"Escribo cuentos para entender qué le pasa a esa gente que los habita y los padece."Entrevista con la escritora Iris Rivera

Por Graciela Perriconi. «Conocí a Iris hace más de doce años cuando hacía sus primeras publicaciones literarias, la edité entonces en El Ateneo porque me gustaba esa imagen de «adulta complicidad» con el lector que sostiene en sus libros, que por cierto tienen el sello de una escritora. Iris tiene el don de saber jugar con las palabras, con las historias, con las situaciones que va creando. Ella teje y no se conforma con las distintas tramas que va construyendo al mismo tiempo que revela su esencia de ‘jugadora nata’.»

por Graciela Perriconi

La escritora Iris Rivera -sobre quien ya publicamos un completo informe biográfico y bibliográfico-, en diálogo con la editora y especialista en literatura infantil Graciela Perriconi, reflexionó sobre su obra y su oficio de escritora.Para acompañar y complementar esta charla, publicamos también en este número de Imaginaria el artículo «El zapallo y la escritura se parecen en la manera de germinar, de brotar y de crecer», que Iris Rivera pronunció dentro del marco de las Jornadas de Formación e Intercambio «Mediadores a la vista», durante la 18ª Feria del Libro Infantil y Juvenil (Buenos Aires, 26 de julio de 2007).

Conocí a Iris hace más de doce años cuando hacía sus primeras publicaciones literarias, la edité entonces en El Ateneo porque me gustaba esa imagen de «adulta complicidad» con el lector que sostiene en sus libros, que por cierto tienen el sello de una escritora. Iris tiene el don de saber jugar con las palabras, con las historias, con las situaciones que va creando. Ella teje y no se conforma con las distintas tramas que va construyendo al mismo tiempo que revela su esencia de «jugadora nata».

Su trabajo docente en espacios convencionales y no convencionales, sus páginas en revistas infantiles y esa mirada de niña que invita a entrar en su juego me llevó a hacerle con placer esta entrevista en la que me permití manifestar mis propias inquietudes de lectora.

-¿Cómo evaluás tu proceso de escritora desde El señor Medina (1) entre otras publicaciones y las recientes?

-Me parece que al principio creía que una historia se inventaba. Que la inventaba el autor, quiero decir. Creía que el autor tenía una idea y la desarrollaba, la iba llevando, conduciendo hasta el desenlace. Pensaba que eso era eso lo que hacía un narrador, que eso era la literatura. Más adelante pensé que también podía uno contar historias que habían sucedido en «la realidad», con algunos condimentos que las hicieran más interesantes, creí que hacer literatura podía ser también eso. Y por estos tiempos voy pensando que uno se podrá parar desde esos lugares para escribir, pero que la Literatura, con mayúscula, esa que es arte, pasa por otro lado. Me parece que escribir no es inventar, sino crear. Cuando invento, voy delante de los personajes diciéndoles lo que tienen que hacer. Entonces, un personaje «inventado», como es obediente, hace lo que yo quiero. Y, por mejor que me salga, es «de mentiritas».

Un personaje creado, en cambio, es de verdad. Y no todo lo que sale de mi imaginación es de verdad, no, no. Un personaje de verdad, lo primero que hace -como hizo Pinocho con Gepetto- es sacarme la peluca y salir corriendo. No voy delante de él tratando de inventar «a ver… y ahora qué le puede pasar». Voy detrás de él, ¡como iba Gepetto detrás de Pinocho! Pero Gepetto trataba de atajar a Pinocho; el autor, en cambio, no. A un personaje de verdad no lo puedo alcanzar, no lo puedo agarrar de las orejas. A un personaje «de mentiritas» sí; lo llevo y lo traigo como yo quiero. Y no importa si sigo escribiendo su historia o la abandono (total, esa historia es un invento); pero si el personaje tiene vida soy responsable de eso (de narrar eso). Crear un personaje es estar ahí, en el momento en que toma vida (él la toma aunque nadie se la dé)… y no me va a ser fácil dejarlo abandonado, justamente porque está vivo. Entonces vuelve, reclama, pide, insiste para que su historia sea contada.

