En cada entrega de esta sección se ofrece un listado de libros que, a nuestro juicio, merecen ocupar un lugar en los estantes de cualquier biblioteca infantil o juvenil. Su objetivo es colaborar con la tarea de selección bibliográfica del padre, docente o bibliotecario, señalando títulos, brevemente reseñados, que se destaquen por su calidad. Los libros que se incluyen en esta sección no son únicamente las novedades editoriales sino también aquellos que por distintos motivos se encuentran agotados o descatalogados. Pensamos que la formación de una buena biblioteca es también una pasión de coleccionista; no podrían faltar entonces aquellas piezas entrañables que seguirán fascinando a los lectores de todos los tiempos.
La obra poética infantil de María Cristina Ramos
por Raúl Tamargo
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De papel te espero. Ilustraciones de Eleonora Arroyo. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1991. Colección Libros del Bolsillo.
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Un bosque en cada esquina. Ilustraciones de María Cristina Brusca. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1997. Colección El ombligo.
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Un sol para tu sombrero. Ilustraciones de Raúl Fortín. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1999. Colección Los Caminadores (Existe edición anterior, con ilustraciones de Liliana Menéndez: Buenos Aires, Editorial Libros del Quirquincho, 1988. Colección Serie Blanca.)
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Las sombras del Gato. Ilustraciones de Victoria Peters y Daniel Fajardo. Bogotá, Panamericana Editorial, 2002. Colección Que pase el tren.
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Maíces de silencio. Ilustraciones de Carlos Alberto Juárez. Neuquén, Argentina, Editorial Ruedamares, 2002. Colección Caballo de mar.
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La luna lleva un silencio. Ilustraciones de Paula Alenda. Madrid, Editorial Anaya, 2005. Colección Sopa de Libros.
Como ocurre con los buenos discos, con la poesía de María Cristina Ramos lo mejor comienza al rato. Es decir; dejar que la lectura avance, que los sonidos vayan adueñándose de esa caja de resonancia en la que se transforma el lector, resultan operaciones imprescindibles para ingresar en todo un universo poético que abarca seis libros pero que pueden leerse como uno solo.
Se trata de una obra que apela a recursos tradicionales de la poesía (hoy relegados casi exclusivamente al mundo de lo infantil), como son la rima y la medida, pero que no se deja atrapar por ellos, sino por el contrario, los utiliza como herramientas para generar un mundo sonoro dentro del cual, quien resulta atrapado, es el lector. Placenteramente atrapado, no preso. Envuelto en la necesidad de seguir leyendo; seducido por la interrupción que todo buen libro provoca en el cuerpo de lo cotidiano.
Si hubiera que dibujarle un paisaje a la poesía de Ramos, este sería el del suburbio. Un territorio que pide un bosque en cada esquina y un sol para tu sombrero. Un territorio en el que están presente las veredas, las escobas, las mangueras pero también las plantas, el viento, el cielo abierto. Un territorio en el que los frutos pueden estar en el árbol:
Vestido en verdes limones
sonreía el limonero,
y emplumaba en hojas verdes
su azar de pájaro nuevo. (1)
Pero también en la verdulería:
José, el verdulero,
nunca se explicó
todo ese desorden
que, a poco, ordenó.
Pero antes de nada,
con dulces maneras,
puso a su cebolla
sobre la heladera. (2)
Ese paisaje, sin embargo, no sería suficiente porque los poemas se suceden desplazándose de una geografía a otra. El mar se presenta como el sitio en el que la libertad se moviliza y lleva su mensaje (3), como el lugar en el que la naturaleza se anima y cabe hacerse preguntas de corte filosófico (4), como el espacio para pensar las cosas al revés (5) o bien como el borde (una vez más suburbio) en el que arena y agua entablan una relación con vaivenes:
El mar quiere decirle
secretos a la arena;
prepara en las orillas
sus voces más serenas.
Pero se calla,
pero se apena.
El mar quiere acercarle
cien collares de espuma
y las escamas dulces
que le deja la luna.
