46 | RESEÑAS DE LIBROS | 7 de marzo de 2001

El estralisco

Roberto Piumini
Ilustraciones de Francesc Salvà.
Traducción de Amada Perelló.
Barcelona, Editorial Edebé, 1991.
Colección Periscopio.

Portada de "El estralisco"

"En cuanto a los paisajes que imaginaba, ni siquiera él mismo sabía dónde los había visto. Quizá no existían en ningún lugar del mundo, ni en ningún sueño humano, pero parecían reales, era tierra palpable y perfumada. Y cuanto más se contemplaban, más parecía que el cuerpo escapaba por los ojos y se transfería, entero y vivo, a aquellos espacios coloreados y llenos de paz." (pag. 10)

En la antigua Turquía, Sakumat, un pintor de maravillosos paisajes, es mandado llamar por Ganuan, señor de las tierras montañosas del Norte. El hijo de Ganuan, Madurer, no puede vivir al aire libre; víctima de una enfermedad misteriosa, el sol y el polvo lo perjudican gravemente. Privado Madurer de la vista de la naturaleza y de la luz del sol, su padre ha decidido regalarle las imágenes que Sakumat pinte en las paredes de su habitación.

Las imágenes tardan en surgir porque primero deben ser creadas a través del juego, en el deseo, en el pensamiento del niño y del pintor. Lugares jamás vistos, surgidos de las historias narradas, o de los libros, o simplemente del deseo: mares con infinitos peces ocultos, montañas con pastores y bandidos invisibles, prados que crecen hacia su esplendor.

Las imágenes nacen, cambian, cobran vida como la profunda amistad entre el niño y el artista. El tiempo transcurre en los cabellos, en la barba, en el rostro de Sakumat, y parece detenerse mientras el mundo toma forma en las paredes de las habitaciones.

De las imágenes nacen historias, personajes. Guerras que se inician y acaban en amores. Un barco pirata es apenas un punto que va creciendo donde el mar y el cielo se reúnen. Las imágenes cobran vida, y el tiempo se apodera de ellas. Así el barco pirata ya cercano comienza a alejarse en busca de su horizonte, y el prado se adormece hacia el invierno.

"–¿El estralisco se adormece, Madurer? —preguntó su padre, con la voz muy baja.

"—Sí, claro. Se adormece todo el prado, mira. Se despierta al dormir, porque cuando se está despierto, ¿no es parecido al sueño de uno que está dormido?

"—¿Y en las noches de invierno ya no se verán las luces del estralisco? —Se dio vuelta para contemplar el prado sin luces.

"—Pero se verán las estrellas, padre —dijo Madurer. (...)

"—Las estrellas están lejos. El estralisco está ahí cerca.

"—¿Tú crees, padre? (...) ¿No te has dado cuenta de que son la misma cosa?" (pag. 105-106)

Para Sakumat y Madurer, el arte es el juego que traerá luego un cansancio feliz. El acto de crear es un acto de amor, y Sakumat quemará silencioso sus pinceles, quizá cuando descubra que el arte no puede vencer la muerte, ni siquiera postergarla. O quizá cuando sepa que en ese intento fue dado todo, o lo mejor de su arte.

Roberto Piumini, ha escrito un libro que nos conmueve por su historia, por su lenguaje. Un libro para leer y releer, que nos entregará a cada uno nuestro propio horizonte, siempre distinto, siempre cambiante en cada lectura.

Recomendado a partir de los 12 años.

Marcela Carranza


Marcela Carranza es Licenciada en Letras Modernas de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina). Como miembro de CEDILIJ (Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil) participó en el programa de bibliotecas ambulantes "Bibliotecas a los Cuatro Vientos" y en el equipo Interdisciplinario de Evaluación y Selección de Libros.


Artículos relacionados: