Las aventuras de Pinocho. Capítulos V y VI

Seguimos publicando Las aventuras de Pinocho, de Carlo Collodi, con traducción y notas de Guillermo Piro. En esta edición, acompañando los capítulos V y VI, incluimos imágenes de varios ilustradores de época (la de al lado es de Attilio Mussino, y fue publicada en 1911).

Carlo Collodi

Traducción y notas de Guillermo Piro

(Para bajar el texto en un archivo PDF, mejor para imprimir, click aquí.)

V
Pinocho tiene hambre
y busca un huevo
para hacerse una tortilla;
pero, en lo mejor, la tortilla se va
volando por la ventana.

Entretanto empezó a anochecer, y Pinocho, recordando que no había comido nada, sintió un cosquilleo en el estómago que se parecía mucho al apetito.

Pero el apetito de los niños marcha muy aprisa, y en pocos minutos el apetito se volvió hambre, y el hambre, en un abrir y cerrar de ojos, se convirtió en un hambre de lobo, un hambre que se podía cortar con el cuchillo.

El pobre Pinocho enseguida corrió al hogar, donde había una olla hirviendo, e intentó destaparla para ver qué había adentro, pero la olla estaba pintada en la pared. Figúrense cómo quedó. La nariz, que ya era larga, se le alargó al menos cuatro dedos.

Entonces se dedicó a correr por la habitación hurgando en todos los cajones y en todos los escondrijos, en busca de un poco de pan, aunque fuera un poco de pan duro, una corteza, un hueso dejado por un perro, un poco de polenta enmohecida, una espina de pescado, un carozo de cereza, en fin, algo para masticar. Pero no encontró nada, nada, absolutamente nada.

Y entretanto el hambre aumentaba, cada vez más; y el pobre Pinocho no tenía otro consuelo que el de bostezar, y daba unos bostezos tan largos que a veces la boca le llegaba hasta las orejas. Y después de bostezar, escupía, y sentía que el estómago se le caía.

Entonces, llorando desesperado, decía:

-El Grillo parlante tenía razón. He hecho mal rebelándome contra mi padre y huyendo de casa… ¡Si mi padre estuviese aquí, ahora no me encontraría muriéndome a fuerza de bostezos! ¡Oh! ¡Qué enfermedad más mala es el hambre!

Cuando de pronto le pareció ver en el montón de los desperdicios algo redondo y blanco, que en todo se parecía a un huevo de gallina. Dar un salto y lanzarse encima de él fue una sola cosa. Era un huevo de verdad.

Es imposible describir la alegría del muñeco: hay que imaginársela. Casi creyendo que se trataba de un sueño, hacía girar al huevo entre las manos, y lo tocaba y lo besaba, y besándolo decía:

-¿Y ahora dónde debería cocinarlo? ¿Haré con él una tortilla?… ¡No, mejor hacerlo al plato!… ¿No estará más sabroso si lo frío en una sartén? ¿Y si lo cocinara pasado por agua? No, lo más rápido será hacerlo al plato o freírlo: ¡tengo demasiadas ganas de comérmelo!

Dicho y hecho, puso una pequeña cazuela sobre un brasero lleno de tizones encendidos; en la pequeña cazuela, en vez de aceite o manteca, puso un poco de agua; y cuando el agua empezó a echar humo, ¡tac!… rompió la cáscara del huevo y comenzó a echarlo dentro.

Pero en vez de la clara y la yema lo que salió fue un pichón muy alegre y educado, el cual, haciendo una reverencia, dijo:

-¡Mil gracias, señor Pinocho, por haberme ahorrado el trabajo de romper la cáscara! ¡Hasta la próxima, que le vaya bien, saludos a todos en casa!


Ilustración de Attilio Mussino (1911)

Dicho esto extendió las alas y, enfilando hacia la ventana, que estaba abierta, voló hasta perderse de vista.

El pobre muñeco se quedó allí, como embrujado, con los ojos fijos, la boca abierta y las cáscaras de huevo en la mano.


Ilustración de Enrico Mazzanti (1883)

Cuando se recuperó de su asombro comenzó a llorar, a chillar a patalear a causa de la desesperación, y llorando decía:

-¡El Grillo parlante tenía razón! ¡Si no me hubiese escapado de casa y si mi padre estuviese aquí, ahora no me encontraría muriéndome de hambre! ¡Oh! ¡Qué enfermedad más mala es el hambre!

Y como el cuerpo seguía sacudiéndose cada vez más y no sabía qué hacer para calmarlo, pensó en salir de casa y hacerse una escapada a la aldea vecina, con la esperanza de encontrar alguna persona caritativa que le diese la limosna de un poco de pan.

VI
Pinocho se duerme
con los pies sobre el brasero
y a la mañana siguiente se despierta
con los pies quemados.

Era una horrible noche de invierno. Tronaba muy fuerte, relampagueaba como si el cielo estuviese ardiendo y un viento frío y molesto, silbando rabiosamente y levantando una inmensa nube de polvo, hacía crujir y chirriar los árboles del campo.

Pinocho sentía mucho miedo de los truenos y los relámpagos, pero el hambre era más fuerte que el miedo. Motivo por el cual abrió la puerta de casa y echando a correr en un centenar de saltos llegó al pueblo, con la lengua afuera y el aliento entrecortado, como un perro de caza.

Pero encontró todo oscuro y desierto. Los negocios estaban cerrados; las ventanas cerradas; y en la calle ni siquiera se veía un perro. Parecía el país de los muertos.

Entonces Pinocho, presa de la desesperación y el hambre, se aferró a la campanilla de una casa y comenzó a hacerla sonar sin cesar, diciendo para sus adentros: «Alguien se asomará».

