Karl
Philipp Moritz
Ilustraciones de Wolf Erlbruch.
Traducción de Carles Andreu y Albert Vitó.
Apéndice de Heide Hollmer.
Jerez de la Frontera, España, Barbara Fiore Editora, 2005.
por Marcela Carranza
Tener entre manos un libro como éste es todo un desafío para quien se toma el atrevimiento de comentarlo. ¿Por dónde empezar? ¿Por el autor? ¿Por su contenido? ¿Por su presentación? ¿Por las ilustraciones? Cada uno de estos aspectos me conmueve, y esta es siempre la primera condición para poder hablar a los demás de un libro que tengo entre mis manos. Es un libro escrito a los niños, a los analfabetos del siglo XVIII, pero también es un libro escrito para mí, de eso no me cabe ninguna duda. No puedo imaginar qué sentirá hoy un niño frente a este libro, nunca puedo imaginar eso respecto de ningún libro y no intentaré hacerlo con éste. Los buenos libros tienen una particularidad, entramos en diálogo con ellos, llegamos a fantasear que aquella voz que resuena detrás de las palabras impresas es la voz de un amigo, no importa en qué siglo le haya tocado vivir. A través de un libro el tiempo resulta abolido en esa asombrosa conversación con los muertos de la que habla Quevedo en su soneto:
"Las grandes almas que la muerte ausenta,
de injurias de los años, vengadora,
libra, ¡oh gran don Iosef!, docta la emprenta." (1)
Se trata de un Abecedario escrito en 1790 por un pedagogo, un pensador, un hombre de la ilustración comprometido con su época, con los profundos cambios que le tocó vivir, con las ideas de su convulsionado tiempo.
Karl Philipp Moritz (Hameln, 1756-1793)
Y sin embargo al leer su libro, pareciera que los centenares de años transcurridos desde su primera publicación, desde la época del autor que le permitió dar a luz estas palabras, no hubieran tenido lugar. Quizás las ilustraciones de Wolf Erlbruch y la diagramación, ayuden a este efecto, pero son también los textos mismos los que nos interpelan con una actualidad asombrosa; porque no se trata solamente de enseñar las letras, las palabras escritas a los niños… o mejor dicho, ese "enseñar las palabras escritas a los niños, a los analfabetos", aproximarles la escritura a quienes han sido históricamente despojados de este bien cultural, adquiere la dimensión de un acto de arrojo estético, filosófico y también político.
"El libro está ante mí.
El pensamiento está en mí.
El libro me lo pueden quitar.
El pensamiento no me lo pueden quitar." (2)
Fragmento de la ilustración correspondiente a "Séptima
imagen. Reflexión"; págs. 18-19
El destinatario está presente en la sencillez de los enunciados, en la apelación directa de esa voz que lo incorpora a su decir, que se aparta para dejarle el lugar en la primera persona. El mundo está allí, en unas pocas palabras y dibujos, está allí para ser leído, para ser interpretado, para convertirse en objeto de reflexión y de asombro.
"El ojo abierto contempla el libro.
Tengo el ojo bien abierto y con él contemplo el libro.
El libro vuelve listos a los niños.
Quiero aprender a leer con fluidez con este libro
para poder leer más libros que me hagan más listo." (3)
"Primera imagen. Vista"; págs. 6-7
Heredero posiblemente del Orbis Pictus de Comenius (1592-1670) el Libro del abecedario de Moritz abre sus páginas con palabras y dibujos en un apasionado afán de abarcarlo todo. Pero el mundo no puede ser mostrado sin ser interpretado, y quien lee el mundo lo piensa y ofrece su pensamiento a través de sus palabras para que otros también lo lean, lo piensen y lo digan a su manera. En las sencillas frases de este libro se abren sentidos atravesados por la filosofía, por la ética, por un modo de comprender al mundo natural y social, que sin duda fue de vanguardia en aquel remoto siglo XVIII del cual somos herederos.
Las primeras letras hacen alusión a los sentidos: la vista, el oído, el olfato, el gusto, el tacto; también al cuerpo y la reflexión.
