Historia de un niñito bueno. Historia de un niñito malo
Mark
Twain
Ilustrado por Ricardo Peláez.
Traducción de Una Pérez Ruiz.
México, Fondo de Cultura Económica, 2005.
Colección Clásicos.
Jacob Blivens era un niño "horriblemente bueno" (1), y un fervoroso lector de todos los libros de la escuela dominical (2). Allí estaba la clave de su extraño comportamiento. Jacob creía y confiaba en todos aquellos niños-modelo de los libros, quería fervientemente ser uno de ellos, y formar parte de alguna de aquellas historias. El único inconveniente era que a Jacob las cosas nunca le salían como en los libros. Su obstinación en imitar a los niños buenos de los cuentos, le significó toda clase de vejaciones y accidentes. Finalmente murió despedazado por una explosión. Su cuerpo quedó distribuido en cuatro pueblos cercanos.
Jim era un niñito malo. A él tampoco las cosas le salían como en los libros de la escuela dominical, donde a los niñitos malos le sucedían accidentes y castigos, y finalmente se veían en la obligación de arrepentirse y pedir perdón. A Jim todo, absolutamente todo le salía de maravillas. Este niño malo tenía muy buena suerte y el final de la historia lo prueba. Creció, se hizo rico, y obtuvo un puesto en la Cámara Legislativa.
No es casual la alusión a Saki al comenzar esta reseña. Tanto Mark Twain (1835-1910) como Saki (Hector Hugh Munro; 1870-1916), son dos grandes maestros del humor, de la ironía. Un humor muy anglosajón, no caben dudas. Y no sólo eso, ambos apuntan sus dardos hacia un mismo objetivo: la literatura para niños moralizante, aburrida, ridícula y pacata, teñida de la religiosidad puritana de aquellos tiempos: los famosos libritos de la escuela dominical "que le secaron el cerebro" al pobre Jacob. El humor es la herramienta que ambos autores utilizan para desenmascarar ese discurso adulto hipócrita destinado a los niños. En ambos relatos el final es "trágico" (desde la ironía y el humor negro, por supuesto) para los niños buenos. Un final de Caperucita Roja para la niña de Saki, un hiperbólico desenlace de explosión y despedazamiento (en el que el narrador se regodea con los detalles) para el niño bueno de Twain. La burla no sólo es directa, sino que además atañe, como no podía ser de otra manera, a los supuestos de lo adecuado e inadecuado en las lecturas infantiles desde la construcción misma de la historia. Una muerte por despedazamiento, o deglución del pequeño protagonista (que encima es un modelo de bondad) no correspondería a una literatura para niños "que se precie de tal". El libro de Twain aún hoy, cerca de cien años después, resulta no sólo transgresor para las convenciones aún vigentes de lo adecuado en la literatura para chicos, sino que por otra parte su "denuncia humorística" es de una actualidad sorprendente. Hoy, como hace cien años, los libros infantiles muy a menudo son escritos, o leídos para transmitir mensajes morales a las nuevas generaciones. En estos últimos años lo políticamente correcto ha invadido la selección, la difusión, la lectura y la producción misma de la literatura para niños y jóvenes. De lo que da cuenta en forma también humorística James Finn Garner (Detroit, 1960), otro anglosajón, con sus Cuentos infantiles políticamente correctos (3).
El Fondo de Cultura Económica realiza una cuidada edición de Historia de un niñito bueno. Historia de un niñito malo, con un rol importante para las ilustraciones del dibujante e historietista Ricardo Peláez (México D.F., 1968). Éstas retrotraen a las viejas imágenes de los libros religiosos para niños, y añaden información al texto escrito, en particular con la ingeniosa presencia de un ángel de la guarda (como alter ego de Jacob) y uno o varios diablos rojos como compañeros de aventuras de Jim.
La ilustración enfatiza el humor negro del texto, como cuando al mejor estilo Charles Chaplin, la imagen se detiene segundos antes de la catástrofe: la banana que está por ser pisada, la vela que está por caer sobre el niño absorto en sus lecturas.
Ambas historias tienen por ilustración final un impreso. Tanto el libro chamuscado con el título Senderos de bondad de la primera historia, como la tapa de la revista Éxito para Jim, dan cuenta de la misma ironía desenfada e irreverente que propone el texto.
El humor puede ser un arma contundente y efectiva. El libro de Twain bien puede dar ejemplo de ello cuando su desacralización apunta hacia un discurso, que lamentablemente cien años después (con algunos maquillajes rejuvenecedores) sigue vigente en los libros que los adultos destinamos a los niños.
Marcela Carranza
Notas
(1) Así diría el narrador de "El cuentista" de Saki (Hector Hugh Munro). Como en el cuento de Twain, la historia que el solterón narra a un grupo de pequeños en el tren no termina bien para el "niño bueno". La heroína, toda una Caperucita del deber ser, muere devorada por un lobo.
"El cuentista" de Saki está publicado en la sección "Ficciones" de Imaginaria, aquí.
(2) La Escuela Dominical es un departamento o Ministerio dentro de las congregaciones evangélicas que tiene por objetivo enseñar de una manera clara y directa temáticas importantes para el cristiano que se presentan en la Biblia. Fuente de la información: Wikipedia.
(3) Finn Garner, James. Cuentos infantiles políticamente correctos. Traducción de Gian Castelli Gair. Barcelona, CIRCE Ediciones, 1995.
Marcela Carranza (garrik@fibertel.com.ar) es maestra y Licenciada en Letras de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina). Como miembro de CEDILIJ (Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil) formó parte de la coordinación del programa de bibliotecas ambulantes "Bibliotecas a los Cuatro Vientos" y del equipo Interdisciplinario de Evaluación y Selección de Libros. Publicó artículos en revistas y participó como expositora en congresos de la especialidad. Actualmente se desempeña como coordinadora de talleres en el área de la literatura infantil y juvenil en la Escuela de Capacitación Docente (CePA), de la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, y profesora tutora en el Postítulo de "Literatura Infantil y Juvenil" de la misma institución.
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