La lectura: un sentimiento para compartir
(Consejos para transmitir el hábito lector)
Artículo extraído, con autorización de su autora y los editores, de la revista Educación y Biblioteca, Año 15, N° 135; Madrid, mayo/junio de 2003.
Familias y educadores compartimos una misma ilusión y un mismo interés: que nuestros hijos o nuestros alumnos disfruten y se apasionen con los libros, porque estamos convencidos que la lectura hace individuos más fuertes, más capaces de enfrentarse al mundo, más felices y más libres.
La animación a la lectura no es tarea fácil porque no es algo tangible que se pueda medir, no hay fórmulas matemáticas ni recetas mágicas que den un resultado exacto y seguro. Conseguir la afición lectora es una tarea lenta, de día a día, porque la lectura es un sentimiento que se transmite como todos los sentimientos: poco a poco y por contagio.
Además, los factores que condicionan la lectura son muy variados: a veces es la presencia de libros en el ámbito doméstico o el ejemplo de adultos lectores en la familia y en el entorno próximo, otras veces es gracias a una experiencia satisfactoria de iniciación a la lectura en la escuela o la existencia de infraestructuras públicas que faciliten mantener y ampliar el hábito de leer. No obstante, la concurrencia de las circunstancias más favorables no garantiza el éxito; igualmente, un entusiasta lector puede surgir en los ambientes más desfavorables.
Foto: "Los tres lobitos", de Julián Redondo (Tercer
Premio 1992 del Certamen Fotográfico "El placer de leer", organizado por
la Biblioteca Pública Municipal del Ayuntamiento de Salamanca, España).
Extraída del catálogo El placer de leer (Salamanca, Biblioteca Municipal,
1995) y publicada en Imaginaria con la autorización de los organizadores
del concurso.
En esta situación la labor de la familia es muy importante, no sólo por lo que implica de cercanía y afectividad, sino por las características intrínsecas de la lectura ya que ésta (tal como venimos diciendo) es un sentimiento que se transmite poco a poco, con el ejemplo y el cariño. Animar a leer requiere constancia, ilusión, optimismo, es una tarea de día a día. Para ello son útiles los siguientes consejos o recomendaciones:
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Poner al niño en contacto con el libro desde su primer año de vida.
En la actualidad el material bibliográfico que existe al respecto es muy amplio con libros de tela para la cuna o de plástico para el baño. De este modo, el objeto libro y su uso será familiar desde el principio.
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Transmitir con el ejemplo.
El niño tiene una gran capacidad de imitación, por ello si los padres leen seguramente el niño los imitará y no le resultará extraño sentarse a leer. Puesto que la lectura es un sentimiento que se contagia, si no somos portadores del mismo no lo podremos transmitir. Compartir las lecturas con los hijos, leer lo que ellos leen y disfrutar con sus libros en un primer paso para transmitir la pasión lectora.
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Regalar libros igual que se regalan juguetes.
En las ocasiones en que cada familia tenga por costumbre hacer regalos a los niños, un libro puede ser una muy buena idea. Será importante hacerlo desde muy pronto, para que el regalo de un libro sea algo normal, que no choque al que lo recibe.
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No engañar a los niños.
El placer con la lectura no es algo que se consiga inmediatamente. A veces, comenzamos un libro y leemos 20 páginas en las que todavía "no ha ocurrido nada", el escritor simplemente está describiendo el paisaje, la situación. La lectura necesita paciencia, tiempo. No hagamos ver al niño que con la lectura va a disfrutar de igual manera que con un juego dinámico. Con la lectura disfrutará mucho, pero de manera distinta. Si invitamos a un niño a leer y le presagiamos placeres equivocados, la lectura resultará decepcionante.
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No enfocar la lectura como "otra" actividad académica más.
Hacer deberes es aburrido, si la lectura se convierte en un deber más el niño se aburrirá y terminará odiándola. No se trata de privar al niño de jugar o de hacer deporte para que lea, sino de compaginar todas las actividades, cada una tiene su momento.
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El libro y su espacio.
Reservar en casa un espacio para los libros y enseñarles a usarlos tal como se enseña a coger los cubiertos o se explican el resto de las normas básicas de educación.
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Compartir la lectura con ellos.
Ya que la sabiduría popular dice que "el cuento es la conversación más larga que se puede mantener con un niño", compartamos la lectura con ellos yendo juntos a la biblioteca, charlando sobre las preferencias lectoras, seleccionando el material, dialogando sobre lo leído...
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Ofrecer libros de calidad literaria que se ajusten a las características de los niños.
Es éste, quizás, el consejo más importante de todos y por tanto en el que nos vamos a detener.
Si ofrecemos libros totalmente contrarios a las características y preferencias de cada niño y cada niña o material de escasa calidad literaria, los destinatarios no sólo se aburrirán, sino que llegarán a aborrecer la lectura. Por eso consideramos tan importante la selección adecuada de los libros.
Para seleccionar los libros primero debemos analizarlos y este análisis debe surgir del consenso entre padres y educadores, expertos en Literatura Infantil y los propios niños.
¿Cómo informarnos para poder hacer estos juicios de valor de los libros infantiles? La Literatura Infantil no ocupa un lugar frecuente en los medios: en los periódicos, en la televisión o en la radio no se informa sobre los premios o las novedades editoriales de manera regular. Únicamente en fechas puntuales (como las Navidades) los medios informan acerca de la Literatura Infantil. Entonces, ¿cómo informarnos?
