33 | LECTURAS | 6 de setiembre de 2000

La vida o el sueño
Reflexiones sobre la relación entre el autor y el lector infantil en el libro Historias a Fernández de Ema Wolf

por Cecilia Bajour

Portada de "Historias a Fernández"Vení que te cuento

Contar una historia es un arte que a veces oculta y a veces muestra sus artificios, sus trucos, sus armas. La orfebrería de las historias casi siempre ha quedado guardada en la maravilla de los pactos silenciosos. Pactos. Manos tendidas, necesidad imperiosa de comunicación. El acuerdo entre alguien que da y alguien que recibe una historia. Esa unión, en la literatura oral, tiene marcas muy claras, muy perceptibles. Son reaseguros de la comunicación, formas que tiene el que trasmite una historia de controlar la escucha atenta de su auditorio.

En la literatura infantil escrita, que tiene un anclaje histórico en la literatura oral, la preocupación por la atención del receptor contribuyó a crear huellas en el discurso que recuerdan la relación contador-auditorio. Relación de preocupación, de atracción, de búsqueda de un delicado equilibrio entre el control y la libertad en el caso de las obras literarias infantiles con verdadero valor estético. Esta urgencia por generar un vínculo que no se quiebre fácilmente, se puede observar en muchas obras infantiles, donde el narrador se vale de, entre otros recursos, cláusulas explicativas, apariciones explícitas para poner orden donde sospecha que puede haber confusión, apelaciones directas al narratario (el destinatario de la narración) y, en algunos casos, valoraciones morales sobre lo narrado. La preocupación por sostener junto al libro al lector infantil marcó y sigue marcando el discurso literario infantil.

Pero en los últimos años, la importancia dada al lector en los libros para chicos vive una transformación acorde a los cambios provenientes de distintos territorios: la literatura adulta, las nuevas corrientes lingüísticas y de la teoría literaria, los aportes de la psicología cognitiva, la didáctica de la literatura. Sin entrar en cómo cada uno de estos campos contribuyó a esta renovación, podemos decir que la consecuencia más visible de estos vientos favorables fue la nueva valoración sobre el papel del lector, que de un papel predominantemente pasivo pasó a tener un rol de participación en la lectura de las obras infantiles.

Historias a Fernández: La excusa perfecta

Ema Wolf es una de las autoras argentinas que desde el juego con las innovaciones formales en la narrativa siempre apostó a un lector activo. El humor es el recurso esencial que le permite incorporar recursos innovadores a sus textos para público infantil.

El libro Historias a Fernández plantea desde la perspectiva humorística la preocupación del autor de libros para chicos por capturar a su exigente y en muchos casos esquivo lector.

Fernández es el felino destinatario (nunca llamado gato, ni representado gráficamente como tal en la tapa ilustrada por Jorge Sanzol, que contribuye con el misterio fragmentando la imagen) de tres historias narradas al hilo por su dueña. Narrar y tener éxito en la narración en este caso es cuestión de vida o muerte ya que Fernández ha sufrido una caída desde las alturas y no debe quedarse dormido en las tres horas posteriores a su contusión. El plan de la dueña consiste en una historia por hora. La habilidad para narrar y el uso eficaz de todos los trucos posibles, hasta los más desopilantes, para mantener la atención de Fernández es lo que permite llegar a un desenlace exitoso.

En la introducción conocemos las vertiginosas costumbres que llevan a Fernández a su caída y a la narradora a poner en juego sus artes de contadora:

"Siempre confié en mis habilidades para contar aunque hasta el momento nunca las había puesto a prueba en circunstancias tan dramáticas" (pág. 13).

Tanto aquí como en los comentarios que rodean a cada uno de los tres relatos explicita los trucos de su oficio. Por ejemplo, cuando revela que "a veces estas cosas salen mejor cuando uno no las piensa demasiado". La cocina de su escritura se abre para hacer más tangible la relación que une al que narra y al que recibe esa narración. También la preocupación constante por la recepción: "¿Hasta acá vamos bien? Vamos bien" o "¿Qué tal? ¡No te esperabas esto! Yo tampoco", entre otras apelaciones incesantes y recursos de todo tipo para mantener en estado de alerta a Fernández. Todo sirve para que no se duerma: acudir a la enciclopedia Sopena para aclarar un término tan "insondable" como una papa durante el cuento "La granduquesa y la papa" o reproducir en un papel los dibujos delirantes de Tadeo del último cuento "Aventuras en los mares del mundo o El fantástico animal australiano".

No es difícil ver en este humorístico llamado a la atención de Fernández una visión paródica de la preocupación del autor de literatura infantil por su receptor. Es interesante comprobar en ésta como en otras obras literarias infantiles contemporáneas, la incorporación de técnicas narrativas más sofisticadas que proponen una participación más comprometida por parte del lector. Pero esto no impide que el autor busque las formas más diversas, ya sea explícitamente, como en Historias a Fernández, o no, de proporcionar una guía para su lector.

En el libro de Wolf la narración oral es usada como excusa perfecta para hacer visible la inquietud por captar a un lector inasible. De este modo, se propone un contrapunto entre las particularidades de la expresión escrita y las huellas de lo oral, en un juego que escenifica la peculiar forma de comunicación del texto literario infantil.

La comunicación es todo un tema

Por otro lado, al proponer como tema el mismo acto de ficción, esta obra se ubica dentro de la tendencia contemporánea de muchos textos dedicados al público infantil que tematizan los procedimientos formales de la literatura. En este caso, se trata de la relación narrador-narratario, que en la situación tragicómica planteada por Wolf, se constituye en metáfora de la relación real entre autor-lector infantil.

La narradora de Historias a Fernández está obligada a ejercer un control indisimulado sobre la atención de su maltrecho escuchador. La materia narrativa es moldeada a la vista en forma simultánea para Fernández y para el lector real. De esta manera, están en primera fila de la escena en donde la narración muestra sus artes. Por ejemplo, participan, entre otros recursos, de cambios de ruta en la invención, como el cuento "Corazones confundidos", que nace como un relato de humor negro abundante en descripciones morbosas y debe ser modificado sobre la marcha ante las reacciones físicas de Fernández, cuyo estómago no tolera tanto realismo. Con el mismo título, la narración vira su tono a una divertidísima comedia de equivocaciones con un relato incluido "de yapa".

Con Historias a Fernández, el lector infantil contemporáneo crece en los nuevos caminos narrativos, pero no es lanzado sin protección a un mundo desconocido cuyas leyes ignora. Un desafío de los autores de literatura infantil que se comprometen con las búsquedas formales innovadoras, es indagar a través de su creación sobre la propia literatura sin dejar de tejer lazos para que el lector infantil se quede gozosamente al lado de las buenas historias, como Fernández.


Cecilia Bajour (cecibajour@infovia.com.ar) es Profesora en Letras. Se desempeña como docente de Literatura Infantil de la Escuela de Capacitación (CEPA) del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y coordina talleres literarios infantiles y de adultos (Cedimeco-"La Calle de la Lupa y el Ratón"; Centros Culturales en barrios de la ciudad de Buenos Aires; Programa "Filo y los pibes", de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires; Centro Cultural Borges; Centro Cultural La Salamandra, Taller "Fuego Verde"; Talleres Literarios "El juego de los escritores fantásticos" y "Confío en tu palabra", en escuelas municipales de EGB).

El artículo se refiere al libro Historias a Fernández, de Ema Wolf (Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1994).

 


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Autores: Ema Wolf

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