Batacazos
Poemas para reírse
Shel Silverstein (textos e ilustraciones)
Traducción de Daniel Aguirre Oteiza.
Barcelona, Ediciones B, 1999. Colección La escritura
desatada.
Donde el camino se corta
Nuevos poemas para reírse
Shel Silverstein (textos e ilustraciones)
Traducción de Victoria Alonso Blanco.
Barcelona, Ediciones B, 1999. Colección La escritura
desatada.
Los construye-sonrisas
El gigante Rostro Largo
cansado de estar mohíno,
nos llamó a mí y a Pablo
para que sostuviéramos en vilo
las comisuras de sus labios.
Llevamos así doce meses
aguantando con energía,
y es que es difícil a veces
lograr que alguien sonría.
Shel Silverstein, en Batacazos.
Los dos libros de Shel Silverstein (Chicago, Illinois, 1932-1999) que nos ocupan aquí llevan como subtítulo poemas para reírse; todo un compromiso que el autor cumplirá satisfactoriamente.
Las herramientas con que sostiene en vilo las comisuras de los labios del lector son variadas: el absurdo, la ironía, la paradoja, el remate inesperado a una secuencia que ha creado suspenso (a la manera del chiste), los juegos con el aspecto sonoro de la palabra y la articulación entre el lenguaje textual y el lenguaje de las imágenes.
Silverstein ilustra sus propios libros y en muchos casos, la ilustración es parte indisoluble del poema, de manera que su ausencia dejaría al texto incompleto, cuando no, carente de sentido. En "Poema en el cuello de una jirafa que va corriendo" (1), el narrador se dirige al lector excusándose por no poder escribir más prolijamente sobre el cuello. El texto mismo configura la silueta del animal, a la manera de los caligramas o la poesía concreta. El humor no está en el contenido del texto ni en el dibujo, sino en el juego entre los dos códigos.
En "Daniel el dentista" (2), juega con otro contraste; el del lenguaje doble. Por un lado, el personaje nos habla maravillas de su dentista pero lo enuncia con un lenguaje plagado de defectos de dicción, lo que parece desmentir el contenido del mensaje.
Las menciones a un narrador y a un personaje no son casuales; buena parte de los poemas contienen una fuerte carga narrativa, relegando lo poético a aspectos formales, como la rima o la repetición. Ese anhelo narrativo se condice con la utilización frecuente de versos de arte mayor.
Más allá de los variados recursos con los que trabaja el autor, resulta interesante observar de qué cosas se ríe o, mejor, de qué cosas cree que hará reír a sus lectores. Algunos de sus poemas hacen pensar en un autor despreocupado por el valor didáctico de su escritura, por la transmisión de valores o por la corrección política, rasgos algo frecuentes en los libros para chicos. En "La báscula" (3), el yo poético es un niño obeso y aquello que piensa, resulta más verosímil (y gracioso) que ciertos abordajes "dramáticos" del tema. En "Compartir" (4), también el yo que enuncia resulta de una verosimilitud que contrasta con lo que podría esperarse de un texto para niños. Es decir que hay allí niños verdaderos, con sus aspectos "negativos" incluidos.
Silverstein tampoco parece preocupado por hacer justicia en sus textos. En "Parada para helado" (5), los animales de un circo piden helados y el heladero quiere su paga. Respondiendo más a la lógica de la naturaleza que a la de las fábulas, los animales comen sus helados sin pagar nada por ellos y además se comen al heladero.
También el humor es la herramienta de la que se vale Silverstein para mostrar las tensiones siempre presentes de la relación niño-adulto. En "El monstruo devorador de juguetes" (6), un adulto le dice a un niño que puede dejar sus juguetes sin recoger porque de todos modos vendrá un monstruo que los devorará. Ironía frecuente cuando el enunciador es un adulto.
Los textos no parecen tomar partido o, en todo caso, toman partido por un cambio de posiciones que permita apreciar los distintos puntos de vista. Tal lo que ocurre en "El gato, el niño y la madre" (7), poema en el cual cada voz tiene una estrofa en la que explica de qué se trata ser un gato, un niño, una madre.
En otros casos, en cambio, Silverstein o su voz poética, castiga a los personajes: al presumido adulto de "Cuando tenía tu edad" (8) lo condena al absurdo; al ambicioso "Lester" (9), lo condena a una vida desperdiciada; a "El obediente" (10), a una vida de penitencia.
Hay dos textos que llaman la atención, en medio de la variedad temática que abarcan los poemarios. Se trata de "La historia de la cigüeña" (11), una clara alusión a la teoría de la reencarnación y, sobretodo, "Tragón Trabaldabas" (12), extenso poema hacia el final del segundo libro y cuyo personaje se traga sucesivamente los alimentos, las personas, los países, los planetas, hasta que no queda absolutamente nada; metáfora, tal vez, de la voracidad imperial de los gobiernos del país natal del autor.
La comprensión del mundo infantil y la capacidad para reírse de todo, son los rasgos más salientes y permanentes a lo largo de los dos libros.
Por último, una mención a la traducción: a medias entre los aspectos sonoro y semántico de los textos, por momentos, un exceso de vocabulario local, puede dejar afuera a un lector no español.
Raúl Tamargo
Notas
(1) En Donde el camino se corta, pag. 107.
(2) En Batacazos, pag. 130.
(3) Idem, pag. 12.
(4) Idem, pag. 50.
(5) Idem, pag. 51.
(6) Idem, pag. 77.
(7) Idem, pag. 104.
(8) Idem, pag. 159.
(9) En Donde el camino se corta, pag. 69.
(10) En Batacazos, pag. 90.
(11) Idem, pag. 166.
(12) En Donde el camino se corta, pag. 160.
Raúl Tamargo (tamargora@hotmail.com) es poeta y narrador. Publicó un libro de poemas, Los otros cómo juegan (Buenos Aires, Ediciones A Capella, 1995) y colaboró en un ensayo sobre experiencias de talleres de escritura (Las palabras son de todos, de Silvia Alvarez. Buenos Aires, Ediciones Juntos, 1991) dirigido a docentes de nivel primario. Fue redactor de la revista Una de C.A.L. y coordinó talleres de escritura para niños y adultos en Lobos, Carlos Casares y Buenos Aires. Integró el grupo de estudio La Nuez, en el área de la literatura infantil y juvenil. Con su novela Por la ventana de Sol, ganó el Concurso Internacional de Literatura Infantil "Julio C. Coba" 2001, de la editorial Libresa, de Ecuador.
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