Hasta (casi) 100 bichos
por Daniel Nesquens (textos) y Elisa Arguilé (ilustraciones)
Nota del autor (de los textos)
Todos mis amigos y conocidos saben de mi cariño por los animales, por todos los animales. Ya tengan dos patas, tres, cuatro o cien. Me encantan.
Nadie quiere venir a mi casa porque temen ser mordidos por Maika, una serpiente pitón de más de tres metros de longitud, cuando no, acorralados por Oscar, un león nacido en Tanzania; o atravesados por Delicado, un puerco espín que me traje de un viaje al Asia Central; o golpeados por un balonazo de Rafa, mi hijo, que tiene una pierna izquierda que ya la quisiese algún jugador de Primera División.
El cartero renuncia a pasar por delante de mi casa desde el día en que Escocia, una tarántula de más de veinte centímetros de pata a pata, lo capturó en su telaraña. No hay fontanero que me quiera realizar un presupuesto, ni vendedor de seguros que se atreva a tocar el timbre.
A todos los animales que viven conmigo los quiero por un igual. Todos me respetan, y todos me escuchan atentamente cuando les tengo que decir algo. No puedo señalar a ninguno de ellos como mi preferido. Por eso, y generalizando en la especie, quise redactar unas líneas con alguna de sus características más divertidas. Digo quise, porque estos folios quedaron en el cajón que tengo de asuntos pendientes hasta hace unos meses, en que, mientras tomaba un café con hielo debajo de la sombrilla Estevenson, una cacatúa macho de plumaje verde con la cabeza naranja y la cola verde, estiró su cabeza y con voz de loro me preguntó por los folios que había estado escribiendo.
¿Y los folios? ¿Y los folios? me preguntó sujeta a la cuerda donde mi mujer tiende la ropa.
¿Qué folios?, Estevenson le pregunté, sorprendido por su pregunta.
Los que escribiste de todos nosotros. Los que escribiste de todos nosotros repitió como si no lo hubiese oído.
Terminé mi café con hielo y fui a mi despacho. Allí estaban, en el cajón de asuntos pendientes, debajo de un catálogo de coches de una prestigiosa marca mundial. Los volví a leer. Me sonreí. Retoqué algunas cosas y esa misma tarde reuní a todos mis animales y se los leí. Chumi, la hiena, no paraba de reírse; todos los demás también.
Alentado por todos ellos me vi obligado a mandárselos a un amigo editor, para si él lo creía oportuno publicarlos con la intención de que todos vosotros paséis un buen rato de lectura amena y divertida.
Muchas gracias.
Águila
El Águila es un ave rapaz del tamaño de un águila, color de águila, cola de águila y pico dado al corrillo y a la charlatanería.
Lo que más nos llama la atención de un águila es lo alto que vuela. Vuela tan alto que sólo es posible verla cuando estamos de excursión en una montaña y el día es claro y despejado, despejado de nubes, claro. En estas excursiones hay que contratar el servicio de una persona que estire su brazo, señale con su dedo índice el cielo y diga: «Mira, un águila». Si lo que dice es: «Mira, un águila hembra», ya es el colmo.
Si le preguntásemos a un águila qué es lo que quiere ser de mayor, ésta, sin duda alguna, respondería que una mosca. Y es que al águila le encanta posarse en la tortilla de patata del excursionista, pero como tiene las alas tan grandes, el cuerpo tan pesado y las garras como cornamentas de ciervos le resulta imposible. Además, siempre que lo intenta asusta al excursionista; que lo primero que hace es recoger la tortilla de patata en el coche, no dejando ni las migas.
Cuando una persona se distingue por su perspicacia, se le dice que es un águila, por no decirle que es un venado, que siempre suena más grosero.
La vista del águila es tan buena que desde el cielo es capaz de distinguir un trébol de cuatro hojas entre miles de tres hojas.
En Uruguay, no se sabe el motivo, todavía no ha sido vista ningún águila.
Cerdo
El Cerdo, en contra de lo que puede pensar la gente, es el animal más limpio de cuantos subieron en el Arca de Noé. Lo que pasa es que los propietarios de cerdos se empeñan en ubicarlos en los sitios más sucios y cochambrosos. Y encima les dan para comer las sobras que no han querido ellos o sus familiares. Con lo deleitosamente que se comería un cerdo una paella de marisco.
