37 | BOLETÍN DE A.L.I.J.A. (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina) | 1 de noviembre de 2000

"Un Nuevo Mundo para un Mundo Nuevo"

Palabras de Silvia Castrillón, presidenta de Fundalectura, en la sesión inaugural del 27° Congreso Mundial de IBBY (Cartagena de Indias, Colombia, 18 al 22 de septiembre de 2000)

Para comenzar deseo agradecer a cuantos han hecho y están haciendo posible este Congreso: Al Comité de Honor en la cabeza del Vicepresidente de la República, señor Gustavo Bell, al Comité Nacional, presidido por la Directora de la Fundación Rafael Pombo, señora Clara Teresa Cárdenas de Arbeláez, al Comité Latinoamericano conformado por los Presidentes de las Secciones de IBBY y a toda la IBBY, a su presidenta Tayo Shima y a su directora Leena Maissen, a la Junta Directiva de Fundalectura y a todo el equipo de trabajo que me acompañó durante casi cinco años en la tarea de preparar el evento que hoy se inaugura. A los conferencistas y ponentes, a los autores e ilustradores y demás participantes de actividades paralelas. A las empresas que patrocinaron y a las instituciones que apoyaron su realización encabezadas por el Ministerio de Cultura y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar. Y a ustedes participantes de 42 países. A todos muchas gracias. Y a todos los invito a construir:

Un Nuevo Mundo para un Mundo Nuevo

A escasos 50 años del nacimiento del portentoso invento de Gutemberg —el cual, según algunos, parece destinado al "basurero de la historia"—, Europa se encontró con un Nuevo Mundo, que se sumaba a otros mundos sobre los cuales el Viejo Mundo mediterráneo ya tenía noticias, prejuicios y presentimientos. El Nuevo Mundo recién "descubierto" estaba poblado de especies vegetales y animales desconocidas en Europa: el maíz y el cóndor, el tomate y el jaguar, el tabaco y el caimán, entre muchas otras. También estaba poblado por seres humanos que no encajaban en las visiones de las tradiciones greco-latina y judeo-cristiana que integraban la síntesis cultural de los "descubridores". En estas condiciones de inicial extrañeza, el libro impreso fue un vehículo fundamental para comunicar las noticias del Nuevo Mundo, como también lo fue para difundir en éste doctrinas religiosas, valores, creaciones literarias, saberes filosóficos y científicos y eso que suele llamarse —con un término ya desgastado por el abuso— imaginarios. Se iniciaba entonces el diálogo de dos mundos, que era finalmente el de todos los mundos en que se manifestaba, por esa época, la rica diversidad de "lo humano". Las diferencias —no las superioridades o inferioridades— en las tecnologías del pensamiento y del dominio material de la naturaleza suscitaron la visión etnocentrista que todavía impregna este diálogo. Pero ya desde esa época, se alzaron también desde el Viejo Mundo las voces que advertían sobre este sesgo: Montaigne en sus Ensayos (1580) señaló que para juzgar a los pueblos no-europeos era inadecuado adoptar la perspectiva europea y cristiana, y escribió: "cada uno llama barbarie a lo que no se acomoda a sus propias costumbres".

Hoy en día todos "los mundos" (los tres mundos de que se habla) están inmersos en el proceso objetivo de la globalización, el cual se sustenta en dos elementos interrelacionados: el libre juego de la fuerzas del mercado que elimina a los medianos y pequeños productores y a los países pobres; y una compleja y sofisticada tecnología, con inversiones de capital a las cuales sólo pueden responder las potencias mundiales y las corporaciones transnacionales. Este proceso es de alto riesgo, ya que sus consecuencias negativas sólo serán controlables con más tecnología y más inversión, generándose una irreversible unidimensionalidad tecnológica orientada por las leyes de la ganancia y la rentabilidad. En su conjunto, el proceso de globalización conlleva mayores desequilibrios económicos y sociales a nivel planetario y al interior de los países, y una situación de acentuada homogenización cultural, situación que, como lo vienen advirtiendo muchos pensadores, constituye una amenaza para la misma sobrevivencia de la especie.