A través de ellos hacemos esa lectura del mundo que nos prepara para la otra lectura, la de las palabras. Cinco letras son dedicadas a la relación entre personas y animales. En el primer caso la relación que se enuncia es la del hombre con los animales salvajes. Esto luego es retomado en la decimotercera imagen donde se alude a la indefensión del hombre desnudo frente a la naturaleza, lo que llevará en la siguiente a hablar del hombre en la civilización. Sin embargo la dicotomía salvaje-civilizado, parece ponerse en cuestión a través de las siguientes palabras:
"Novena Imagen
Personas y animales
El ciervo huye por el bosque.
El cazador persigue al ciervo con sus perros.
El cazador lleva una escopeta.
El cazador mata al ciervo con la escopeta.
El ciervo es un animal salvaje.
Los animales salvajes huyen de las personas.
Las personas matan animales salvajes.
Las hierbas de los campos crecen
Y beben las gotas de rocío y de lluvia.
Los animales se alimentan de las hierbas de los campos.
Los hombres se alimentan de la carne de los animales." (4)
Fragmento de la ilustración correspondiente a "Novena
imagen. Personas y animales"; págs. 22-23.
"Desnudo, el hombre no es Nada ante el frío." (5) Reza el texto en donde se hace hincapié en la indefensión del hombre ante la naturaleza, a ésta se opone el hombre civilizado y de allí en una continuidad que da cuenta de los afanes pedagógicos del autor, surgen en clara oposición dos textos: "Lujo y exceso" y "Frugalidad". La oposición, no exenta de una enseñanza moral, está dada a través del acto cotidiano de beber. Si "El hombre de la casa bebe de un gran vaso de oro" y "Nadie necesita un vaso de oro" (6) el "caminante se inclina ante una fuente, para llevarse el agua a la boca con la mano" . "Esos tragos fríos bebidos de su mano ahuecada le saben tan bien como al rico el vino caro bebido de un vaso de oro". (7)
Capítulo aparte merece el texto que tendrá por objeto a la muerte en este libro:
"Decimonovena imagen
Muerte
Un hombre yace en el suelo inerte e inconsciente.
Junto a él hay un niño con una antorcha caída y apagada.
Tal como la antorcha ha perdido su fulgor,
se ha consumido la vida del hombre.
Sus ojos ya no ven.
Sus oídos ya no oyen.
No respira.
Su corazón ha dejado de latir.
Cuando dormimos parecemos muertos.
Tras el día llega la noche.
Tras la vigilia llega el sueño.
Tras el trabajo llega el descanso.
Tras la vida llega la muerte." (8)
Fragmento de la ilustración correspondiente a "Decimovena
imagen. Muerte"; págs. 42-43
No hay en el libro de Moritz ningún espacio para la trascendencia en un sentido religioso, como era habitual en los abecedarios de su época destinados a la transmisión de contenidos bíblicos a los primeros lectores. Su filosofía y su religión es la del pensamiento y la razón. La contundencia y despojo con que se enuncia la muerte de un hombre a los lectores infantiles es impactante, aún hoy para nosotros lectores del siglo XXI. Si hasta ahora no hablamos de poesía, el texto que acabamos de citar vuelve indispensable referirnos a ella. Las frases despojadas, tan frugales como la filosofía que las sustenta, arraigadas en el mundo cotidiano, en la materialidad de esta vida de la que tanto hay para decir y hacer, se apoderan de la palabra pedagógica y sin abandonarla la transmutan en palabra poética, haciendo estallar sus sentidos en diversidad de posibilidades. Observemos sino las construcciones paralelas que cierran esta imagen iniciadas con la anáfora "tras". Con este sencillo recurso poético se homologan el día, la vigilia, el trabajo y la vida, por un lado; la noche, el sueño, el descanso y la muerte por el otro; de manera tal que los segundos llegan natural e inevitablemente luego de los primeros.
Lectores actuales reescribimos el libro de Moritz con nuestra lectura, lo leemos desde nuestras propias claves interpretativas y nos apropiamos de él sin temor al sacrilegio. El viejo Abecedario de Moritz es un libro nuevo para cada uno de sus nuevos lectores. También las imágenes de Erlbruch y las decisiones de edición y traducción tomadas pueden ser comprendidas como una relectura, una reescritura del libro original.