-¿Hay alguna inquietud que se sostiene dentro tuyo?

-Y… te diría que todas mis inquietudes son… inquietas. Más que sostenerse, trastabillan, saltan, se empujan y me empujan, no me dejan quieta, justamente, ni tranquila.

-Hablaste de crear los personajes cuando te pregunté por tu escritura, me surge como curiosidad saber si los personajes son motivadores de la historia o la historia los va convocando, los va configurando.

-Eso es según cómo viene la cosa. Y ahora que lo digo, veo que una historia es una cosa que viene. Que viene pasando como para que vos la cuentes.

A veces los personajes dan lugar a la historia. Así fue con El señor Medina, por ejemplo. El antes del antes de esa historia fue la frase «señor, mida sus palabras» que me empezó a sonar en la oreja, venida de nosecuándo y por nosequé. Después, vi un hombre que medía cada palabra que iba a decir. Tenía una cinta métrica en la mano y medía sus palabras. Vi la cinta, en qué bolsillo la llevaba, cómo la sacaba para medir a escondidas… y seguí viendo lo que pasaba. Entonces, El señor Medina, se fue narrando a partir del personaje.

Pero con La nena de las estampitas (2), por ejemplo, fue distinto. Esa historia no partió de la nena, sino de un perro que vi en el andén del subte, línea C. Me preguntaba qué hacía ese perrito ahí y me lo seguí preguntando hasta que pude ver dónde había estado antes y cómo había llegado hasta el andén. Cuando empecé a contar eso, usé una picardía: no voy a decir que es un perro, que parezca que es un nene. El personaje se llamó Cirilo desde el primer renglón, y ese era el título que llevaba el cuento. Pero, cuando la carrera de Cirilo desembocó en el subte, vi que las puertas de los vagones se abrieron, que Cirilo entró y se escondió debajo de un asiento. Vi que los pasajeros se sorprendieron, que una mujer trató de sacarlo de allí abajo. Vi cómo otros intentaban lo mismo y que Cirilo no salía. Vi que bajaban esas personas y subían otras nuevas. Cirilo estaba tan encogido que ninguno de los nuevos se dio cuenta de su presencia. Entonces, del fondo del vagón vi venir una nena repartiendo estampitas. ¿Qué podía hacer yo con esa nena? ¿Podía hacer como que no la había visto? No podía porque sí la vi. Y la nena sí vio a Cirilo. Y lo tocó. Le tocó la cabeza y él salió de debajo del asiento. Me acuerdo bien de que, en ese momento de la escritura, taché el título Cirilo y lo cambié por La nena de las estampitas, porque recién entonces supe de qué hablaba la historia.

Entonces, así como en El señor Medina, el personaje me llevó a narrar la historia, en La nena de las estampitas, el narrar la historia me condujo al encuentro del personaje, al encuentro de la nena.


Tapa de
La nena de las estampitas, de Iris Rivera con ilustraciones de Dany Duel

-¿Qué motivaciones te llevan a escribir cuentos especialmente?

-Debe ser que me crié escuchando historias. Vengo de una familia que, cuando se junta, cuenta chistes, cuenta cuentos. Y creo que, desde chica, me era fácil saber si una historia estaba bien contada o no. Podía notar que el «contador» elegía las palabras, que no las derrochaba, que manejaba los silencios, los cambios de voces. Prestaba atención a eso. Me fascinaba lo que se contaba (el qué), pero también la manera de contarlo (el cómo).

Si acaso existe esa inclinación a narrar, me parece que la tengo. No en la oralidad, pero sí en la escritura. Y, cuando me dejo llevar, la historia va naciendo a medida que es narrada. Por eso descubro cosas que, antes de empezar, desconocía. Y no me refiero solamente a recursos, secretos del oficio, sino a descubrir cosas acerca de esta cebolla de muchas capas que es la cuestión de haber sido arrojados al mundo, como somos arrojados los humanos, sin saber de qué se trata. Y con conciencia. Y más que eso: con autoconciencia. Y más todavía: con la posibilidad de expresar nuestra percepción de este enigma. Yo creo que una de esas maneras tiene que ver con las palabras. Otras son la música, la danza, la pintura… Habría que nombrar a todas las musas y me encantaría tener trato con tantas, pero tenemos una vida sola, qué problema. De tener otras, ya sé en qué podría ocuparlas.

