154 | LECTURAS | 11 de mayo de 2005

"La difusión del libro en Internet es una tarea comunitaria"

por Eduardo Abel Gimenez

 

(Texto de la ponencia presentada en la mesa redonda "La difusión del libro en Internet", durante el 8º Congreso Internacional de Promoción de la Lectura y el Libro, el pasado 4 de mayo. El autor es codirector de Imaginaria.)

Voy a empezar por el final:

La difusión del libro en Internet es una tarea comunitaria.

Está bien que en Internet aparezca una editorial, o una agencia de publicidad, o una librería, y digan "Lean esto, compren lo otro, eduquen con lo de más allá". Está bien, pero no tiene mayor importancia. No influye demasiado.

La difusión del libro en Internet es un emprendimiento que llevamos adelante entre todos.

Y ahora voy a tratar de demostrarlo.

Durante siglos, la gran novedad fue y siguió siendo Gutenberg. La imprenta. De pronto, el siglo XX nos llenó de novedades: el sonido grabado, la radio, la televisión, el cine. Muchas formas nuevas de producir contenido.

Cada vez que apareció una de esas formas, alguien se sintió muy alarmado. La grabación de audio iba a terminar con la música. La televisión iba a acabar con el cine. Y todos, todos, como en una gigantesca conspiración iban a acabar con el libro.

Como sabemos, ahora que supuestamente estamos en el futuro, nada de eso ocurrió.

¿Y qué pasa con Internet?

La pregunta ya es antigua, en esta época en que el año pasado ya es antiguo. Y la primera respuesta que surge es tan antigua como la pregunta: Internet tampoco va a acabar con el libro. Ni, ya que estamos, con la tele, o con la radio, o con el cine. Todos gozan de buena salud, gozarán de buena salud, y tan felices.

¿Cuál es el aporte de Internet, entonces?

En primer lugar, Internet es una bienvenida extensión del mundo conocido. Internet permite, permitirá, a más gente el acceso a más información con más rapidez. La radio dejó de ser el medio elitista de sus primeros años, para convertirse en una herramienta tanto más imprescindible cuanto más lejos se está del "centro de la civilización". De la misma manera Internet está dejando, dejará, de ser un medio tecnocrático, excluyente, para integrar a las personas más lejanas, más desposeídas, más necesitadas.

A diferencia del producto en soporte papel, el contenido en Internet llega automáticamente a todos los rincones del planeta.

A diferencia del producto radial o televisivo, el contenido en Internet está disponible cuando el usuario llega, sin horarios.

Sin embargo, yo prefiero no comparar Internet con los medios de comunicación, como si fuera otra televisión. No es otra televisión. Prefiero comparar Internet con la electricidad.

La red eléctrica cambió la civilización de un modo profundo. Alteró la vida diaria. Posibilitó todos y cada uno de los medios que surgieron en el siglo XX. Hoy estamos bañados en electricidad de una manera impensada hace un siglo. No pensamos en la electricidad cuando la usamos, muchas veces ni la tenemos en cuenta, es algo que uno da por sabido. Un click, y se hace la luz. Hoy, ahora, estamos aquí conversando gracias a la electricidad.

Tenemos que pensar que en pocos años, muy pocos años, Internet será como la electricidad: estaremos bañados en Internet, rodeados de Internet. Un click, y nos conectamos al conocimiento universal. Y quien para entonces no pueda disponer de Internet estará tan marginado, tan desposeído, como quien hoy no tiene electricidad.

Por eso, si nos limitamos a comparar Internet con la tele, la radio o el papel, somos muy miopes. En todo caso, Internet, como conjunto de tecnologías, dará oportunidades para que los medios tradicionales obtengan mayor flexibilidad, profundidad, y sobre todo interacción.

Interacción. Esa palabra es la punta del hilo de una característica de Internet, una de las varias características que convierten a Internet en algo tan transformador como la electricidad. Y ese es el punto que trataré de desarrollar ahora.

Internet es una creación comunitaria.

En Internet desaparece el rol de "consumidor" a secas. Todos somos también productores. Todos somos difusores. Todos somos creadores.

Escribo un email y estoy produciendo contenido. Participo en un foro en la Web y estoy creando. Publico una página personal y estoy en el mismo plano que una gran empresa editorial.

Es cierto que muchos, muchísimos sitios en la Web parecen folletos publicitarios. Están cerrados, impiden la participación, se limitan a vender un producto. Ignoran a todos los demás sitios en la Web. No se actualizan nunca. Parecen fijados en piedra. Pero esos sitios terminan siendo los menos efectivos, los que menos logran su cometido, y no dan ningún motivo para que el visitante vuelva.

