajar. (Si es por barco, mejor.)
Debe ser por eso que me gusta ver, e informar al lector de lo
que veo. A mi me gustan los libros que me enseñan cosas.
Yo busco bastante información cuando escribo; me parece
que es una parte no desdeñable de lo que puedo darle al
lector. Vos querés para tu lector lo que querés
como lectora.
Gracie
Já, esa idea de que un perro es un boy scout me parece familiar, pero no tenía tan claro tu desafecto por los gatos. Como sé que has tenido más de un gato, supuse que habías entablado con ellos una relación medianamente tolerable.
Seguna cuestión: Seguramente el Ben Malasangüe fue una versión amorosa a contrapelo de Sandokán. Pero la idea de que para vos escribir sea como viajar no me parece tan recorrida en forma interesante y consecuente. ¿Leíste "El corazón de las tinieblas"? Esa es la historia de un viaje significativo.
Y tercera cuestión: Decís que querés para tu lector lo que querés como lectora. ¿Qué querés como lectora?
Ema wolf:
Mentí. Me encantan los gatos. Por eso se me suben.
Segunda cuestión:
A mí me gusta la imagen de la escritura como viaje. Tal
vez el cansancio se deba a las veces que GraMontes y yo tuvimos
que responder a ella mientras promocionábamos un libro
sobre ¡Marco Polo!
"El corazón de las tinieblas", junto con "Tifón",
son mis dos relatos favoritos de mi autor favorito. (Debería
agregar "El negro del Narciso".) Y sí, creo que ahí
está todo: la geografía avasallante, el escritor
que sabe de qué habla, el drama del individuo en situaciones
límites, la mirada crítica sobre el colonialismo...
Ese libro ES un viaje. Generoso como pocos.
Tercera cuestión:
Creo que el que escribe se deja guiar por su propio deseo a la
hora de ofrecer algo a los demás, aun sabiendo bien de
sus limitaciones. ¿Qué otra cosa puede hacer, el
pobre? Como me gustan los libros bien escritos, me gustaría
escribir mejor. Como me gustan los libros apoyados en conocimientos
creíbles, me gustaría saber más. Y así...
Tal vez sea más fácil explicarlo por la negativa:
no les daría a mis lectores monsergas ni cursilerías
porque las detesto; por invasoras y ofensivas, unas a la inteligencia,
las otras a los sentimientos.
Fuera de eso no te puedo decir EXACTAMENTE lo que quiero como
lectora, porque sigo abierta a la infinita variedad de cosas que
ofrecen los libros. ¿Mirá si de pronto aparece uno
que me hace ver que yo quería algo que no sabía
que quería?
Andrés 1530:
¿Qué opina del editing? (Justamente es cuando un editor le "sugiere" al escritor otro final para su novela.) Aparecería como claro que "eso no se hace" si no fuera que a veces efectivamente el final "sugerido" es mejor que el original.
¿Alguna vez tuvo algún intento de injerencia en sus textos?
(No es necesario dar nombres.)
Ema Wolf:
Estoy de acuerdo con vos: a veces los cambios que el editor sugiere
mejoran el original. Y me parece bien que lo haga -como a otro
nivel lo hace la correctora de estilo al aclarar una frase o corregir
un error, sin que eso haya arruinado jamás la prosa de
ningún genio-. Más, creo que el editing es parte
de la responsabilidad que le toca a un director editorial. Y resulta
muuuuy claro para el autor cuándo el cambio sugerido obedece
a un propósito comercial -alegrame un cachito ese final-
o a un gesto de censura, y cuándo, en cambio, se produce
en beneficio del texto.
Sí, tuve ingerencias, aunque no en estos últimos
años. No fueron muchas, pero largas de contar, más
patéticas que graciosas. (Si alguna vez nos vemos te las
cuento con ademanes.) Te doy sólo estos datos: todas provinieron
del ámbito educativo; y todas tuvieron la marca de la censura,
centrada en tres criterios: la palabra inconveniente -teta-, la
palabra difícil -portulaca- y la licencia poética
-la gente del barrio olía venir a los Invisibles.
starosta:
Todos saben que siempre renegué del "editing", de las
sugerencias, de las intromisiones más descaradas.
Ayer, sin embargo, me reuní con mi editor y me sugirió
una vuelta insospechada para mi novela. Ni a mí se me hubiera
ocurrido en tres años.
Hoy, por fin, amanecí muy relajado. Y creo que por fin,
las cosas empiezan a encaminarse.
Ema Wolf:
Me alegro.
Paula Irupé:
¿Los libros que te enseñan cosas del mundo, "de afuera", como opuestos a los que te enseñan sobre vos y el mundo "de adentro" o como metáforas?