Existen varios medios para informarnos acerca de la Literatura Infantil, y todos ellos los podemos llevar a cabo junto con nuestros hijos, para que en la valoración del libro intervengamos todos:
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En primer lugar podemos hacer que la visita a la biblioteca se convierta en una costumbre para ver novedades, leer un rato, sacar material y participar en las actividades que en ella se realicen.
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Las ferias del libro también son interesantes para familiarizarnos con el material editorial y adquirir capacidad crítica.
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También podemos ir a las librerías, rebuscar en las estanterías y comprar de vez en cuando un libro que aumente la biblioteca personal del niño.
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Solicitar a las editoriales un catálogo es muy útil, principalmente en aquellas poblaciones a las que no llegan demasiados libros a las librerías o a las bibliotecas.
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Internet es otro medio muy útil, pero con el que hay que tener mucho cuidado. Al contrario que en otros medios donde apenas hay información acerca de la Literatura Infantil, en Internet existe muchísima, pero no toda resulta de interés.
El siguiente paso es cuando ya tenemos el libro en nuestras manos o lo estamos viendo en un catálogo o en la pantalla del ordenador, ¿en qué nos fijamos? Algunos aspectos en los que podemos prestar atención son los siguientes:
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El título. El título es la carta de presentación del libro y pronostica el contenido del interior (cómico, poético, de miedo, de misterio, de acción, triste...). Un título atrayente es una invitación para leer su interior.
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La edición. Al fijarnos en la fecha de edición y en las posibles reediciones podremos comprobar si es un libro de éxito, lo cual es una ayuda (no quiere decir forzosamente que si se han vendido muchos ejemplares ya sea ineludiblemente un buen libro, pero al menos es un dato a tener en cuenta).
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El contenido. En los libros infantiles el contenido se transmite a través del texto y de las imágenes, por eso debemos fijarnos no sólo en el texto, puesto que las ilustraciones no son simplemente un adorno. Asimismo, no debemos prestar única atención a los dibujos pues en ocasiones a excelentes imágenes le acompañan pésimos textos.
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Aspectos mecánicos. Hoy día las ediciones están muy cuidadas y es interesante fijarse en el tamaño de la letra, la longitud de la línea y la amplitud de los márgenes (para que no agobie al lector), la encuadernación (que sea duradera) y el papel (resistente y con esquinas redondeadas para los pequeños).
El resto de la labor es cuestión de ver y leer mucho para desarrollar la capacidad crítica.
Y todo ello siempre teniendo en cuenta que los libros para niños deben ser tan excepcionales como los de los adultos, es decir, que no nos conformemos con cualquier libro, que los destinatarios de estos libros sean los niños no significa que sean inferiores, únicamente significa que tienen unas características especiales, pero nada más. De hecho, nosotros como adultos podemos disfrutar de igual modo que nuestros hijos con "sus libros", lo cual será una excelente técnica de animación (que el niño sienta que nos interesamos por sus cosas despierta su propio interés).
En este análisis de los libros es importante hacer una advertencia sobre los clásicos. En ocasiones aconsejamos a nuestros hijos o nuestros alumnos clásicos de la Literatura Infantil que después les aburren enormemente, de lo cual se deriva nuestra decepción y la de ellos porque saben que les hemos dado un libro muy "importante". La razones de esta decepción son las siguientes:
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Muchos de los libros que hoy se catalogan como clásicos de la literatura infantil y juvenil, en su origen no fueron concebidos como libros para niños, sino para adultos, pero con el tiempo se han introducido en las colecciones infantiles. Tales son los casos de Robinson Crusoe o Los viajes de Gulliver. ¿Qué ocurre? Que son demasiado densos para el público joven y principalmente para el de hoy (tengamos en cuenta que hoy no gustan los mismos libros que antes, el niño de hoy es más inquieto, más activo, más dinámico, y además, está muy acostumbrado al lenguaje visual que es muy rápido).
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En Literatura Infantil sí existen clásicos atractivos para los niños, pero otros diferentes, nos referimos a los libros que se hicieron pensando en un público infantil y que hoy, con el paso del tiempo, se han convertido en un clásico.
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El inconveniente es que muchos de estos clásicos se han adaptado al cine o la televisión, de hecho son incluso más conocidos en la pantalla que en el papel y por eso cuando ofrecemos el libro, el niño lo coge sin ilusión porque trata sobre un tema ya muy trillado para él. Existen muchísimos ejemplos (Peter Pan, Pippi Calzaslargas, Heidi, Tom Sawyer, Bambi, La abeja Maya, Pinocho, El osito Winnie the Pooh...).
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De todos modos, una parcela de la literatura infantil que sí tiene muchos clásicos y que sí entusiasman al niño es el álbum ilustrado. En el álbum ilustrado tenemos títulos que son clásicos y que no están manidos (Donde viven los monstruos, Los tres bandidos, la serie de Sapo y Sepo, Historias de ratones, El conejo Perico...).
Con la ilusión de contribuir en esta difícil labor de potenciar la lectura cerramos esta lista de recomendaciones y animamos a tenerla en cuenta para así transmitir ese sentimiento que es la lectura.
Rocío Gil Álvarez (rociogilalvarez@terra.es) nació en la ciudad de Huelva, España, en 1971. Es Diplomada en Magisterio por la Universidad de Huelva. Trabaja en Servicios Culturales Ex Libris transmitiendo a niños y adultos de la provincia onubense, su entusiasmo por la lectura. Publica sus reflexiones y su práctica educativa en revistas especializadas (Educación y Biblioteca, Peonza, Babar, Aula Libre, Abareque...) intentando siempre dignificar la Literatura Infantil. A veces escribe cuentos de temática infantil que invitan a soñar y sentir, a veces lee sus propios cuentos... y sueña.
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