Un paso más allá, un enorme paso más allá, están los foros de discusión, las listas por email, y los sitios de la Web que permiten a sus visitantes dejar comentarios accesibles públicamente. Ahí empezamos a tener lugar todos.

Otro paso más allá, gigantesco, están los sitios que permiten a cada uno crear sus propias páginas. Esos sitios, como blogger.com o fotolog.com, pueden todavía sonarnos raros, o difíciles de usar, o "eso no es para mí". Sin embargo, ya tienen muchos millones de usuarios, de creadores. Millones. Empezando por los adolescentes, los mismos que algunos de ustedes educan cada día: muchísimos de ellos disponen ya de su sitio personal. Y el número de usuarios se duplica, o más que duplica, cada año. Cada año. Y las facilidades de uso son cada vez mayores.

Si tenemos acceso, si tenemos conexión, si tenemos ayuda, cada uno de nosotros puede abrir su propio canal de expresión, de creación, de difusión, en poquísimos minutos.

¿Suena raro? Pensemos en el email. Hace diez años, casi nadie de los que estamos aquí sabía de qué se trataba. Hace cinco años ya lo sabíamos, pero nos costaba usarlo o no teníamos acceso, o nuestros amigos y colegas todavía no tenían acceso. Este año lo usamos todos los presentes, o casi.

Así evoluciona Internet como medio para que cada uno produzca su contenido. Así de rápido y con esa potencia. Como el email. En cuanto uno descubre que tiene su propio lugar, su propia voz, su propio micrófono y amplificador y caja de resonancia, empieza a expresarse.

Hay otras novedades en Internet, todavía más drásticas, más avanzadas.

Por ejemplo, la librería Amazon.com. Existe sólo en la Web. Su objeto es vender libros, eso está claro. Pero considera que un modo de optimizar la venta de libros consiste en dar espacio a la gente para que escriba sus comentarios. Entro a Amazon, voy a la página de cualquier libro que me interese, y puedo escribir mi propia reseña. No sólo eso: Amazon (o sus máquinas inteligentes) se toman el trabajo de decirme qué otros libros interesaron a la gente que vino a ver este libro que estoy mirando ahora. Y hasta puedo dejar asentado, en esa misma página, que en vez de este libro es mejor leer tal otro. En los últimos, años, pocos años, Amazon reunió millones de reseñas, millones de recomendaciones, millones de participantes.

Claro, Amazon no sólo no está en la Argentina. Tampoco está en Sudamérica. Ni siquiera está en castellano. Qué yo sepa, está en inglés y en alemán, en Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania. Pero Amazon no tiene el monopolio de ese estilo participativo. Y recuerden qué pasó con la difusión del email.

Otro ejemplo, esta vez sin intención de venta: se llama del.icio.us, "delicioso" en inglés. Todavía no es conocido aquí, ni hay equivalentes locales. Es un sitio donde uno puede anotar sus páginas favoritas, sus "bookmarks", como los quieran llamar.

Veo una página que quiero recordar para más adelante, o a la que quiero volver, o que quiero recomendar a otros, y la anoto en del.icio.us. Le asigno palabras clave, las que yo quiera, le escribo un comentario, y la suelto en el mundo. Luego puedo volver a ver mis favoritos.

Pero lo mejor es que puedo ver los favoritos de los demás. Puedo buscar cualquier palabra clave, y ver la lista de las páginas que todo el mundo anotó con esa palabra. Como explican en su sitio, "lo que hace de del.icio.us un sistema social es su habilidad de dejarle ver los links que otros coleccionaron, además de mostrarle quién más señaló como favorito un sitio en particular. También puede suscribirse a los links de gente cuyas listas encuentre interesantes."

Sí, del.icio.us sólo está en inglés. Todavía es un poco difícil de usar. Todavía hay pocos links en castellano. Pero ya llegará el momento en que podamos sentirnos incluidos. La prueba es que detrás de del.icio.us no hay ninguna gran empresa. Ni siquiera una empresa pequeña. Es el aporte de un solo individuo, alguien emprendedor con una idea genial.

