Perlas de bruja
De María Rosa Mó, con ilustraciones de Leicia Gotlibowski. Reseña por Raúl Tamargo. «Se trata de verdaderas perlas de un mismo collar, instantáneas de una bruja niña o de una niña bruja que comienzan con un amanecer y terminan en lo profundo de la noche. Sin apelar a la rima, sin una métrica previsible, lo poético en este caso se descubre sobre todo en la ausencia de significados cerrados.»
María Rosa Mó
Ilustraciones de Leicia Gotlibowski
Buenos Aires, Ediciones SM, 2008. Colección El Barco de Vapor; Serie Naranja
por Raúl Tamargo
Nota de Imaginaria: Algunos de los aspectos que analiza Raúl Tamargo sobre la escritura de María Rosa Mó se podrán apreciar mejor leyendo los fragmentos de Perlas de bruja que publicamos en Imaginaria, cuando esta obra aún estaba inédita.
Perlas de bruja no contiene una compilación de poemas ni es un único poema fragmentado para dar lugar a las ilustraciones y extenderse a lo largo del libro. Se trata de verdaderas perlas de un mismo collar, instantáneas de una bruja niña o de una niña bruja que comienzan con un amanecer y terminan en lo profundo de la noche. Sin apelar a la rima, sin una métrica previsible, lo poético en este caso se descubre sobre todo en la ausencia de significados cerrados. Será necesario rendirse a esa inquietud para atravesar la lectura. Será necesario volver a leer, ir y venir por cada uno de los poemas, (y muy especialmente) dejarse llevar sin esperar que el texto lo diga todo.
Hay un hilo conductor que podría decirse narrativo; el ya mencionado pasaje del día a la noche, pero se trata tan sólo de un eje de ordenamiento y de presentación; no es indispensable leer primero la página uno y luego la dos. El otro elemento de unidad es el personaje central: una bruja niña que a veces es muy bruja y a veces es muy niña (1).
En el primero de los textos se puede observar un rasgo que estará presente en todo el libro: «La bruja hechizó sus manos / y las convirtió en pájaros. / Su voz en canto de fuego. / Sus piernas en palabras. / Y se deshizo en el viento / suave / como una calandria». En lo que sigue no habrá ninguna calandria, ni sus manos volverán a ser pájaros ni su voz será un canto de fuego, de modo que si las transformaciones propuestas en los primeros versos generan alguna expectativa, ésta queda desbaratada y se hace necesario volver atrás para leer esos siete versos como un conjunto único y completo.
Otro elemento que atraviesa el libro en varios pasajes es el que tiene que ver con la ausencia, con lo que no está o no es. «En el fuego cocina / lo que no sabe», dice el poema de la página 12, para referirse a las palabras heredadas; ese vocabulario propio de las brujas (patas de rana, ojos de pez, dientes de serpiente) y cuyo significado aún no conoce. El poema cierra afirmando que «La palabra se funde / con la fuerza de su historia».
Es interesante detenerse en el poema de la página 11 para observar el trabajo entre texto e ilustración. Allí se lee: «Sobre una colina / la bruja / hace aparecer / y desaparecer / soles a su antojo». La ilustración (que abarca páginas 10 y 11) muestra a la bruja detrás del tronco de un árbol. Aunque se presenten elementos distintos a los del texto (bruja y árbol en vez de soles) la idea de aparición es reforzada por el dibujo.
También es notable que el personaje se encuentre ausente en las ilustraciones a partir de la página 48 y hasta el final del libro, a pesar de seguir presente en los textos. Tal vez se esté anunciando lo que sabremos hacia el final, cuando «Aunque la buscan / no la encuentran». Todo el recorrido del texto es acompañado por las ilustraciones; éstas abarcan el total de la superficie de las páginas, lo que pone en valor la «colaboración» entre los dos lenguajes, sin la supremacía de ninguno de ellos. Ambos parecen decir lo suyo, dentro de un mismo campo de significación y resonancias.
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Perlas de bruja se vale de buena parte de los elementos que se le conocen al universo de las brujas: el fuego, las palabras mágicas, la noche, el caldero, los animales nocturnos, el aquelarre; sin embargo, ese fondo no es utilizado para el horror (nuestra bruja apenas roza nidos para asustar pichones) o la maldad, ni para su parodia, sino para dar cuenta de la intimidad de la infancia, acaso de la femineidad. Ese contraste me sugiere la idea de levedad de la que habla Italo Calvino en sus Seis propuestas para el próximo milenio. Acudo a las fuentes y encuentro mucho más de lo que esperaba. Dice Calvino: «…en las aldeas donde la mujer soportaba el peso mayor de una vida de constricciones, las brujas volaban de noche en el palo de la escoba o en vehículos más livianos, como espigas o briznas de paja. Antes de ser codificadas por los inquisidores, estas visiones formaban parte de lo imaginario popular o, digamos, también de lo vivido. Creo que este nexo entre levitación deseada y privación padecida es una constante antropológica. Este dispositivo antropológico es lo que la literatura perpetúa» (2).
Una manera posible de leer un libro cuyo mayor mérito consista, tal vez, en no renunciar a la inquietud que genera la poesía, en función de una serie de supuestos que circulan en torno a la lectura infantil.
Notas
(1) Si en un momento la bruja convierte sus manos en pájaros (pág. 7), en otro se siente paloma (pág. 21).
(2) Calvino, Italo. Seis propuestas para el próximo milenio. Madrid, Ediciones Siruela, 1990. Colección Biblioteca Calvino. Pág. 39.
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3/3/09 a las 21:29
Hermoso libro!
Deliciosas ilustraciones de Leicia!
4/12/09 a las 15:52
hola nosotros leimos tu libro lo hiciste recontra bien.somos alumnos de anabela ,ella te conose pero nos onraria que nos respondas este mail con tus palabras. besos juani y juana
10/1/10 a las 15:55
hola soy ema tango dies años queria decirte si podrias darme unos pasos si tienes para ser niña bruja en verdad