13 | LECTURAS / BOLETÍN DE A.L.I.J.A. (Asociación de Literatura Infantil de la Argentina) | 1 de diciembre de 1999

Para aprender de memoria

Texto publicado en el Benjamín, Boletín de Alija, Año 6, N° 16, Abril de 1998.

José Fernández Coria era un profesor de literatura que en las primeras décadas del siglo daba clases en la Escuela Normal de Chivilcoy (Pcia. de Buenos Aires). Contrariamente a lo que podría suponerse —y superando los programas y manuales de historia de la literartura enciclópedicos y tediosos que todos alguna vez transitamos— Fernández Coria proponía una manera de enseñar que hoy sorprendería a cualquier colega desprevenido.

Fernández Coria supo proponer en su interesante libro La Enseñanza de la Literatura en las Escuelas Argentinas, publicado por la revista Nosotros en 1918, una teoría del lector juvenil por cierto atinada. Aquí citamos un fragmento de dicho texto:

"En cierta oportunidad, hablando con mis alumnos de la novela, me refería a Werther, la celebrada y dolorosa obra de Goethe. Expliqué brevemente las circunstancias en que fue escrita, lo que hay en ella de verdad y de ficción, el por qué de su boga pasada y cuáles son sus más señaladas excelencias considerada exclusivamente desde el punto de vista literario. Pero, a pesar de su belleza y de la moral que fluye de ella, dije, es una obra malsana para los jóvenes: deja en el fondo del alma un sedimento de amargura, y, aplicando palabras de Flaubert empleadas en otro caso, puede decirse de esta novela que es como una araña que se sube al corazón y teje en él la tela de una tristeza infinita. No la leáis, pues, continué, no la leáis hasta que con los años adquiera completa sazón vuestra personalidad y, por lo tanto Werther no pueda ya influir en la dirección impresa a vuestra vida.

"Horas más tarde llegué a la librería que era entonces la única casa de la localidad proveedora de libros de texto, y el librero, que como tal se preocupaba de las obras que los alumnos de la Escuela Normal tenían obligación de consultar, me sorprendió con la siguiente pregunta:

"—¿Ha señalado usted a sus alumnos de cuarto año la novela Werther como libro de texto?

"—No, por cierto, respondile.

"—Le preguntaba porque todos ellos —dijo el librero— han venido a comprarla, y como no la tengo me han pedido que la encargue a Buenos Aires.

"¡Torpe de mí! Al prohibir indirectamente la lectura de un libro lo había encarecido a los ojos de mis alumnos recomendándolo como un tesoro de ocultos encantos. (...)

"Podía, pues, haber resuelto uno de los desiderata del profesor, prohibiendo a mis alumnos la lectura de las obras que me interesaba conocieran, si el medio no fuera repugnante a la ética profesional."


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