Escribir una historia viene a ser lo mismo que vivirla. Te encontrás con las incertidumbres que los personajes traen y te van mostrando. Y lo que vos hacés es narrar lo que hacen, las decisiones que toman, las que no toman, lo que está fuera de su decisión, lo que no alcanzan a entender. Escribo cuentos para entender qué le pasa a esa gente que los habita y los padece.

De repente te los quedás mirando, a ellos digo, a lo que hacen y dicen… y es porque te mostraron algo que no esperabas: te hicieron entrar en una capa más profunda de la cebolla. Venías cayendo en la historia que contabas, como Alicia, en la madriguera del conejo… venías cayendo sin saber hasta dónde y de repente ¡paf! Ahí estás, de cola en el piso. Y hay una botellita que dice «bébeme». Y Alicia se la bebe. Y hay un pancito que dice «cómeme». Y Alicia lo come. Y te volvés más chiquita o más grande, como Alicia, con Alicia. Bueno, no sé… me parece que por ahí van mis motivos.

-Esta respuesta crea intriga después de la metáfora de Alicia… conduce a saber cómo elaborás tus historias: ¿sos minuciosa, obsesiva, te proponés jugar con la historia, en definitiva: cómo escribís tus cuentos?

-Y… cada cuento es cada cuento. No hay «una» manera. Un día te parece que ahí puede brotar una historia, como quien dice «me encontré una semilla y la levanto». Y la llevo en el bolsillo. A veces pienso que los bolsillos de los que escriben tienen «tierrita», porque las semillas que levantan son de brotar. No todas, eh… no vayas a pensar que todas.

En eso de «elaborar las historias», te digo que hago las dos cosas que mencionás: juego y trabajo. Cómo llamarlo ¿un trabajuego? No, este trabajo no traba el juego, sino todo lo contrario. ¿Un jueguibajo? Tampoco, no. Porque baja, pero también sube, y patina y te revuelca y… Me gustaría combinar trabajo y juego en una sola palabra, pero ellas se niegan. ¿Viste cómo son? Por eso dan trabajo. Pero les tengo que jugar para que se distraigan, así en algún momento (que por lo visto no es ahora) van a soltar ese secreto que se están guardando, de brujas que son. Para hacerme quedar mal en la entrevista, si serán. Para que todos noten que las que mandan son ellas. Pero ya las voy a agarrar.

-Iris Rivera: «iluminada por el juego «; ésta es mi definición más sincrética. El juego de palabras, el juego en la acción, el juego que evoca otros juegos… ¿sos consciente de que tu obra gira, se envuelve en el juego, tan afín con la vida de los chicos?, ¿vos escribís así naturalmente o lo hacés porque no hay mirada posible de la infancia sin el juego?

-Ah, pero eso que decís de mí (me encantaría que fuera cierto), yo lo puedo decir de todos los escritores y escritoras que admiro. Y no hablo sólo de los que publican literatura que va a parar a manos de los chicos. Y esperá un poco, porque también lo puedo decir de todos los artistas que admiro, cualquiera sea el arte donde desarrollen su juego. Todos ellos juegan y se juegan. Me parece que los artistas son gente que se dio cuenta de que no es necesario, para ser adulto, dejar de jugar. Y mejor que eso: que no es buena idea que el adulto abandone al niño. A ningún niño. Incluido el niño que él mismo fue… entre otras cosas, porque lo sigue siendo. Lo lleva con él a todas partes.

-Entonces el juego en la literatura para los chicos tiene un sentido y un valor especial de acuerdo a lo que me estás respondiendo.

