Loro hablando solo
De Juan Lima, con fotografías de Juan Lima, María Antolini, Fabiana Di Luca, Guadalupe Haedo, Patricia Muñoz, Bárbara Paramio y Juan Soto. Reseña por Cecilia Bajour. «De la mano del portavoz cómplice de la tapa, ese loro tornasolado que mira de perfil, se enciende una serie de poemas y fotos que se caracteriza por combinar una idea integradora, un viaje con lente de aproximación poética y humorística a un modo de mirar el mundo natural de Traslasierra, con la multivariedad formal y gráfica que espera al lector al ir de poema en poema, de foto en foto».
Loro hablando solo
Juan Lima
Fotografías de Juan Lima, María Antolini, Fabiana Di Luca, Guadalupe Haedo, Patricia Muñoz, Bárbara Paramio y Juan Soto.
Córdoba, Argentina, Editorial Comunicarte, 2011.
Por Cecilia Bajour
Loro hablando solo es un libro de poemas con tamaño de libro de poesía (1).
La idea poético visual de proponer un formato cercano pone de relieve la dimensión material como un universo abierto de signos “a mano” del lector. Por otra parte, la decisión de hacer dialogar a los veintidos poemas con fotografías sorprendentes es otra señal de que la materialidad puede ser ocasión de poesía. Es raro encontrar este lenguaje de ilustración entre los libros que se publican para público infantil (Loro hablando solo desde su concepto poético incluye lo infantil y a la vez lo expande, lo trasciende) y más aún entre los libros de poesía.
Abrir el libro es entrar de pronto al valle de Traslasierra en la provincia de Córdoba: así lo proponen generosamente las fotos panorámicas de las guardas y la doble página de la dedicatoria (2). Ya instalados en ese escenario el día oscurece y, con la invitación a “llevar linterna”, es posible asistir al mundo nocturno de la sierra donde “animales y plantas y piedras” comienzan a ser los protagonistas de una mitología singular a la manera de Juan Lima que se inaugura a la luz de la luna. La voz del poema que da entrada al libro termina diciendo:
“a la noche
en Traslasierra
un loro habla solo
toda la noche”
Así, de la mano del portavoz cómplice de la tapa, ese loro tornasolado que mira de perfil, se enciende una serie de poemas y fotos que se caracteriza por combinar una idea integradora, un viaje con lente de aproximación poética y humorística a un modo de mirar el mundo natural de Traslasierra, con la multivariedad formal y gráfica que espera al lector al ir de poema en poema, de foto en foto.
La contundencia visual de las fotografías, editadas con rigurosa calidad y un sutil trabajo de fondos, pixelados y texturas, juega a contrastar con la volatilidad aérea y a la vez terrena de los poemas. Como la foto de la lagartija que sueña (“con salamandras” propone el poema) en la piedra camaleónica mientras el monte hace silencio. O la rana que podríamos llamar “plástica” de tan cercana y matérica que se la ve, que así como la palabra que la nombra “no sería raro / se ponga / a croar”. O el pájaro “punk” que podría crecerle al árbol que imaginemos después de leer un poema de gran condensación que une delicadamente nombres de árboles y epítetos.
Loro hablando solo es un libro que desde su poética dialoga con diversas vanguardias pero a su vez las refresca y les da su sello personal. La estética del caligrama crece en profundidad en poemas como el que comienza con “Cuando / cante el jilguero / este árbol”. Se trata de un caligrama con forma arbórea de deseo donde la raíz es lo que se busca. Allí desde la reiteración de los “cuandos” se vislumbra una copa hecha de imágenes que riegan pequeñas joyas sonoras de la naturaleza (canto, lluvia, viento) y toca tierra en el punto más sensible: “este árbol será mi mejor amigo”, vertical remate del poema.
El uso de las voces en este poemario entrecruza lo polifónico con lo humorístico y la variedad de tonos y discursos. El soliloquio del loro está más que acompañado por múltiples modos de dar lugar a la escucha del coro animal, vegetal y mineral del Valle de Traslasierra en tonalidad de cofradía. Los poemas en primera persona muestran un yo que monologa consustanciado humorísticamente con la desbordante vida natural que ofrece situaciones como la del ñandú que se tragó un reloj (“yo me pregunto: / ¿tanta pavada / por un reloj?”) o los sueños de la siesta (“Soñé que una nuez daba la vuelta al mundo cada 24 horas”).
La apelación lúdica al lector se despliega de maneras explícitas en algunos casos, implícitas en otros. Desde el juego provocador de “ustedes no saben lo que son las cabras” hasta el guiño desde la fingida impersonalidad del infinitivo en “no confundir el bosque con un herbario” (en un poema filosófico-botánico-musical —“hay más sonidos que hojas”— que termina advirtiendo de “no confundir el bosque con una sala de conciertos”), hay una gama variada de maneras de hacer intervenir al lector en ese coro de voces. En el poema recién mencionado vemos lo que podría verse como una de las marcas del discurso poético de Juan Lima: el de los versos entre paréntesis en tipografía más pequeña, como si se tratara de un susurro cómplice en el oído visual del lector. Otro ejemplo de ese gesto, que aparece en ocasiones justas, se ve en el poema “Para dibujar la palabra crepúsculo”:
Haga click en la imagen para verla más grande (y más legible).
La complicidad con el lector se manifiesta de un modo en el que la idea de autoría aparece festivamente en el poema “Con la punta de una espina”, donde se avisa:
“hay que tener cuidado
de pinchar sólo del lado
del revés de las
palabras
cualquier duda
me pueden consultar
juan@trucoscaseros.com”
Otra de las marcas potentes de la poética de Lima pasa por el uso extrañado y humorístico tanto del habla cotidiana como de discursividades poco usadas en la poesía más próxima a lo tradicional. Las frases más cercanas a la lengua de todos (donde se mezclan sutilmente saberes populares sean rurales o urbanos) o los modos de decir de discursos provenientes de los mundos más diversos (la zoología, el arte parrillero, el astronómico, la agenda, la botánica, entre otros tantos) vuelven a brillar con luz propia. Versos como “— A cada chancho su margarita”, ideas como la de “una montaña de cáscaras / crece lentamente desde / el nogal al rompenueces”, o la metáfora ferroviaria de que “cuando el sueño /baja la barrera / pasa la primera zorra”, entre tantos otros hallazgos, hablan de una escucha ávida y hospitalaria a la hibridación poética de los discursos.
Un monólogo así de permeable e invitador, el del Loro hablando solo, vuelve posible para niños de todas las edades de la vida tener siempre a mano la poesía del “jardín de las delicias”, Traslasierra, donde “tarde o temprano todo crece”.
(1) Nota de Imaginaria: Los lectores pueden ver algunas de las páginas de este libro en nuestra sección Ficciones: “Poesías del libro Loro hablando solo, de Juan Lima”. Revista Imaginaria Nº 301 (Buenos Aires, 20 de septiembre de 2011).
(2) Algunas de las fotografías que ilustran el libro pertenecen a los artistas María Antolini, Fabiana Di Luca, Guadalupe Haedo, Patricia Muñoz, Bárbara Paramio y Juan Soto.
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27/2/13 a las 12:38
Esta obra es bella por donde se la mire, se la toque o se la huela. Un gran abrazo al escritor Juan Lima, desde los aires de la cordillera de Los Andes, en San Juan.
Delia Beatriz González
5/3/13 a las 13:28
Lo tengo!! da placer tocar con la mirada (y poder ampliarla en el recorrido propuesto)…