Ahora sí, el cerdo es un poco vago. Se pasa el día sin hacer nada. En vez de aprovechar el día para leer y ser algo el día de mañana, no: prefiere revolcarse y aplicar su hocico en el pringoso suelo que pisa. Así nunca conseguirá que no se le llame cerdo.
El cerdo es el animal que más nombres tiene: cochino, verrón, puerco, gorrino, marrano, chino, chancho (¡anda, como llamamos a mi primo!), gorrín, porcachón... Todos ellos desagradables y peyorativos. Hora va siendo ya de llamar al cerdo con otros nombres más agradables: María Luisa, Tomás, Teobaldo, Anselmo, Sidonio...
El primo hermano del cerdo es el jabalí.
Actualmente se están haciendo estudios en el Museo del Prado para demostrar que, en el original de Las Meninas de Velázquez, quien estaba a los pies de la enana María Bárbola y el enano Nicolasillo Pertusato era un cerdo y no un perro. Pero Velázquez fue reprendido por el rey Felipe IV, quien le conminó a quitar el cerdo y dibujar un pavo real. Al final ni una cosa ni otra: un mastín.
Hormiga
Es la Hormiga el insecto al que más le gusta ir de picnic. No hay comida campera sin su hormiga.
La hormiga va siempre a ras de suelo, buceando. Así que, cuando menos te lo esperas, ya has pisado tres o cuatro.
Algo que todo el mundo desconoce es que la hormiga es la descubridora del garaje subterráneo.
La hormiga es muy laboriosa y se pasa el día yendo y viniendo, transportando enormes cargas (hasta diez veces su peso) que luego, cuando llega el invierno, hace uso de ellas. Ya desde muy pequeña se les enseña a distinguir lo útil para la hormiga un grano de trigo, una pipa de girasol, una miga de pan, de lo que es inservible: un cordón de zapato, una grapadora o una lata de mejillones vacía. Lo que no acierto a comprender es cómo toda hormiga que sale de su hormiguero sabe luego volver a él. Y sin perderse.
La mejor amiga de la hormiga es la chicharra, y el mejor amigo el chicharro.
A la hormiga no le gusta nada el fútbol, allá ella.
(A mí tampoco. Allá yo.)
Y ahora un cuento de hormigas. Su autor no es Arnold Lobel. Soy yo. Se titula La hormiga Mija.
La hormiga Mija era muy lista y muy trabajadora. También tenía muy buena suerte. Un día se encontró una bolsa de pipas de girasol. Abierta. Otro día rellenó una quiniela de fútbol regional. 1, X, 1, X, 3, 1, X... Acertó todas las casillas. Fue la única. No sé cuántos millones de euros. Qué alegría. Qué suerte. Ya no tendría que trabajar más. Le sobraría tiempo para viajar, para leer Días de Reyes Magos o Aprendiz de horizonte. Y así lo hizo. Pero antes tuvo que dar una gran fiesta.
Oso
El Oso es un plantígrado y también un palíndromo. Aquí va uno: Ana lleva al oso la avellana.
Si el oso fuera zorra, tendría otro: Dábale arroz a la zorra el abad. Pero solo es oso.
Aunque los expertos en especies amenazadas proclaman que el oso es un animal en vías de extinción, se puede decir que osos hay de muchos tipos: polar, es el que va muy abrigado; el blanco, es pulcro y arreglado; hormiguero, el que tiene cinco patas; marítimo, el que tiene un parche en el ojo; mayor, el que mira a las estrellas; pardo, el que se escapa de los circos; negro, el que invierna en la mina; y el osezno el pequeño.
Como todos sabemos, los osos son muy peludos y pesados, su andar es muy lento y les encanta esconderse detrás de los árboles.
El peor momento para entablar relación con un oso es cuando acaba de despertar de su letargo: su hambre en ese momento es canina.
A los osos les encanta el sumo. Según la leyenda, el sumo lo descubrieron dos osos peleando cuerpo a cuerpo. Como los japoneses lo copian todo, hicieron fotos y ahora es una auténtica tradición entre los nipones. El sumo, y comer huevos revueltos con salsa de soja y azúcar. Que también son ganas.