-Y… el juego es como el aire. Sin juego, los humanos somos carne de broncoespasmo. Los humanos de cualquier edad. Entonces ese valor-juego no se limita al niño ni tampoco a la literatura. Es una necesidad básica, creo yo. Me parece que el juego es mucho más que un «recurso» en el arte (en cualquier arte). No es un añadido, sino que está en la esencia de todo arte, incluida la literatura. Y si pienso en los niños, bueno… el juego también está en su esencia. Y en la de los adultos. Necesitamos jugar. De la misma manera que los peces necesitan mover las aletas y desplazarse en el agua. Así, al menos, es como yo necesito jugar. De la misma manera que el que mira necesita ver. Y como el que va andando necesita… no sé… ¿qué necesita el que va andando? Ir, me parece. No sé si llegar es tan importante como ir.

-¿Sólo se va en la vida, no se vuelve, no hay pequeñas paradas; lo que interesa es ir sin saber adónde, ni por qué?

-No, no. Yo creo -y lo pienso seguido- que se va y se vuelve. Y que volver es también una forma de ir. Incluso sospecho que se vuelve muchas veces sobre lo mismo, aunque a diferentes niveles de profundidad. Y eso me atrae, me importa profundizar.

Cuando te hablaba de que el que anda necesita ir, de lo que estaba hablando no era de ir lejos (en mi caso particular, claro). No sé si quiero llegar lejos cuando hablo de ir. Más bien quisiera llegar hondo. Estamos metidos en el misterio, los humanos. Es tan profundo todo, tan abismo.

Cuando escribo no quiero saber adónde voy a llegar ni por qué, eso es cierto. Si lo supiera, estoy segura de que la historia resultaría forzada, manipulada para decir algo que ya sé. ¿Cuál sería la gracia de escribir una historia para contar algo que sé? Si ya lo sé, listo… ya lo sé. Las historias que me atraen son ésas en las que, como no sé, el curso de los acontecimientos me pueden mostrar algo nuevo. En esos bretes me quiero meter. Pero también es cierto que, en esos bretes, no me quiero quedar a vivir.

Una vez escrita la historia, me importa mucho darme cuenta de adónde llegué y cómo y por qué. Sería algo así como si te dijera: escribo para ir no sé adónde, pero si llego a algún lugar, me quiero enterar de dónde estoy.

-¿Y los obstáculos, las «lomas de burro», los parates: todo eso cómo se traduce en la escritura de una historia para chicos?

-Bueno… son cosas del camino. Cuando estás en uno de esos momentos, que a veces se prolongan, me parece buena idea esperar. Pero no sentada, sino trabajando. El que escribe suele trabajar sentado; ¡ni me lo digas!.Pero no sólo de las horas-culo-silla crece la escritura. También crece de los momentos-colectivo-pasamanos, de los minutos velador-libro-sueño, de los ratos trámite-cola-banco, de las horas-manuscrito-cajón. De todos esos tiempos muertos que, cuando tenés una historia entre manos (cuando habitás una historia y esa historia te habita) se vuelven tiempos vivos.

Siempre me acuerdo de que Cortázar decía «por la escritura bajo al volcán». Y bueno, a veces el volcán no entra en erupción y, desde afuera, parece inactivo. Pero es un volcán. La lava circula por dentro, bulle y quema. Siempre quema. A veces pienso que algunos parates se deben al chucho que te da bajar al volcán.

-Si recorro los últimos cuentos editados, creo que le has dado especial importancia a la figura del ilustrador como coautor: ¿cómo surgió la idea de construir tus cuentos con ilustradores?

-Por curiosa. Porque un día pude ver que los libros para chicos no estaban hechos solamente de palabras. Me costó caer en la cuenta de esta obviedad. Cuando caí, vi que no conocía personalmente a los ilustradores de mis propios libros. ¿Cómo puede ser? Dos personas creando un mismo objeto y ni siquiera se ven las caras. Me empezó a inquietar eso. Sospechaba que dos creadores, con dos lenguajes distintos, lograrían una obra mejor si chisporroteaban juntos. Tu pregunta de por qué empecé a construir mis historias con ilustradores la podría responder por la negativa: ¿por qué no? Componer un cuento ilustrado lo relaciono con componer una canción: texto e ilustración, así como letra y música. Se trata de combinar dos artes. ¿Por qué no juntarse? ¿Por qué no? Y así empecé a probar. No sé, cada uno va haciendo su camino. En el mío me voy cruzando con cosas que me ponen curiosa. Y me meto a curiosear. Claro que este «meterse» tiene que ver un poco con lo teórico y un mucho con el hacer. En mi caso, curiosear cómo se hace algo, tiene que ver con ponerme a hacerlo.