Pero el proceso de globalización es ambivalente: de un lado, incrementa la miseria y homogeniza culturalmente, y no precisamente a partir de lo mejor de la cultura llamada universal; y, del otro, crea redes de comunicación y manejo de la información cada vez más universales, acercando a los pueblos y las culturas, ofreciendo salidas alternativas frente a los poderes mundiales del dinero y la trivialización de la cultura.

En esas múltiples redes y acercamientos se encuentran también puntos de apoyo para ir gestando una "sociedad civil internacional", también globalizada, que tenga como centro de interés la promoción y defensa de valores humanos de alcance universal. Aquí entran, junto al derecho a la vida —pero a una vida digna en lo espiritual y en lo material, acorde con lo alcanzado por la humanidad— la defensa de las culturas regionales y de las minorías, los derechos al arte y a la literatura, al conocimiento científico y a otras manifestaciones que expresan lo esencial del ser humano como categoría universal no-abstracta, que se concreta (por ser y por deber ser) en una enorme diversidad.

Aquí entra también, y necesariamente desde nuestra razón de ser, el derecho al libro y a la lectura, preocupación central que define a la IBBY desde su fundación, la cual dentro de sus objetivos se plantea "favorecer en todo el mundo... los libros de calidad para niños y jóvenes, especialmente en los países en desarrollo...", dentro de la perspectiva de "promover el entendimiento internacional a través de los libros".

Quisiera recalcar el sentido universalista y de organización no-gubernamental de la IBBY, por cuanto estos dos rasgos hacen de nuestra organización un elemento idóneo para participar, desde nuestra especificidad, en la tarea histórica, ética y política de concebir y propiciar formas inéditas de gestión, administración y co-gobierno que hagan frente a las nuevas situaciones derivadas del proceso de globalización. Formas, que además, propicien mayor equilibrio y reciprocidad en el intercambio de las voces y las obras de los creadores y los pueblos de "los mundos actuales". El Nuevo Mundo y el tercero siempre han estado abiertos y receptivos para el Viejo y el primero, lo cual no ha sucedido siempre en sentido contrario. Frente a este hecho debemos ser críticos y plantear soluciones que permitan a los niños de todas las latitudes acercarse entre ellos y conocer la riqueza de otras culturas y no dejarlos a merced de una visión restringida y esquemática de la realidad mundial que es parte constitutiva del proceso de globalización, y que se difunde masivamente.

Quisiera ahora, para finalizar, hacer una digresión sobre el futuro del libro y de la lectura, en momentos en que estamos entrando —con consecuencias aún imprevisibles— a la era del libro y las bibliotecas digitales y de la lectura electrónica o en pantalla. Hemos venido oyendo toda clase de voces y presagios, algunos entusiasmados, otros apocalípticos, y nosotros, que hemos hecho de la promoción del libro parte de nuestra vida, también nos sentimos presas de la duda y la incertidumbre: ¿a dónde vamos?, ¿morirá ese diálogo silencioso y meditado entre los mundos exteriores e interiores, reales e imaginarios, al que estamos acostumbrados con el libro impreso?, ¿perderemos el sentido profundo de la historia y el pasado que nos alimenta? ¡Tantas preguntas, tantas respuestas!

Sven Birkerts anuncia que las consecuencias de las nuevas formas de lectura serán la degradación del lenguaje, la homogenización de la perspectiva histórica y la pérdida del yo. Por mi parte diría que hay que resistir a los efectos negativos que se pueden estar percibiendo, pero también hay que resistir a la nostalgia paralizante del pasado. También cuando nació la imprenta se alzaron voces para defender las bondades del manuscrito y rechazar la nueva tecnología gutembergiana.

Preservemos lo rescatable del pasado, pero resistamos también a los juicios precipitados sobre lo nuevo. Estamos en una época de crisis y "la crisis —como escribió Antonio Gramsci— consiste precisamente en que lo antiguo está muriendo" y lo nuevo, que nace con dificultad, aún no ha adquirido su forma definitiva. Esperemos y trabajemos combinando "el pesimismo de la inteligencia" con "el optimismo de la voluntad", como también proponía Gramsci. Quizás sería más saludable dejar de pre-ocuparnos y entrar a ocuparnos en las urgente tareas que nos requieren para crear "un nuevo mundo para un mundo nuevo".

Muchas gracias.

Silvia Castrillón


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