Pero se calla,
pero se abruma.
El mar se esconde entonces
en una caracola
y susurra, apenitas,
un silencio de ola. (6)
Si en un poema como el anterior, puede preverse un ciclo, un ir y venir, en otros casos, aparecen versos sorpresivos que obligan a un giro y una relectura:
En la ventana del frío
los niños hablan de ella.
La luciérnaga se va.
El niño ciego la piensa. (7)
Siempre bosques y bosques
recién nacidos
quiero para este mundo
lleno de olvidos. (8)
En poemas en los que el final indica un nuevo comienzo, y podrían de este modo leerse en un ciclo sin fin (9), o en aquellos en los que el aspecto gráfico (la ilustración, la tipografía) completa el texto o le agrega sentido (10), se abre espacio con mayor fuerza esa "otra cosa" que tiene la poesía, ese sentido "extra" que otorga la forma y convierte al texto en un nuevo objeto, no ya meramente representativo sino uno más en el mundo.
Poesía "¿Lo ves?" de María Cristina Ramos
ilustrada por Carlos Juárez (páginas 8 y 9 del libro
Maíces de silencio). Click en la imagen para verla
más grande.
En "Palabras" (11), el poema se vuelve adivinanza, en un gesto más por mantener atento al lector y aunque declara no decir (Pizca de luz y de sones, / y un manojito de trinos, / que alcancen para decirle / las cosas que no le digo.), la poesía de M.C. Ramos siempre dice, siempre da cuenta de algo. De algo que puede ser indefinible como en el caso de "El ángel" (12) o de algo tan perfectamente definible como la desigualdad y la pobreza:
Vivo entre jugadas
que a los otros dan suerte.
Por los otros me juego,
su acertijo es mi muerte. (13)
o un asesinato:
Un hombre ha matado a un hombre,
y un hombre no tiene igual.
Le ha cortado con miseria
su camino natural.
Lloran dos hombres perdidos
las espadas del lugar. (14)
El peregrinar, la libertad, la naturaleza, el amor, las relaciones humanas son los temas de la poesía de María Cristina Ramos. Lo musical, lo sutil, la sugerencia, la mirada microscópica; sus modos de decir.
Seis libros dirigidos a lectores infantiles de distintas edades. Seis libros que podrán disfrutar, sin dudas, también los lectores adultos.
Notas
(1) "Al amor del limonero". En Un bosque en cada esquina.
(2) "Los enamorados". En Un bosque...
(3) "Oleaje". En Un bosque...
(4) "Copa de mar". En Un bosque...
(5) "Castillo de mar". En Un bosque...
(6) "Decir". En La luna lleva un silencio.
(7) "La ventana". En La luna lleva...
(8) "Bosques". En Un bosque...
(9) "Cien hojas". En La luna lleva... / "Portal". En Las sombras del Gato.
(10) "¿Lo ves?". En Maíces de silencio. / "A dos agujas". En Maíces... / "Agua de mar". En Las sombras...
(11) En La luna lleva un silencio.
(12) En Un bosque en cada esquina.
(13) "Carta de la sota de copas a su rey". En Un bosque...
(14) "Espadas". En Un bosque...
Raúl Tamargo (tamargora@hotmail.com) es poeta y narrador. Publicó un libro de poemas, Los otros cómo juegan (Buenos Aires, Ediciones A Capella, 1995) y colaboró en un ensayo sobre experiencias de talleres de escritura (Las palabras son de todos, de Silvia Alvarez. Buenos Aires, Ediciones Juntos, 1991) dirigido a docentes de nivel primario. Fue redactor de la revista Una de C.A.L. y coordinó talleres de escritura para niños y adultos en Lobos, Carlos Casares y Buenos Aires. Integró el grupo de estudio La Nuez, en el área de la literatura infantil y juvenil. Con su novela Por la ventana de Sol, ganó el Concurso Internacional de Literatura Infantil "Julio C. Coba" 2001, que organiza la editorial Libresa, de Ecuador.
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