-¿Qué «dimensión» narrativa tiene la ilustración en tus cuentos?

-Y… según de qué libro estemos hablando. En los primeros, veo las imágenes tienen un papel «ilustrativo», como acompañamiento a las palabras casi siempre. En los últimos, como caí en la cuenta de que las imágenes también narran, hay momentos en los que la escritura se retira y deja que digan ellas. También hay momentos en que la imagen decide no mostrarse para dar lugar a las palabras. Cuándo sí, cuándo no… eso forma parte de un diálogo que se establece entre el autor del texto y el autor de la ilustración.

En ese diálogo interviene también el editor y el diagramador. Son varias las personas a tomar decisiones. El desafío está en que los acuerdos se vayan logrando a favor del libro. Quiero decir: con miras a ofrecerle la mejor obra posible al autor que más nos importa a todos: el autor de la lectura. El lector.


Tapa de
Los viejitos de la casa, de Iris Rivera con ilustraciones de Tania de Cristóforis

-Observo que hay temas recurrentes en tus obras; el amor, la amistad, las relaciones humanas representadas en personitas, animales. No te quedás en la anécdota, vos indagás en las relaciones humanas: ¿es un proceso natural o es deliberado?

-Creo que decís bien cuando expresás «observo que». Decís bien porque es el lector quien «observa que». Y vos observás que hay temas. Pero desde mí no hay temas, hay historias. Y me van surgiendo preguntas, intrigas sobre lo que va a pasar, cómo van a resolver los personajes la situación en la que se metieron o los metieron. Qué van a hacer con eso que les pasa. No hay temas, hay situaciones complicadas generalmente. Complicadas para vivirlas ellos y para narrarlas yo. La cuestión de vivirlas la dejo a cargo de los personajes, ése es su problema, que para algo están vivos y toman sus decisiones o las dejan de tomar. Yo me concentro en cómo hacer para contar lo que hacen y lo que dejan de hacer. Ése es mi problema, y cuando no le encuentro la vuelta, esa es mi frustración, y cuando se la encuentro, esa es mi alegría.

-¿Por qué no escribís novelas?

-Me gustaría probar qué se siente al escribir una novela. Imagino que será como vivir en un mundo paralelo durante mucho tiempo. Me pareció que entraba en esa experiencia cuando escribí El mono de la tinta (3), pero no estoy segura. ¿Resultó una novela corta o un cuento largo? No sé. Creo que para escribir una novela hay que ser capaz de entrar por un tiempo medido en años en otra realidad, y quedarme ahí explorando, explorando, explorando.

Me gustaría probar otra vez porque soy lectora de novelas y admiradora de novelistas. Me gustaría, pero no es una cuestión de gustarle a uno, me parece. Por lo que veo en mi proceso de escritura (no digo que les pase a todos, hablo de mí), es el texto el que se dispara. Y no me ocurre seguido que el texto se ramifique, que se arborice como me parece que ocurre en las novelas. Por otro lado, no creo que uno decida «voy a escribir un cuento» o «esto va a ser una novela». También tiene que ver con qué venís cultivando en tu cantero. Y, a lo mejor, como cultivo cuento, es cuento lo que más brota. Ahora que me lo hacés pensar: ¿no estaré metida yo también en esta cosa desdichada del monocultivo? Mmm…

-Quiero compartir mi opinión sobre tu militancia en la escritura de cuentos que más que «una oportuna elección por el monocultivo», me parece «una talentosa forma de ir creciendo en un formato de escritura» elección que han hecho otros escritores.

Quizás la posibilidad que tiene un autor de escribir cuento, ensayo, novela -y hacerlo bien- es una versatilidad que no colabora con quien elige leer cuentos por el disfrute y sabe que cuenta con Borges, Rulfo, Cortázar, entre muchos para no mencionar a autores de literatura infantil. Esos autores «privilegiaron» el cuento, quizás solamente porque les gustaba escribirlo, a pesar de escribir novelas y poesía como Borges. Cabe leer lo que has dicho antes hasta aquí para saber que el cuento es para vos un disfrute y eso baste, sin más.