Hay que ser precavidos a la hora de escribir la palabra oso. Si no estamos atentos nos puede traicionar el subconsciente y escribir SOS. El sonido de una sirena nos devolverá a la realidad.
Leí no hace mucho El oso que leía niños, de Gonzalo Moure. Me gustó mucho.
Serpiente
La Serpiente no sabe volar, por eso va siempre a ras de suelo. Es muy silenciosa, menos la de cascabel. La serpiente no tiene pulgas. Lo que más llama la atención de la serpiente es su lengua: bífida. O sea, que está hendida en dos partes: la masculina y la femenina. Una de las cosas que aún está sujeta a investigación es cuál de las dos partes es más ponzoñosa en caso de mordedura. Las conclusiones no serán publicadas hasta el siglo que viene.
Eran los Celtas los que decían el dicho famoso: «la serpiente que se muerde la cola», pero con el tiempo el pensamiento cambió hasta el conocido de nuestros días: «es la sepia que se muerde la cola».
Cuando la serpiente de un encantador de serpientes se ondula de un lado a otro, no es que esté bailando la música que sale de la flauta, sino que se está orinando.
Toda serpiente está obligada a cumplimentar el Servicio Militar. Acude al cuartel y lo primero que recibe es un candado y tres mudas que tiene que administrar para el resto de su vida.
Dibujar una serpiente es muy fácil; basta con trazar, a mano alzada, una línea, recta. En este caso la serpiente está quieta.
No hay que confundir serpiente con víbora. La víbora siempre aparece en ejercicios de ortografía, cuando menos te los esperas; la serpiente, en tatuajes y tratados de ofidios.
La serpiente pica, la manguera moja.
¿Quién le pone la serpiente de cascabel al gato?
Una curiosidad: por Navidad, a la serpiente le encanta jugar a la Lotería.
Vampiro
La versión cinematográfica del murciélago es el Vampiro. Y todo cuanto vimos en el apartado correspondiente al murciélago lo podríamos decir aquí. Con alguna variación, claro está. Dicho y hecho:
Antes de nada diremos que el vampiro es una cosa, el papiro otra, y el marciano otra diferente.
El vampiro es el único mamífero volador que cuando vuela parece que está nadando. Cuando vemos un vampiro pensamos que alguien ha cerrado mal el paraguas.
Al vampiro le encanta vivir en castillos, ¡toma y a mí!
Por culpa del Conde Drácula y de algún director de cine este mamífero tiene muy mala prensa. A mucha gente le da miedo el vampiro, pero todavía no se ha demostrado que un vampiro haya mordido a una persona, y menos que se la haya comido.
Este quiróptero caza emitiendo un sonido muy agudo que nosotros no podemos oír, ni siquiera poniendo la oreja encima de la vía del tren. Las ondas sonoras rebotan en el insecto que encuentra a su paso, y el eco, eco, eco permite que el cazador, el mismo vampiro, localice dónde está su presa. Si lo que quiere localizar es su prensa va al kiosco más próximo.
Al vampiro no le gusta que le tiren piedras; si acaso, migas de pan.
Al vampiro no le gusta que le llamen vampi. Tampoco le gusta que, cuando pasea con su señora, la gente le eche piropos y la llame vampiresa.
Textos e ilustraciones extraídas, con autorización de sus editores, del libro Hasta (casi) 100 bichos, de Editorial Anaya (Madrid, 2001; colección Leer y pensar).
Imaginaria agradece a Antonio Ventura y a Pablo Cruz, de la Editorial Anaya, las facilidades proporcionadas para la reproducción de estos textos e ilustraciones.
Los autores
Daniel Nesquens
Cuando al final de su libro Diecisiete cuentos y dos pingüinos se lo anima a contar su biografía, Daniel Nesquens responde: "Creo que mi biografía cabe en el reverso de una tapa de yogur, pero diré que me nacieron en Zaragoza (España); que tuve una infancia de juegos de calle, de estar poco en casa. Así pasó que un día mis padres no me conocieron y no me dejaron entrar en casa. Ese día dormí en la calle. Poco a poco fui creciendo. Un día me afeité. Otro me eché novia..., pero sin fumar."
