“Promesa cumplida”, fragmento inédito de la novela Una casa de secretos de Paula Bombara
«Los diarios de Odile ardían en gran fogata nocturna. Los rostros de las tres mujeres, Giuliana, Charlotte y Anne Marie, estaban tan cerca del fuego que sus lágrimas se evaporaban antes de llegar a la barbilla.» El texto que publicamos no es un cuento sino un fragmento que quedó fuera de la edición final de la novela. El texto que publicamos a continuación no es un cuento sino un fragmento que quedó fuera de la edición final de la novela Una casa de secretos. Agradecemos a Paula Bombara su gentileza y autorización para reproducirlo en Imaginaria.
Promesa cumplida
por Paula Bombara
Los diarios de Odile ardían en gran fogata nocturna. Los rostros de las tres mujeres, Giuliana, Charlotte y Anne Marie, estaban tan cerca del fuego que sus lágrimas se evaporaban antes de llegar a la barbilla.
El papel se consumía sin remedio. La letra perfecta de Odile, la tinta, la devoción prodigada a esos diarios, se consumían sin remedio. Cenizas blancas. Eso era todo lo que quedaría.
A la mañana siguiente Giuliana se levantó antes que las demás y removió las cenizas. Encontró algo. Apenas un fragmento. Lo leyó de un lado y del otro. Pensó un momento en la relación que ella tenía con su madre y luego lo guardó entre las páginas del libro que estaba leyendo. Un libro que se perdió en la oscuridad de los días. Esconder ese papel semi quemado fue un acto de arrojo: esa mujer que no había conocido era a quien quería parecerse.
Madre me ha llamado y fui a verla. Mientras Francisca y Blanche aireaban su habitación y la llenaban de jofainas con lavandas y manzanillas recién cortadas, me pidió que renunciara a esta boda. Su egoísmo me provocó una rabia sólo comparable con una tormenta. Pero fui rápida y eficaz en mi respuesta. ¿Cómo contradecir a padre?, le contesté yo, siendo sincera en las palabras pero falsa en el tono, ¿quieres que padre pase un disgusto por mi culpa? Él ya ha dado su consentimiento, ¿cuánto golpearía la reputación de nuestra familia que yo me comportara como una niña consentida? Madre se echó a llorar sin que le importara la presencia de las criadas, nada de extrañar pues es tan altiva que trata igual a un florero y a un jardinero. En un dramático gesto que me recordó ciertas escenas de aquella mujer de novela, Cataline, escondió su rostro, me dio la espalda y con una señal de su fina mano en alto, supe que debía retirarme.
¿Cuánto habrá intimado con Monsieur Rivet en estos tres años? ¿Él la habrá rechazado o simplemente me desposa porque no puede unirse a madre y yo me le parezco? Creo que podré ir despejando estas dudas con el tiempo; las paredes escuchan y los ecos reverberan en ellas durante un tiempo; tendré que ser lo suficientemente perspicaz como para encontrar la verdad en esos murmullos fulgurantes. Mi pequeña casa hoy merece un cambio de colores. Pediré a Blanche un carruaje, haré unas compras. Pronto seré una mujer casada.
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22/1/13 a las 15:16
Me resulta grato el trato coloquial de la autora hacia sus posibles lectores.
Mi respeto hacia ella
Teresa