-Puede ser. Admiro a los tres autores que nombrás, y de Rulfo, me quedo con El llano en llamas. Pero a Borges lo admiro también como poeta. Y a Cortázar, como novelista y como ensayista. Al final, voy a terminar diciendo, como el tal Jorge Luis, me quedo con lo que leo antes que con lo que escribo. Porque es mejor, claramente… ¡y mucho más variado!

-Para cerrar este encuentro, los lectores sabemos que un escritor tiene referentes… Podrías hablarme de ellos.

-Mis referentes en literatura infantil y juvenil son Javier Villafañe, Laura Devetach, Ema Wolf, Graciela Montes, Graciela Cabal, Gustavo Roldán… Hay otros autores a los que admiro mucho, pero estos que nombro son los que marcaron un antes y un después en mi camino. Son mis ejemplos como artistas y también como personas con compromiso ético. Son algo así como la base desde la que parto y a partir de la cual empiezo a abrir el abanico y sigo leyendo más. Y descubriendo otros autores y otros textos admirables.

-¿Lecturas en «la mochila»?

-Menos mal que preguntás por «la mochila», así puedo nombrar unas pocas… si preguntaras por «la mesa de luz» te diría que rebasan. Y, en la biblioteca, ni qué decir. Pero en la mochila están los tres o cuatro últimos libros que me movieron el piso. Acá van: El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon (novela); Las primas, de Aurora Venturini (novela); La mujer ducha, de Juan Sasturain (cuentos); El quinto hijo, de Doris Lessing (novela); Lo naciente. Pensando el acto creador, de Hugo Mujica (un inclasificable, entre poesía y ensayo); y Seis personajes en busca de un autor, de Luigi Pirandello (teatro). Al final resultaron seis en la mochila, con razón me duele la espalda.

-¿Y algunos proyectos?

-Hay un libro de cuentos en el cajón de las horas-meses-siglos-cajón y no encontré todavía una editorial que lo quiera. Qué malos que son. ¿Los editores? ¿Los cuentos? Andá a saber…

También estoy trabajando en un libro-álbum con María Wernicke, linda tarea de diálogo, la nuestra. Muy linda.

Y quiero seguir y sigo trabajando en formación de lectores adultos, mediadores entre los chicos y los libros, tarea de lo más necesaria, para mi modo de ver. Otra cosa en marcha son los talleres literarios, que me acercan a personas verdaderamente apasionadas por las palabras con las que sucede «eso» que se llama encuentro. Nada menos.

Imaginaria también me da un espacio para hacer lo que tanto me atrae: preguntar. Entonces hago entrevistas (4) a personas que vinculan a chicos y jóvenes, de una u otra forma, con los libros. Te tengo que decir que no me ha sido fácil ponerme esta vez del lado del que responde, pero bueno. Vos y los demás lectores dirán. Ojalá haya podido dejarles más preguntas que respuestas.

-¡Gracias! Por esta confe-entrevista o breve clase de literatura que nos has brindado, en mi nombre y seguramente en el de los lectores y por seguir abriendo puertas con otras Llaves. (5)


Tapa de
Llaves, de Iris Rivera con ilustraciones de Javier Sánchez


Notas de Imaginaria

(1) El señor Medina (Buenos Aires, Ediciones Colihue, 1992) es el primer libro publicado de Iris Rivera. Está editado por Gustavo Roldán (h), y fue el cuento ganador del Primer Premio del Concurso Nacional Docente de Cuentos Infantiles 1990 «Francisco Isauro Arancibia», organizado por la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA) y Ediciones Colihue.

(2) Rivera, Iris. La nena de las estampitas. Ilustraciones de Dany Duel. Buenos Aires, Ediciones Colihue, 1998. Colección El Pajarito Remendado.

(3) Rivera, Iris. El mono de la tinta. Ilustraciones de Fernando Calvi (). Buenos Aires, Editorial Estrada, 2007. Colección Azulejos. Bs. As. 2007.