Ema Wolf:
No veo la oposición. En el mundo de afuera están
los hombres, con sus historias y sus dramas interiores. Y eso
es lo que la literatura refleja. Ni el menos ambicioso autor de
relatos de aventuras, creo, deja de mostrarle al lector mundos
interiores.
Gracie, que menciona "El corazón de las tinieblas", señala
a un escritor que pudo abarcar especialmente bien "ambos mundos".
Conrad no habla del mar sino de los marinos.
Narrativa para adultos
Solange:
Después de la novela que ganó el premio Alfaguara, ¿has escrito alguna nueva obra para el público adulto? ¿Volverás a hacerlo con otra autora, o probarás fortuna sola? Gracias por tu respuesta.
Ema Wolf:
No. De hecho, antes de terminar "El turno del escriba", ya había
empezado un par de trabajos para chicos. Además del libro
con Graciela Montes, tengo otro, también de ficción,
"Perafán de Palos", en Alfaguara, escrito en colaboración
con Laura Linares. Las dos fueron muy buenas experiencias, pero
creo que ya está bien así. En cuanto a lo de "probar
fortuna", no es la actitud con la que encaro mis trabajos, ni
sola ni en compañía. No me reconozco en esa expresión.
Hago lo que tengo ganas cada vez y no pienso mucho más.
Paula Irupé:
¿Esas ganas son siempre encauzaditas y coherentes? ¿Siempre dan como resultado aquello a lo que "parecían" apuntar al nacer? ¿A veces se desvanecen o se desvían?
Ema Wolf:
No son encauzaditas ni coherentes. Muchas ideas se desvanecen o se me caen de cabeza, y cuando eso ocurre me consuelo diciéndome que no debían ser sólidas y buenas. Tampoco creas que empiezo en Marte y termino en Saturno. Si todo fuera tan aleatorio y errático, sería impensable la escritura como profesión
fionori:
Me gustaría saber qué estás leyendo en este momento y sin son varios cuál te tiene más entusiasmada...
Ema Wolf:
Aunque no lo creas y con siete años de Letras, por primera
vez estoy leyendo el Quijote entero. Es una road movie magnífica.
Creo que el loco es Sancho. Lo leo de día, por el tamaño
de la letra.
Antes de apagar la luz leo un monólogo de Gila en una antología
editada por Aguilar -no sé si llegó aquí,
me lo trajeron de España.
De a ratos, para mejorar mi inglés, que es muy malo, releo
una de las historias de Rootabaga, de Karl Sandburg. Es para chicos,
y es hermoso
El último contemporáneo bueno fue "Patrimonio" de
Philip Roth. ¡En febrero!
Este fue un año de lecturas interrumpidas
Acerca del escribir
Andrés 1530:
Leí las ponencias que publicó Imaginaria, sobre "la creencia en el hacer" y me gustaría preguntarle: ¿ no cree que , ya embarcada en la escritura de una historia, la búsqueda de la verosimilitud (coherencia dice mi hija) es un gran motor de la historia?
Ema Wolf:
No veo a la verosimilitud como el motor de la historia. El motor
para mí está en la propia idea que generó
la historia: una idea-conflicto, un problema en el que conviven
fuerzas antagónicas, y en cuya resolución, o búsqueda
de resolución, la historia avanza.
La verosimilitud me parece fundamental, sí, mientras estás
escribiendo, pero en otro sentido: es la que guía al texto
de forma lógica y armoniosa, la que evita que se dispare.
Vos podés instaurar cualquier regla, pero tenés
que seguirla hasta el final. La verosimilitud se nota cuando falta.
Es como una alarma. Cuando el texto hace ruido y te sentás
a averiguar por qué, descubrís que perdió
la cualidad de ser creíble, que introdujiste en el juego
otras reglas y desarticulaste aquellas con las que habías
empezado a trabajar. Por eso no me gusta mucho la palabra "disparate".
Me parece que, en la composición, el disparate no existe.
El absurdo infantil
sofia:
Soy fanática de tus libros y siempre me divertí muchísimo leyéndolos y contándolos. ¿Te parece que el absurdo que está presente en la mayoría de tus cuentos les hace más gracia a los chicos que a los maestros?
Ema Wolf:
Tal vez debería ser maestra y estar a cargo de un grado
para poder contestarte con seguridad.
En rigor no encuentro ninguna razón para que el absurdo
se disfrute más a una edad que a otra. Y pienso lo mismo
con respecto a cualquier otro recurso expresivo. Muchas formas
de relato, oral o escrito, han utilizado el absurdo, y lo han
hecho con independencia de cualquier consideración acerca
de la condición de los receptores. Pienso en los chistes
en general, en la literatura de los patafísicos, en el
nonsense que se recitaba en época de Carrol, en los dibujos
de Oski... Me parece que funciona para todo el mundo.
sofia:
Sí, seguramente por esa razón tus cuentos no se confunden con los de otros escritores. Sos tan "Wolf" que ni te imaginás.
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