12 | LIBROS | 17 de noviembre de 1999

La literatura para niños y jóvenes:
Guía de exploración de sus grandes temas

Marc Soriano
Traducción, adaptación y notas de Graciela Montes.
Buenos Aires, Ediciones Colihue, 1995.
746 páginas.

Portada de "La literatura para niños y jóvenes : Guía de exploración de sus grandes temas"

La Guide de littérature pour la jeunesse (París, Flammarion, 1975), del investigador francés Marc Soriano, significó un valioso aporte al estudio y a la reflexión sobre los grandes temas de la literatura infantil y juvenil. A partir de la década del 80, Soriano emprendió la actualización de la Guía para adecuarla a los cambios producidos en la sociedad durante los últimos años, tarea que concluyó pocos meses antes de su muerte en 1994. La escritora Graciela Montes, que mantuvo una estrecha relación epistolar con Soriano, realizó la traducción y anotación de la versión actualizada y, con su aporte, logró extender el marco de reflexión al territorio de la literatura infantil y juvenil latinoamericana. La obra contiene una breve historia de la LIJ, artículos temáticos (adolescencia y literatura, bibliotecas, ciencia ficción y literatura infantil, ilustración, escuela y lectura, entre muchos otros), biografías de grandes autores europeos y latinoamericanos. Si bien los temas que presenta el libro ya se encuentran ordenados alfabéticamente, esta edición también cuenta con un pormenorizado índice de materias.

"Cuatro preámbulos y 23 consejos sencillos para ayudar a los padres y a los chicos a elegir sus libros", ofician de cierre y resultan de lectura imperdible para todo mediador que quiera propiciar un buen encuentro entre los niños y los libros. Más abajo ponemos al alcance de nuestros lectores una pequeña muestra de estas "sugerencias", sólo para crearle la urgente necesidad de correr hacia la librería más cercana para conseguir un ejemplar de la Guía y continuar con su lectura.

Roberto Sotelo


Los cuatro preámbulos

En las ferias especializadas pero abiertas al público —en Francfurt, en Boloña o en Montreuil—, en los supermercados, en los centros comerciales, en las librerías, en las bibliotecas hay hoy abundancia e incluso superabundancia de libros para niños y jóvenes, libros para todas las edades. Me han pedido a menudo algunos consejos simples que puedan ayudar a los padres y a los maestros a encontrar un camino entre tanta profusión, a elegir "buenos libros" para sus niños, es decir, si es que entiendo bien lo que me piden, libros que les proporcionen a la vez placer y provecho, y que los estimulen a seguir leyendo. Es, en cierto modo, un pedido de garantías. Pero ¿por qué no?

Con todo, quiero que quede claro que en esto voy a utilizar más bien mi experiencia como padre y como abuelo que mi trabajo como investigador. Y es ésa la razón por la cual empleo la primera persona del plural, incluyéndome entre los destinatarios de estos consejos. No son para uso externo. Elegir los libros para nuestros chicos o ayudarlos a que puedan elegir sus propios libros es un acto importante. Un acto que nos cuestiona.

PRIMER PREÁMBULO

Comencemos por interrogarnos nosotros mismos. El niño suele imitar lo que realmente somos y no lo que creemos ser o lo que queremos parecer. ¿Qué credibilidad puede tener nuestro consejo de que lean si nosotros mismos no somos lectores?

SEGUNDO PREÁMBULO

Los padres analfabetos funcionales o "malos lectores", que abundan mucho en esta época, no tienen por qué disimular esa carencia frente a sus hijos. Por lo general, se benefician de otra cultura, tan prestigiosa como la de la imprenta, la cultura de tradición oral. Pueden y deben transmitírsela a sus hijos; y luego, habiendo tomado conciencia de su dignidad, hacer el intento, sin sentirse humillados, de acceder al mismo tiempo que sus hijos al universo de lo escrito, que es cada vez más necesario en nuestros días para evitar la desocupación y la exclusión.

TERCER PREÁMBULO

Tal como ha dicho magníficamente Daniel Pennac, el verbo leer no se conjuga en el imperativo.* Y, podríamos agregar: tampoco el verbo amar. De modo que evitemos decirles a nuestros hijos: "No estás leyendo lo suficiente" o "Te conviene leer" o "Lee esto o esto otro". Más bien dejemos que revuelvan los estantes de nuestra biblioteca o los mostradores de las librerías. Son ellos los que tendrán que descubrir los libros que habrán de amar.

CUARTO PREÁMBULO

No ovidemos jamás que, para un bebé, el libro no es sino un objeto entre otros y que nos corresponde a nosotros, padres y educadores, hacerle comprender que se trata de un objeto excepcional, que es capaz de dar miedo y de tranquilizar al mismo tiempo. Nos corresponde a nosostros permitir ese primer contacto acariciante y reconfortante, imprengándolo de nuestro calor y nuestra ternura. Lo ideal es transformar los primeros libros en "objetos transicionales", ponerlos a competir con las muñecas y los osos de peluche.

* Daniel Pennac, Comme un roman, Paris, Gallimard, 1992. En español, Como una novela, Bogotá, Grupo Editorial Norma, 1993.


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