(4) Iris Rivera realizó varias entrevistas para Imaginaria:

(5) Rivera, Iris. Llaves. Ilustraciones de Javier Sánchez. Buenos Aires, Editorial Edebé, 2006. Colección Flecos de sol. Libro ganador del premio «Destacados de ALIJA 2006» en la categoría «Cuento».


Artículos relacionados:

Autores: Iris Rivera

Lecturas: El zapallo y la escritura se parecen en la manera de germinar, de brotar y de crecer, por Iris Rivera

Lecturas: Humor y poesía: Iris Rivera, una escritora con «Aire de familia». Entrevista realizada por Claudia Sánchez

Ficciones: Tres cuentos de Iris Rivera

Reseñas de libros: Sacá la lengua, de Iris Rivera

Destacados: Tres reflexiones sobre la escritura

6 comentarios sobre “"Escribo cuentos para entender qué le pasa a esa gente que los habita y los padece."Entrevista con la escritora Iris Rivera”

  1. FABIAN SEVILLA dice:

    Verdaderamente me encantó este reportaje.
    Primero, porque las preguntas fueron formuladas de modo que las respuestas de parte de Iris Rivera son lasque uno que recién comienza, como yo, necesita leer.
    Segundo, porque mucho de lo que Iris (perdòn por la confianza) deja en cada oración una enseñanza o da pie para la reflexión en cuanto a la producción de textos para chicos. Se nota su experiencia como escritora (leí toda su obra, pero me gustó mucho lo que de ella pùblicó el Quirquincho y hoy tiene Colihue) y como tallerista.


  2. María Laura dice:

    Lo que Iris nos ofrece en esta entrevista es ella misma: así de mucho. Un compromiso admirable con la escritura, una generosidad que, sumada a su experiencia, hacen de ella una docente excepcional (lo dice también una alumna) y una cabeza grande y abierta como pocas. Gracias por la entrevista, por tus textos y por vos.


  3. verónica dice:

    El medido de Medina es siempre el disparador para animar a los chicos, a los grandes, a atreverse ha hablar con palabras de colores, a escribir con sonidos convidantes, a recorrer el mundo con pasos de estrenos y mirada llena de lucecitas y nubes candorosas. Gracias Iris


  4. carly quinteros dice:

    Hola me llamo Carly quinteros me encanta el libro llaves leí todos los cuentitos que tiene el libro llaves es re lindo porque todas las cemanas lo pedia para leerlo en la biblioteca de la escuela numero 81 del Hoyo pena que no lo pude consegir en las librerias sos mi escritora favorita me encanta el libro llaves bueno me voy besos


  5. CRISTINA dice:

    tengo 47 años, una hija especial en estado terminal, soy estudiante en educac especial, y me encantaria poder escribir un cuento, y no se si me animaria a publicarlo, no tengo quien me de una mano en esto, ya he escrito uno infantil, pero no tengo ayuda de nadie.cómo hago para saber si está bien, o no? y si hago el ridiculo a mi edad? pero seria un gran sueño para mi.
    he escrito 2 cuentos uno con la historia de mi hija especial, la cual está postada en una silla de rueda, en estado terminal.
    y otro cuento mas fantacioso y magico infantil. pero no se dibujar, veré cómo hago…
    gracias si alguien me puede decir algo, o revisarme mi obra, me sentiria mas segura.
    Felicitaciones por está página!! me encanta y me sirve muchisimo!
    cristina revuelta
    alumna de la universidad nacional de san luis
    carrera: educ especial


  6. Julio César Linares Nava dice:

    Escribo cuentos para entender qué le pasa a esa gente que los habita y los padece.Me parece genial esta reflexión que realiza la escritora sobre su proceso creativo. Me agrada cuando dice que no inventa personajes, que los crea y los va comprendiendo, los va observando padecer en el templo que habitan, es decir,en la misma arquitectura del cuento o relato.Felicitaciones a la escritora Iris Rivera, y que siga creando y recreando nuevas historias que nos ayuden a comprendernos los unos y los otros.