Un último ejemplo de lo que puede dar Internet en cuanto a participación. El más drástico de todos, a mi modo de ver. Se llama Wikipedia. Es una enciclopedia construida de modo colaborativo. Cualquiera puede escribir una página en la Wikipedia. Cualquiera puede modificar una página escrita por otro. Si veo algo que no me gusta, lo puedo borrar o cambiar. Si pienso que algo falta, puedo agregarlo. Si soy un vándalo, puedo ir y destruir lo que quiera (que ya vendrán moderadores a reponerlo más tarde). Es real: entro, cambio lo que quiero y mis cambios quedan inmediatamente ahí, para que los vean todos, incorporados a la enciclopedia.

La Wikipedia existe en muchísimos idiomas, también en castellano, con mayor o menor desarrollo. La versión en inglés tiene más de medio millón de artículos. Hay estudios serios que la comparan en calidad con la Enciclopedia Británica. No es broma. Y tiene una gran ventaja sobre la Británica: está mucho más actualizada. Parece que se logra una situación en la que los eventuales vándalos, los mentirosos, los aguafiestas, son amplia y rotundamente superados por quienes entran a construir algo útil para todos. Igual que en Amazon, y que en del.icio.us, y que en muchos otros sitios participativos.

La versión en castellano de la Wikipedia, con sus 46.000 artículos, empieza a ser atendible, aunque todavía tiene algunos huecos. Pero vayan a verla, está en es.wikipedia.org. Y aporten algo, aunque sea una línea, aunque sea la corrección de un error de tipeo. Para eso está, para que la hagamos nosotros.

La Wikipedia empezó siendo obra de un grupo de personas inquietas. Ahora está en manos de una fundación, la Wikimedia Foundation, que recibe aportes económicos de quienes quieran contribuir con el proyecto.

De más está decir que tanto del.icio.us como la Wikipedia, y hasta los aspectos sociales de Amazon, son gratuitos. No hay que pagar para usarlos, para leerlos, para colaborar con la construcción de conocimiento.

Entre nosotros, la Cámara Argentina del Libro tiene una oportunidad única de generar un sitio colaborativo como los que vengo nombrando. Su portal del libro, "Libros.ar", contiene una importante base de datos. Como explican allí mismo, "Libros.ar permite consultar la información sobre los títulos registrados en la Base de Datos ISBN de Libros Argentinos, enriquecida con información adicional proporcionada por las empresas del sector."

No sería difícil permitir que cualquier visitante de Libros.ar agregue información sobre el libro que quiera, reseñas, comentarios, historias personales, lo que le parezca oportuno. A muchos autores les gustaría poner más datos sobre sus libros. A mí me encantaría recomendar libros que me cambiaron la vida. A un docente le puede interesar compartir el uso que hizo de tales o cuales textos.

Técnicamente, todo eso es bastante sencillo de lograr. Lo difícil es la decisión de abrir el espacio, allanarse a escuchar a quienes son mucho más que consumidores de lo que se publica. Esa decisión requiere un esfuerzo de comprensión, requiere tiempo, requiere que se pierda el temor a la crítica.

Ahora bien, ¿qué tiene que ver todo esto (del.icio.us, la Wikipedia, los sitios colaborativos, ¡la electricidad!) con la difusión del libro en Internet? La idea acerca de lo que podría ser el portal Libros.ar nos acerca a una respuesta.

Como dije al comienzo, quise empezar a demostrar algo que en definitiva es obvio. La difusión del libro en Internet es una tarea comunitaria.

Dejemos que la difusión del libro a través de los diarios, las revistas, la radio, la televisión, estén en manos de editores, agencias publicitarias y críticos. Eso está bien. Es más, esos espacios se reproducen en Internet. Pero Internet también es nuestro espacio.

Cada uno de nosotros tiene interés en difundir el libro, un libro, muchos libros. Desde el comentario casual de algo que leí y me gustó, hasta la tarea apasionada y apasionante de promover la lectura en niños y jóvenes. Desde el trabajo en una biblioteca hasta la producción de una revista literaria. Y desde un autor que se edita a sí mismo hasta la más grande empresa editorial.

Podemos enviar un email o participar en un foro. Podemos reseñar un libro en Amazon, o simplemente recomendarlo. Podemos empezar una página sobre nuestro escritor favorito, o sobre nuestras experiencias de lectura en clase. Podemos anotar una página literaria en del.icio.us, o escribir un artículo sobre promoción de la lectura en la Wikipedia. De todas estas maneras, y de muchas otras que están en gestación, contribuimos al uso de Internet para difundir el libro.

Internet nos da a todos, y si no nos da hoy nos irá dando rápidamente, la posibilidad de hacerlo para un público cuya escala va desde la familia, los amigos o la escuela hasta el mundo entero.


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