El Mago de Oz. Capítulos 23 y 24
«Instantáneamente, sintió que giraba a través del aire, tan rápido que no veía ni sentía otra cosa que el viento, silbándole en los oídos. Los Zapatos de Plata no dieron más de tres pasos, y entonces se detuvo de manera tan brusca que rodó varias veces en el pasto antes de saber dónde estaba.» Completamos la publicación de El Mago de Oz, de L. Frank Baum, con las ilustraciones de su primera edición, por William Wallace Denslow, y traducción de Marcial Souto, que iniciáramos en el Nº 272 de Imaginaria.
Por L. Frank Baum
Ilustraciones de William Wallace Denslow
Título original: The Wonderful Wizard of Oz
Traducción de Marcial Souto
© Marcial Souto, 2002, 2010
Capítulo 23
La Bruja Buena concede el deseo de Dorothy
Sin embargo, antes de ver a Glinda fueron llevados a una habitación del castillo donde Dorothy se lavó la cara y se peinó el pelo, y el León se sacudió el polvo de la melena, y el Espantapájaros se palmeó para estar en la mejor forma posible, y el Leñador se lustró la hojalata y se aceitó las articulaciones.
Cuando estuvieron presentables, acompañaron a la niña soldado hasta una enorme sala donde estaba la Bruja Glinda sentada en un trono de rubíes.
Glinda les pareció hermosa y joven. Tenía el pelo de un vivo color rojo, y le caía en abundantes rizos sobre los hombros. Llevaba un vestido de color blanco puro, pero sus ojos eran azules y miraron con bondad a Dorothy.
—¿Qué puedo hacer por ti, mi niña? —preguntó.
Dorothy contó a la Bruja toda su historia: cómo el ciclón la había llevado al País de Oz, cómo había conocido a sus compañeros, y las maravillosas aventuras que habían vivido juntos.
—Mi mayor deseo, ahora —agregó—, es volver a Kansas, pues mi tía Em pensará que algo espantoso me ha pasado y se querrá vestir de luto; y a menos que este año la cosecha sea mejor que la del año pasado, estoy segura de que tío Henry no se lo podrá comprar.
Glinda se inclinó hacia delante y besó el dulce rostro de la niña.
—Bendito sea tu corazón —dijo—; estoy segura de que podré decirte la manera de volver a Kansas. Pero en ese caso —agregó— debes darme el Bonete de Oro.
—¡Con mucho gusto! —exclamó Dorothy—. En realidad ya no me sirve, y cuando lo tengas tú podrás pedir tres cosas a los Monos Alados.
—Y pienso que necesitaré su ayuda esas tres veces —respondió Glinda, sonriendo.
Dorothy le dio el Bonete de Oro y la Bruja dijo al Espantapájaros:
—¿Qué harás cuando Dorothy se haya ido?
—Regresaré a la Ciudad Esmeralda —contestó el Espantapájaros—, pues Oz me ha dejado en su lugar y la gente me quiere. Lo único que me preocupa es cómo atravesar la montaña de los Cabezas de Martillo.
—Con el Bonete de Oro ordenaré a los Monos Alados que te lleven hasta las puertas de la Ciudad Esmeralda —dijo Glinda—, pues sería una vergüenza privar a su gente de tan maravilloso soberano.
—¿Soy de veras maravilloso? —preguntó el Espantapájaros.
—Eres insólito —respondió Glinda.
Volviéndose hacia el Leñador de Hojalata la Bruja preguntó:
—¿Qué será de ti cuando Dorothy se vaya de este país? El Leñador se apoyó en el hacha y pensó un momento. Luego dijo:
—Los winkies fueron muy buenos conmigo, y querían que los gobernase cuando murió la Bruja Mala. Me gustan los winkies, y si pudiera volver al País del Oeste nada me gustaría más que ser su soberano para siempre.
—Mi segunda orden a los Monos Alados —dijo Glinda— será que te lleven sano y salvo al País de los Winkies. Quizá no tengas un cerebro tan grande como el del Espantapájaros, pero sin duda eres más brillante que él, cuando estás bien lustrado, y no dudo de que gobernarás bien y con sabiduría a los winkies.
Luego la Bruja miró al enorme y velludo León y preguntó:
—Cuando Dorothy haya regresado a su casa, ¿qué será de ti?
—Detrás de la montaña de los Cabezas de Martillo —respondió el León—, hay un inmenso y viejo bosque, y todas las bestias que allí viven me han hecho su rey. Si pudiera volver a ese bosque pasaría allí muy feliz el resto de mi vida.
—Mi tercera orden a los Monos Alados —dijo Glinda— consistirá en que te lleven a tu bosque. Luego, usados ya todos los poderes del Bonete de Oro, se lo daré al Jefe de los Monos para que desde entonces él y su banda sean libres para siempre.
El Espantapájaros, el Leñador de Hojalata y el León agradecieron profundamente esos favores a la Bruja Buena, y Dorothy exclamó:
—¡Eres sin duda tan buena como bonita! Pero todavía no me has dicho cómo volver a Kansas.
—Los zapatos de plata te llevarán al otro lado del desierto —respondió Glinda—Si hubieras conocido sus poderes, te habría sido muy fácil volver junto a tía Em y tío Henry el mismo día que llegaste a este país.
