Carlitos Gardel
Texto de Graciela Cabal
Ilustraciones de Delia Contarbio
Diseño de Oscar Díaz
Buenos Aires, Libros del Quirquincho, 1991.
¿¡Un libro para los chicos sobre Carlitos Gardel!?
Sí. ¿Por qué no? Un libro para los chicos, y para los no tan chicos, y
para los decididamente grandes.
Un libro para todos. ¿Acaso Gardel no es de todos?
Lo primero fue el dibujo de Carlitos. Casi siempre es al revés: uno, el
autor, escribe el texto; y otro, el ilustrador, lo ilustra.
Acá lo primero fue el dibujo de Carlitos. Un Carlitos chico, de camiseta
y sombrero con mariposa.
Ahí está: "A Carlitos le gustaban los sombreros". ¡Linda imagen!
¿no?
Promediaba el año 1991. En realidad, no hace mucho. Aunque sí, tal vez sea mucho tiempo para una realidad como la argentina, en donde los proyectos (los sueños, las esperanzas, los emprendimientos) se disuelven (se desmoronan, se desgranan, se deshojan) con cierta facilidad. Y así, rápidamente, hay que pensar (emprender, impulsar, crear) otros para seguir adelante.
En ese momento, quien escribe estas líneas residía en Madrid. Y la mano de algún amigo viajero o el correo (la memoria a veces traiciona) le acercó a Carlitos Gardel. Esta vez, "el zorzal criollo" no venía en forma de disco o casete, como hubiera sido lo lógico. Venía en forma de libro y, más extrañamente, en forma de libro infantil. Un álbum con todas las de la ley: tapas duras, papel ilustración y todo el color.
El esfuerzo editorial era loable. Carlitos Gardel había sido editado, con esas características, en una Argentina recién salida de la hiperinflación y en pleno ajuste económico. Todo un acontecimiento.
La sorpresa y la emoción fueron inmensas al poder estrechar, gracias a ese libro, la enorme distancia que me separaba de mi país.
Esa misma realidad que se describía al comienzo se encargó (en muy poco tiempo) de colocar a Carlitos Gardel en la categoría de "Libro en peligro de extinción", una clasificación que sólo era imaginable en el mundo natural. Y que transforma a los pocos ejemplares que quedan de él en tesoros celosamente guardados por los coleccionistas.
Agotado, descatalogado, y ahora nuevamente recuperado por sus autoras, Carlitos Cardel espera (y por cierto merece) un nuevo homenaje: su reedición.
Roberto Sotelo
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