Efectivamente, se asomó un viejito con el gorro de dormir en la cabeza, el cual, muy enfadado, gritó:

-¿Quién llama a estas horas?

-¿Me haría el favor de darme un poco de pan?

-Espera ahí que ahora vuelvo -respondió el viejito, creyendo que se las estaba viendo con uno de esos muchachos traviesos que se divierten de noche haciendo sonar las campanillas de las casas para molestar a la gente buena, que duerme tranquilamente.

Medio minuto después volvió a abrirse la ventan y la voz del mismo viejito le gritó a Pinocho.

-¡Ponte debajo y prepara el sombrero! (1)

Pinocho se quitó enseguida el sombrerito que llevaba; pero cuando iba a alargarlo sintió que le echaban encima una enorme palangana de agua que lo mojó de pies a cabeza, como si él fuese una maceta de geranios marchitos. (2)


Ilustración de Carlo Chiostri (1901)

Volvió a casa mojado como un pollo, agotado por el cansancio y el hambre; y como no tenía fuerzas ni para mantenerse en pie, se sentó, apoyando los pies empapados y embarrados sobre un brasero lleno de tizones encendidos.

Y allí se durmió; y mientras dormía, sus pies, que eran de madera, se prendieron fuego, y poco a poco se le carbonizaron y se volvieron cenizas. (3)


Ilustración de Attilio Mussino (1911)

Y Pinocho seguía durmiendo y roncando, como si sus pies fuesen de otro. Finalmente, al llegar el día se despertó, porque alguien había golpeado a la puerta.

-¿Quién es? -preguntó, bostezando y restregándose los ojos.

-Soy yo -contestó una voz.

Aquella voz era la voz de Geppetto.


Notas del traductor

(1) «Fatti sotto e para il cappello». En lo que respecta al sombrero, se objeta el hecho de que Pinocho recién será dotado de uno después (cuando, como se narra en el cap. VIII, Geppetto le hace un «gorrito de miga de pan»). No se trata del primer «descuido» (en el cap. V, Pinocho demostró que «sabe» ponerle traba a la puerta y freír un huevo), que los críticos, nunca lo suficientemente habituados a apariciones y aprendizajes instantáneos, no han dejado de revelar (véase Franco Antonicelli, Note minime a Pinocchio: Le distrazioni di Collodi, en Omaggio a Pinocchio, Quaderni della Fondazione «Collodi», N° 1, 1967).

(2) «un vaso di giranio appassito»: extraña reaparición de una similitud vegetal; Pinocho tiene en común con las plantas el temor de una amenaza: el fuego.

(3) Ahora comprendemos la alusión de maese Cereza y vemos realizado un presentimiento trágico: Pinocho es de madera y puede, quemándose, calentar a Pinocho.


Artículos relacionados:

Ficciones: Las aventuras de Pinocho en Imaginaria; traducción y notas de Guillermo Piro:

Ficciones: Las aventuras de Pinocho en Imaginaria; traducción y notas de Guillermo Piro; introducción de Marcela Carranza; capítulos I y II del libro

Lecturas: «Qué cómico resultaba cuando era un muñeco», por Guillermo Piro

Lecturas: Tres clásicos entre la obediencia y la desobediencia (Primera parte), por Marcela Carranza (contiene el artículo «Las aventuras de Pinocho y la sátira»)

Ficciones: Tres clásicos entre la obediencia y la desobediencia (Segunda parte); se incluye el capítulo XVII de Las aventuras de Pinocho (1881), con comentarios de Marcela Carranza

Lecturas: Pinocho, el leño que habla, por Graciela Pacheco de Balbastro

15 comentarios sobre “Las aventuras de Pinocho. Capítulos V y VI”

  1. Domingo dice:

    Es reconfortante volver a los clásicos. Con las críticas necesarias, con los replanteos obligados, con el placer de siempre.


  2. rollo dice:

    esta fatal y nuestro profesor nos dice el capitulo luego el titulo y nos cuenta capitulo por capitulo y al final nos manda hacer un resumen de 2 hojas de cada capitulo un por uno y ahora nos llegamos por el capitulo 12

    es un ROLLO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!


  3. jesica soledad gradac dice:

    me encanto porte estaba mui grasiosa y dibertida


  4. janet dice:

    mi profe nos hizo leer hasta el quinto capitulo jeje pero me ree gustooo!!!!!!


  5. camila dice:

    hola buenos dias mellamo camila me encanta los primeros capitulos estan re graciosos son medios chistosos aunque leiasta la 5 ojala que lo termine asta elfinal


  6. Nicole dice:

    Nosotros vamos por el cápitulo 5 y hasta ahora nos encanto,me encantan los clásicos y lo original.¡¡¡¡¡¡¡¡ xo Nicole


  7. Roo Farias;) dice:

    El cuento es muy lindo…Además da muchos consejos de lo que no deven hacer los niños


  8. Roo Farias;) dice:

    Un besoo a mis compas!


  9. dalma dice:

    esta re bueno jajaja


  10. esperanza zalazar dice:

    bueno esta lindo y deja la enseñansa de que hay que hacer caso a los padres


  11. dalma dice:

    Como me encanta el cuento…jajaja.Los quiero mucho


  12. Esperanza Zalazar dice:

    ESTAMOS EN EL COLE Y LO ESTAMOS COMENTANDO AJAJA.LOS QUEREMOS MUCHO YO ESPERANZA Y DALMA


  13. Agus Lujan dice:

    A mi me gusto mucho es re divertido… Besitooos


  14. agostina dice:

    me encanto mucho esta pelicula…. besitos


  15. pudrete dice:

    del asco lo odio lo maldigo