Es ante todo un escritor humorista. Sus raíces están en el humor propugnado por Enrique Jardiel Poncela, Miguel Mihura, Tono, los hermanos Marx, Chaplin y Woody Allen. Empezó a publicar en la revista Cuadernos de Humor; colaboró en La Codorniz, Sapoconcho, Pienso compuesto, El Cochinillo Feroz y Tridente.
Además de escribir, dibuja viñetas. Algunos de sus libros para niños son: Mi casa (Zaragoza, Imaginarium, 2001), Una travesura (Barcelona, La Galera, 2001), Diecisiete cuentos y dos pingüinos (Madrid, Anaya, 2000) y Mermelada de fresa (Madrid, Anaya, 2001).
"El Nesquens. ¡Vaya pájaro! Igual anda que vuela que nada que te pide cien euros prestados.
Una mañana de verano echó a correr, en bicicleta, cuesta abajo, con el aire a favor. Lo que le costó deshacer el camino. Menos mal que un automovilista (de la familia de los Renault) lo recogió.
El Nesquens, en contra de lo que pueda parecer, no habita en los campos de fútbol, habita en lugares cerrados. Pero (siempre hay un perro que persigue a un gato) no descarta que algún día pueda vivir en un espacio abierto y con fuente. Sus amigos se pueden contar con los dedos de un ciempiés. Y, al igual que su paisano Goya, piensa que el sueño de la razón produce monstruos.
Por último, indicar que al Nesquens le gusta pasar el tiempo en la higuera, y coger higos."
(Texto extraído de la solapa del libro Hasta (casi) 100 bichos.)
"¿Cómo surgió la idea de escribir para niños?"
"Pensé que tal vez el humor que empleaba en mis relatos para adultos podría ser adaptado a un mundo infantil. El mundo infantil te otorga una libertad infinita para la creación."
(...)
"¿De qué recursos se sirve para logar ese surrealismo tan humorístico y sorpresivo en sus relatos?
De no ponerle puertas al campo. Y de dar siempre un paso más. Un niño tiene derecho a imaginar que es factible que llueva a mares y que un barco pesquero entre en una plaza de toros, que su vecino sea un agente secreto, que en su jardín esté enterrado un tesoro pirata, que los conejos se pesquen..."
(Textos extraídos de la entrevista del libro Diecisiete cuentos y dos pingüinos.)
Para saber más sobre Daniel Nesquens se puede leer la entrevista (acompañada de una lista bibliográfica) que le realizó la revista Babar en esta dirección: http://www.mundofree.com/babar/html/enesquens.htm
Elisa Arguilé
Nació en Zaragoza (España) en 1972. Estudió Bellas Artes en Madrid, en la
especialidad de Grabado. Desde entonces, trabajó en numerosos sitios, desde una Compañía de Títeres para la que realizaba escenografías hasta la dirección artística y diseño de parques infantiles.
Comenzó a ilustrar libros infantiles para una editorial aragonesa, y hoy en día forma "pareja artística" con Daniel Nesquens, con varios títulos publicados, entre ellos: Kangu va de excursión y Y tú ¿cómo te llamas? (Madrid, Anaya, 2000).
El libro Sombras de manos, que realizó con el escritor valenciano Vicente Muñoz Puelles, ganó el II Certamen Internacional de Álbum Infantil Ilustrado "Ciudad de Alicante" 2002 y fue publicado por la editorial Anaya.
"La Arguilé es uno de los animales del sexo femenino que mejor sabe dibujar animales de sexo masculino.
Es risueña, alegre y difícil de localizar. Lo mismo vive en el pueblo que en la ciudad. En los atardeceres de primavera es fácil de encontrar. Basta buscar una mesa camilla. Oculta por las faldas que llegan hasta el suelo está la Arguilé. Pensando que tal vez nada sea todo.
La Arguilé se alimenta exclusivamente de lo que hay sobre la mesa, o dentro del frigorífico. Le gusta pasear con su gato Mariolo, o con su perra Bicha, o con su rana José.
Odia tener que pasar cinco minutos en la sala de espera. Sin embargo, le gusta pasar ciento veinte minutos hablando con sus amigos. En un agradable café que se llame La Sidrina.
Por último, mencionar que la Arguilé abomina a un bicho muy concreto. Un bicho con cuerda: el reloj de cuco."
(Texto extraído de la solapa del libro Hasta (casi) 100 bichos.)
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