Las elecciones cromáticas adoptadas no escapan a la percepción. Las imágenes se construyen sobre colores tierra, mediante la combinación del grafito con técnicas asociadas a las vanguardias del siglo XX, de las que destaca el uso del collage. El choque entre estas imágenes actuales con los textos del pasado produce un efecto de extrañamiento tanto de las palabras como de las ilustraciones, lo que suma poesía al libro. Las imágenes ocupan dos tercios de la doble página, en ocasiones divididas en propuestas que se contraponen a través del uso de técnicas, colores y materiales diferentes.
"Cuarta imagen. Olfato"; págs. 12-13
No es de extrañar que imágenes tan cercanas a nuestra representación actual del mundo recurran en ocasiones al humor, y en particular al humor negro, como es el caso de la ilustración referida a la Muerte, donde la seriedad del hombre yaciente ubicado en la página próximo al observador, se contrapone a las simpáticas parcas/enfermeras que vienen para llevárselo.
No somos Adanes en nuestra lectura del mundo; nuestras palabras, nuestros pensamientos están contaminados, se construyen a partir de las palabras ya dichas por otros. Esta paráfrasis algo casera del pensamiento de Bajtín (9) nos puede servir para pensar en un libro como éste, donde alguien hace más de dos siglos leyó el mundo y lo dijo para que otros también lo pudieran leer y decir. A través de la reedición de El nuevo libro del abecedario de Moritz, hemos sido invitados generosamente a participar de este diálogo.
"Quien desee cortar una rosa no debe temer las espinas".
Fragmento de la ilustración correspondiente a "Vigésimosexta imagen.
Un libro abierto engalanado con rosas"; págs. 56-57
Notas
(1) Quevedo, Francisco de (Madrid, 1580-1645). Soneto "Desde la torre": "Retirado en la paz de estos desiertos,,/ con pocos, pero doctos libros juntos,/ vivo en conversación con los difuntos/ y escucho con mis ojos a los muertos./ Si no siempre entendidos, siempre abiertos,/ o enmiendan, o fecundan mis asuntos;/ y en músicos callados contrapuntos/ al sueño de la vida hablan despiertos./ Las grandes almas que la muerte ausenta,/ de injurias de los años, vengadora,/ libra, ¡oh gran don Iosef!, docta la emprenta./ En fuga irrevocable huye la hora;/ pero aquélla el mejor cálculo cuenta/ que en la lección y estudios nos mejora." En: Antología poética, de Francisco de Quevedo. Barcelona, Editorial Bruguera, 1981. Edición de José maría Pozuela Ybancos.
(2) Moritz, Karl Philipp. El nuevo libro del abecedario. "Séptima imagen. Reflexión"; pág. 18.
(3) Moritz, K. Op. cit. "Segunda imagen. Vista"; pág. 8.
(4) Moritz, K. Op. cit. "Novena imagen. Personas y animales"; pág. 22.
(5) Moritz, K. Op. cit. "Decimotercera imagen. La naturaleza pura" (correspondiente a la letra N); pág. 31.
(6) Moritz, K. Op. cit. "Decimoquinta imagen. Lujo y exceso"; pág. 34.
(7) Moritz, K. Op. cit. "Decimosexta imagen. Frugalidad"; pág. 36.
(8) Moritz, K. Op. cit. "Decimovena imagen. Muerte"; págs. 42.
(9) Bajtín, Mijaíl. (Orel, 1895-1975) Pensador y crítico literario de origen ruso, contemporáneo de los formalistas, fue un antiformalista declarado que hizo ver la necesidad de un análisis socio-ideológico de las formas del lenguaje y su manifestación literaria.
Marcela Carranza (garrik@fibertel.com.ar) es maestra, Licenciada en Letras de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina), y Magíster en Libros y Literatura para Niños y Jóvenes (Universidad Autónoma de Barcelona-Banco del Libro de Venezuela-Fundación Germán Sánchez Ruipérez). Como miembro de CEDILIJ (Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil) formó parte de la coordinación del programa de bibliotecas ambulantes "Bibliotecas a los Cuatro Vientos" y del equipo Interdisciplinario de Evaluación y Selección de Libros. Publicó artículos en revistas y participó como expositora en congresos de la especialidad. Actualmente se desempeña como coordinadora de talleres en el área de la literatura infantil y juvenil en la Escuela de Capacitación Docente (CePA), de la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, y profesora tutora en el Postítulo de "Literatura Infantil y Juvenil" de la misma institución.
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