El pueblo de Mala Muerte
Sandra Comino
Ilustraciones de Mónica Weiss y Virginia Piñón.
Córdoba, Comunic-arte Editorial, 2006. Colección Veinte escalones.
Nos basta ver las manos cruzadas del difunto para que el llanto
nos arrase de golpe, nos obligue a taparnos la cara avergonzados,
y somos cinco hombres que lloran de verdad en el velorio,
mientras los deudos juntan desesperadamente el aliento para igualarnos,
sintiendo que cueste lo que cueste deben demostrar que el velorio es el
de ellos,
que solamente ellos tienen derecho a llorar así en esa casa.
Julio Cortázar (Conducta en los velorios)*
Un grupo de mujeres con pañuelo en la cabeza limpian las lápidas en el cementerio bajo el ímpetu de un viento inverosímil. Es el comienzo de la película Volver, de Pedro Almodóvar. La atmósfera entre simpática y opresiva de un pueblo perdido en La Mancha da marco a una historia donde se cruzan el crimen y el absurdo, la risa y la muerte. También este libro con sus nueve historias mínimas ocurridas en pequeños pueblos de provincia tiene a la muerte por protagonista; la muerte y sus rituales, sus dichos, creencias y costumbres. Como en la película de Almodóvar, como en el cuento de Cortázar del epígrafe, el humor negro se hace cargo de las formas en las que las personas han decidido combatir a la muerte, anestesiar su poder, integrarla a sus vidas. Pero la muerte que nos hace reír no es por esto menos trágica y ante ella un niño puede preguntarse: "¿Por qué (los padres) se tenían que morir?"
En ocasiones el narrador es un niño obligado por sus mayores a asistir a los velorios, "un poco para provocar un acostumbramiento a recibir dolor y otro poco porque allí es el único lugar donde la gente se abraza mucho" ; o a tocar al muerto para no desairearlo, mientras "afuera la gente hablaba del tiempo, de lo bueno que era el muerto y de cuánto lo querían".
Una cruz puede ser motivo de controversias entre los vecinos de un pueblo que se debate entre la memoria por el finado y el progreso. El muerto parece querer dirimir la discusión apareciéndose por los alrededores del cruce; las autoridades: el cura, el médico y el comisario deciden ir en comitiva a alertar a la hija del difunto "que el padre anda suelto". El alma de los muertos puede meterse en el cuerpo de los que no creen, y decir que la virgen no existe puede acarrear las peores desgracias, al tiempo que una grieta en el techo de la Iglesia opera milagros. Cuando los cementerios se cierran, se cierran y si alguien queda adentro debe pasar la noche allí. Y los que mueren con los ojos abiertos son futuros santos, más allá del comportamiento que el finado haya tenido hasta el último instante de vida. Historias de viejas autoritarias y dominantes que anuncian su ingreso al otro mundo con rayos y truenos después de la quinta extremaunción, o se indignan porque la hermana, hasta entonces obediente, se murió sin su previo permiso. En estas historias de pueblo los muertos siempre son buenos y sonríen a los vivos desde sus retratos, los esperan en el día de los muertos, con "el loquito del cementerio", el que cuidaba las bóvedas y "saludaba a todos como si fuese el dueño de casa".
Se trata de anécdotas breves y sencillas relatadas por los personajes, o bien por un narrador que parece "parar la oreja" al decir de la gente. Como en aquel último relato: "Llega el psicólogo", donde la narración parece pivotar entre la discusión acalorada de los tres vecinos chismosos en torno a la llegada del psicólogo al pueblo y la triste circunstancia que rodea a Don Lorenzo y su hija, la mudita. Un viento desacostumbrado arreciaba en la vereda, mientras en el consultorio la mudita metía los dedos en los agujeritos del vestido con nidos de abejas, y "en los ojos del papá se asomaban años de tristeza, un poco de vergüenza, y el sopor que trae consigo el escarbar en la vida". Es suficiente con que el viento deje lugar a la brisa y Don Lorenzo y su hija saluden con la cabeza a los vecinos para cerrar su historia.
En El pueblo de mala muerte ** de Sandra Comino, el humor negro, una de las formas más extremas del humorismo, se conjuga con el tono sobrio y la sencillez del relato.
Marcela Carranza
Notas de Imaginaria
* Cortázar, Julio. Historias de Cronopios y de Famas. Buenos Aires, Alfaguara, 1996.
** En ocasión de la primera edición de este libro —Córdoba, Garabato Ediciones, 2002—, publicamos en nuestra sección "Ficciones" el cuento "Velorio de campo".
Marcela Carranza (garrik@fibertel.com.ar) es maestra y Licenciada en Letras de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina). Como miembro de CEDILIJ (Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil) formó parte de la coordinación del programa de bibliotecas ambulantes "Bibliotecas a los Cuatro Vientos" y del equipo Interdisciplinario de Evaluación y Selección de Libros. Publicó artículos en revistas y participó como expositora en congresos de la especialidad. Actualmente se desempeña como coordinadora de talleres en el área de la literatura infantil y juvenil en la Escuela de Capacitación Docente (CePA), de la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, y profesora tutora en el Postítulo de "Literatura Infantil y Juvenil" de la misma institución.
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