LECTURAS
| 3 de septiembre de 2003Entrevista con la escritora Graciela Montes (Feria del Libro de Córdoba 2003, Argentina)
Graciela Montes |
Dentro de las actividades programadas para la Feria del Libro Córdoba 2003 (del 5 y el 22 de septiembre de 2003 en la ciudad de Córdoba, Argentina), la escritora Graciela Montes será entrevistada por Lilia Lardone y Graciela Bialet el 7 de septiembre, a las 18:30 horas, en el Auditorio Obispo Mercadillo.
"Graciela Montes es una de las más prolíficas y representativas escritoras argentinas de libros de ficción para niños, entre ellos, Nicolodo viaja al País de la Cocina (el primero), Doña Clementina Queridita, la Achicadora, Historia de un amor exagerado, Y el Árbol siguió creciendo, Tengo un monstruo en el bolsillo, Clarita se volvió invisible, Uña de dragón, Venancio vuela bajito, La batalla de los monstruos y las hadas, La venganza de la trenza. También escribió dos novelas para adultos: El umbral y Elísabet." Fue la candidata argentina, tres años consecutivos, al Premio Hans Christian Andersen.
El Diario de la Feria también publicará, durante la primera semana de la exposición, una entrevista con la escritora de la que reproducimos un fragmento:
¿Cómo ves la situación de la literatura infantil en la Argentina hoy en cuanto a la producción y el consumo?
Es difícil responder brevemente a esa pregunta. Están por un lado las condiciones generales de la sociedad, que ya sabemos cuáles son, y las particulares de la producción editorial, que acompañan. Ahí habría que hablar de empobrecimiento, marginación del consumo, implacables leyes de mercado y alta concentración económica. Pero está también, y no creo ser excesivamente optimista al destacar esto, el espacio que la literatura infantil se ha labrado a través de todos estos años. Me refiero a que cuenta con una buena inserción en la sociedad, fundamentalmente gracias a la mediación de maestros y bibliotecarios que son además buenos lectores. Eso le permitió entrar en contacto frecuente y natural con capas de la población que serían inalcanzables a través del mercado. La biblioteca en particular, que es una institución que no se rige por el mercado, que tiene otro tipo de reglas, tuvo un papel muy claro en este entramado.
Con respecto a la producción, a veces se la ve un poco homogénea, con pocas sorpresas. El funcionamiento por colecciones y una cierta semejanza entre colecciones influye en esta sensación. Hubo innovaciones y también muchas imitaciones, mucha clonación. Sin embargo, siempre aparecen temas y tratamientos nuevos, voces nuevas. En la medida en que la inserción social se mantenga, es decir que valga la pena escribir y editar, la producción se vigorizará y aparecerán los cambios, porque la lectura es la que impulsa a la escritura.
¿Cómo ves la relación entre la educación escolar y la lectura?
Me parece que hay al menos el deseo, en la escuela, de ahondar el vínculo con la lectura. Los encuentros en que maestros y bibliotecarios se reúnen, aun en tiempos tan críticos, para reflexionar sobre la lectura y darle una vuelta de tuerca al vínculo con la literatura suelen ser multitudinarios. Es una señal. Hay un deseo. Tal vez sea tiempo de sistematizar o institucionalizar más el conocimiento. Hacerlo parte de la formación de los docentes, de los profesorados y los magisterios. Algo que me parece de primera importancia, en caso de que se lleve adelante esta actualización curricular, es ampliar el rango de lecturas de los maestros. Quiero decir que no alcanza con que estén al tanto de la literatura infantil para ser plenamente lectores, tendrían que correr también el riesgo de otras lecturas, lecturas de adultos, para formar un piso sólido desde donde, después, elegir. Y no sólo un acervo de lecturas tendría que incluir la formación de un maestro, también un horizonte de conocimientos más amplio que el que se considera propiamente "áulico". Un maestro con un horizonte más amplio, con intereses y curiosidades más amplias, va a ser un mejor maestro y, además, va a encontrar su lugar, un lugar de importancia, en esta sociedad. Un maestro "automático", funcional, sin preguntas ni perplejidades, sin lecturas, no va a poder ocupa ese lugar. Su voz va a resultar chata, sin resonancias.
Fuiste la primera en contarle a los chicos sobre la dictadura, el golpe, la historia, ¿cómo fue la experiencia de escribir para chicos sobre esa terrible historia?
Escribí ese relato (*) porque me pareció que me correspondía hacerlo. Generacionalmente, me correspondía. Yo había vivido ese tiempo, tenía la edad de muchos desaparecidos, tenía amigos desaparecidos, y había estado todo el tiempo consciente de lo que sucedía. De modo que correspondía dar testimonio. Puse mi oficio al servicio de eso, traté de que la escritura no interfiriera con la historia, traté de no "hacer literatura". Lo más difícil, y a la vez lo mejor, fue entrevistar a los hijos de desaparecidos. Era difícil para ellos y difícil para mí. Se interrumpían, volvían atrás, se les veía el sufrimiento. Había alguno que tenía ya una historia, que ya la había contado y la tenía de algún modo ya armada, pero para casi todos era una construcción en ese mismo momento. Muchos era la primera vez que la contaban para otro. Posiblemente el relato había estado a cargo de abuelos, tíos, no de ellos, que, en el momento del secuestro de sus padres, eran muy chicos. Y son relatos íntimos de alguna manera... Yo quería que cada uno conservara su voz contando, que cada uno contara su historia.
(*) Nota de Imaginaria: Graciela Montes se refiere a su libro El golpe y los chicos (Buenos Aires, Ediciones Gramón-Colihue, 1996).
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