—¡Pero entonces yo no tendría este maravilloso cerebro! —exclamó el Espantapájaros—. Podría haber pasado el resto de mi vida en el maizal de aquel granjero.
—¡Y yo no tendría este adorable corazón! —dijo el Leñador de Hojalata—. Habría seguido en el bosque, herrumbrándome hasta el fin del mundo.
—Y yo habría vivido siempre como un cobarde —declaró el León—, y ningún animal en todo el bosque habría encontrado para mí una palabra de consuelo.
—Todo eso es verdad —dijo Dorothy—, y me alegro de haber sido útil a estos buenos amigos. Pero ahora que cada uno ha conseguido lo que más deseaba, y tiene además la felicidad de poseer un reino entero donde gobernar, pienso que debería volver a Kansas.
—Los Zapatos de Plata —dijo la Bruja Buena— tienen maravillosos poderes. Y una de las cosas más curiosas es que te pueden llevar a cualquier parte del mundo en tres pasos, y cada paso durará un abrir y cerrar de ojos. Todo lo que tienes que hacer es golpear un tacón contra el otro tres veces y ordenarles a los Zapatos que te lleven a donde quieres ir.
—Si es así —dijo Dorothy, con alegría— les pediré que me lleven enseguida a Kansas.
La niña echó los brazos alrededor del pescuezo del León y lo besó, palmeándole con ternura la enorme cabeza. Luego besó al Leñador de Hojalata que lloraba de un modo muy peligroso para las articulaciones. Pero abrazó el suave cuerpo de paja del Espantapájaros en vez de besarle la cara pintada, y descubrió que estaba llorando ante la triste separación de sus queridos compañeros.
Glinda la Buena bajó del trono rubí para dar un beso de despedida a la niña, y Dorothy le agradeció toda la bondad que había mostrado con sus amigos y con ella.
Después Dorothy alzó con solemnidad a Totó en brazos y tras un último adiós, golpeó tres veces los tacones de los Zapatos y dijo:
—¡Llevadme a casa, junto a tía Em!
Instantáneamente, sintió que giraba a través del aire, tan rápido que no veía ni sentía otra cosa que el viento, silbándole en los oídos.
Los Zapatos de Plata no dieron más de tres pasos, y entonces se detuvo de manera tan brusca que rodó varias veces en el pasto antes de saber dónde estaba.
Pero al fin se levantó y miró alrededor.
—¡Dios mío! —gritó.
Pues estaba sentada en la ancha pradera de Kansas, y delante de ella se erguía la nueva casa que tío Henry había construido después de que el ciclón se llevara la vieja. Tío Henry ordeñaba las vacas en el patio, y Totó se le había saltado de los brazos y corría hacia el granero ladrando de felicidad.
Dorothy se levantó y descubrió que estaba descalza. Los zapatos de plata se le habían caído durante el vuelo por el aire, y se habían perdido para siempre en el desierto.
Capítulo 24
De nuevo en casa
Tía Em había salido de la casa para regar los repollos cuando alzó la mirada y vio a Dorothy corriendo hacia ella.
—¡Mi querida niña! —gritó, rodeando a Dorothy con los brazos y cubriéndole la cara de besos—. ¿De dónde, de dónde vienes?
—Del País de Oz —dijo Dorothy, muy seria—. Y aquí está Totó, también. Y, ¡ah, tía Em! ¡Me alegro tanto de estar de nuevo en casa!
FIN
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Lecturas: El Mago de Oz o el elogio de la diferencia, por Claudia López.
8/12/10 a las 23:48
La verdad que muy bueno este cuento me encanto!!Es hermosa la historia.
10/12/10 a las 13:41
Lo pasé estupendo. Me encariñé de mis compañeritos de viaje. Se reafirmó mi idea de que a veces una contrariedad accidental nos lanza a una aventura difícil pero necesaria para nuestro crecimiento. Casi tenía ganas de seguir descubriendo más y más extrañezas, pero también es cierto que estoy feliz a casa de los tíos.
Muchas gracias Imaginaria.
Cristina
10/12/10 a las 13:43
fe de erratas: estoy feliz en casa de los tíos
Cristina
12/12/10 a las 16:53
Que tristes las despedidas!!! estos personajes me hicieron lagrimear, ademas de llenar mis días de fantasias, sueños e ilusiones. Con que poco se puede cambiar una idea que nos molesta de nuestras mentes, como se puede tener un pensamiento positivo en un abrir y cerrar de ojos, s´lo basta creer en nosotros, en nuestra capacidad y volar con nuestra imaginación para poder realizar nuestros sueños.
El mundo de los cuentos es en verdad maravilloso! Débora.
29/8/11 a las 15:27
super xvr graxias me ha ayudado …uffffff un monton
5/9/13 a las 11:35
Queremos contarles que estuvimos leyendo esta novela la primera mitad del año. Nos parecio hermosa, increíble, buena, un poco triste. Al final feliz, porque Dorothy vuelve a casa con Tía Em y tío Henry. Nos gustó mucho esta novela, fue maravillosa. Muchas gracias por publicar la novela en Imaginaria para que la podamos leer, todas las veces que querramos.
Vamos a extrñar mucho a estos personajes.
Mucho besos. Los chicos y la seño de tercer grado, escuela nº 25 d.e. 6º.
24/3/16 a las 0:56
gracias por la ayuda me sirvio de mucho y felicitaciones por la publicacion de este libro